Publicado el 27 de Septiembre de 2011
Por Mercedes Méndez
Hamlet, de la compañía alemana Schaubühne, demostró por qué la pieza de Shakespeare no pierde vigencia. Un héroe de una potencia deslumbrante y una puesta que, desde la música y la escenografía, perturba y conmueve.
Y lo demás es silencio.” Eso dice Hamlet antes de morir, cuando la tragedia ya fue consumada, cuando a su espalda sólo quedan cadáveres. En la puesta del clásico de Shakespeare del director alemán Thomas Ostermeier, que marcó la inauguración del FIBA, esta frase no puede resultar más creíble, y tendrá que pasar mucho tiempo para que el público pueda asimilar, de a poco, la puesta desgarradora y revolucionaria que acaba de ver.
No se podría haber elegido un mejor espectáculo para inaugurar el Festival Internacional de Buenos Aires. La puesta de la compañía Schaubühne, conocida por su búsqueda de un teatro experimental, es el mejor ejemplo para demostrar que cuando se habla de la vigencia de un clásico, no sólo es una obviedad sino un desafío. Su Hamlet contemporáneo usa traje y toma cerveza. Gertrudis parece una actriz de Hollywood con lentes negros que se quiere escapar de los paparazzis. Y el rey Claudio roza el prototipo de un conductor de televisión que, con micrófono en mano, quiere generar empatía con su público como recurso para esconder su crimen.
La obra cuenta, además, con el registro en vivo de una cámara que proyecta las imágenes que Hamlet toma. Es la forma que utiliza el príncipe de Dinamarca para tomar dimensión de la traición de su tío y su madre. La estética de esta obra está cuidada en todos los aspectos del hecho teatral, porque incluso en las imágenes que se proyectan con la cámara en vivo hay un cuidado del color, de los tonos y de los planos. La música tiene, en esta obra, el valor que se le da en el cine de suspenso, para aumentar la tensión y la potencia de escenas que se construyen gracias a la fuerza de los actores, y con una escenografía que tiene sus secretos a la vista –usan una manguera para generar el efecto de lluvia– y que vuelve toda la escena más dramática y verosímil.
Pero no se puede hablar de la versión alemana de Hamlet sin destacar la presencia de su intérprete, el actor Lars Eidinger. Su Hamlet en permanente estado de perturbación es el mejor ejemplo de un artista libre, alejado de todas las convenciones, dispuesto a trabajar con su cuerpo y su imaginación para representar la locura y la desesperación. Un artista en estado de percepción con el público, con el dolor y la irracionalidad, como pocas veces se puede ver en un escenario.
Fuente: http://tiempo.elargentino.com/notas/mejor-apertura-para-festival
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