Off / Apuntes del teatro platense
02.07.2011 | Diagonales / Todos los jueves, el grupo La Cuarta Pared sube a escena con su pieza Nortfolk, en la Sala B del Pasaje Dardo Rocha
Como los deportistas, previo a undesafío o encuentro, los actores también "calientan”.
Preparan cuerpo, voz y mente para subir a las tablas y darle al público lo mejor de sí. En Nortfolk, una obra que fue escrita y es interpretada por la dupla Nicolás Masciotro- Guillermo Ale esto de “calentar” es una especie de ritual. Quizás suene exagerada la definición, pero la preparación del dúo antes de cada función merece un párrafo aparte.
Y aquí comienza la mención a esa ceremonia que arranca dos horas antes de la presentación e implica alistarse en el camarín (un poco pequeño y en el cual están amontonadas todas las escenografías de los demás grupos que ocupan esa sala), acomodar todos los objetos -fabricados por ellos mismos- que participan en el espectáculo, maquillarse, vestirse, “estirar” y “recorrer” -y también correr- el escenario. Practican determinadas líneas del guión (aprovechan para “calentar” la voz), repasan lo que ocurrió en la función anterior y recuerdan algunas partes fundamentales.
“Revisan” todo lo que está a su alcance para que nada falle, “arriesgan” todo y no dejan de circular por el espacio donde - se nota- se sienten bien cómodos.
Pero los actores no están solos. El equipo completo de La Cuarta Pared llega al lugar esos 120 minutos antes del inicio de la obra, para que esté “todo aceitado”, aclara Gustavo Delfino, uno de
los directores (el otro es Horacio Rafart). A esta otra dupla (la de los directores) la acompaña Andrea Arias, la asistente que también está al tanto de las luces, el sonido y el correcto acondicionamiento de la sala.
¿Ficción o realidad?
Nortfolk surgió de los talleres actorales que tiene el grupo y demandó todo un año de trabajo en el cual los integrantes se reunían entre cuatro y cinco días por semana para ir construyendo la pieza. “Es un trabajo excelente de los escritores porque expresa la ideología que el grupo teatral utiliza para la creación”, resaltó Delfino, que además habló de los “acuerdos creativos” que hacen antes de cada presentación, porque nunca se quedan con lo que ya tienen, siempre van por más. Van en busca de “nuevos paradigmas” porque en el teatro no hay “verdades absolutas”.
Y en este teatro, lo que no se puede pasar por alto es la cantidad de objetos que están desparramados arriba del escenario. Muchos y variados, grandes y chicos, también construidos por La Cuarta Pared: “nosotros mismos hicimos los objetos que forman parte de la obra, como los títeres, que son cadáveres.
Trabajamos con objetos reales, como calaveras, que había que tenerlos sí o sí, no se podían ilustrar”, precisó el director, que -dándose cuenta de los objetos que había enumerado- reveló algo del argumento para que la pieza no parezca algo que no es: “no es un obra con golpes bajos, la obra nos habla de alguna manera, a partir de la historia de estos dos personajes que quedaron varados en un campo de batalla, cómo ellos a pesar del hambre, a pesar de las balas siguen sosteniendo el hacer teatro, siguen sosteniendo el sentido del arte. Y rescata, a partir de imágenes, cuáles son esas imágenes que forman parte del lenguaje de la guerra. Acá se habla del dolor de dos personas, de lo que le sucede en su interior”.
Preparados, listos, ya.
Se extiende el calentamiento, en el medio hay algún café para liberar tensiones (si es que las hay) y las charlas de otros temas sirven para seguir “aflojando”. Los actores continúan concentrados, pero eso no implica que no puedan hacer y hablar de otras cosas que nada tienen que ver con el teatro, aunque para ellos todo tiene que ver con el teatro, eso está a la vista.
Los actores, además de haber escrito la pieza, tienen experiencia porque la vienen presentando desde hace tiempo. Recibieron varias menciones y premios por su labor, y la “llevaron” a distintos festivales. Esto no significa que dejen de prepararse como desde el primer día que el espectáculo subió a escena, y los que están “ahí” pueden corroborarlo fácilmente.
El director da las últimas indicaciones: “hasta que no esté bien caliente el cuerpo, no arrancamos”. Y los nota “más relajados”, porque saben que lo mejor está por venir. Recuerdan cosas de las últimas funciones, en qué partes reaccionó mejor el público, con qué escenas se rieron más o a cuáles le dedicaron especial atención. “Hay mucha energía” y se percibe, no hace falta que lo digan.
Una vez más revisan las luces y el sonido, y toman “precauciones” relacionadas a estos tiempos tecnológicos: “¿apagaron los celus?” (nada debe interrumpir). Cada uno a su puesto y un mensaje/deseo para todo el equipo, que llega desde la voz de Gustavo Delfino: “a divertirse gente, lo mejor para todos”. Y la sala queda a oscuras…
El teatro desde el teatro
La obra comienza cuando uno de los personajes trae a otro sobre sus hombros. Los protagonistas son Hormus y Levinas, dos hermanos artistas que están -según indica la sinopsis de la pieza- “varados en un campo de batalla” preparando una gran obra de teatro que los guiará “al triunfo y a la gloria”.
Los rodea “la muerte, la desolación, la frustración y antiguos rencores”, no hace falta que pasen muchos minutos para que el espectador perciba esto. Si algo se puede vislumbrar desde el inicio es que el espectáculo no será “uno más”, habrá que prestar atención a los textos, a lo que relatan y repiten estos dos hermanos, para poder seguir el hilo de la pieza.
Nortfolk funciona como “una metáfora, una utopía”, precisa uno de los directores, Gustavo Delfino, porque estos dos personajes, a medida que pasa el tiempo, se van percatando de la realidad, se dan cuenta que “no tienen a quién contarle su historia porque viven en un espacio de guerra, entonces empiezan a preguntarse cuál es el sentido de lo que están haciendo, cuál es el sentido del
arte, de esto que estamos haciendo”.
Y esta historia de Nortfolk se construye en base a las luces y sombras de estos hermanos: “una cosa es el actor, otra es el personaje, si se mezclan hay conflicto”, dice uno de ellos, pero… ¿lo tiene en cuenta? Y también la historia se construye con la iluminación, que juega un rol fundamental en el espectáculo, al igual que los objetos presentes en escena. “Disciplina, actitud, pasión”, tres cosas que mencionan Hormus y Levinas pero que están presentes en Nicolás Masciotro y Guillermo Ale.
El director explicó que la obra atraviesa “lugares de ternura, de mucho humor y por momentos de reflexión sobre cómo nos hemos acostumbrado al dolor, a convivir en este espacio de conflicto. Y son preguntas que por ahí decimos, no es una obra didáctica, sino que intenta generar muchas preguntas y esas preguntas las tiene que ir completandel espectador”. Y el espectador, a lo largo de esa hora y veinte minutos que dura la pieza notará y descubrirá muchas cosas, y se llevará otras porque, como se dijo, desde el inicio y hasta el final, quedará en claro que Nortfolk no es “una más”.
Una aproximación a la obra desde la obra
Levinas: –Mamá se sentaba acá. Sí, se sentaba acá, ella iba prendiendo una a una las velas, los artistas entraban por ahí. Como venían hambrientos y no tenían nada para comer se tiraban en el suelo para descansar como si fuesen perros y así poder recuperar sus fuerzas y decir sus parlamentos. A veces se pasaban el día y la noche repitiendo la misma escena, porque esperaban a algún compañero para decir su parlamento, sin saber si estaba vivo o muerto… vivo o muerto… hermano… ¿en qué momento la guerra se torno nuestra forma natural de vivir? Nuestros sueños están muertos, están todos muertos, es todo muerte!
Hormus: –¡No! ¡No! No compro, no compro, no compro… aunque duela tenemos que seguir.
Levinas: –No te das cuenta que fracasamos
Hormus: –No importa, debemos volver a intentar, podríamos hacer una obra, una obra que hable de esto, que hable de Nortfolk.
Levinas: –Que hable del legado de nuestros padres.
Hormus: –Que hable de nuestros sueños.
Levinas: –¡Qué hable de las mujeres que no les dijimos que amábamos!
Hormus: –De nuestras primeras novias.
Levinas: –De las canciones que no pudimos bailar.
Hormus: –De nuestros amigos de la infancia, de los artistas que murieron en los campos de batalla gritando las palabras que servían para construir un mundo mejor.
Levinas: –Que hable de nuestro porvenir.
Hormus: –¿Todavía vamos hacia el sur?
Levinas: –¡Sí! ¡Vamos hacia el sur!
Hormus: –¿Y ellos?
Levinas: –Ellos también, les enviaremos una carta y vendrán con nosotros.
Hormus: –¡Entonces a marchar, a marchar!
Levinas: –Sí, ¡a marchar! ¡A marchar!
Levinas y Hormus: –¡A marchar, a marchar, a marchar! Adelante, siempre hacia adelante, a marchar, a marchar, siempre hacia delante. A marchar, a marchar… ¡hasta que la muerte nos separe!
Fuente: http://www.elargentino.com/nota-146761-medios-122-Nortfolk-Ponerse-de-acuerdo.html
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