jueves, 22 de agosto de 2024

“Imprenteros”: pinta tu familia y pintarás la de todo el mundo

 

Lorena Vega trae una exploración autobiográfica donde evoca, entre fotos y recuerdos, el pasado de su familia de gráficos

22 de agosto de 2024

Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”, enuncia León Tolstói, en las conocidísimas primeras líneas de su novela Ana Karenina: “Imprenteros, de Lorena Vega y hermanos”, que se verá mañana en el Coliseo Podestá, honra la remanida frase, pintando el pasado y los conflictos de un emprendimiento familiar de imprenteros y, en el camino, contando la historia de muchas familias, de cualquier familia.

El biodrama tiene lugar en la imprenta familiar de la familia Lorena Vega, protagonista y directora. La imprenta de su abuelo, de su padre, de sus hermanos: crecieron, cuenta la actriz y dramaturga, entre resmas de papeles, olor a tinta y el ronronear de las máquinas. Pero cuando el padre murió, Vega y sus dos hermanos, Sergio y Federico, perdieron acceso al taller gráfico: los hijos del segundo matrimonio cambiaron la cerradura de la imprenta familiar.

Pasaron un par de años, y un día Vega recibió una invitación: el nacimiento de “Imprenteros”, la obra, “es accidental”, dice, en diálogo con EL DIA, aunque, aclara enseguida, “las cosas por algo suceden”.

La invitación la cursó Maruja Bustamante: le pedía una obra, un experimento escénico, para un ciclo que organizaba en el Centro Cultural Rojas alrededor de la familia. “Podía hacer lo que quisiera. Me gustó el desafío. Siempre me movió a trabajar la curiosidad”, cuenta Vega.

Fue arrojarse, algo que la dramaturga, actriz y profesora, que actualmente protagoniza también “Las cautivas” y “La vida extraordinaria”, ha hecho en varios momentos en su carrera. “Si miro hacia atrás, y pienso en los momentos donde hice cosas nuevas, siempre hubo momentos donde me arrojé a hacer algo inesperado”, dice.

Recuerda un programa de tevé clandestino, realizado en VHS, que hizo en su juventud, entre amigos y amores, que tenía “algo de ese empuje, de las ganas, del deseo: queríamos hacer algo juntos, todos estudiábamos, y se nos ocurrió hacer eso”. O un viaje a Europa que no debería haber sucedido, y sucedió, y que brindó los euros para poner una sala de teatro con dos amigos, que ganó un premio ACE por su programación, “y eso que teníamos un vecino que nos tiraba piedras porque no le gustaba el quilombo”.

Cuando apareció la propuesta de Maruja para el Rojas, aunque le dijo que “no hay un mango, solo está el espacio”, le interesó, primero, el desafío de la libertad absoluta que le proponían. Sin embargo, pasaron los días sin ideas para abordar el experimento, y presionada por la fecha, cuenta Vega, “terminé resolviendo que iba a hablar del taller de mi papá”. Un segundo acto de arrojo: después de aceptar crear algo totalmente libre para el escenario del Rojas, se animaba “a hablar así, de lo biográfico: fue uno de esos momentos de arrojo, de prueba”.

Comenzó entonces un trabajo de exploración: ¿cómo montar una obra sobre lo personal, cómo abordar la memoria, la biografía? “Puse manos a la obra con lo que conozco”, relata Vega, iniciando “un camino creativo muy distinto a cómo yo había armado mis anteriores obras”. Investigó, convocó a su familia, a sus hermanos que no actúan, a actuar, armó dispositivos escénicos con viejas fotos del taller, buscó replicar los movimientos de los imprenteros, su lenguaje, cruzando disciplinas, lenguajes, para evocar ese pasado fantasmal y cerrado. “Trabajamos con lo que había, ropa donada por trabajadores de la imprenta, manchada por tinta, fotos, que había tomado un amigo (César Capasso) de las máquinas, recuerdos. Eso también es un documento”.

“Un trabajo sobre la memoria” vehiculizado por este cruce de lenguajes y relatos, donde la experimentación formal se combina, estalla en escena, con el conflicto familiar, “bastante candente en ese momento de escritura, viniendo de una situación nodal como la pérdida de un padre”.

NO ES UNA CATARSIS

Pero “Imprenteros”, advierte Vega, “no está pensado como una catarsis, o una venganza: siempre estuvo pensado desde lo artístico. No es una obra escrita para mostrar que tengo razón: de hecho, lo que sucede en la obra es que yo quiero dar mi versión y aparecen otras”.

“No hay catarsis, no busqué un proceso terapéutico con el material, aunque siempre lo que una hace artísticamente tiene una implicancia en la vida, te cambian el vínculo con el mundo”, sigue la intérprete. “Pero eso te pasa con Shakespeare, no necesariamente tienen que ser autobiográficos. Entonces, por supuesto, la obra generó cambios en mi vida, a todo nivel, pero todos los trabajos me generaron cambios. Pero evidentemente había una necesidad de contar algo más propio, o mejor dicho: me gustaba la posibilidad de explorar esa línea, de meterme en lo autobiográfico. Fue una oportunidad de hacer algo nuevo, en un espacio que me ofrecía experimentar, de atreverme a algo distinto: más que catártico, fue revelador”.

Esos experimentos, sabe Vega por experiencia, pueden no funcionar. Incluso, pueden funcionar, y que aún así no vaya nadie a verla, dice con una sonrisa. Pero “Imprenteros” resonó en la audiencia. Éxito desde su estreno, en 2018, se convirtió luego en un libro, también en una película, hasta en una muestra. Vega sospecha que es porque “es un trabajo muy genuino. Cuando se estrenó, me di cuenta que contaba un montón de cosas que me pasaron vinculadas a ese taller, pero en definitiva, contaba también cosas que le pasaron a cualquier familia con sus emprendimientos familiares, de cualquier rubro”.

Fuente: EL DIA

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