Sábado, 26 de marzo de 2011
TEATRO › A LOS 67 AñOS, MURIO EL ACTOR, AUTOR, DIRECTOR TEATRAL Y DOCENTE HUGO MIDON
Su meta fue siempre entablar comunicación con espectadores de distintas edades. El creador de Vivitos y coleando, Huesito Caracú y Objetos maravillosos, entre tantas otras obras, decía que hablando con los pibes había aprendido todo lo que sabía de teatro.
Por Karina Micheletto
Imagen: Martín Acosta
Hugo Midón fue director y maestro de diversas generaciones de artistas. Desde 2009 venía luchando contra un cáncer.
Hubo un antes y un después del teatro dirigido a los chicos en la Argentina, y el responsable de ese punto de inflexión, de esa nueva manera de plantear el espacio teatral cuando se concibe para el disfrute de los pibes, fue Hugo Midón. Y fue, en rigor, el que logró concebir e instalar una nueva categoría: el de teatro no ya para chicos, sino para todo público. El actor, autor y director teatral falleció ayer a los 67 años, víctima de un cáncer. Lo sobrevive no sólo una obra que quedará en la historia por estos grandes motivos, también una escuela que sigue uniendo las ideas de teatro, comedia musical, infantil para el disfrute de todo público. Su última obra, Playa bonita, reestrenada el año pasado con talentosos y jóvenes egresados de su escuela, es un ejemplo de esto.
Midón tuvo un compañero inseparable que también formó parte de ese sello que permanece, y de un recorrido artístico colectivo emprendido en forma colectiva: Carlos Gianni, autor de las músicas de los espectáculos. Con él, con un grupo de actores egresados de la Escuela de Teatro de la Universidad de Buenos Aires, y con la coreógrafa Mónica Penchansky, crearon en 1970 La vuelta manzana, una obra que tuvo gran éxito y fue reestrenada varias temporadas. “Todo comenzó allí –contaba Midón cuando repasaba su trayectoria–. Fue un espectáculo que creamos colectivamente. Empezamos a trabajar con improvisaciones, música y movimiento. A los tres meses nos dimos cuenta de que el material estaba bueno, se lo mostramos a Lino Patalano, que entonces estaba en el Regina, y él lo quiso poner. Y ahí lo empezamos a preparar. A partir de allí se fue dando una sociedad artística.”
Esa sociedad artística floreció en una cantidad de espectáculos que fueron apareciendo como fruto de un trabajo riguroso a partir de una idea clave que Midón siempre destacaba: decía que no concebía sus espectáculos para un público exclusivamente infantil; su meta siempre fue la de entablar una comunicación con espectadores de distintas edades, en espectáculos que habilitan múltiples claves de lectura, según la edad y la experiencia del espectador. Midón recordaba una frase del maestro titiritero Ariel Bufano –que por estos días está siendo implícitamente homenajeado con el reestreno de El gran circo–: “No hay rosas para niños y rosas para adultos”. “No hay paisajes para niños y paisajes para adultos –decía Midón–. El paisaje es el mismo, la obra es la misma, pero con esa obra un chico de dos años va a hacer una experiencia y el adulto va a hacer otra, y es así como tiene que ser. Por eso, nosotros lo llamamos teatro para todo público, no teatro para niños. Yo sé que hay muchas cosas que los chicos no van a entender en toda su profundidad; a lo mejor lo entienden literalmente. Por eso a veces los niños se ríen con una cosa con la que los padres lloran.”
Ese punto, el de la capacidad de hacer reír, llorar y emocionarse a los grandes junto con los chicos –aunque a veces por diferentes motivos, y en diferentes partes de sus obras– es el núcleo de una poética que hizo alcanzar a las creaciones de Midón el status de clásicos. Una capacidad a la que hay que agregar la de resaltar con humor filoso la crítica social en las situaciones más pequeñas, la de posar una aguda mirada crítica sobre los estereotipos sociales, sobre la idiosincrasia argentina y los argentinos, la de tener en cuenta la realidad material en la que los chicos viven, para contar sus historias desde ese lugar.
De allí que las tres ediciones de Vivitos y coleando –y sus músicas respectivas– sean recordadas todavía como un símbolo de esta poética. O que Narices, que se puso en escena en 1984, haya sido tomada como ejemplo de la forma en que es posible hablarles a los chicos sobre la dictadura militar y la recuperación de la democracia. O que Derechos torcidos, una obra basada en los derechos del niño (estrenada en 2005) todavía se mencione como la forma más tierna y efectiva de contarles a los chicos –y a los grandes– por dónde pasan, concretamente, estos derechos.
Ya desde sus títulos, sus obras eran invitaciones “aptas para todo público”: Locos recuerdos, Cantando sobre la mesa, El imaginario, Popeye y Olivia, Huesito Caracú, Stan y Oliver, Objetos maravillosos, Pajaritos en la cabeza, Playa bonita, entre otras propuestas que mantuvieron el sello Midón, sostenido siempre por la música de su amigo Gianni y elencos certeros. Por sus troupes pasaron intérpretes como Alberto Segado, Perla Szuchmacher, Omar Calicchio, Diego Reinhold, Cristina Moix, Roberto Catarineu, Carlos March, Andrea Tenuta, Gustavo Monje, Florencia Aragón, Ana María Cores, Divina Gloria y Fabio Posca. En 1984, los intérpretes de Narices –March, Tenuta y Catarineu– se sorprendieron sobre el final de una función cuando un imponente caballero italiano llegó a camarines para felicitarlos: era Vittorio Gassman, por entonces en gira en Buenos Aires, que había ido a verlos con su nieta.
Sus espectáculos llegaron además al Teatro Colón en dos oportunidades: en 1987 presentó allí la ópera Socorro, socorro, los Globolinks, y en 2003 Hansel y Gretel, la versión operística que hizo Engelbert Humperdinck del célebre cuento. Sobre esta última obra, había contado a Página/12: “Me gustaría que se logre emparentar este montaje con la situación de los chicos de la calle. Ese bosque es, igual que la calle, un infierno al que los padres deben enviar a sus hijos. Me gustaría hablar con esta obra de la carencia de alimentos y de cómo la desesperación de los adultos los lleva a perder el control sobre sus propios hijos”.
Midón debutó como actor en 1967 en Los caprichos del invierno, una obra del maestro Ariel Bufano, creador del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín. Un año antes había egresado del Instituto de Teatro de la Universidad de Buenos Aires. Además de su trabajo en teatro, el actor, autor y director incursionó en la televisión, como realizador de programas infantiles. En el balance, contaba que su paso por la pantalla chica le había proporcionado una valiosa capacidad de síntesis, entre otras herramientas que pudo volcar a su propia dramaturgia.
En 2004 publicó también un libro, Teatro 1, editado por Ediciones de la Flor, que reúne tres comedias musicales, Huesito Caracú, La Familia Fernández y Stan y Oliver. El volumen es acompañado por un CD que incluye cuatro canciones de cada obra, y también tiene su sello particular: “La idea original era presentar un material de trabajo, con apuntes, correcciones, tachaduras, una palabra reemplazada por otra. Al conversarlo con los editores, tuve que atender sus razones y se transformó en un libro más formal, pero que sigue siendo hablado, lo que pasa es que se expresa mediante códigos diferentes, los de la edición. Para mí, lo importante es que se trata de algo más allá de un libro seco”, contó.
Desde 1982 fue además director y docente del Centro de Formación Teatral Río Plateado, en el que se formaron actores como los que presentaron hasta el año pasado su obra Playa bonita, también con música de Gianni. Adolescentes y jóvenes que sorprendían en escena por su talento y formación, en espectáculos que seguían haciendo hincapié en el cuidado del vestuario, la escenografía, la iluminación, la coreografía y la música, a cargo de profesionales que consideraban que cada uno de estos elementos era importante en sí mismo.
Algunas de las ideas que dejó reflejadas Midón en diferentes entrevistas proporcionan claves de lectura para entender su trayectoria. “Desde el comienzo sentí una valoración especial por los chicos, a los que consideraba mis pares en cuanto a seres humanos y a importancia en la vida”, decía, por ejemplo. “Me interesaba mucho el diálogo con los chicos, aun fuera del teatro –eso era una cosa que yo traía, no sé bien el porqué de ese interés espontáneo–. En una reunión, me interesaba más hablar con un chico o una chica que con un grande. Y en ese diálogo con ellos que establecí dentro y fuera del teatro aprendí todo lo que sé de teatro.”
En una entrevista con Página/12 dejó sentado también un aspecto importante de su concepción autoral. “Yo no soy un revolucionario –decía–. Sólo puedo avanzar a medida que el espectador va abriendo puertas. Si el otro quiere, yo avanzo; si no quiere, no voy más allá.” Y decía también que hubo momentos en que tuvo que frenar en ese “ir más allá”. “En El gato con botas presentaba a un gato arribista, mentiroso, inescrupuloso, corrupto, que hace lo necesario para tener poder –contó–. Desde mi ideología ese gato no podía salir triunfante, a pesar de que en el momento en que lo hice, en el ’93, ese modelo era triunfador. Lo que pasó en esa época fue que ese gato era tan simpático que la gente lo terminó votando dos veces. Entonces al público no le gustaba el castigo final que había en la obra. No lo quería ver. Muchas veces uno se adelanta a una situación, o profundiza más de lo necesario, o critica lo que no se quiere criticar.”
Las cosas han cambiado en el mundo de los espectáculos para chicos –y en el mundo, y en los espectáculos, y en los chicos– desde que Hugo Midón comenzó su carrera, cuarenta años atrás. La teoría de que “con dos globos y un payaso se entretiene a los chicos”, como decía él, ya no se ajusta a la realidad, y las propuestas han crecido en cantidad y calidad. Claro que no es así en todos los casos, pero los padres pueden estar tranquilos: es cierto que la tele puede seguir fabricando mamarrachos en serie al estilo Panam, multiplicados al infinito y más allá. Pero también es cierto que quienes ponen su vocación al servicio de hacer escuela forman discípulos, y los discípulos están para superar a sus maestros. Y está, también, la obra ya transitada. Así que es seguro que habrá Hugos Midones para rato, aunque tengan otros nombres, y otros espacios, y otros estilos. Artistas que tengan ganas de dirigirse a seres curiosos, inteligentes, imaginativos, deseosos de jugar, imaginar, preguntar, constructores de sentido, interlocutores para mirar el mundo, para aprender de ellos lo inimaginable. Chicos, grandes. Seres humanos.
“Siempre fui de hacer mucho con poco”
Hugo Midón fue un artista que supo hacer teatro y que supo también reflexionar sobre su trabajo. Aquí van algunas de sus ideas respecto del teatro infantil:
- “El teatro es una alternativa, no es la televisión. Les habla a los chicos de otras cosas que no son habituales y que son todavía cosas con las cuales ellos juegan. Es una batalla desigual porque sin estar en la televisión se llega a un público más reducido. Pero los chicos siguen jugando con los mismos baldecitos, las mismas palitas y haciendo los mismos castillos. El teatro tiene que ver un poco con eso, el mar sigue siendo el mismo.”
- “No soy amigo de las divisiones, pero soy consciente de que hay obras que por su densidad temática son para chicos de nueve o diez años que, en general, ven más crudamente la realidad del afuera. En Derechos torcidos esa realidad era evidente, porque aparecían el hambre y la falta de una casa donde cobijarse. En Huesito Caracú se mostraban otras carencias, como la desarticulación del campo. Lo que me interesa es que el chico observe qué ocurre a su alrededor. En realidad, los más chiquitos también ven lo que pasa hoy en la calle. Un nene de cuatro o cinco años pregunta por el pibe que le limpia el parabrisas del auto a su papá o por los cartoneros.”
- “Me gusta partir de la realidad concreta para volar un poco. Siempre mis mundos fantásticos tienen un anclaje en la realidad. Tiene mucho que ver con mi infancia. Yo no tenía mucho acceso a los juguetes, por lo que nosotros hacíamos los juguetes con lo que había. Los famosos skate los hacíamos con una tabla y rulemanes. Todo se hacía así: siempre fui de hacer mucho con poco. Creo que ésa es una característica latinoamericana, porque somos países en estado continuo de pobreza. En Narices era muy evidente que se trataba de un tiempo de apertura democrática.”
- “Siempre me interesó que los chicos sean ellos y no otros. Porque muchas veces pasa que los adultos transfieren sus propias expectativas a ellos.”
- “Una de las cosas que me favorecieron para hacer teatro para los chicos fue haber tenido una continuidad y un interés en escucharlos, en tener diálogo con ellos. Hablando con los chicos se aprende mucho: tienen una visión muy sintética y muy esencial de las cosas. Los adultos, a diferencia de los chicos, van perdiendo esencialidad. Regresar a lo esencial de la vida es una buena manera de intentar mejorar las cosas.”
40 años en la escena
1944: Nace el 27 de febrero, en Valentín Alsina, Partido de Lanús, provincia de Buenos Aires.
1966: Egresa del Instituto de Teatro de la Universidad de Buenos Aires.
1970: En el Teatro Regina, de Buenos Aires, pone en escena su primera pieza infantil, La vuelta manzana, por la que recibe el Premio Argentores.
1982: Se estrenan en televisión sus obras La vuelta manzana, Cantando sobre la mesa y El imaginario.
1983: Se estrena Las aventuras de Pinocho en cine y teatro (Metropolitan).
1987: La ópera Socorro, socorro, los Globolinks se estrena en el Colón.
1990: En el Teatro Metropolitan se presenta su obra Vivitos y coleando I. Recibe el Premio Konex a la trayectoria (1980-1990).
1994: Recibe el Premio ACE a la trayectoria y el Premio Konex Diploma al Mérito en la categoría Literatura Infantil.
2000: En el Museo de los Niños (Abasto), se estrena su obra para chicos Objetos maravillosos.
2001: Recibe el Premio Konex de Platino en la categoría espectáculo infantil y juvenil. Huesito Caracú es presentada en la Sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza.
2003: En el Teatro Colón, se estrena Hansel y Gretel.
2004: Aparece Teatro 1, publicado en Buenos Aires por Ediciones De La Flor, que reúne tres comedias musicales: Huesito Caracú, La Familia Fernándes y Stan y Oliver. El volumen es acompañado de un cd que incluye cuatro canciones de cada obra.
2005: Se estrena Derechos Torcidos, una obra basada en Los Derechos del Niño.
2006: La editorial Puerto de Palos lanza la colección “Otro Cantar”, a cargo de Midón y Carlos Gianni.
2009: Se estrena Playa bonita en el teatro La Comedia.
Un duende escondido en una botella
Por Hilda Cabrera
Del artista que fue Hugo Midón podía decirse que gracias a su creatividad era posible imaginar a un duende escondido en una botella y al mismo tiempo de-sanudar fantasías menos descabelladas y mucho más cercanas a la realidad. Una realidad que este actor, dramaturgo, director y docente sintió en profundidad, sensibilizado –como lo expresó en varias oportunidades– por las difíciles situaciones de distinto orden vividas en la Argentina, incluida la orfandad que periódicamente ha golpeado y golpea a la actividad artística. Se recuerda aquella singular mirada que abarcó al mundo infantil a través de su inolvidable Vivitos y coleando, que fue primero un programa para la TV y más tarde obra de teatro. Ese aire nuevo era consecuencia de toda una vida dedicada al teatro para niños y a la creación de personajes transparentes y audaces. A veces fueron los inspirados payasos de aquel Vivitos... que interpretaron Andrea Tenuta, Roberto Catarineu y Carlos March, donde la música –como lo fue en todas las producciones de Midón– pertenecía a Carlos Gianni. No era extraño entonces que se atreviera con la delicadeza del hombre sabio a rescatar asuntos delicados sin crear conflictos en el niño. El tema de la muerte –por mencionar el que más duele al ser irreparable– se hizo presente en un especial de TV, donde Midón puso el foco en la muerte de la madre de Cenicienta. Es cierto que aquel Vivitos... fue –como se dice hoy– un clásico entre los clásicos, pero este creador produjo otros: La vuelta manzana, La familia Fernandes, Objetos maravillosos (con el Grupo Vocal 5); Cantando sobre la mesa, El imaginario y LocosReCuerdos, entre muchos más. Los payasos habían aparecido ya en Narices, espectáculo de 1983, donde Midón cambió el panorama mostrando a un payaso que no era ése de las bofetadas sino “una imagen del juego en libertad”. Y lo expresó así: “Sentí que debía traducir de alguna manera la alegría de vivir sin miedos. Como salíamos de una época muy oscura, esos payasos tenían que estar cubiertos por telarañas. En un momento, aparecían tres duendes, que eran chicos acróbatas, y les quitaban las telas, tratando de infundirles confianza”.
Sin duda, había creado otros duendes. No eran sólo los fabulados duendes de la botella: “Quería ser un despertar y una esperanza, la de vivir en un lugar donde hubiera más consideración en las relaciones. Siempre quise que los chicos valoraran poder hablar sin miedos”, resumía esperanzado. Toda una declaración de principios en quien no vacilaba en participar de los actos que se realizaban en contra de situaciones injustas, también en el teatro, que comprendía por supuesto al de los chicos y sus intereses, que él relacionaba con las experiencias del día a día. También ése era un aprendizaje que le proporcionaba su público, “de 2 a 90 años”, bromeaba. Un fenómeno único en el campo teatral. “Los chicos –apuntaba– me han demostrado que el espectro de temas que conocen es más amplio de lo que pensamos, y los padres no aceptan cualquier cosa para sus hijos, y los proveen de otros materiales, convencidos de que siempre, aun en los momentos de chatura, algo se puede salvar y afianzar.”
Y a él lo salvaba –decía– el contacto con los chicos, “porque los pibes siempre van para arriba”. A Midón le dolían la pobreza y la corrupción y lo transmitía en algunos de sus espectáculos sin amargar al auditorio. La intención era pelearle al desánimo, incorporando música, de Gianni, y armando temas como “Careteando” y “Al pan, pan”. En aquellas oscilaciones del ánimo descreía de los políticos y proponía más participación: “Creo que la misma sociedad debería rescatar los conceptos de solidaridad y humanidad y barajar de nuevo”.
Lo hecho por Midón ha sido mucho e intenso, tanto en obras propias como en la dirección de espectáculos de otros autores y para adultos, como El grito pelado, de Oscar Viale. Supo crear un estudio que es referente del teatro para chicos y adolescentes, Río Plateado, y producido obras, como Doce mujeres con Angel y Playa bonita, donde sus colaboradores le allanaron el camino para que él no dedicara tanto tiempo a la docencia. En Playa... incorporó una comparsa y le dio otro aire a las canciones y bailes característicos de sus espectáculos. “La playa es un lugar abierto, de libertad”, decía este incansable trabajador de la escena que tuvo entre sus maestros al admirado Oscar Fessler, su recordado profesor en el Instituto de Teatro de la Universidad de Buenos Aires, en los años ‘60. Sin embargo, cuando se le preguntaba si se consideraba un pionero del teatro infantil, eludía la respuesta. Prefería narrar anécdotas de otro tiempo, en las que asomaban nombres queridos, gente que lo había acompañado en el entusiasmo: Héctor Malamud, Alberto Segado, Gianni, por supuesto; Lino Patalano, Margarita Jusid, Leonor Puga Sabaté y tantos otros. Aunque no lo dijera abiertamente, fue un pionero desde La vuelta manzana su estreno de 1970, en el Teatro Regina, donde impactó a un público que quiso acompañarlo y colmó la platea durante dos temporadas.
Fuente:http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/10-21185-2011-03-26.html
TEATRO › A LOS 67 AñOS, MURIO EL ACTOR, AUTOR, DIRECTOR TEATRAL Y DOCENTE HUGO MIDON
Su meta fue siempre entablar comunicación con espectadores de distintas edades. El creador de Vivitos y coleando, Huesito Caracú y Objetos maravillosos, entre tantas otras obras, decía que hablando con los pibes había aprendido todo lo que sabía de teatro.
Por Karina Micheletto
Imagen: Martín Acosta
Hugo Midón fue director y maestro de diversas generaciones de artistas. Desde 2009 venía luchando contra un cáncer.
Hubo un antes y un después del teatro dirigido a los chicos en la Argentina, y el responsable de ese punto de inflexión, de esa nueva manera de plantear el espacio teatral cuando se concibe para el disfrute de los pibes, fue Hugo Midón. Y fue, en rigor, el que logró concebir e instalar una nueva categoría: el de teatro no ya para chicos, sino para todo público. El actor, autor y director teatral falleció ayer a los 67 años, víctima de un cáncer. Lo sobrevive no sólo una obra que quedará en la historia por estos grandes motivos, también una escuela que sigue uniendo las ideas de teatro, comedia musical, infantil para el disfrute de todo público. Su última obra, Playa bonita, reestrenada el año pasado con talentosos y jóvenes egresados de su escuela, es un ejemplo de esto.
Midón tuvo un compañero inseparable que también formó parte de ese sello que permanece, y de un recorrido artístico colectivo emprendido en forma colectiva: Carlos Gianni, autor de las músicas de los espectáculos. Con él, con un grupo de actores egresados de la Escuela de Teatro de la Universidad de Buenos Aires, y con la coreógrafa Mónica Penchansky, crearon en 1970 La vuelta manzana, una obra que tuvo gran éxito y fue reestrenada varias temporadas. “Todo comenzó allí –contaba Midón cuando repasaba su trayectoria–. Fue un espectáculo que creamos colectivamente. Empezamos a trabajar con improvisaciones, música y movimiento. A los tres meses nos dimos cuenta de que el material estaba bueno, se lo mostramos a Lino Patalano, que entonces estaba en el Regina, y él lo quiso poner. Y ahí lo empezamos a preparar. A partir de allí se fue dando una sociedad artística.”
Esa sociedad artística floreció en una cantidad de espectáculos que fueron apareciendo como fruto de un trabajo riguroso a partir de una idea clave que Midón siempre destacaba: decía que no concebía sus espectáculos para un público exclusivamente infantil; su meta siempre fue la de entablar una comunicación con espectadores de distintas edades, en espectáculos que habilitan múltiples claves de lectura, según la edad y la experiencia del espectador. Midón recordaba una frase del maestro titiritero Ariel Bufano –que por estos días está siendo implícitamente homenajeado con el reestreno de El gran circo–: “No hay rosas para niños y rosas para adultos”. “No hay paisajes para niños y paisajes para adultos –decía Midón–. El paisaje es el mismo, la obra es la misma, pero con esa obra un chico de dos años va a hacer una experiencia y el adulto va a hacer otra, y es así como tiene que ser. Por eso, nosotros lo llamamos teatro para todo público, no teatro para niños. Yo sé que hay muchas cosas que los chicos no van a entender en toda su profundidad; a lo mejor lo entienden literalmente. Por eso a veces los niños se ríen con una cosa con la que los padres lloran.”
Ese punto, el de la capacidad de hacer reír, llorar y emocionarse a los grandes junto con los chicos –aunque a veces por diferentes motivos, y en diferentes partes de sus obras– es el núcleo de una poética que hizo alcanzar a las creaciones de Midón el status de clásicos. Una capacidad a la que hay que agregar la de resaltar con humor filoso la crítica social en las situaciones más pequeñas, la de posar una aguda mirada crítica sobre los estereotipos sociales, sobre la idiosincrasia argentina y los argentinos, la de tener en cuenta la realidad material en la que los chicos viven, para contar sus historias desde ese lugar.
De allí que las tres ediciones de Vivitos y coleando –y sus músicas respectivas– sean recordadas todavía como un símbolo de esta poética. O que Narices, que se puso en escena en 1984, haya sido tomada como ejemplo de la forma en que es posible hablarles a los chicos sobre la dictadura militar y la recuperación de la democracia. O que Derechos torcidos, una obra basada en los derechos del niño (estrenada en 2005) todavía se mencione como la forma más tierna y efectiva de contarles a los chicos –y a los grandes– por dónde pasan, concretamente, estos derechos.
Ya desde sus títulos, sus obras eran invitaciones “aptas para todo público”: Locos recuerdos, Cantando sobre la mesa, El imaginario, Popeye y Olivia, Huesito Caracú, Stan y Oliver, Objetos maravillosos, Pajaritos en la cabeza, Playa bonita, entre otras propuestas que mantuvieron el sello Midón, sostenido siempre por la música de su amigo Gianni y elencos certeros. Por sus troupes pasaron intérpretes como Alberto Segado, Perla Szuchmacher, Omar Calicchio, Diego Reinhold, Cristina Moix, Roberto Catarineu, Carlos March, Andrea Tenuta, Gustavo Monje, Florencia Aragón, Ana María Cores, Divina Gloria y Fabio Posca. En 1984, los intérpretes de Narices –March, Tenuta y Catarineu– se sorprendieron sobre el final de una función cuando un imponente caballero italiano llegó a camarines para felicitarlos: era Vittorio Gassman, por entonces en gira en Buenos Aires, que había ido a verlos con su nieta.
Sus espectáculos llegaron además al Teatro Colón en dos oportunidades: en 1987 presentó allí la ópera Socorro, socorro, los Globolinks, y en 2003 Hansel y Gretel, la versión operística que hizo Engelbert Humperdinck del célebre cuento. Sobre esta última obra, había contado a Página/12: “Me gustaría que se logre emparentar este montaje con la situación de los chicos de la calle. Ese bosque es, igual que la calle, un infierno al que los padres deben enviar a sus hijos. Me gustaría hablar con esta obra de la carencia de alimentos y de cómo la desesperación de los adultos los lleva a perder el control sobre sus propios hijos”.
Midón debutó como actor en 1967 en Los caprichos del invierno, una obra del maestro Ariel Bufano, creador del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín. Un año antes había egresado del Instituto de Teatro de la Universidad de Buenos Aires. Además de su trabajo en teatro, el actor, autor y director incursionó en la televisión, como realizador de programas infantiles. En el balance, contaba que su paso por la pantalla chica le había proporcionado una valiosa capacidad de síntesis, entre otras herramientas que pudo volcar a su propia dramaturgia.
En 2004 publicó también un libro, Teatro 1, editado por Ediciones de la Flor, que reúne tres comedias musicales, Huesito Caracú, La Familia Fernández y Stan y Oliver. El volumen es acompañado por un CD que incluye cuatro canciones de cada obra, y también tiene su sello particular: “La idea original era presentar un material de trabajo, con apuntes, correcciones, tachaduras, una palabra reemplazada por otra. Al conversarlo con los editores, tuve que atender sus razones y se transformó en un libro más formal, pero que sigue siendo hablado, lo que pasa es que se expresa mediante códigos diferentes, los de la edición. Para mí, lo importante es que se trata de algo más allá de un libro seco”, contó.
Desde 1982 fue además director y docente del Centro de Formación Teatral Río Plateado, en el que se formaron actores como los que presentaron hasta el año pasado su obra Playa bonita, también con música de Gianni. Adolescentes y jóvenes que sorprendían en escena por su talento y formación, en espectáculos que seguían haciendo hincapié en el cuidado del vestuario, la escenografía, la iluminación, la coreografía y la música, a cargo de profesionales que consideraban que cada uno de estos elementos era importante en sí mismo.
Algunas de las ideas que dejó reflejadas Midón en diferentes entrevistas proporcionan claves de lectura para entender su trayectoria. “Desde el comienzo sentí una valoración especial por los chicos, a los que consideraba mis pares en cuanto a seres humanos y a importancia en la vida”, decía, por ejemplo. “Me interesaba mucho el diálogo con los chicos, aun fuera del teatro –eso era una cosa que yo traía, no sé bien el porqué de ese interés espontáneo–. En una reunión, me interesaba más hablar con un chico o una chica que con un grande. Y en ese diálogo con ellos que establecí dentro y fuera del teatro aprendí todo lo que sé de teatro.”
En una entrevista con Página/12 dejó sentado también un aspecto importante de su concepción autoral. “Yo no soy un revolucionario –decía–. Sólo puedo avanzar a medida que el espectador va abriendo puertas. Si el otro quiere, yo avanzo; si no quiere, no voy más allá.” Y decía también que hubo momentos en que tuvo que frenar en ese “ir más allá”. “En El gato con botas presentaba a un gato arribista, mentiroso, inescrupuloso, corrupto, que hace lo necesario para tener poder –contó–. Desde mi ideología ese gato no podía salir triunfante, a pesar de que en el momento en que lo hice, en el ’93, ese modelo era triunfador. Lo que pasó en esa época fue que ese gato era tan simpático que la gente lo terminó votando dos veces. Entonces al público no le gustaba el castigo final que había en la obra. No lo quería ver. Muchas veces uno se adelanta a una situación, o profundiza más de lo necesario, o critica lo que no se quiere criticar.”
Las cosas han cambiado en el mundo de los espectáculos para chicos –y en el mundo, y en los espectáculos, y en los chicos– desde que Hugo Midón comenzó su carrera, cuarenta años atrás. La teoría de que “con dos globos y un payaso se entretiene a los chicos”, como decía él, ya no se ajusta a la realidad, y las propuestas han crecido en cantidad y calidad. Claro que no es así en todos los casos, pero los padres pueden estar tranquilos: es cierto que la tele puede seguir fabricando mamarrachos en serie al estilo Panam, multiplicados al infinito y más allá. Pero también es cierto que quienes ponen su vocación al servicio de hacer escuela forman discípulos, y los discípulos están para superar a sus maestros. Y está, también, la obra ya transitada. Así que es seguro que habrá Hugos Midones para rato, aunque tengan otros nombres, y otros espacios, y otros estilos. Artistas que tengan ganas de dirigirse a seres curiosos, inteligentes, imaginativos, deseosos de jugar, imaginar, preguntar, constructores de sentido, interlocutores para mirar el mundo, para aprender de ellos lo inimaginable. Chicos, grandes. Seres humanos.
“Siempre fui de hacer mucho con poco”
Hugo Midón fue un artista que supo hacer teatro y que supo también reflexionar sobre su trabajo. Aquí van algunas de sus ideas respecto del teatro infantil:
- “El teatro es una alternativa, no es la televisión. Les habla a los chicos de otras cosas que no son habituales y que son todavía cosas con las cuales ellos juegan. Es una batalla desigual porque sin estar en la televisión se llega a un público más reducido. Pero los chicos siguen jugando con los mismos baldecitos, las mismas palitas y haciendo los mismos castillos. El teatro tiene que ver un poco con eso, el mar sigue siendo el mismo.”
- “No soy amigo de las divisiones, pero soy consciente de que hay obras que por su densidad temática son para chicos de nueve o diez años que, en general, ven más crudamente la realidad del afuera. En Derechos torcidos esa realidad era evidente, porque aparecían el hambre y la falta de una casa donde cobijarse. En Huesito Caracú se mostraban otras carencias, como la desarticulación del campo. Lo que me interesa es que el chico observe qué ocurre a su alrededor. En realidad, los más chiquitos también ven lo que pasa hoy en la calle. Un nene de cuatro o cinco años pregunta por el pibe que le limpia el parabrisas del auto a su papá o por los cartoneros.”
- “Me gusta partir de la realidad concreta para volar un poco. Siempre mis mundos fantásticos tienen un anclaje en la realidad. Tiene mucho que ver con mi infancia. Yo no tenía mucho acceso a los juguetes, por lo que nosotros hacíamos los juguetes con lo que había. Los famosos skate los hacíamos con una tabla y rulemanes. Todo se hacía así: siempre fui de hacer mucho con poco. Creo que ésa es una característica latinoamericana, porque somos países en estado continuo de pobreza. En Narices era muy evidente que se trataba de un tiempo de apertura democrática.”
- “Siempre me interesó que los chicos sean ellos y no otros. Porque muchas veces pasa que los adultos transfieren sus propias expectativas a ellos.”
- “Una de las cosas que me favorecieron para hacer teatro para los chicos fue haber tenido una continuidad y un interés en escucharlos, en tener diálogo con ellos. Hablando con los chicos se aprende mucho: tienen una visión muy sintética y muy esencial de las cosas. Los adultos, a diferencia de los chicos, van perdiendo esencialidad. Regresar a lo esencial de la vida es una buena manera de intentar mejorar las cosas.”
40 años en la escena
1944: Nace el 27 de febrero, en Valentín Alsina, Partido de Lanús, provincia de Buenos Aires.
1966: Egresa del Instituto de Teatro de la Universidad de Buenos Aires.
1970: En el Teatro Regina, de Buenos Aires, pone en escena su primera pieza infantil, La vuelta manzana, por la que recibe el Premio Argentores.
1982: Se estrenan en televisión sus obras La vuelta manzana, Cantando sobre la mesa y El imaginario.
1983: Se estrena Las aventuras de Pinocho en cine y teatro (Metropolitan).
1987: La ópera Socorro, socorro, los Globolinks se estrena en el Colón.
1990: En el Teatro Metropolitan se presenta su obra Vivitos y coleando I. Recibe el Premio Konex a la trayectoria (1980-1990).
1994: Recibe el Premio ACE a la trayectoria y el Premio Konex Diploma al Mérito en la categoría Literatura Infantil.
2000: En el Museo de los Niños (Abasto), se estrena su obra para chicos Objetos maravillosos.
2001: Recibe el Premio Konex de Platino en la categoría espectáculo infantil y juvenil. Huesito Caracú es presentada en la Sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza.
2003: En el Teatro Colón, se estrena Hansel y Gretel.
2004: Aparece Teatro 1, publicado en Buenos Aires por Ediciones De La Flor, que reúne tres comedias musicales: Huesito Caracú, La Familia Fernándes y Stan y Oliver. El volumen es acompañado de un cd que incluye cuatro canciones de cada obra.
2005: Se estrena Derechos Torcidos, una obra basada en Los Derechos del Niño.
2006: La editorial Puerto de Palos lanza la colección “Otro Cantar”, a cargo de Midón y Carlos Gianni.
2009: Se estrena Playa bonita en el teatro La Comedia.
Un duende escondido en una botella
Por Hilda Cabrera
Del artista que fue Hugo Midón podía decirse que gracias a su creatividad era posible imaginar a un duende escondido en una botella y al mismo tiempo de-sanudar fantasías menos descabelladas y mucho más cercanas a la realidad. Una realidad que este actor, dramaturgo, director y docente sintió en profundidad, sensibilizado –como lo expresó en varias oportunidades– por las difíciles situaciones de distinto orden vividas en la Argentina, incluida la orfandad que periódicamente ha golpeado y golpea a la actividad artística. Se recuerda aquella singular mirada que abarcó al mundo infantil a través de su inolvidable Vivitos y coleando, que fue primero un programa para la TV y más tarde obra de teatro. Ese aire nuevo era consecuencia de toda una vida dedicada al teatro para niños y a la creación de personajes transparentes y audaces. A veces fueron los inspirados payasos de aquel Vivitos... que interpretaron Andrea Tenuta, Roberto Catarineu y Carlos March, donde la música –como lo fue en todas las producciones de Midón– pertenecía a Carlos Gianni. No era extraño entonces que se atreviera con la delicadeza del hombre sabio a rescatar asuntos delicados sin crear conflictos en el niño. El tema de la muerte –por mencionar el que más duele al ser irreparable– se hizo presente en un especial de TV, donde Midón puso el foco en la muerte de la madre de Cenicienta. Es cierto que aquel Vivitos... fue –como se dice hoy– un clásico entre los clásicos, pero este creador produjo otros: La vuelta manzana, La familia Fernandes, Objetos maravillosos (con el Grupo Vocal 5); Cantando sobre la mesa, El imaginario y LocosReCuerdos, entre muchos más. Los payasos habían aparecido ya en Narices, espectáculo de 1983, donde Midón cambió el panorama mostrando a un payaso que no era ése de las bofetadas sino “una imagen del juego en libertad”. Y lo expresó así: “Sentí que debía traducir de alguna manera la alegría de vivir sin miedos. Como salíamos de una época muy oscura, esos payasos tenían que estar cubiertos por telarañas. En un momento, aparecían tres duendes, que eran chicos acróbatas, y les quitaban las telas, tratando de infundirles confianza”.
Sin duda, había creado otros duendes. No eran sólo los fabulados duendes de la botella: “Quería ser un despertar y una esperanza, la de vivir en un lugar donde hubiera más consideración en las relaciones. Siempre quise que los chicos valoraran poder hablar sin miedos”, resumía esperanzado. Toda una declaración de principios en quien no vacilaba en participar de los actos que se realizaban en contra de situaciones injustas, también en el teatro, que comprendía por supuesto al de los chicos y sus intereses, que él relacionaba con las experiencias del día a día. También ése era un aprendizaje que le proporcionaba su público, “de 2 a 90 años”, bromeaba. Un fenómeno único en el campo teatral. “Los chicos –apuntaba– me han demostrado que el espectro de temas que conocen es más amplio de lo que pensamos, y los padres no aceptan cualquier cosa para sus hijos, y los proveen de otros materiales, convencidos de que siempre, aun en los momentos de chatura, algo se puede salvar y afianzar.”
Y a él lo salvaba –decía– el contacto con los chicos, “porque los pibes siempre van para arriba”. A Midón le dolían la pobreza y la corrupción y lo transmitía en algunos de sus espectáculos sin amargar al auditorio. La intención era pelearle al desánimo, incorporando música, de Gianni, y armando temas como “Careteando” y “Al pan, pan”. En aquellas oscilaciones del ánimo descreía de los políticos y proponía más participación: “Creo que la misma sociedad debería rescatar los conceptos de solidaridad y humanidad y barajar de nuevo”.
Lo hecho por Midón ha sido mucho e intenso, tanto en obras propias como en la dirección de espectáculos de otros autores y para adultos, como El grito pelado, de Oscar Viale. Supo crear un estudio que es referente del teatro para chicos y adolescentes, Río Plateado, y producido obras, como Doce mujeres con Angel y Playa bonita, donde sus colaboradores le allanaron el camino para que él no dedicara tanto tiempo a la docencia. En Playa... incorporó una comparsa y le dio otro aire a las canciones y bailes característicos de sus espectáculos. “La playa es un lugar abierto, de libertad”, decía este incansable trabajador de la escena que tuvo entre sus maestros al admirado Oscar Fessler, su recordado profesor en el Instituto de Teatro de la Universidad de Buenos Aires, en los años ‘60. Sin embargo, cuando se le preguntaba si se consideraba un pionero del teatro infantil, eludía la respuesta. Prefería narrar anécdotas de otro tiempo, en las que asomaban nombres queridos, gente que lo había acompañado en el entusiasmo: Héctor Malamud, Alberto Segado, Gianni, por supuesto; Lino Patalano, Margarita Jusid, Leonor Puga Sabaté y tantos otros. Aunque no lo dijera abiertamente, fue un pionero desde La vuelta manzana su estreno de 1970, en el Teatro Regina, donde impactó a un público que quiso acompañarlo y colmó la platea durante dos temporadas.
Fuente:http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/10-21185-2011-03-26.html
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