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Crítica. Primera noche argentina del “360° Tour” Con referencias locales -a futbolistas y a Gustavo Cerati-, casi 60.000 personas experimentaron “la Garra”.
01.04.2011 | Por Eduardo Slusarczuk
Durante sus 35 años, U2 creció, evolucionó, arriesgó, se transformó, conformó, deformó. Ejército embanderado en Sunday Bloody Sunday ‘83, cuarteto blusero en Rattle and Hum, usina de hits en The Joshua Tree , exploración en Achtung Baby , techno-dance en Pop y sinuosa creatividad en el siglo XXI, siempre intervenido por un compromiso social y político que le valió a su líder reconocimientos y críticas.
Todo eso fue el cuarteto irlandés, el miércoles, en su estreno argentino del U2 360° Tour , que desembarcó en el Estadio Unico de La Plata con su enorme “Garra”, una veintena de grandes canciones y un despliegue tecnológico jamás visto antes en el país.
En el mundo de Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen todo parece calculado a punto de que cualquier signo de espontaneidad despierta sospechas. En ese punto, la cuestión pasa por creer o no en la honestidad intelectual, y de la otra, que impulsa la maquinaria en que se convirtió la marca U2.
Pero después, o antes, de los análisis paramusicales, estuvo lo que la banda le ofreció a las 58 mil personas que colmaron el estadio. Y en eso, dio cátedra.
Desde el arranque de Even Better Than the Real Thing pisándole los talones a la S pace Oddity de Bowie de la intro - Rocket Man , en el epílogo, completaría la travesía espacial-, la noche transitó por un camino de saludables contrastes.
De los ‘90 a I Will Follow , y de ahí al presente de Get On your Boots y Magnificent , sin temporalidad definida, Bono (se) preguntaba: “¿Qué hora es en el mundo?” De la sensación de que Mysterious Ways (aun con inserts de las beatlescas My Sweet Lord y Norwegian Wood ) , y hasta la caótica Until the End of the World les salen de taquito , a la conmoción de la multitud saltando y cantando Elevation . “Son lo más”, soltó el cantante, antes de I Still Haven´t Found What I’ Looking For . Y de pronto, la parafernalia visual salió de foco, para regresar con las texturas que The Edge le inventó a Beautiful Day -más la beatle Blackbird -. Después, In a Little While con “chica del público que sube a escena para que Bono le cante”.
Con la garra otra vez como protagonista, la secuencia City of Blinding Eyes - Vertigo - I’ll Go Crazy If I Don’t Go Crazy Tonight abrió el paso al bloque político.
Sunday...
, primero, Scarlet después y Walk On como cierre de la tríada. Mientras, la pantalla y Bono hacían referencia a Libia, Egipto, a la dirigente birmana Aung San Suu Kyi, lanzaba algún “aleluya”, y activistas de Amnistía Internacional enmarcaban, con candiles, el primer falso final.
Más mensaje explícito. Desmond Tutu, subtitulado. La salud, la protección de los chicos y la educación en los países pobres. E implícito.
One y Mother of Disappeared , antes de Where the Streets Have No Name . Para el final -el de verdad-, Hold Me, Thrill Me, Kiss Me, Kill Me y With Or Without You como plataforma de despegue para el vuelo controlado de The Edge, Clayton en el punto cardinal opuesto del escenario, y Bono colgado del micrófono con forma de volante y refregando su cara contra la cámara. Mullen, donde siempre.
Una más, y nada más.
Moment of Surrender . The Edge al piano, el último paseo de Bono por la pasarela, el saludo para Gustavo Cerati, las gracias totales para todos, y “Amor, amor, amor y respeto”. El que quiera creer, que crea. Y el que no, su ruta.
Ficha
U2 360° Tour
Estadio Unico de La Plata
30 de marzo. Repite sábado y domingo.
Excelente
Una noche en el círculo íntimo
* 01.04.2011 | Por Walter Domínguez
Inner Circle, círculo cercano o círculo íntimo. Quedémonos mejor con esta última definición para contar el nombre del sector desde donde vi el show del miércoles de U2. Es, sencillamente, para fanáticos. Está pegado al escenario y con sólo alzar la mano (y esquivar algún que otro guardia de seguridad) es posible tocar a los músicos, cuando caminan por las pasarelas que se desplazan sobre nuestras cabezas.
Somos del círculo íntimo de U2, es lindo de pensar esto cuando entre nosotros Adam Clayton pasea con su bajo y vestimenta blanca de vetas psicodélicas. Su sonido es demoledor, como todo el que se escucha aquí abajo. Hay una mezcla de sonido para el estadio y otra, especial, para los integrantes del Inner Circle. A medida que se suceden las canciones, los fans van, cámara en mano, persiguiendo los movimientos de sus ídolos. Nadie está quieto aquí; todo es movimiento. Ni hablar cuando The Edge y Bono, cada uno en una pasarela, terminan encontrándose en el aire y chocándose las manos. Abajo chocan los seguidores de Bono y de The Edge y, lejos de pelear, hay satisfacción por el encuentro.
Estar en el círculo íntimo, además de dar una sensación de pertenecer, es como ver a la banda tocando en un pub, alejados de la garra y la parafernalia tecnológica del 360° Tour. Verlos de cerca es verlos de verdad. Es cierto que Bono es petisito. Pero también es cierto que las risas entre ellos son genuinas, que la están pasando bien, aún después de 35 años de rockear y de girar por el mundo.
Por dos horas, fui parte del círculo íntimo de U2, una experiencia altamente recomendable y muy difícil de borrar de la memoria. 3.000 fanáticos por noche lo pueden certificar.
Las referencias locales
* 01.04.2011 / “Palermo. San Telmo. Buenos Aires”, enumeró Bono en su primera referencia directa a la Argentina de la noche. La segunda llegó en el momento de presentar a sus compañeros de ruta. “En la batería, el más joven del grupo, la Pulga Mullen”, arrancó el cantante. Enseguida, el cantante redobló la apuesta futbolera, y le puso “Pepita (por Pipita)” al bajista, Adam Clayton. A The Edge, “alguien que está en todas partes, en el momento preciso”, le reservó el puesto de “Pupi Zanetti The Edge”. Y como broche de oro, se señaló y se autobautizó “Carlitos Apache Bono”. La última llegó después de linkear a La Plata, “una ciudad con calles sin nombres” con su tema de “The Joshua Tree”. “No olviden a Gustavo Cerati. El está presente”, sorprendió. Y completó: “El los va a escuchar esta noche.”
Una aplanadora como soporte
* 01.04.2011 / Sólo estuvieron 40 minutos sobre el escenario, durante los cuales exhibieron un salpicado muestrario de su discografía, cuyo punto de partida se ubica a fines del siglo pasado. Con un sonido compacto, y el liderazgo de Matthew Bellamy, la banda británica Muse amalgamó bajo su propia identidad una combinación de algunos elementos heredados de los ‘90, con una fuerte influencia del rock de los años 70. En ese marco, desde la potencia rockera de Uprising a la sinfodélica Kinghts of Cydonia , el trío que completan Dominic Howard en la batería y Christopher Wolstenholme, al bajo, más la asistencia de un Morgan Nicholls en teclados como cuarta pata desplegaron una energía que sacó del letargo a las más de 30 mil personas que ya ocupaban sus lugares en el Estadio Unico.
Sabores de música oriental en United States of Eurasia y guitarras distorsionadas al 100 por ciento en Hysteria sirvieron de base para los interesantes matices vocales de Bellamy, quien además demostró asumir el rol de frontman con enorme solvencia. A punto de merecer el elogio de Bono, quien los ubicó en la senda de artistas como Jimi Hendrix. Que no es poco.
Fuente: http://www.clarin.com/espectaculos/Aterrizo-nave-infernal_0_454754557.html
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