lunes, 12 de septiembre de 2011

Sub 27: La gran camada de directores jovencísimos en la ciudad de Buenos Aires

CHIQUITOS... Pero talentosísimos, el extenso grupo de directores reunido por LA NACION en Timbre 4. Foto: Oliver Kornblihtt / AFV

Lunes 12 de septiembre de 2011 | Publicado en edición impresa

La escena alternativa está llena de jóvenes directores que se destacan a través de elogiados trabajos

Por Laura Ventura | Para LA NACION

Es una tarde helada y llueve. Todos llegan temprano a la cita y, para la mayoría, ésta es su primera entrevista. Algunos se conocen por haber compartido algún taller, pero hay un común denominador que los aglutina: su entusiasmo por hacer teatro. Hay docentes y veteranos de las tablas, a pesar de que los mayores tienen apenas 27 años.

Claudio Tolcachir prestó su sala Timbre 4 para la producción, y coincide con los directores en la puerta, los mismos que en la entrevista lo destacan como un modelo por seguir, como alguien que empezó muy joven, que lo sigue siendo y que logró un espacio destacado en nuestro teatro que en las entrevistas lo destacan como un modelo por seguir, como alguien que empezó muy joven, que lo sigue siendo, y que logró un espacio destacado en nuestro teatro.

Diego Faturos y Francisco Lumerman ofician de anfitriones en la sala, donde se presentan Vientos que zumban entre ladrillos y En tus últimas noches , escritas y dirigidas por ellos, respectivamente. Diego recorrió el mundo como actor con La omisión de la familia Coleman, y Francisco obtuvo múltiples premios como autor, entre ellos el primer puesto en el concurso Rozenmacher (con un jurado integrado por Mauricio Kartun, Daniel Veronese y Jorge Dubatti) por Te encontraré ayer . Actores y autores, los dos se animaron a dirigir. "Empezó como un juego. Escribía porque quería actuar y no teníamos textos. Teníamos 20 años, por eso en las historias éramos huérfanos. Y después, con el guión ya terminado, mis compañeros me decían: «Dale vos». Yo puedo intercambiar de rol con facilidad. Escribo, pero mi formación como actor [hoy participa de Vientos que zumban? ] es fundamental para dirigir. Así nació El festejo , mi primera obra", dice Francisco, que en octubre regresa con la cuarta temporada de De cómo duermen los hermanos Moretti (en Anfitrión).

Amigos desde los 13 años, Diego y Francisco se conocieron el primer día que ingresaron en Andamio 90, la escuela de Alejandra Boero, para estudiar actuación. Francisco armó un grupo con sus compañeros de colegio e integró a Diego al equipo. Juntos fundaron a los 17 años el grupo Abriendo Paso, junto con Manuela Amosa, Lisandro Penelas y Johanna Braña, con el que realizaron dos infantiles, aunque lo suyo no era cosa de chicos. Diego luego escribió y dirigió Vitel Toné , Palabristas , de Lucía Laragione, y ahora prepara Amanda vuelve , con Marta Lubos ("Siempre la tuve a ella en la cabeza cuando escribía la obra y un día, en París, los dos estábamos de gira, y se sentó frente a mí en una cena y se lo propuse") y Sandra Villani. "Con Coleman crecí y conocí el mundo, pero también quería apostar a mi trabajo como director. Es increíble ver esas escenas que tenías en la cabeza luego sobre el escenario. Es alucinante cuando la sala se llena de eso en lo que uno cree", dice Diego, uno de los coordinadores de la escuela de Timbre 4, que tiene más de 600 alumnos.
Una nueva generación

En un círculo, charla un grupo de directores, intercambian sus tarjetas de presentación, todas en colores y a doble faz. Son los programas de sus obras y se invitan mutuamente a ver sus presentaciones.

La mayoría de las obras que los jóvenes directores realizan provienen de textos propios y además existe en todos una formación desde la actuación. Ramiro Guggiari, nieto de Tato Pavlosky ("no creo que sea por esto que me guste el teatro"), tuvo sus inicios en la escuela de actuación. "Siempre supe, desde que empecé a estudiar teatro, que no iba a ser actor, sino director. No me veo a mí mismo en el escenario. No creo que sea ni más ni menos que el actor. Simplemente es otro rol", asegura quien a sus 26 años acaba de estrenar su segunda pieza, Complexión (La Ranchería).

Gonzalo Senestrari (22 años) también proviene de una familia de artistas, hijo de Alejo Beccar, dueño de la sala La Tertulia, ya lleva varias obras escritas y debutó en la dirección con Los fracasados , en la que reflexionó sobre la idiotez humana.

Leticia Tómaz parece ser la excepción. Ella dirige La cantante calva (La Carbonera), de Eugène Ionesco, impulsada por sus maestros en la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD) Luis Cano y Roberto Castro, donde obtuvo el título de directora. "Todo el elenco es mayor que yo. Creo que les debe haber resultado raro verme por primera vez. «¿Esta con cara de nenita me va a dirigir a mí?», me imagino que pensaron. Pero después todo fluyó. Como directora, y a partir de mi edad [24 años], hay que trabajar en una estabilidad e intentar ocultar la inestabilidad si aparece."

La mirada fresca de una nueva generación aparece en los textos, en las puestas y en las temáticas. Juan Pablo Galimberti (27 años) lleva a cabo Chat (Espacio Polonia), en el que se mete de lleno con el papel y juegan las nuevas formas de comunicación en las familias: "Es el universo de la clase media, y en el mundo del chat, que para mí es como el agua, donde tenés una gran libertad para transitar distintos estados y podés convertirte en lo que quieras. Esto me atrajo por la gran cantidad de posibilidades que me permitía desde lo teatral".

Aunque también están aquellos jóvenes que apuestan a tonos que tuvieron su apogeo hace años, como el melodrama, nutridos de la TV de los setenta, como la ya clásica Rolando Rivas, taxista . Es el caso de Fabio Golpe (24 años), que presenta el unipersonal La otra vida , con Marien Perseo (Pan y Arte), y Quizás un día sí (La Casona Iluminada), en la que se anima a contar una historia cuyo eje es la fe y la religión. "Empecé a dirigir mis obras porque sino, no podía hacer teatro. Fui creciendo. Nunca descuido el humor y hacer reír no tiene que ver con la edad. Si algo está bien contado, llega al público de todas las edades", dice Golpe, quien participará del Ciclo Pendex ( Todavía no saben lavarse los calzones, y ya hacen teatro ), organizado por las también jóvenes Monina Bonelli y Maruja Bustamante.

Hay muchos maestros y personalidades que inspiraron y sembraron la huella en esta nueva generación de realizadores. Hugo Midón merece un capítulo aparte. Sebastián Kirzner (26 años), el director y autor de La beca (La Mueca), se formó en la escuela Río Plateado, de Midón. "Quedé tocado por la singularidad de ese lenguaje y por la búsqueda de encontrar uno propio. Uno no elige hacer teatro. Está dentro de uno. Tuve suerte de llegar a esa escuela", recuerda Sebastián.

Sol Titiunik, la responsable de Rapaz (Teatro Oeste), además de directora de cine y de dar sus primeros pasos en Magazine For Fai como actriz, también estudió con Hugo Midón y Nora Moseinco: "Es fundamental que alguien, con generosidad, te estimule de chico y te dé seguridad. Es un ciclo, que no tiene que ver con la edad. Hoy, por ejemplo, me siento un poco la madre de algunos de mis actores y hasta les hablo y les transmito lo que considero clave para hacer teatro: compromiso".


Pentagramas juveniles

Cuando callan los patos , de Lautaro Metral, y El espejo, dime qué ves , de Matías Puricelli, conviven en la sala del Konex con sus propuestas de teatro musical. Lautaro se mudó a Buenos Aires desde su Córdoba natal cuando terminó la secundaria. "Como todas las ideas puras, fui bastante ingenuo. Después se fueron abriendo los caminos. Todo pasa por animarse", asegura a sus 23 años Lautaro, nominado por su primera obra, que fusiona lo musical con lo absurdo, a nueve Premios Hugo, entre ellas al mejor musical y a la dirección en off . "Muchas veces es mejor tener un actor comprometido, que un actor maravilloso", admite como modo de sobrellevar los obstáculos de la producción independiente. Matías Puricelli (26 años) coincide con su colega. "Quizás el teatro musical es más caro que otros géneros, pero ésa no es la mayor dificultad. Creo que hay que saber delegar en este género, tener calma y cordura, confiar en el director musical, en el coreógrafo, en todos", confiesa quien trabaja con Francisco Ruiz Barlett, como director musical.

Lo suyo no es teatro musical, pero la música, y justamente las intérpretes femeninas de Tacos (fuck me cabrón) , desde Chavela Vargas hasta Gloria Trevi, llevarán a Belén Garrido (22 años) y a su propuesta a Coyoacán, en México, donde funcionaba el estudio de Frida Khalo y Diego Rivera. "Siempre escribí y fui rebelde, y no me gustaba que me dirigieran; por eso me largué a hacerlo yo", opina. Andy Nor (25 años) es director de un musical que tiene como disparador la muerte de Michael Jackson, A tumbas abiertas , interpretada por Gustavo Zunino. Para él, armar ese proyecto bizarro, apto todo público, y hacer teatro es más que su filosofía de vida: "Es mi vida misma".


Opinión: Cuando yo era sub algo

Por José María Muscari 

Tengo 34 pirulos. Soy joven, me dicen. Pero sólo soy un sub 35, nada más. La primera obra la dirigí a los 19 años, Mujeres de carne podrida . Y llegué por reto a ella. Mi profesora de la EMAD, de donde soy egresado como actor, la finada genia Marta Serrano, me dijo un día: "Vos, Muscari, por qué no te ponés a dirigir y dejás de joder a tus compañeros con lo que tienen y no tienen que hacer". Y yo fui y lo hice. Sin dudar. Así largué, por reto. Y me funcionó.

Cuando tenía 22 años, dirigí por primera vez teatro comercial, ya con algunas experiencias muy resonantes en el off , tenía avidez de probar otras cosas y junté a seis actrices de la tele: Florencia Peña, Carola Reyna, Ana Acosta, Julieta Ortega, Sandra Ballesteros y Marta Bianchi y armé Desangradas en glamour , un flopazo artístico, donde la pasamos genial. Por entonces, todos los de "vanguardia" me miraban raro, como diciendo: "Qué pendejo pecaminoso, ahora en la calle Corrientes". Nunca me importó. Nunca me importó nada de lo que digan. No me importa hasta hoy. Eso que dijeron, que dicen, que dirán de mí, me construye. Me hace ser quien soy en el medio, en la vida, en el teatro, que es un poco mi lugar.

Me encanta ser un joven viejo ya del teatro y saber que hay otros que me anteceden y otros que me preceden, y que la profesión, como la vida, es realmente cíclica, inabarcable, yoica y astuta.

Me gusta ser un astuto del mundo de los egos del teatro y relativizar el éxito y el fracaso, sabiendo que todo pasará.

Tuve varios éxitos, algunos exitazos, algunas pifiadas, varios errores, pero no siento fracasos certeros, y eso que no soy negador, pero quizás empezar de joven, me permitió poder ser un gran capitalizador de la realidad sin frustración alguna.

Dicen que el éxito, si te viene de grande, no lo podes asumir bien. Lo oí mucho, por eso festejo esta bandada de pajarillos con aires de novedad bien respirada que me intrigan, me interesan y me dan ganas de teatrar.

Ricardo Bartís, un gran maestro con el que no me formé, sino que solamente lo toco un poco de oído, y otro poco como ave rápida que sobrevoló su fascinante mundo teatral/pensante, un día dijo, me dijo, nos dijo algo que le salió con vehemencia y desde las entrañas y yo lo entendí muy bien: "Muchachos, si el medio no les compra lo que ustedes le están vendiendo, hay que hacerle creer al medio que somos la gran novedad. Es la única que nos queda en el teatro". Desde joven ese concepto me quedó y lo uso. Hoy lo expongo. Usenlo.

Tómelo el que sea hábil de verdad. Bartís lo es. Y es como un papá que sabe. Y a veces, hay que oír a papá.

El autor es actor y director teatral.

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1405365-sub-27-la-gran-camada-de-directores-jovencisimos

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