Off, el suplemento de los teatros
Diagonales / 03.09.2011 | Con dirección de Santiago Doria, la obra se presenta dos veces por semana en la Sala Discépolo
Innumerables adjetivos calificativos navegan (para introducirnos en la temática) por cualquier cabeza cuando se menciona Venecia. Pero si hay algo que se asocia de inmediato con este lugar (además de conocerse como “la ciudad de los amantes”) es la magia. Y qué mejor si esa magia se traslada al teatro…
El responsable de crear Venecia para las tablas fue Jorge Accame, el docente, dramaturgo y escritor argentino (radicado en Jujuy desde 1982) que recibió los más destacados galardones nacionales (Florencio Sánchez, ACE, Trinidad Guevara y Estrella de Mar) por su pieza, estrenada por primera vez en 1998. Aquí en la ciudad, el responsable de dirigir la obra es Santiago Doria, un nombre sinónimo de teatro que contó como se fue dando todo para que La Plata pueda tener su Venecia.
“La Comedia de la Provincia de Buenos Aires me propuso dirigir un espectáculo, con todo lo que eso implicaba para mí: movilizarme, ensayar, conocer a los actores del elenco estable. En principio se barajaron dos o tres obras, y la que me pareció más interesante fue Venecia, porque yo ya había hecho una versión y me encanta. Hace un tiempo que no se hacía y me gustó la idea de hacerla”, recordó Doria sobre los inicios, hará unos tres o cuatro meses (lo que implica dos de preparación de la obra antes de que se estrene y casi uno desde que debutó en la Sala Armando Discépolo).
El paso a paso
Lo primero fue elegir a los actores: “me mostraron fotos para que primero, por la imagen, tuviera una idea del aspecto físico y pudiera ver quien me daba el fisic du rol. Después de seleccionar a un grupo tomé casting y me quedé con el elenco actual, con el cual nos pusimos a trabajar y realmente fue un grupo sólido, riguroso, amoroso, se nota que le ponen amor a lo que hacen y son talentosos”, dijo el director, quien remarcó: “lo más importante es que son buena gente y que se encariñaron con la comedia”.
Cuando tuvo que hacer un relato lineal, Santiago Doria ubicó en primera instancia la etapa de ensayos: “como el teatro estaba ocupado, teníamos que ensayar en diferentes salas y hacíamos una variante: los lunes venían los actores a Buenos Aires y los jueves, viernes y sábados yo iba a La Plata, alternábamos. Pero el segundo mes prácticamente iba yo para allá porque empezamos a tener el escenario”. Fue “muy importante” estar en el espacio físico real y con el correr del tiempo se fueron “perfilando los personajes, se formó la idea de la unidad total y a partir de ahí comenzamos a dibujar, a detallar un poco más de cada una de las escenas”. A eso se le sumó el vestuario, la utilería, el armado de lo que es la escenografía, la puesta de luces y todo lo necesario para crear la pieza. El director confirmó que durante “bastantes días” se trabajó en el armado de la escenografía, “porque es muy activa, está constantemente en movimiento, no es una utilería de adorno: todo está estructurado y calibrado para que parezca casual y sencillo, pero realmente está buscado y analizado para que aparezca natural”.
Un momento clave de la obra es el armado de una góndola lo que implicó varios ensayos: “hubo que coordinar todo, el cómo me pongo, dónde lo arrimo, no pises acá. Fue casi una cosa coreográfica para que los actores tuvieran la tranquilidad de moverse en el invento sin ningún traspié”, reveló Doria.
Lo “fundamental”, lo que hay que tener en cuenta son “los tiempos internos de cada una de las acciones para que las acciones sean claras y específicas. Queremos que el público vea como se va armando esa gran ilusión que quieren hacerle a la Gringa (la protagonista) y que no se apresure el armado, que todo tenga un tiempo determinado y que cada actor se tome el tiempo suficiente para que el público pueda gozar de la aventura de ellos”.
Entre bambalinas
La palabra “aceitado” es la más repetida y la que mejor representa el funcionamiento del equipo de Venecia. Cuando las puertas del camarín se abren (dos horas antes de la función) los actores se van maquillando, peinando y vistiendo en un ambiente totalmente relajado. Repasan los textos sentados o haciendo pequeñas recorridas alrededor de la sala.
Con mate de por medio (“este mate está largo… es como un té”, se escucha) el asistente de dirección César Barella comenta que su función es “estar al cuidado de que todo salga como corresponde: desde la actuación, la luz, el sonido, que todo esté en su lugar como se fue concibiendo”. Su rol es “estar en el lugar del director en su ausencia” (Santiago Doria dijo: “yo voy de vez en cuando y así aprecio más el enriquecimiento de la pieza, como fluye”) y “ser el intermediario entre la parte artística y lo demás”.
Hay indicaciones, pero son “repasos de indicaciones anteriores”. Hay pequeños arreglos de último momento, pero como estuvo saliendo el espectáculo en los ensayos generales es como saldrá a escena. Se ajustan “pequeñas cositas”.
Una de las actrices, Graciela Sautel (esposa del director teatral Roberto Conte) explica que “cada cual tiene su manera de prepararse antes de salir a escena. Los chicos (por sus compañeros) a veces bailan para aflojar, yo tengo que disminuir mi energía”.
–¡Graciela!- gritan. Pero el llamado no es para ella, sino para otra actriz, Carolina Painceira. ¿Por qué? “no me acostumbro, pero nos llamamos con los nombres de los personajes, así que acá no soy Graciela, sino la Gringa”, dice Sautel.
La puerta del camarín se abre y la encargada de la sala avisa:
–Menos cuarto ellos se van -y señala a los “intrusos” que observan la preparación del quipo- Y menos diez ustedes tendrían que estar listos.
A la hora señalada, todo el equipo ya estaba en su lugar, con ansias de llevar a las tablas esa mágica historia de Venecia.
Soñar con Venecia
La consigna fue transitar los personajes “desde el amor y no desde la burla”, contó el director Santiago Doria. Porque la historia de Venecia está ambientada en Jujuy, y eso implicaba que los actores tuvieran que imitar la tonada del lugar, entre otras tantas cosas. “Son personajes prototípicos y había que hacerlos provincianos para darle credibilidad a la anécdota, y sobre todo al espacio físico donde sucede la acción. Acá la idea era poder llegar a eso sutilmente, queriendo a los personajes, amándolos, y desde ese amor se vincularon los actores y creo que el resultado es más que obvio, es óptimo y el público se conmueve”.
El público sin dudas se conmoverá al ver la pieza pero, para los que aún no han ido, una sinopsis realizada por el propio director de la obra: “Venecia es la historia de un grupo de personas humildes que viven en un lugar precario y por amor y solidaridad deciden hacerle cumplir un sueño a un ser muy querido, que es la Gringa”. Las tres chicas que viven con la protagonista (Marta, Graciela y Rita) quieren que se concrete el deseo de la mujer y, con la ayuda del Chato van diseñando un plan. Según Doria “por el cariño a la vieja, los cuatro quieren hacerle cumplir el sueño y entran en su propio sueño. Los mueve el amor a la mujer, la solidaridad y eso le da un motor a nivel imaginativo dentro de su precariedad. Porque la capacidad de soñar e imaginar no tiene estratos sociales”.
Y eso sucede con Venecia. El sueño de la Gringa se transforma en el sueño de todos porque, como indica el programa del espectáculo "todos tenemos, dormida, la capacidad de soñar. Cuando la despertamos aparece la posibilidad de un sueño cumplido. En Venecia, el amor, la solidaridad y la imaginación hacen posible un sueño”.
Fuente: http://www.elargentino.com/nota-156036-Venecia.html
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