domingo, 29 de octubre de 2017

El Teatro Argentino revivió en la memoria de los platenses

SÉPTIMO DÍA

Una semana de lágrimas y evocaciones en La Plata. Actos en recuerdo del teatro incendiado hace 40 años. Testimonios de quienes bregaron
por su reconstrucción

Por Marcelo Ortale

EL HISTÓRICO TEATRO ARGENTINO - CESAR SANTORO

El Teatro Argentino de La Plata –el histórico, el que hace cuatro décadas terminó herido por las llamas y muerto por piquetas interesadas- revivió estos días en la memoria de los platenses. Al igual que siempre se cantó el emblemático y conmovedor Va Pensiero de Verdi y fueron expuestas, en la muestra inaugurada en la actual sala, la Virgen que se había hecho para Tosca, una balaustrada de la entrada principal salvada del fuego, objetos rescatados como una flauta traversa, una silla de palco, material documental y veintiocho fotografías de época.

El sólido y antiguo edificio renació ahora en tantas memorias. Alguien recordó a Pedro Albarracín cuando en aquellos días decía: “tiene paredes de un metro y medio de ancho…¿a quién se le ocurrirá demolerlo..?”. Pero las piquetas, las bolas de derribo y el retumbo de la demolición ya se dejaban ver y oir. Ahora, en estos últimos días, muchos platenses evocaron el martirio de aquel bello edificio.

“Volvía de hacer unas compras y al acercarme a las proximidades del teatro vi las densas columnas de humo negro, los bomberos trabajando, la gente conmovida y desorientada comentando en todos los tonos la tragedia. Corrí hacia la casa de mis padres con el corazón oprimido y los ojos llorosos. Al darles la noticia me asusté, nunca había visto a mi padre reaccionar así, presa de un abatimiento que parecía haberlo envejecido en un instante”, cuenta la abogada y escritora Elvira Yorio, hija, sobrina y nieta de músicos del Argentino.

Su padre, Héctor, fue violista del Argentino durante 50 años. Su abuelo, Nicolás, flaustista que actuó en el Argentino con Luisa Trettazzini en el memorable contrapunto de Lucía de Lamermoor, en 1907…Su tío, Carmelo, violinista, compositor y director de orquesta. Ahora, consternada como hace cuatro décadas sigue recordando que “para mi padre era como perder su hogar y esto no es un eufemismo. Allí había ingresado a la orquesta estable siendo un adolescente…

“Lo acompañé hasta el teatro, distante sólo dos cuadras, y desde los jardines que lo rodeaban, contemplábamos el horror, sin querer creer lo que veíamos. Fue la primera vez que lo vi a mi padre quedarse en el lugar de un suceso trágico. Pero creo que, en la ocasión, abrigaba la esperanza de poder ingresar al edificio para rescatar la viola, su bien más preciado, ya que se trataba de un instrumento de fines del siglo XVIII, obra de reconocido luthier. No fue posible. Comprendí su tristeza, por el teatro y porque sabía que la viola era absolutamente irreemplazable”.

Elvira Yorio concluyó narrando que a partir de ese día se dedicó a juntar firmas para formar una comisión por la reconstrucción del teatro, ya que se fueron conociendo pericias técnicas de colegios profesionales que se expedían a favor de esa alternativa.

También se recordó estos días que la llamada Virgen de las Cenizas, hecha en papel maché, fue creación de quien en, en la temporada del 77, era jefe de utilería del Argentino, el maestro Dino Orlandini. Esa imagen apareció en el primer acto de la ópera Tosca. Luego de ser usada en las presentaciones, la imagen fue guardada en uno de los depósitos existentes en los subsuelos del Teatro. Pero cuando concluyó el incendio y se revisó el lugar, afectado por las llamas, se encontró a la Virgen intacta entre las cenizas. El personal creyente del Teatro consideró ese hecho como un “milagro” y fue llevada en procesión a la Catedral platense. Hoy la Virgen está custodiada en el archivo del Teatro.

LA TRADICION

En estos días volvieron también a ser mencionados los apellidos de muchas familias de artistas y trabajadores íntimamente relacionados a la vida del Teatro Argentino a lo largo de varias décadas. Así fueron mencionados los Baldasarri, los Bugallo, los Mancuso, los Gianni, los Melía, los Yorio, entre tantos otros.

Un caso prototípico es el de Paula Almerares, la encumbrada soprano platense. Su padre es Héctor Almerares, conocido violinista y fundador del Cuarteto Almerares. Su madre, Leonor Baldasarri fue primera bailarina del Teatro Argentino. Su marido es el tenor Rubén Martínez con extensa trayectoria en el Argentino, al igual que su hermana Viviana Almerares, cellista de primera línea de la orquesta estable del mismo teatro.

Sobran testimonios de una historia que aún estremece. Así, el director del coro, Luis Clemente, contó que “al quemarse el Teatro, el Coro estable tenía una planta de noventa personas. Poco después, una nueva ley artística redujo la misma a sesenta, realmente una merma muy alta. Ello no obstante, durante varios años se siguieron encarando obras de gran envergadura coral, en las que el Coro se veía obligado a cubrir varias partes simultáneamente: ángeles, hombres y niños en Mefistófeles; esclavos, pueblo y sacerdotes en Aida, etc”.

Recordó que el teatro –sin edificio durante veinte años- tuvo su esforzado éxodo por numerosas salas de la Provincia, por el ex Jockey Club, el Costamagna y finalmente actuó por años en el cine Rocha- para expresar que en todo ese tiempo el Teatro “estuvo vivo por nosotros y nosotros por él”.

Quien fue director del Argentino durante los llamados años del exilio, José Melía, no dejó de recordar en un texto escrito hace veinte años que “como trabajador del Teatro estuve presente ese trágico 18 de octubre de 1977 y he llorado con los ciudadanos platenses, ubicado en la esquina de 9 y 51, la caída de su cúpula con la espectacular araña de la sala lírica”.

En el escrito, Melía destacó que “a pesar de que la etapa 1977-1983 eran años sin democracia, el personal cumplió con su labor abnegada en beneficio del público, sin importar el trato a que fueron sometidos por funcionarios de facto que los discriminaban en forma permanente”.

LA LUCHA

El incendio había sido una catástrofe para la Ciudad, pero la fachada y la caja del edificio del Argentino se mantenían enhiestas. Se formó la “Comisión Pro-Reconstrucción del Teatro Argentino”. Dice ahora un platense que integró ese cuerpo: “todos recordábamos que la Scala de Milán había sido detruida por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial y que la habían podido reconstruir, sin demolerla”.

Ese grupo de personas recibió amenazas del gobierno militar de entonces. El periodista platense Juan José Terry, cubrió durante años esa historia. En ese entonces, además, trabajaba en el área de Cultura y, fue visto junto a la gente que coreaba en la avenida 51: “Reconstrucción, reconstrucción”. Las autoridades decidieron echarlo: “Bueno, no me echaron. Me dijeron que acá no se hablaba más de reconstrucción y que, en realidad, habían eliminado mi cargo…” dice sonriente ahora.

Terry habló el lunes pasado en el Museo Fra Angélico, en un acto realizado en conmemoración del incendio del Argentino. En esa charla matizada y crítica recordó episodios que el tiempo ha enfriado, pero que en su momento causaron gran temor. “Iban a ir los de la comisión a hablar con la Federación de Instituciones para hablarles sobre la posible reconstrucción del Teatro. Entre otros de la federación estaban José María Prado y Nicodemo Scenna, dirigentes vecinales muy valorados y reconocidos…Alguien le dijo a la Policía que los de la Federación eran todos comunistas y cuando llegó la comisión los habían arreado a todos, los había echado la policía…No hubo reunión, claro”.

¿Debería decirse en esta nota de índole evocativa que las reuniones de la gente que, en aquellos años, sólo buscaban reconstruir la sala más entrañable de la ciudad –empleados, dirigentes vecinales, abogados, artistas, arquitectos, ingenieros- se vieron disueltas violentamente por la policía y que, de allí en más, las amenazas de muerte a los organizadores hicieron frecuentes? Sí, debe decirse. Se amenazó de muerte a quienes sólo querían salvar al edificio más entrañable de la Ciudad.

Pero el teatro siguió funcionando. A pulmón. A suerte y verdad. Contra viento y marea. A veces como si fuera un circo, llevando sus petates de ciudad en ciudad y presentando magníficas óperas y funciones de ballet en los pequeños escenarios.

Hace pocos días se inauguró en el primer piso de la nueva sala la muestra que hasta el 6 de noviembre presenta la Fundación Teatro Argentino, que preside Marita Unchalo. En esa oportunidad, en donde estaba la boca del viejo escenario, en el mismo lugar en donde danzó la primera llama del incendio, se exhibe una maqueta del desaparecido edificio, realizada por Zacarías Gianni. La instalación fue declarada Patrimonio Cultural de la Provincia. “Carlos, mi padre, fue escenógrafo y vestuarista de este teatro por 50 años y siempre tuvo la idea de que se hiciera una maqueta como esta”, dijo Gianni.

El espíritu del viejo teatro Argentino sigue soplando, de generación en generación.

Fuente: EL DIA

jueves, 26 de octubre de 2017

Video: El histórico Teatro Argentino revive en una expo

LA CIUDAD


Una balaustrada del acceso principal del viejo Teatro Argentino, antiguas fotos que lo muestran en llamas o la imagen de la virgen creada para la ópera Tosca hace más de cuatro décadas, forman parte de la muestra que recuerda el incendio del histórico edificio. La exposición es de entrada libre y gratuita y podrá visitarse hasta el 6 de noviembre.

Se denominada “40 años del incendio del Teatro Argentino: aquella sala soñada por los vecinos”, fue organizada por la Fundación Teatro Argentino y se encuentra en el foyer del primer piso.

En el mismo lugar donde el 18 de octubre de 1977 se inició el fuego se instaló una maqueta del desaparecido edificio, realizada por Zacarías Gianni. La instalación fue declarada Patrimonio Cultural de la Provincia. “Carlos, mi padre, fue escenógrafo y vestuarista de este teatro por 50 años y siempre tuvo la idea de que se hiciera una maqueta como esta”, dijo Zacarías Gianni a quien la obra le demandó unos 8 meses de trabajo.

La muestra incluye veintiocho fotografías de época, material documental y objetos rescatados como una flauta traversa, una silla de palco y periódicos de esa época con títulos que hablan de “Estupor y dolor”, por el siniestro.

Ángel De Pascalis, arquitecto y secretario de la Fundación del Teatro, recordó que el día del incendio quedó pasmado ante las columnas de humo que se divisaban a varias cuadras: “fue un espectáculo dantesco y al pensar que se podría haber reconstruido y no se hizo me lleva a pensar que el Teatro Argentino fue un desaparecido mas de la dictadura”.

 Fuente: EL DIA

miércoles, 18 de octubre de 2017

Hace 40 años un incendio reducía a escombros el histórico Teatro Argentino

EL DIA | CIUDAD | CUANDO LA CIUDAD LLORO FRENTE A UNA JOYA EN LLAMAS 

Cuatro décadas atrás la magnificencia del coliseo platense quedaba devastada por las voraces llamas. Fue el 18 de octubre de 1977, exactamente a las 14.30. En minutos el fuego devoró los cortinados y luego se propagó por todo el Teatro. Las pérdidas fueron irreparables. El recuerdo de uno de los días más tristes en la historia de la Ciudad

 Por Marcelo Ortale 

El diario platense “EL DIA” anunciaba el incendio del antiguo teatro. Autor: Zacarias Gianni

En las páginas de EL DIA se reflejó la conmoción que provocó en la ciudad la destrucción del antiguo Teatro Argentino, tras una trayectoria de 87 años al servicio de la cultura. El Teatro constaba de cinco niveles, con palcos y galerías, pudiendo albergar hasta 1.500 espectadores. Aquel día los rescatistas lograron poner a cubierto a las doscientas personas que se encontraban en el interior y poco después se dispuso la demolición. En 1999, tras varias demoras y dilaciones en la reconstrucción, se inauguró el nuevo edificio de 51 entre 9 y 10.

Aquel día, del corazón de la Ciudad se elevó en el atardecer una columna espiralada de humo ocre o dorado. “Hay un incendio en el Argentino...” fue el mensaje que iba de boca en boca, de teléfono en teléfono. Hubo que ir corriendo por la avenida 51 y ver aquello. Ese humo ya era como el color martirizado del teatro despidiéndose. 

Por las ventanas se veía la impotencia y la desesperación de brazos que arrojaban vestidos operísticos o el leve tutu del baile que tardaba más en llegar al jardín. Terciopelos y estucos se convertían en ceniza. Había como un sonido de fondo que se parecía a un bramido manso y los bomberos llegaban, pero el fuego ya arrasaba la sala, el escenario, las bambalinas, el latido más íntimo del querido teatro.

Muchos platenses sufrieron y lloraron ese día. Del volcán del techo crecía una danzante humareda y el silencio era estremecedor. La gente del teatro, los músicos, los coreutas, los bailarines, los operarios, debían abandonar el edificio que ya crepitaba y lo hacían llevando lo último, lo que podían salvar, lo que sirviera para alguna otra vez. Sólo se escuchaba de fondo ese rumor insonoro de las llamas, como el de una rutinaria caldera encendida hace mil años. 

Cuando las dotaciones de bomberos apagaron esa catástrofe, quedaba en pie las antiguas y hermosas paredes del edificio casi centenario. “Se puede salvar, lo vamos a recuperar” decía un desconsolado músico de la orquesta. “El fuego destruyó el Teatro Argentino. Sólo la estructura exterior quedó en pie de lo que fue un orgullo para la ciudad”, diría a la mañana siguiente la crónica de EL DIA. Informaba que un reflector había tocado a un cortinado, iniciándose a partir de allí la devastación.

También empezó desde ese día una porfiada lucha por el rescate del viejo edificio del Argentino. Mucha gente se convocó ante la sede y coreó “reconstrucción, reconstrucción”. La estructura había quedado en pie, el foyer estaba intacto, se veía al edificio chamuscado pero ileso.

Gente que amaba al teatro, los elencos y el personal que trabajaba, el público que asistía a sus funciones, con el respaldo de dictámenes técnicos de excelencia que avalaban la reconstrucción, dieron batalla en todos los niveles. Pero el gobierno militar desoyó el reclamo y se pronunció a favor de la piqueta, para convertir en polvo aquel sobrio edificio renacentista, diseñado a fines del siglo XIX por el arquitecto Leopoldo Rochi y financiado por la colectividad italiana. 

La mayoría de los músicos perdió sus instrumentos, devorados por el fuego. “Intentamos primero hacer un concierto en el Jockey Club, pero no lo autorizó el gobierno de los militares. Era para recaudar fondos y destinarlos a la compra de instrumentos. Finalmente lo hicimos en la iglesia del colegio San José”, reseñó entonces Raúl Carpinetti, ex director de la Cantoría Ars Nova.

Carpinetti recordó que muchos años antes el entonces director del Argentino, Jaime Bauzá, estaba preocupado ante la alternativa de un incendio. “Pero nunca aparecían los recursos presupuestarios para prevenir esa cuestión. Bauzá protestó siempre pero no le hicieron caso”. Por esos tiempos se había quemado el teatro Cervantes, en capital federal, después reconstruido.

Muchos aseguraron desde entonces que el incendio fue intencional. Dejaron unos reflectores cerca al lado de las patas de un decorado. No había telón metálico. “Si no lo quemaron, lo dejaron quemar”, fue una de las conjeturas. El dolor siguió siempre y quienes vivieron y vieron aquello aún lo sienten. Entidades prestigiosas como el Centro de Ingenieros bonaerense, el Colegio de Arquitectos y otros se pronunciaron con pericias enfáticas a favor de la reconstrucción del Argentino. No verificaron fallas estructurales en el edificio. El gobierno desoyó esos dictámenes. 

Todo fue en vano. Pocos días después del incendio, la orquesta y el coro actuaron en los jardines. Se trató, en realidad, de la última y estremecida función del tan querido edificio, despedido por las lágrimas que aún –aunque parezca extraño- siguen apareciendo en los ojos de quienes conocieron al que fue, como bien dijo la crónica de este diario, un orgullo para la ciudad.

 Fuente: https://www.eldia.com/

domingo, 8 de octubre de 2017

En la ciudad del arte

SEPTIMO DIA 

Beatriz Catani, una representante de la vida teatral platense: actriz, directora, autora y docente. “El centro del teatro es el actor”. Crecen las salas y los grupos independientes en La Plata. La magia del “Princesa" 

 Por MARCELO ORTALE 

BEATRIZ CATANI

En la ciudad de Beatriz Catani, que es la del arte, ella viene desde hace años y sigue siempre sobre los escenarios elaborando una última obra. Trabajó sobre las tablas como actriz, para inclinarse después hacia la dirección y más tarde convertirse en autora, hasta completar la saga como profesora de dramaturgia en la Universidad Nacional de La Plata y en la Universidad Nacional del Arte. Cuatro actividades para una misma pasión.

En silencio, sólo con la elocuencia del trabajo personal y cotidiano, sin más recursos que su imantado fervor artístico, actuó, dirigió, enseñó y además escribió en los últimos años obras como “Cuerpos abanderados”, “Ojos de ciervo rumanos”, “Finales”, que exploran los límites del alma humana y que fueron representadas en los principales teatros de Buenos Aires y del interior del país.

Esas obras también se presentaron con éxito –los recortes periodísticos así lo comprueban- en teatros de Caracas, Barcelona, Viena, Bonn, Bilbao, Montreal, Lisboa, Bruselas, Essen, Madrid, Río de Janeiro, Hannover y otras ciudades del mundo. En ese derrotero obtuvo premios de festivales muy conocidos, a los que concurrió especialmente invitada. Prestigiosos críticos de teatro elogiaron sus trabajos.

Ahora Catani fue profeta en tierras de Sevilla, España, de donde termina de regresar. Allá, invitada por “Creador.es”, ofreció una “master class” en la Universidad de Sevilla, dirigió talleres y presentó el corto “El infierno de Beatriz”, dirigido por Marcos Migliavacca y Nahuel Lahora.

Cabe recordar que el cortometraje “El infierno de Beatriz” fue premiado el año pasado como el mejor en su categoría en el cierre de la III Edición del Festival Internacional de Cine Documental de República Dominicana y el Caribe, que se celebró en Santo Domingo. El filme relata un viaje por la mente y las sensaciones de Beatriz Catani, durante una función de compleja puesta en escena donde se combina el riesgo y el descontrol, junto a lo efímero de lo teatral, lo inevitable de la muerte y el amor.

También Catani compuso otras obras - “Borrascas”, “Patos hembras”-, que combinan textos imaginativos acompañados por un estilo poético. Asimismo, desarrolló obras teatrales de tipo documental o experimental. Entre otras, “Los 8 de Julio” y “Los muertos”, ambas en autoría compartida con Mariano Pensotti, o la ópera “Gli amori d´Apollo e Dafne” estrenada en el Kunsten Festival des Arts de Bruselas.

Como mujer del teatro y de la literatura, se siente influenciada por Shakespeare, Godard, Brecht, Grotowsky, pero también lee y se nutre de la atomizada realidad que hoy es –”más que nunca”, afirma- la tendencia mundial que más influye sobre el arte contemporáneo: “La moda universal sería que cada uno haga lo que quiera”.

Lo que siempre está buscando ser oculta o relega lo que ya es, habría que decírselo. Pero sin ofender su modestia. Ella siempre en silencio, sin bombos ni platillos. Como directora teatral dijo alguna vez que lo mejor es ir sacándole a los actores todo que les sobra, “porque el actor es como una escultura que ya está”. Recuerda que nuestra zona tuvo muchos actores que dejaron rumbo: Federico Luppi, Lito Cruz, Carlitos Moreno, entre muchos otros. “El centro del teatro es el actor, el cuerpo del actor”, define.

EL PRINCESA

Quien quiera encontrarse con el ojo de esa tormenta íntima puede acudir al edificio místico de diagonal 74, cerca de la Terminal de ómnibus, donde ella actúa, enseña, dirige y presenta sus obras. Se trata del maravilloso teatro “La Hermandad de la Princesa” que hasta hace seis décadas fue cine de barrio –el Princesa-, con tres películas seguidas por función y, antes, sede de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos “Unione e Fratellanza” y mucho antes, ya cerca de la fundación de la ciudad, asiento de una logia masónica o de consultorios médicos, quién sabe.

Es raro lo del Princesa, casi enigmático. La sala principal (la ballena o la nube del teatro) pareciera estar en ruinas, hasta que el espectador se acostumbra y entonces sólo se ve el arte sin faltantes, sin roturas, sin columnas demolidas ni muros descascarados. En 1993, cuando el desaparecido empresario y artista Quico García compró el inmueble, trabajaron a pulmón hasta lograr poner en escena “Maluco”, una obra que deslumbró a las audiencias, que duró cuatro temporadas y que contó con la idoneidad extrema de Ricardo Ibarlín como primer actor.

Ahora Catani está preparando una obra a estrenar en diciembre próximo, en el ciclo denominado “Princesa hoy”. Será una suerte de antología de obras, con música de fondo a cargo de Luis Menacho y el grupo artístico que ella conforma con Germán Retola y Juan Manuel Unzaga. El proyecto de Catani es invitar también a Ibarlín, a Graciela Martínez Christian y a Sonia Stelman, además de otros actores de obras ya dadas en el Teatro.

“Para mediados del año próximo estoy preparando algo distinto, un trabajo sobre la época anterior a la Conquista del Desierto, con producción a cargo del teatro Cervantes y en principio lo estrenaría en Buenos Aires”, dice Catani desde el silencio, mientras toma su café en el bar del Malvinas.

LA PLATA Y SU TEATRO

Catani reseña que La Plata, a pesar de estar tan sólo a 50 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, cuenta con un intenso movimiento teatral.

La referencia a la urbe porteña no es caprichosa. Ocurre que Buenos Aires es la ciudad con más teatros en el mundo, ya que cuenta con 187 salas en las que suben unas casi 500 obras en cartel. En este sentido se impone ante Paris y Nueva York que, junto a las de Londres y ahora Berlín, integran el lote de ciudades en donde se ve multiplicada la actividad teatral.

En cuanto a La Plata, los datos reflejados en una nota publicada el 15 de noviembre de 2015 en el Suplemento de Espectáculos no dejan lugar a muchas dudas acerca de que ha crecido en forma exponencial la oferta teatral.

“Para mediados del año próximo estoy preparando algo distinto, un trabajo sobre la época anterior a la Conquista del Desierto, con producción a cargo del teatro Cervantes y en principio lo estrenaría en Buenos Aires”

Según stimaciones del Consejo Provincial de Teatro Independiente, la Ciudad cuenta con alrededor de 70 grupos teatrales en actividad. A su vez, son aproximadamente 30 los espacios, entre salas, centros culturales y bares, en los que se ofrece actividad teatral y suman 50 los talleres y cursos de teatro que se dictan en La Plata. A pesar de las dificultades económicas y de las trabas que virtualmente deniegan todo esponsoreo, algunos grupos independientes invierten en construir nuevas salas y espacios culturales.

A ellos debe sumarse la presencia de los teatros oficiales –Argentino, Podestá y La Comedia-, de modo que Catani no duda en destacar que “el teatro sigue teniendo vigencia como género y mucho más ahora, con el florecimiento de los grupos independientes”. Desde luego que también gravita –y mucho, según los entendidos- la presencia de la facultad de Bellas Artes.

Acaso esta sólida base que muestra el teatro en nuestra ciudad y –también- “el arraigo y afecto que siento por mi ciudad”, explican por qué Catani no marchó hace años a formar parte del universo teatral porteño, pese a que recibió ofertas para ello. “Es cierto que allá existen más recursos, pero acá están las raíces”.

Cuando se le pregunta con quién ha trabajado más y mejor en nuestra ciudad, entre los actores menciona una vez más a Unzaga y a Retola. Como docente, dice, contribuyó en la formación de actores como Matías Vértiz, Jazmín García Satic, Julieta Ranno, Amelia Pena. En cuanto a quienes la formaron a ella –varios de los cuales siguen trabajando junto a Catani- mencionó a Graciela Martínez Christian, Adrián Ercoli, Julia Domínguez y Luciana Lima.

LA POESIA

Catani escribe obras de teatro, ensayos sobre dramaturgia y –aunque se resiste a reconocerlo- poesía. En un portal platense están algunos de sus poemas y, entre ellos, uno que empieza así: “Ahora la mujer cae. El piso de líneas hundidas, cede./ Cede la tierra./ Todo se ahueca. Cae sobre el hombre. El otro hombre./ Alzada de ella misma./ Desde los ojos del otro hombre, una luz cada vez más intensa, la penetra./ Hay un verdor. Resplandor en su talle nuevo.”

Dice Catani: “debiera mencionar a dos poetas mujeres maravillosas -eso sí con apellidos muy difíciles- rusa una y polaca con Premio Nobel en 1996, la otra: Marina Tsvetáyeva y Wisława Szymborska. Marina tiene una poesía a Rilke muy conmovedora, y de Wislawa me gusta mucho “Gente en el puente”, aunque el más famoso es su poesía a “Hitler niño...”. La primera estrofa de este poema de la poeta polaca dice así: “¿Y quién es este niño con su camisita?/ Pero ¡si es Adolfito, el hijo de los Hitler!/ ¿Tal vez llegue a ser un doctor en leyes?/ ¿O quizá tenor en la ópera de Viena...?”

Ya cae el sol sobre el Malvinas y también declina la charla con Beatriz Catani. Ahora tiene que irse al Princesa donde la esperan maniquíes y vestidos de obras ya actuadas, el escenario que recuerda a marineros alucinados, reyes locos, náufragos, príncipes y también actores de nuestro tiempo, antihéroes, fantasmas anónimos, figurantes efímeros. Ella se va porque tiene mucho trabajo y muchos proyectos por delante: con todos ellos deberá levantar –y lo hará- el universo del arte.

Fuente: EL DIA

lunes, 2 de octubre de 2017

No las une el amor, sino el espanto

ESPECTÁCULOS | “LA EXTRAVAGANCIA”

Por Irene Bianchi
ESCENA DE “LA EXTRAVAGANCIA” - SERGIO GABRIEL OTERO

“La Extravagancia”, de Rafael Spregelburd. Actuación: Andrea Hamamé. Voz en off: Nora Oneto. Escenografía e iluminación: Gabriel Hamamé. Realización audiovisual: Sergio Michael Álvarez. Vestuario: Fabio Oliveto. Confección de vestuario: Natalia Yáñez, Lucía Doallo. Realización de mesas: Willie Tagliabue. Maquillaje, accesorios y sombreros: Cecilia Bellini. Fotografía, Registro documental: Sergio Gabriel Otero. Operación de luces: Diego García. Operación audiovisual: Giuliana Baleani. Dirección general: Olga Anzolini. Sábado 2 de junio a las 21 hs. y domingo 3 de junio a las 20.30 hs. Centro Cultural Pasaje Dardo Rocha. Sala B.

Rafael Spregelburd, junto a otros dramaturgos como Daniel Veronese, Mauricio Kartún, Alejandro Tantanian, Ricardo Monti, Ricardo Bartís, irrumpieron en la escena nacional para renovarla drásticamente. Estos autores patearon el tablero de la escritura tradicional y convencional, tanto en lo formal como en cuanto al contenido de sus obras, para nada complacientes.

“La Extravagancia” (1997),  bajo la dirección de Olga Anzolini, forma parte de la “Heptalogía de Hyeronimus Bosch”, inspirada en la Tabla de los Pecados Capitales de El Bosco.

La línea argumental gira en torno a tres hermanas trillizas (interpretadas por la misma actriz) a quienes, para decirlo en lenguaje borgeano, no las une el amor sino el espanto. El absurdo inicial es que al nacer, una de las tres falleció, y la desconsolada madre, aún antes de salir de la clínica, adoptó una beba, para reemplazar a la muerta. A pesar de las obvias diferencias, siempre se ocultó la identidad de la “intrusa”, y nunca más se habló del tema. El conflicto se desata cuando se enteran que la madre padece una enfermedad terminal, hereditaria, que las obliga a iniciar un tratamiento de quimioterapia preventivo. Claro que la hija adoptiva estaría exenta de semejante riesgo, pero ninguna de las tres sabe a ciencia cierta cuál de ellas es.

Las personalidades de las integrantes del singular trío son muy diferentes. La autodestructiva “María Socorro” es la que proporciona mayor información, mientras fuma descontroladamente y bebe acetona. “María Axila” es una conductora de televisión, muy al estilo “Boluda Total”, el personaje de Fabio Alberti, a quien sólo vemos a través de la pantalla, discurriendo cual sabelotodo sobre temas estrambóticos, en una suerte de “Inutilísima Satelital”. La tercera, “María Brujas”, es una novelista bastante cursi y kitsch.

El leitmotiv de esta sátira familiar es la incomunicación. Tanto María Socorro como María Brujas monologan por teléfono, sin escucharse, sin conectarse, agrediéndose todo el tiempo, descalificándose, desconfiando, complotando.

La actriz Andrea Hamamé se desdobla y multiplica con notable versatilidad y ductilidad, metamorfoseándose en una o en otra, de pies a cabeza, gracias también al funcional vestuario. Hay mucho humor en esta trama oscura e inquietante, elementos del teatro del absurdo que plantean interrogantes en la cabeza del espectador. No es ésta una historia simple, sino deliberadamente rota y fragmentada, como las imágenes de la actriz frente a los espejos, piezas claves de una escenografía sofisticada y muy bien lograda.

Gran desafío el que asume la directora Olga Anzolini, para salir de la zona de confort, y abordar un texto complejo y espinoso como el de Spregelburd. Desafío del que sale airosa.

Fuente: EL DIA

Una celebración de teatro: un ciclo mostrará obras gratis durante toda la semana

  ESPECTÁCULOS | LA CARTELERA LOCAL “El teatro argentino celebra su público” realizará más de 650 funciones en todo el país. En La Plata, ob...