Midón, un lindo rebelde, que con su obra buscó la justicia, la libertad y la alegría. Foto Archivo
Murió Hugo Midón
Murió Hugo Midón
Tenía 67 años y cuatro décadas de carrera
Sábado 26 de marzo de 2011 | Publicado en edición impresa
Ayer al mediodía murió, a los 67 años, el director Hugo Midón. Sus restos serán inhumados hoy en el cementerio de la Chacarita.
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En una entrevista a principios de 2009, con motivo del estreno de Playa bonita , Hugo Midón recordaba, junto con Carlos Gianni (el músico que lo acompañó en sus 40 años de carrera), la puesta en escena de La vuelta manzana , su primera empresa, la que se constituyó en el detonador de un nuevo enfoque en el teatro para niños.
Desde esa "aventura" inicial, el sello inconfundible de su trabajo fue buscar el mejor nivel en todos los códigos, con los mejores profesionales en cada rubro, a lo que podríamos agregar su especial sentido del ritmo y del juego, y una sutil vuelta de tuerca en los textos en los que aparece toda su rebeldía, su protesta, su búsqueda de la justicia y la libertad.
Como lograba estos objetivos, se fue haciendo conocido, famoso, emblemático. Logró el respeto que significaba la libertad para usar las luces, la utilización de todo el escenario, un creciente acatamiento de los técnicos a sus directivas y una buena prensa. Y resultó evidente que produjo un impacto en el género y provocó cambios, aunque no todos comprendían la profundidad de sus conceptos, que especialmente se comunicaban en el ámbito perspicaz de sus canciones.
Si bien otros autores y directores estaban por la misma época animándose al musical para niños, Hugo Midón logró colocarse (sin duda con mucho esfuerzo) desde el principio, en un nivel que competía con el musical para adultos y conseguía el interés de algunos empresarios de salas importantes, además de la creciente adhesión de un público cada vez más incondicional.
Decía este director en su relato del primer estreno: "Nos juntamos unos cuantos y nos desafiamos, a ver si éramos capaces de gestar una obra. Se nos ocurrió un musical para niños. Era insólito en 1967, pero nos pareció divertido. Después de recorrer varias oficinas con nuestra carpeta, llegamos al Regina. Allí estaba Lino Patalano, quien creyó en nosotros. La cosa es que hicimos la obra, nos fue gente, y en 21 días recuperamos los gastos y pudimos devolver lo prestado".
Desde entonces, a Midón siempre "le fue gente". Se instaló desde un principio como un profesional muy riguroso, con enorme capacidad para formar y conducir a los actores y actrices, exigiendo el mejor nivel de cada uno. El mismo lo resumió cuando dijo, en una entrevista, refiriéndose a si podría pensar en dejar escuela: "No es para nada fácil. En todo esto hay mucho trabajo, y se necesita humor, vitalidad, profesionalismo, emoción, juego, y estar conectados con lo social. Ninguno de esos aspectos es negociable".
A La vuelta manzana le siguieron, entre otros espectáculos Cantando sobre la mesa, Salpicón, El imaginario y Objetos maravillosos. Luego vino Narices, que inauguró una nueva estética que estaría presente en espectáculos posteriores. Los payasos de Narices celebran el despertar del teatro con el regreso de la democracia en 1984, y luego vuelven a estar con chicos y grandes, diciendo que, pese a todo, siguen Vivitos y coleando y que son Locos Re Cuerdos, porque sobreviven en un mundo absurdo. Las obras, en su animada y colorida bohemia musical, defienden la identidad, la libertad, el derecho a jugar, temas presentes en todo el trabajo de este creador. Midón en esta obra también se adelantó a lo que luego se convertirá en una estética cada vez más frecuente en el teatro para niños, la del circo.
En trabajos posteriores pareció más dispuesto a compartir sus emociones y sus sentimientos, y en ellas se acentúa un humor irónico, con protestas, enojo y desencanto, aunque, de todos modos, los payasos con su inocencia y su ternura trasmiten su fuerza y su porfía, defienden su identidad, su derecho a elegir y, en ese punto, se encuentran también con los niños.
Tablas
Aunque Hugo Midón hizo algunas incursiones por la televisión (Vivitos y coleando, una serie con la compañía Asomados y Escondidos), es evidente que su lugar preferido estuvo en el teatro. Otros espectáculos memorables, como Huesito caracú y El gato con botas, así como Derechos torcidos, que recorrieron el país y el extranjero, lo muestran adentrándose de otra manera más directa en sus temas favoritos.
Para este creador, su elenco fue siempre clave para su trabajo: "Un gran porcentaje del espectáculo es la técnica. Es importante la energía que se da desde el elenco, el director y los técnicos". Esto lo decía en 2008, en relación con una especie de retorno de varios espectáculos, como fue La trup sin fin, estrenada en el Teatro Cervantes. En ocasión de ese estreno, había insistido en que la nota previa se realizara junto a todos los actores, y esa energía de la que habla fue palpable aún para alguien de afuera. "Conservar todavía esta capacidad de juego -decía Hugo entonces-, esta capacidad de inocencia, la disposición para poner afuera los sentimientos, seguir teniendo todo eso en este mundo donde justamente ser así se va convirtiendo en una cualidad cada vez más peligrosa, me parece que está bueno que ocurra. Las individualidades de cada uno de los actores tienen posibilidad de manifestarse. Al surgir la individualidad, ésta se funde en lo colectivo y eso resulta bastante equilibrado: son todos responsables, la obra podría ser de todos y de cada uno."
Muchos de los que se destacan actualmente en el musical pasaron por sus clases y por sus obras. El año pasado, se entregaron por primera vez los Premios Hugo, a lo mejor del teatro musical, llamados así en su honor.
Un salpicón de locos recuerdos
Pablo Gorlero
LA NACION
Al agua, pato-pato, como los patos-patos. Al agua, pato-pato, al agua, pez". Y a bañarse. "Me miro en el espejo, me quiero conocer. Saber qué cara tengo y de qué color la piel". Y a peinarse. "Soy como una rueda que va por la vereda, doy vueltas y vueltas, rueda que te rueda." Y a pasear.
Son muchas canciones que los de cuarenta y tantos llegamos a abrazar para aprender y jugar, gracias a Midón. Ir a ver sus obras era llenarse el corazón de cultura y jugar a lo loco. Todavía recuerdo a Berugo Carámbula vestido de deshollinador, en La vuelta manzana, cantando la canción de "La nariz tiznada", con una chica de rulos simpatiquísima (Ana María Cores). Después, firme de la mano, mi viejo me llevaba tarareándola, haciendo equilibrio por el cordón de la vereda, a la salida del Regina.
Después esas canciones, esas enseñanzas, se legaban a los más chicos. Y ellos eran la excusa para poder ver Vivitos y coleando en sus diferentes versiones, o El salpicón o Stan & Oliver o Derechos torcidos ya siendo un adulto de muchas afeitadas. Es que Hugo no les hablaba sólo a los chicos que habitaban un cuerpo chico, sino también a los chicos que habitan un cuerpo grande, y a los grandes de cuerpo grande que ya perdieron casi todo lo de chico. Era el duende que te hacía cosquillas para que te rías aunque hubieras tenido la peor semana de trabajo. Entonces, sin darte cuenta, mirabas a los chicos de alrededor y te encontrabas igual, a su altura, a su tamaño. En muy poco tiempo nos dejaron huérfanos. Nos quedamos sin María Elena y sin Hugo. Es mucho.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1360345-adios-a-un-maestro-del-teatro-infantil
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