lunes, 2 de junio de 2025

¡Yo si quiero puedo!

 

2 de junio de 2025

Por María del Rosario Goñi


"Chau Misterix" de Mauricio Kartún. Dirigida por Nahuel López. Con Juan Pablo Bollini, Franco Luna Serafini, Carolina Martin, Cintia Silveyra D’avila. En centro cultural Viejo Almacén El Obrero, Av. 13 esquina 71, La Plata. Funciones: domingos 18,00 hs.

La historia de Rubén y sus amigos nos transporta a los ’50. El barrio palpita clima de carnaval. Los pibes del club Tres de febrero sueñan con disfrazarse para el baile y ser los ganadores. Sin embargo, el “quatrochi” de Rubén sólo fantasea que es alguien al convertirse en Misterix, el súper héroe de la historieta. Pronto descubrirá que, cual criptonita a Superman, el punto débil de Rubén será “el dolor de crecer”.

Un clásico de la dramaturgia nacional, escrita por Mauricio Katún en 1980, cobra vida en esta lúdica puesta escénica. La obra recrea el universo de la infancia a través de cuatro personajes que transitan los 10 y 11 años. Rubén (Franco Luna Serafini), el niño tímido del barrio, el que usa anteojos cuadrados con pantaloncitos cortos y tiene afección en los bronquios, es burlado por sus amigos, Chiche (Juan Pablo Bollini) y Titi (Carolina Martin). Él sueña con enamorar a Miriam (Cintia Silveyra D’avila), la linda rubia del grupo. El elenco actoral construye con eficacia cada una de las infancias representadas. Ya que además de Rubén, amplían los personajes de historieta su amiga Titi, avergonzada por sus dientes de fierro; Chiche, el fanfarrón del grupo y Miriam, quien sueña con ser una glamorosa actriz hollywoodense. Todos ellos habitan la fantasía de Rubén, al convertirse en Misterix, desarrollando acciones de adulación que son inverosímiles en el plano de la realidad.

La obra, además, destaca por su cuidadosa reconstrucción de época a través del vestuario, a cargo de Sofía Camparo, como por la escenografía en las manos de Guadalupe Herrera. Ambos aspectos remiten a marcas de un tiempo histórico con códigos precisos. Así vestir pantalones cortos, en el caso de los varones, remitía a la inmadurez. Por su parte, la escenografía permite habitar el espacio público, la vereda como sitio de reunión espontánea que invita al juego. La casa de Rubén se representa a través de una puerta, con pequeñas ventanitas que separan el mundo adulto (a resguardo en la interioridad) por sobre la infancia, que se constituye como el espacio de la representación. Las escaleritas son el soporte que convoca el encuentro. Recursos pensados para desarmarse y reacomodarse con otros sentidos en la noche de la fiesta de carnaval. Sin embargo, no hubiera sido posible construir la fantasía sin el acompañamiento musical ambientado a época, a cargo de Juan Camilletti.

El trabajo de dirección de Nahuel López evidencia una atenta mirada del lenguaje teatral. La representación evoca alegría y gozo a la vista. Los sucesivos cuadros no admiten tiempos muertos. La dinámica expuesta entre las dos líneas de acción, la real y la imaginaria, se suceden sin interrupciones y con tempo preciso que permite a la expectación comprender el acontecimiento. Asistimos a un despliegue de costumbres de antaño que recuperan un período de nuestra argentinidad. El llamado de la madre de Rubén avisando que la comida está servida, el encuentro de niños en la vereda para jugar o el “hacer mandados” en el almacén del barrio son todas marcas evidenciada en la puesta para rememorar un tiempo pretérito.

Chau Misterix nos transporta a un viaje por el tiempo. Uno que supo ser y que no volverá jamás. La obra se consolida como un “rito de pasaje” y el fin de la aventura fantaseada. Rubén, finalmente comprende que, ser adulto implica renunciar a la fantasía y asumir la frustración. La fiesta de la niñez finaliza. Y su cinturón mágico ya no funciona. La acción del “darse cuenta” convoca a Rubén en proscenio. Su mirada absorta atraviesa la cuarta pared porque ahora él sabe que “si quiere, no siempre puede”.   

Fuente: https://artecriticas.wordpress.com/

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