Graciela Falbo* es una de las referentes más importantes en la enseñanza e investigación sobre Talleres Literarios y de Escritura Creativa en Argentina. En este área, ha trabajado en proyectos conjuntos con Laura Devetach, Angélica Gorodischer y Mempo Giardinelli en Estados Unidos y en varios países latinoamericanos. También fue asesora de la revista Puro Cuento, dirigida por el escritor argentino. Como escritora, la mayor parte de su obra literaria está dirigida a niños y a jóvenes.
Por Laureano Debat
En esta entrevista aborda los límites de la posibilidad de “enseñar a escribir”, da un pantallazo sobre la actualidad de los talleres literarios en Sudamérica y reflexiona sobre el proceso de escritura en la era del hipervínculo, temas que suele abordar en sus diferentes artículos, publicaciones académicas y en dos libros que ha editado como compiladora: Cara y Ceca de la escritura y Tras las huellas de una escritura en tránsito: la crónica contemporánea en América Latina.
¿Se puede enseñar a escribir?
Todos aprendemos a escribir en algún momento y lo hacemos en la experiencia de nuestras propias prácticas de escritura y de lectura. Esto se potencia si, además, escribimos junto a otros que también las vienen haciendo. Yo escribía desde muy joven, pero los primeros encuentros que tuve con escritores me hicieron descubrir algunas claves del trabajo con la forma y ahí logré avanzar en mi búsqueda literaria.
¿La lectura es lo primero, siempre?
Claro. Lo que te enseña a escribir es la lectura y la empatía (o a veces la discordia) con los textos de otros autores que uno admira. Y estar en contacto con otros que escriben permite el intercambio y el debate, lo que es imprescindible en una tarea de por si tan solitaria. Pero el taller por sí mismo no vuelve a nadie escritor. Ser escritor es una decisión, es adentrarse en una profesión y sostenerla con todas las exigencias que esto implica.
En España, actualmente, hay un boom de talleres literarios, mucha gente los elige como actividad extra-curricular y la mayoría no son personas vinculadas con carreras o profesiones de escritura. ¿Cómo ve la situación sudamericana y argentina con respecto a esto?
Esa explosión tiene que ver con una ampliación del universo lector, que se hizo más perceptible en los últimos tiempos. Contrariamente a lo que se suponía hace unos veinte años, cuando se hablaba de la muerte del lector bajo el signo del mundo audiovisual, el lector medio ha expandido, se ha hecho visible un lector que no había sido tenido en cuenta. A comienzos del siglo XX el escritor aparecía en la representación común como un sujeto especial relacionado a una elite:”el poeta inspirado”, “el hombre de letras”, “el vanguardista” “el bohemio”. Se podía decir que los lectores y los escritores eran casi la misma gente que se leían entre si. Y todo esto, reforzado por la enseñanza escolar de la literatura y sus cánones fijos.
En la actualidad también hay cada vez más talleres de escritura en la Argentina y eso tiene que ver – entre otras cosas - con una perspectiva nueva acerca de qué es leer y qué es escribir. Hay un lector más consciente de sus potencialidades, que quiere explorar su capacidad creativa y desarrollarla.
¿Hay corrientes o cánones comunes que se sigan en los talleres de escritura en Sudamérica?
Creo que el taller como espacio extracurricular tiene la ventaja de su propia flexibilidad. Hay una diversidad de formas, un abanico para todos los gustos, talleres de poesía, cuento, novela, pero también de género como novela negra, literatura infantil, cuento fantástico, narrativa periodística, autobiografía, edición, etc. Hay talleres que proponen trabajar con más especificidad en dirección a la lectura. Las expectativas y las edades de los talleristas también son muy diversas.
¿Qué es lo mejor que puede aportar un taller?
El taller es un espacio de aprendizaje pero también de reflexión y de experimentación. Quien va a un taller es alguien dispuesto interpretar el proceso que supone cualquier trabajo de escritura y también a entender la escritura como trabajo creativo e intelectual que, como tal, tiene su complejidad.
¿Qué cambios cree que trae aparejados la era del hipervínculo? ¿A qué cosas atiende el escritor del siglo XXI o debería atender para su proceso creativo?
La movilidad que da la red, la posibilidad de búsqueda de información y de conectividad con el mundo es una ventaja y, al mismo tiempo, a quien escribe le supone un desafío difícil de sortear. Si uno de los motores de la búsqueda estética del escritor coincide con el asombro frente a la sociedad y a su tiempo, el reto vuelve a ser la capacidad de no extraviarse y perder esa brújula sensible. Son unas épocas en las que la velocidad es lo que domina, la oferta abundante y, sin embargo, esta misma abundancia a veces se vuelve una madeja indiferenciada que abruma al lector, es la gran paradoja. De todas maneras, el proceso creativo del escritor siempre pide lo mismo: leer y escribir, atención y concentración, apertura a la intuición y a la reflexión crítica, sostener el proceso, disciplina y autoconfianza.
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* Graciela Falbo nació en La plata en 1951. Narradora (su obra narrativa está volcada, en mayor parte, a la literatura infantil-juvenil) y poeta.
Fuente: http://www.tallerdeletras.com/index.php/component/content/article/1-latest-news/97-graciela-falbo-qlo-que-te-ensena-a-escribir-es-la-empatia-y-a-veces-la-discordia-con-los-escritores-que-uno-admiraq
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