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Diagonales / 12.09.2011 | Fue líder estético y cantante de Virus, una de las bandas pop más importantes de los ‘80. Hizo pasar por superficial un mensaje profundo que aún influye a los creadores del rock argentino. Era auténtico y divertido. Su muerte, en 1988, dejó la sensación del fin de una década. Había nacido en La Plata, en la primavera de 1951.
Pico entró a su casa y vio las partituras desparramadas sobre el piano clásico del living de su antigua casona de City Bell. El escenario explicaba la ausencia de su esposa en el momento de su llegada al hogar luego de una ardua jornada laboral en su estudio jurídico. También le sorprendió el silencio y el jardín sin niños en ese cálido día primaveral de 1951. Velia, su mujer, estaba a punto de dar a luz al cuarto hijo varón de la familia.
Con la celeridad del caso se subió a su Ford gris y condujo por el camino General Belgrano con rumbo a La Plata para llegar cuanto antes hasta la maternidad del Instituto Médico Platense, donde estaban su mujer y sus tres hijos.
Ese 23 de octubre nació Federico José Moura. Fue el cuarto hijo de seis hermanos de una familia de clase media platense conformada por un papá abogado y una mamá maestra de educación primaria.
Desde pequeño, el niño mostró un marcado interés por la música. Ya a los 4 o 5 años su madre lo sentaba junto al piano, instrumento que por entonces musicalizaba las tardes en su hogar, para que intentara interpretar piezas clásicas, interés que habían heredado de su abuela materna.
Cuando Federico ingresó a la escuela Anexa, su vínculo con las artes empezó a fortalecerse. Cuentan los educadores del colegio de la UNLP que utilizaba el tiempo del recreo para emular a alguno de sus ídolos musicales. Esa misma interpretación se repetía por las tardes en su casa de calle 12 en City Bell.
Que sus abuelos convivieran en el mismo techo no es un dato menor, ya que su abuela era una pianista aficionada que se encargó de transmitir su gusto por la música al resto de la familia.
Gracias a una iniciativa de su padre, Federico, a los 8 años de edad, comenzó a practicar rugby en el club La Plata, donde sus hermanos varones jugaban desde hacía tiempo. El atletismo y el vóley, quizás por su altura inusual para su edad, eran otros de los deportes por los que sentía simpatía.
Sin embargo, estas recreaciones no opacaban su verdadera vocación. Su madre comenzó a observar que su contacto con la música no claudicaba y las tardes de piano se habían transformado en una buena excusa para ayudar a descubrir el interés de su hijo.
A los once años generó su primer proyecto musical junto a un compañero de su escuela que luego también formaría parte parte de Virus, Daniel Sbarra. Esta iniciativa, según comentan los vecinos de entonces, fue curiosa y preocupante. Encontrar a dos niños interpretando temas de The Beatles con guitarras andaluzas en la calle no era un hecho habitual en esos primeros años sesenta. Todo lo contrario: el fenómeno de la beatlemanía desembarcó en la Argentina tiempo después. Por otro lado, los más pequeños no tenían las posibilidades de expresarse. Era un mundo destinado a los mayores.
Sus estudios secundarios, para seguir con la tradición familiar de sus hermanos, los cursó en el Colegio Nacional Rafael Hernández. Fue en esa entidad educativa que, con 15 años de edad, Moura formó su primera banda de rock, a la que denominó Dulcemembriyo.
En el colegio, a Federico lo recuerdan como un buen alumno que aprobaba las asignaturas sin mayor interés y siempre manifestaba su descontento por la casi inexistencia de materias asociadas al universo artístico. En esta instancia de su vida volcaba casi todos sus esfuerzos en los proyectos de su grupo, intentaba perfeccionarse como bajista y se encargaba de la imagen de la banda. Este impulso juvenil hizo que junto a sus compañeros de Dulcemembriyo emprendiera una excursión a Bolivia, donde actuaron en pequeños recitales que aceitaron el funcionamiento del grupo.
En la adolescencia, ya se ocupaba intensamente del concepto visual de su banda y diseñaba las escenografías con una pensada y marcada tendencia estética emparentada con el rock inglés de la época. También componía la mayoría de las canciones y escribía letras que revelaban su habilidad para reflejar hábitos y costumbres de la ciudad, característica que se cristalizaría como integrante de Virus.
SUS VIAJES POR EL MUNDO. Al finalizar sus estudios secundarios, Federico decidió, como uno de sus hermanos mayores, inscribirse en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de La Plata. Pero, si bien era un estudiante correcto que llevaba la carrera al día, había algo que no lo convencía. A los tres años desertó y buscó nuevos horizontes personales y musicales.
De regreso de tierras andinas, Moura, en 1972, emprende un viaje al viejo continente que sería significativo para su crecimiento personal y artístico. Esta aventura no fue convencional: realizó el trayecto entre América y Europa en barco. Ahorrando el dinero de sus actuaciones en Bolivia logró conocer el centro musical del mundo, Londres.
Tras subsistir unos meses en Gran Bretaña, donde conoció los paradigmas de la cultura contemporánea, las ideas que fluían de su cabeza ya no fueron las mismas que antes de su partida. Estaba decidido a formar una banda que transmitiera la tendencia de una época, pero que a la vez reflejara la realidad de los países. Fundamentalmente, de la Argentina.
Voló a Nueva York, donde conoció la contracultura americana, y se instaló en Brasil. Al regresar al país la situación había empeorado, los criterios se habían estrechado y la amplitud no era la moneda de cambio; la violencia opacaba gran parte de las ideas artísticas, no había un lugar que albergara a los jóvenes que querían ampliar el horizonte cultural de los argentinos.
Su padre, a su regreso, le prestó dinero para que abriera un local de ropa en Buenos Aires. Así nació Limbo, un comercio que prosperó con rapidez y tenía la particularidad de que su dueño diseñaba las distintas prendas bajos los parámetros de la reciente moda europea. Pero el joven propietario se aburría considerablemente y pronto desistió de la idea de proseguir con este proyecto; alquiló el local en funcionamiento y siguió el camino de su verdadera vocación.
Entre 1976 y 1977, con la dictadura asolando el país, emprendió un nuevo periplo por el mundo, aterrizó en París, pasó nuevamente por la ciudad de los rascacielos y se estableció temporalmente en España, para volver a visitar Río de Janeiro.
Estando en el exterior recibió una noticia que no lo sorprendió pero que lo hirió para el resto de su vida: Jorge, su hermano, militante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), fue secuestrado y desaparecido. Una madrugada, un grupo de hombres armados descendieron de un vehículo que estacionó en la puerta de la casona de los Moura en City Bell y, recorriendo las habitaciones, se llevaron a uno de los hijos mayores de la familia que habita en la parte trasera de su casa con su esposa e hija.
Si bien la noticia rompió el corazón de Federico, nunca se refirió públicamente a su hermano mayor. La noticia de la desaparición trascendió poco tiempo después de su muerte.
El músico recordó esa situación con estas palabras: "En esa época, Jorge y yo pensábamos distinto en casi todo. Nos peleábamos mucho, pero nos respetábamos y queríamos mucho más. Por eso Virus no hizo jamás referencias públicas, porque nunca se nos ocurriría ser tan guachos como para construir la fama del grupo sobre su muerte. Su muerte es de nuestra familia, de lo que le pasó a esta sociedad, pero no será nunca una estrategia de mercado". Sus padres siempre comentaron que sus hijos impulsaron la transformación de una sociedad que no era de su agrado desde distintos puntos. Uno, el político; otro, el artístico.
LA HORA DEL ÉXITO. Al regresar a la Argentina, junto a su amigo platense Mario Serra fundó el grupo Las Violetas, influenciado por todo el recorrido del consolidado movimiento punk. La banda se presentó en varios locales porteños y platenses. El proyecto musical naufragó pero posibilitó que el músico debutara como cantante. En breve no abandonaría más ese rol, todo lo opuesto: lo perfeccionaría.
Instaló en pleno barrio Norte de Buenos Aires su segundo local de prendas jóvenes y de diseño vanguardista. Consiguió que su padre le alquilara un departamento y se estableció en la Capital Federal. Mambo, su nueva tienda, también fue un éxito.
Uno de esos fines de semana que volvía a La Plata para actuar con Las Violetas, protagonizó una fuerte pelea con Pico, su padre, que derivó en una mudanza forzada hacia un departamento de una amiga de la familia antes de emprender su tercer viaje a Brasil.
Abrumado porque Las Violetas no lograban crecer, y ante la imposibilidad de grabar el disco debut, Moura meditó desde territorio carioca la idea de radicarse definitivamente en Europa o en los Estados Unidos, donde el rock gozaba de mayor consideración que en nuestro país. Por esos años, en la Argentina, la pelea era política.
Cuando Federico le comunicó por teléfono a su amigo de la infancia que se radicaría en Río de Janeiro, éste de inmediato pasó por los Estados Unidos y adquirió un instrumento para armar una nueva agrupación. Al encontrarse en Brasil, pensaron una serie de alternativas para refrescar la música y la imagen de sus proyectos.
En simultáneo, en la ciudad de las diagonales el grupo de rock latino Marabunta, compuesto por sus hermanos y Enrique Muguetti, iniciarban la búsqueda de un cantante ya que la vocalista que tenían no colmaba sus expectativas.
Julio y Marcelo Moura volaron hasta Río de Janeiro para presentarle a Federico una propuesta orquestada en sus años de ausencia. Los tres escucharon un demo de Duro, la nueva formación, pensada en gran parte en función de su voz, y con una estética ideada a la medida del esbelto artista de City Bell.
Sin meditarlo demasiado, y muy entusiasmado, Federico regreso a La Plata en diciembre de 1980 para formar, junto a sus amigos de la infancia y sus hermanos, la mítica banda Virus. Al año siguiente, los que asistieron a la velada realizada en el club Universal fueron testigos del debut de Federico Moura como cantante del histórico grupo de rock nacional. Luego consiguieron el Teatro del Siglo en la Capital Federal para hacer dos funciones cada fin de semana. Mientras tanto, con algunos afiches, una nota en la revista Pelo y la difusión boca a boca lograban llenarlo rápidamente.
El flamante vocalista se puso en contacto con el sociólogo y artista plástico Roberto Jacoby, un militante del vanguardista Instituto Di Tella de la década del sesenta, que escribió varias de las letras de las primeras canciones y colaboró en otras tantas.
También tuvo una participación decisiva en la profesionalización de Soda Stereo, al cual le produjo su disco debut en 1984. Soda era, por entonces, prácticamente desconocido dentro del rock nacional. La CBS le propuso al benjamín Gustavo Cerati la posibilidad de que Federico fuera el productor del primer disco del trío. Gustavo aceptó la participación de su admirado ídolo musical.
En la grabación de la placa de los porteños decidió incluir un tema de Daniel Melero, "Trátame suavemente", quien antes se lo había negado en su repertorio.
Tocó los teclados en dos temas y estuvo a punto de excluir "Un misil en mi placard", ya que lo veía demasiado influenciado por la banda británica The Police. Cuando los muchachos de Soda tocaron en el teatro Ópera, el platense fue invitado especialmente a interpretar varias de los temas de esta primera producción discográfica.
A propósito de este encuentro artístico, Moura decía: "Me gusta la gente inteligente, la gente sensible, perceptiva, pero la inteligencia es una parte más, no una particularidad en especial. Hay mucha gente que cree que atender el cuerpo es una cosa estúpida, que bailar es perder el tiempo.
Yo creo que atender el cuerpo es igual que atender la mente: es tan elevado lo uno como lo otro".
Lideró Virus en las grabaciones de Wadu Wadu (1981), Recrudece (1982), Agujero interior (1983), Relax (1984), Locura (1985), Virus Vivo (1986) y Superficies de Placer en una carrera ascendente, signada por el éxito en la Argentina, Chile, Paraguay y Perú, alcanzando más de 400.000 copias vendidas, sin incluir posteriores reediciones digitales.
HACIA EL FINAL. En abril de 1987, Virus viajó a Río de Janeiro a grabar el séptimo disco titulado Superficies de placer. Allí, Moura sufrió una extraña neumonía que lo tuvo casi 15 días en reposo sin poder alimentarse. Sus padres, que habían decidido pasar las vacaciones en Brasil junto a sus hijos para estar en familia, no podían creer lo delgado que estaba Federico cuando llegaron dos semanas después que la banda.
Obedeciendo los consejos de su madre, el músico decidió visitar un médico. Los dos primeros profesionales le recetaron antibióticos, pero el síntoma de la tos no se le iba. El joven músico visitó a un tercer médico especialista, el cual le aconsejó que se realizara el test detector del Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida (sida), por entonces una extraña enfermedad descubierta pocos años atrás en los Estados Unidos.
Federico pasó 1988 con una fuerte angustia personal y la necesidad de dedicarle más tiempo a su persona. Quiso consultar a un psicoanalista pero el primero que llamó le respondió que no tenía tiempo para atenderlo, que debía irse de viaje. Sin embargo, los más cercanos a él dicen que, en ese último año, presa del sida, había alcanzado una paz llamativa, inversamente proporcional a su deterioro físico.
No soportó seguir tomando el AZT, un producto que, con el objeto de bloquear la reproducción del virus, detiene también la reproducción vital de los glóbulos blancos, rojos y las plaquetas sanguíneas. Por medio de un amigo, visitó a un homeópata que hacía curaciones a través de la alimentación. El profesional pretendía depurar el organismo de federico para que pudiera defenderse. Por esta razón, debió suspender toda la medicación preventiva que tomaba.
Comenzó a estar mucho más delgado e inapetente. En agosto de 1988, contrajo una angina que intentaron curar sin remedios. Como consecuencia de ello, disminuyó considerablemente de peso.
Era un tratamiento a base de ayunos, pero la infección no cedía y su organismo ya estaba demasiado debilitado. Su madre le llevaba comidas especiales para ese tratamiento.
Lo visitaba todos los días a la mañana y a la noche, hasta que decidió mudarse con él, ya que la noche era el peor momento de la jornada. Con la celeridad con que la vida consume el tiempo, empezó su agonía.
Su último registro oficial fueron las grabaciones de las canciones folclóricas "A mí me dicen el tonto" y "En Atamisqui", incluidas en el compilado Grito en el cielo (1988). Este proyecto, organizado por Leda Valladares, reunió a varios cantantes de diferentes géneros para rescatar antiguas coplas, vidalas y bagualas del Noroeste argentino.
En mayo de 1988, al culminar un concierto en el teatro Fénix del barrio de Flores, Federico tomó la decisión de alejarse de la industria de la música del rock para afrontar su grave enfermedad que ya lo abrumaba psíquica y físicamente. El 21 de diciembre de ese año falleció en su casa de San Telmo.
Su muerte fue la sensación del momento final, cúlmine, de una década. Los '80 murieron con él y su porte de artista integral iluminó el camino de quienes fueron, gracias a él, después de su música, los claros intérpretes de una época marcada por sus canciones.
LA MILITANCIA EN EL MOVIMIENTO SILOÍSTA
Cuando Federico inició sus estudios universitarios en Arquitectura y Urbanismo de la UNLP, conoció la militancia política. Siempre cuestionó las doctrinas vinculadas a los partidos más tradicionales de la Argentina. Si bien su hermano era un joven que adhería a la izquierda de aquellos años setenta, su familia adoptaba una posición más moderada.
Quizás por ser un hombre de paz y con un marcado humanismo, cuando un compañero de facultad amplió sus conocimientos sobre la doctrina creada en 1963 por el mendocino Mario Rodríguez Cobo, Silo, quedó atrapado en esos ideales.
El músico coincidía con una visión superadora de la interpretación de la realidad –que, por cierto, en esa época en el país era compleja–, cuya enseñaza apuntaba a la superación del dolor físico y el sufrimiento psíquico.
La hipótesis del siloísta buscaba como objetivo final orientar los cambios que se avecinaban para encontrar el camino hacia una sociedad verdaderamente humana.
Para Federico, esta propuesta terminaba configurando un estilo de vida y un modo de relación del más alto valor moral. Él siempre rescataba una de las frases que reflejan el espíritu del pensamiento de Silo: "Trata a los demás como quieres que te traten".
Muchas de las canciones de Virus reflejan la preocupación del ser humano como un valor central de la lírica filosófica de sus canciones. "Que nada esté por encima del ser humano, ni que un ser humano esté por encima de otro", mencionó alguna vez el artista platense.
Otro de los mensajes entrelíneas de la banda fue apoyar la iniciativa de respetar la igualdad, y por lo tanto impulsar la superación de la simple formalidad de iguales derechos ante la ley para avanzar hacia un mundo de similares oportunidades para el hombre condenando la discriminación. Federico sostuvo estas posturas con la subjetividad lógica de alguien que observa al mundo desde el punto de vista personal.
La recreación del paisaje ciudadano en sus canciones y la alineación del mundo moderno reflejado con sus fortalezas y debilidades fueron visiones influenciadas por sus años de militancia en el Movimiento Humanista.
Como propulsor de la paz y enemigo de la violencia, Moura creía en la libertad de ideas y creencias, su obra lo demuestra. Para su época, era un rasgo particular y llamativo: los jóvenes pensaban en otras alternativas opuestas a las ideas del músico, incluso en el seno de su familia, su hermano mayor tomó otro rumbo.
Fuente: http://www.elargentino.com/nota-157328-Federico-Moura.html
Viva Feerico Moura , siempre estara presente !!!
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