Entre 1978 y 1985, el reconocido actor vivió en nuestra región
En diciembre de 1978 ya no se escuchaba con regularidad el silbato del tren que llegaba a la estación de Melchor Romero. La absurda lógica del gobierno militar había dictaminado su ineficacia financiera, y el ramal que le dio origen al pueblo, moría. Los romerenses habitaban una localidad con muchas calles de tierra, luces perdidas en las esquinas, tertulias en el bar "El Cordobés" o "El Pocho", y bailes en el club.
Cerca de esas vías que se silenciaban se instaló a vivir Juan Palomino, cuando tenía en ciernes sus sueños de actor. Con 17 años, y la cultura peruana en cuerpo y alma. Había nacido "un frío 6 de julio de 1961, en el Hospital General San Martín, de La Plata", como lo recuerda. Hijo de madre argentina y padre peruano.
Cuando era muy chico, su familia se afincó en Cuzco, Perú. Sus dos hermanos menores nacieron allá. El regreso a la República Argentina estuvo relacionado con su permanente espíritu de superación. Pensó estudiar medicina. Terminó haciendo teatro. Sin embargo, pasó muy cerca: vivió unos años como enfermero en el Hospital de Melchor Romero. Quería curar cuerpos, terminó sanando almas con su arte.
A 30 años, Juan recuerda con pasión aquellos días. "Viví en Melchor Romero desde el caluroso mes de diciembre de 1978 hasta el año 1985: fueron momentos muy lindos", evoca al ser consultado por esas vivencias. Recuerda con especial significación "cuando Romero era el campo y cazábamos ranas en las zanjas que había en las calles".
Eran los días en que explorar el arroyo "Calicho" o "El Gato" podían ser opciones válidas de entretenimiento y una búsqueda de la libertad. Espacios de encuentro, inmunes a la grave y dramática situación que vivía el país por esos días. "Romero era el campo", remarca Palomino.
Muy cerca de las vías, "la cancha grande", el predio que hoy ocupa la cancha oficial del Club Romerense. Los "potreros" alternativos. La "cancha de Esquivel", la cancha de "Acevedo" (en los fondos del hospital). Lugares en donde la pelota rodaba y era el mundo para los pibes. Los torneos de penales, los equipos que dirigía el querido "Negro Mansilla". Esos fueron los días de Juan Palomino en Melchor Romero.
"Recuerdo los partidos de fútbol con los pibes de Gino Minnella; recuerdo a José Luis Labayén, y a mis vecinos, Juan José y Carlitos. En fin, fue una adolescencia intensa".
Y, en los fines de semana, los jóvenes de aquel Melchor Romero buscaban diversión. También lo hacía Juan, "en los carnavales del Club Romerense, o en el Unidos de Olmos y en Abastense". Lo recuerda, y se sonríe. "Fue una adolescencia intensa", afirma.
Agudiza la memoria. Revive otros momentos. Las imágenes lo llevan a la esquina de 169 y 519. El lugar: el "kiosco de Rosita", la estafeta postal de Romero, el cordón umbilical del antiguo pueblo con el resto del mundo. "Ahí, entre mates y metegoles, sobrellevábamos los años de plomo", dice ahora. El "Kiosco de Rosita", el lugar en donde se socializaban las comunicaciones telefónicas privadas y donde era muy difícil ocultar que un vecino había recibido una carta.
Al entrar la década del ochenta, Juan Palomino volvió a escuchar el paso del tren. Por las vías, pasaron convoyes con tanques, camiones y soldados en las frías noches de abril de 1982. Algunos vecinos cruzaron el campo por detrás del edificio del viejo Almacén de Masucco, para ver el evento. Los vagones iluminados, los rostros de los soldados, el crujir de los metales, abrían una grieta de dolor silencioso. En algunos hogares romerenses, llegaban telegramas de convocatoria.
En tanto, Juan Palomino se vinculaba con el Hospital de Melchor Romero. La experiencia lo marcó, porque lo recuerda a menudo. "Entré al hospital gracias a una vecina que tuvo la gentileza de interceder por mí, y conseguir un lugar en el nosocomio. Entré como sereno, en la sala Bayle, luego hice el curso de auxiliar de enfermería y empecé a quedarme a cargo de las salas, en turnos rotativos". Por ese momento ya estaba fuertemente marcado por el teatro. Estudiaba en la Escuela de Teatro de La Plata.
Durante semanas caminó las dos cuadras que separaba el ingreso del hospital con la Sala Bayle, allá "detrás del Pabellón 5 y cerca de la Unidad 10", con una idea que brotaba de su creatividad y su respeto por la dignidad humana. La idea era hacer teatro con los pacientes psiquiátricos. Lo conversó con Leopoldo "Polo" Lofeudo, su tío, que trabajaba en el hospital y solía escribir escenas de obras de teatro sentado junto a los añosos eucaliptos.
"Mi tío Polo Lofeudo ya trabajaba en el hospital; yo, paralelamente, continuaba con mis estudios de actuación en la Escuela de Teatro. En ese tiempo, se encontraba a cargo del Servicio de Rehabilitación el doctor Héctor Grimberg, acompañado por Adolfo Serafín Pérez y la doctora Silvia Cardona. Fue en esa época que se nos ocurrió con Polo formar un grupo de teatro dependiente del Servicio de Rehabilitación".
"Trabajamos arduamente entre los años 1983 y 1984. Los pacientes, por primera vez, salieron del hospital para hacer una presentación de la obra Un Sueño Inolvidable, que escribió Polo y dirigí yo. La presentación fue en la Escuela de Teatro de La Plata".
Veinticinco años después, Juan Palomino es uno de los actores más reconocidos de la República Argentina. Diversificó su capacidad expresiva. Es actor, músico, director. Hace radio y documentales. Ha recibido importantes premios, como el Premio Florencio Sánchez por su destacada actuación en "La Tentación", con Raúl Rizzo.
Su acción es coherente con su pensamiento. Rescata los valores de la identidad cultural y se compromete con personajes de nuestra historia, en relatos valientes que buscan fortalecer la conciencia colectiva, en detrimento del individualismo desgarrante. Hechiza con su voz y seduce con su sonrisa. No abandona el camino de la búsqueda. Y conserva en su memoria, como imágenes vivas, los espacios de afecto que tuvo en Romero.
Fuente:http://www.hakorn.com.ar/juan-palomino-nos-recuerda-su-pasado-de-enfermero_1406.aspx
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Cerca de esas vías que se silenciaban se instaló a vivir Juan Palomino, cuando tenía en ciernes sus sueños de actor. Con 17 años, y la cultura peruana en cuerpo y alma. Había nacido "un frío 6 de julio de 1961, en el Hospital General San Martín, de La Plata", como lo recuerda. Hijo de madre argentina y padre peruano.
Cuando era muy chico, su familia se afincó en Cuzco, Perú. Sus dos hermanos menores nacieron allá. El regreso a la República Argentina estuvo relacionado con su permanente espíritu de superación. Pensó estudiar medicina. Terminó haciendo teatro. Sin embargo, pasó muy cerca: vivió unos años como enfermero en el Hospital de Melchor Romero. Quería curar cuerpos, terminó sanando almas con su arte.
A 30 años, Juan recuerda con pasión aquellos días. "Viví en Melchor Romero desde el caluroso mes de diciembre de 1978 hasta el año 1985: fueron momentos muy lindos", evoca al ser consultado por esas vivencias. Recuerda con especial significación "cuando Romero era el campo y cazábamos ranas en las zanjas que había en las calles".
Eran los días en que explorar el arroyo "Calicho" o "El Gato" podían ser opciones válidas de entretenimiento y una búsqueda de la libertad. Espacios de encuentro, inmunes a la grave y dramática situación que vivía el país por esos días. "Romero era el campo", remarca Palomino.
Muy cerca de las vías, "la cancha grande", el predio que hoy ocupa la cancha oficial del Club Romerense. Los "potreros" alternativos. La "cancha de Esquivel", la cancha de "Acevedo" (en los fondos del hospital). Lugares en donde la pelota rodaba y era el mundo para los pibes. Los torneos de penales, los equipos que dirigía el querido "Negro Mansilla". Esos fueron los días de Juan Palomino en Melchor Romero.
"Recuerdo los partidos de fútbol con los pibes de Gino Minnella; recuerdo a José Luis Labayén, y a mis vecinos, Juan José y Carlitos. En fin, fue una adolescencia intensa".
Y, en los fines de semana, los jóvenes de aquel Melchor Romero buscaban diversión. También lo hacía Juan, "en los carnavales del Club Romerense, o en el Unidos de Olmos y en Abastense". Lo recuerda, y se sonríe. "Fue una adolescencia intensa", afirma.
Agudiza la memoria. Revive otros momentos. Las imágenes lo llevan a la esquina de 169 y 519. El lugar: el "kiosco de Rosita", la estafeta postal de Romero, el cordón umbilical del antiguo pueblo con el resto del mundo. "Ahí, entre mates y metegoles, sobrellevábamos los años de plomo", dice ahora. El "Kiosco de Rosita", el lugar en donde se socializaban las comunicaciones telefónicas privadas y donde era muy difícil ocultar que un vecino había recibido una carta.
Al entrar la década del ochenta, Juan Palomino volvió a escuchar el paso del tren. Por las vías, pasaron convoyes con tanques, camiones y soldados en las frías noches de abril de 1982. Algunos vecinos cruzaron el campo por detrás del edificio del viejo Almacén de Masucco, para ver el evento. Los vagones iluminados, los rostros de los soldados, el crujir de los metales, abrían una grieta de dolor silencioso. En algunos hogares romerenses, llegaban telegramas de convocatoria.
En tanto, Juan Palomino se vinculaba con el Hospital de Melchor Romero. La experiencia lo marcó, porque lo recuerda a menudo. "Entré al hospital gracias a una vecina que tuvo la gentileza de interceder por mí, y conseguir un lugar en el nosocomio. Entré como sereno, en la sala Bayle, luego hice el curso de auxiliar de enfermería y empecé a quedarme a cargo de las salas, en turnos rotativos". Por ese momento ya estaba fuertemente marcado por el teatro. Estudiaba en la Escuela de Teatro de La Plata.
Durante semanas caminó las dos cuadras que separaba el ingreso del hospital con la Sala Bayle, allá "detrás del Pabellón 5 y cerca de la Unidad 10", con una idea que brotaba de su creatividad y su respeto por la dignidad humana. La idea era hacer teatro con los pacientes psiquiátricos. Lo conversó con Leopoldo "Polo" Lofeudo, su tío, que trabajaba en el hospital y solía escribir escenas de obras de teatro sentado junto a los añosos eucaliptos.
"Mi tío Polo Lofeudo ya trabajaba en el hospital; yo, paralelamente, continuaba con mis estudios de actuación en la Escuela de Teatro. En ese tiempo, se encontraba a cargo del Servicio de Rehabilitación el doctor Héctor Grimberg, acompañado por Adolfo Serafín Pérez y la doctora Silvia Cardona. Fue en esa época que se nos ocurrió con Polo formar un grupo de teatro dependiente del Servicio de Rehabilitación".
"Trabajamos arduamente entre los años 1983 y 1984. Los pacientes, por primera vez, salieron del hospital para hacer una presentación de la obra Un Sueño Inolvidable, que escribió Polo y dirigí yo. La presentación fue en la Escuela de Teatro de La Plata".
Veinticinco años después, Juan Palomino es uno de los actores más reconocidos de la República Argentina. Diversificó su capacidad expresiva. Es actor, músico, director. Hace radio y documentales. Ha recibido importantes premios, como el Premio Florencio Sánchez por su destacada actuación en "La Tentación", con Raúl Rizzo.
Su acción es coherente con su pensamiento. Rescata los valores de la identidad cultural y se compromete con personajes de nuestra historia, en relatos valientes que buscan fortalecer la conciencia colectiva, en detrimento del individualismo desgarrante. Hechiza con su voz y seduce con su sonrisa. No abandona el camino de la búsqueda. Y conserva en su memoria, como imágenes vivas, los espacios de afecto que tuvo en Romero.
Fuente:http://www.hakorn.com.ar/juan-palomino-nos-recuerda-su-pasado-de-enfermero_1406.aspx
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