Pirologías y Escena Dosmildiez son festivales de teatro independiente que surgieron como respuesta a su realidad circundante: el primero se lleva a cabo en Villa Bosch, donde no hay salas de teatro y, por ende, público. La idea es conquistarlo. El segundo es una iniciativa de un colectivo integrado por espacios autogestivos de la Ciudad de Buenos Aires, con el fin de mostrar la fuerza de la cultura a pulmón en un contexto político que intenta asfixiarla.
Por María Daniela Yaccar
Fotografía gentileza de Elefante Teatro
Buenos Aires, diciembre 1° (Agencia NAN-2010).- Dos festivales y dos locaciones con realidades diferentes, pero la misma bandera: el teatro independiente. Ése que ayer tuvo su primera conmemoración oficial, en homenaje al día de la fundación del Teatro del Pueblo. Pirologías, el festival que la Compañía Nacional de Fósforos organiza desde 2007, se lleva adelante en Villa Bosch (municipio de Tres de Febrero), una localidad del Conurbano Bonaerense que carece absolutamente de salas. Comenzó ayer y se extenderá hasta el domingo, con la presencia de elencos de diferentes países, como Perú, Francia, Costa Rica, España y Guatemala. Muy distinto es el escenario del cual emergió la otra movida, la saturadísima Ciudad de Buenos Aires. Se trata de Escena Dosmildiez y la promueve un flamante colectivo integrado por trece espacios porteños --en su mayoría casas devenidas teatros—y es, en cierto modo, una manera de mostrar unidad frente a las adversidades, como los problemas con las habilitaciones.
Pirologías y Escena Dosmildiez son iniciativas que responden de la misma manera a su extremadamente diferente realidad circundante. En ambos casos, sus hacedores pasaron de ser artistas a hacedores culturales por unas condiciones que querían modificar. Pirologías es resultado del carácter nómade de la compañía que encabezan Paula Brusca, Cristian Palacios y Juan Manuel Caputo: nació para darle un marco a las visitas de amigos extranjeros. “El segundo año dijimos ‘bueno, ahora, es un festival’, y dejó de ser propio para ser del lugar, de la gente”, concluye Palacios. No fue fácil: en Villa Bosch no hay salas de teatro, aunque sí algún espacio que de tanto en tanto funciona como tal cosa. En estas condiciones es lógico el obstáculo: “Te juegan en contra un montón de cosas. Sobre todo que la gente no quiere ir al teatro”, sostiene Caputo.
“Instalar el festival es una decisión política”, subraya Brusca. “Es una acción concreta en un lugar de poca participación.” Eso se atenúa en otras áreas del Conurbano. “En algunas el teatro está desarrollado, como en zona sur, que tiene una tradición histórica. El oeste no”, analiza la directora y actriz. Los problemas, sin embargo, son los mismos aquí y allá: la cercanía con Capital, el hecho de que haya apenas veinte minutos de distancia en tren, se lleva a los espectadores. “Es muy difícil que el habitante del Conurbano se identifique con su lugar. Como su nombre lo dice, es lo que está alrededor de la Ciudad. Pirologías busca cambiar eso. Nuestro sueño es que el día de mañana haya salas en Villa Bosch y en todos lados” se explaya Palacios. “Los espectáculos de Capital cuentan con legitimación porque el lugar la da”, coincide Brusca. Por ahora, la Compañía Nacional de Fósforos consigue cambiar el paisaje de la ciudad por unos días. Y generar el interés de los vecinos. “Es un trabajo de hormiga, pero la concurrencia fue creciendo”, se entusiasma Brusca. El énfasis está puesto, también, en el carácter de “encuentro”.
La impronta de Pirologías fue, desde sus inicios, internacional. “Cuando uno viaja se encuentra con realidades más interesantes de las de Capital. Cuando viajás a Tucumán ves que las producciones responden a la realidad social”, opina Brusca. Cada año, la Compañía Nacional de Fósforos abre una convocatoria y elige por DVD por los espectáculos que cuajan con el sentido del festival y que también se adaptan a las posibilidades técnicas, porque los espectáculos suceden en la sociedad de Fomento, el Club de Leones o bares de Villa Bosch, Caseros y alrededores, y hay algunas charlas en el Centro Cultural de España en Buenos Aires. “El teatro latinoamericano cuenta historias. Hay temas propiamente latinoamericanos por la historia política de cada país. En producciones más grandes no importa tanto lo que se cuenta sino cómo”, compara Brusca. También llegan espectáculos provinciales. Este año habrá elencos de Mendoza, La Rioja, La Plata y Esteban Echeverría. Habrá teatro, danza, circo y teatro callejero, para niños, adultos y toda la familia, y un cierre al aire libre con Babel Orkesta. Todo es a la gorra.
Desde que arrancaron con esta propuesta, los directores de la Compañía Nacional de Fósforos fueron conscientes del cambio: ya no eran artistas nada más, estaban abocándose a la gestión, razón que los dejó afuera del festival, este año, por cuestiones de tiempo y energía. “Todos los años hay una renegociación”, cuenta Caputo. La municipalidad los ayuda con el sonido, las luces y el hospedaje. Y además tienen que conseguir sponsors. “Pensamos a la gestión creativamente. No sólo a la hora de generar el subsidio. Hacemos trabajo de oficina. Conseguimos canje por publicidad, negociamos con instituciones y comercios”, explica Caputo. “Esta es nuestra decisión”, apunta Brusca. Se refiere a esto de no tomarse el tren de los veinte minutos, aunque tampoco lo hayan hecho nunca o renieguen de eso.
En la Ciudad de Buenos Aires no está ese problema del público y mucho menos de salas (hay 400 estrenos anuales en 200 espacios y, además, avidez de teatro). Pero los problemas son de otra índole. Conscientes de que afrontan las mismas dificultades, los teatristas decidieron agruparse en una asociación sin fines de lucro llamada Escena (Espacios Escénicos Autónomos). Aunque la agrupación es reciente, vienen juntándose desde julio de este año para conversar sobre las habilitaciones, su principal inconveniente. “Es una acción grupal no tan común en la escena porteña”, expresa el coreógrafo Juan Onofri Barbato, dueño del Teatro del Perro. “Cada uno estaba en la suya. Ahora nos estamos relacionando con más cercanía y se integró un circuito de sala.” Muchos de estos espacios son casas que se hicieron teatro y nacieron más o menos por la misma época, a principios de siglo.
“No hablamos de estética en las reuniones, sino de cómo sostener los espacios con las políticas que se están endureciendo año a año. Relacionarnos políticamente no es una novedad pero afrontaba un desgaste”, explica el intérprete. La agrupación Escena está dividida en comisiones. Una de las que trabaja intensamente por estos días es la que maneja los asuntos legales. “Beara levantó el fantasma de Cromañón”, subraya Onofri Barbato. Los artistas quieren reemplazar la actual ley de habilitaciones (2542) por otra. “Queremos discutir los plazos, condiciones y costos para transmitir una habilitación municipal. Hay sellados y timbrados carísimos. Y sobre todo, buscamos un permiso para que las salas puedan funcionar mientras se gestiona la habilitación ante organismos competentes. También controlar el accionar de los organismos para evitar clausuras. Con Silencio de Negras pasó eso: lo clausuraron porque no tenía campana extractora de aire, cuando no tenían obligación. La ley no estimula el teatro independiente.”
Otro de los objetivos es que el Instituto Nacional del Teatro (INT) y Prodanza “dispongan de un presupuesto mayor para distribuirlo en subsidios para salas no comerciales de la Ciudad, dándole prioridad a los que no han recibido”, situación en la que se encuentran estos trece. Las conversaciones con legisladores ya comenzaron aunque, claro, todavía no hay avances concretos. “Se están activando lugares que no pensábamos poder activar y estamos empezando a salir de ese velo de clandestinidad como si vendiéramos cocaína o nos dedicáramos a la trata de blancas”, concluye Onofri Barbato. Entre sus colegas involucrados en la iniciativa se encuentran Matías Feldman, Santiago Gobernori, Lisandro Rodríguez, Santiago Loza, Lorena Vega, Alberto Ajaka, Claudio Quinteros, Nayla Pose, Rubén Sabadini, Marcela Fraiman y Diego Mauriño.
El festival Escena Dosmildiez comenzó ayer y culmina el miércoles. Incluye, además de 22 espectáculos, una mesa de presentación de la agrupación el martes, “la primera exposición de Escena como organización, ante la prensa y el público”. Todos los espectáculos serán con entradas a 5 pesos, cuando corrientemente cuestan 25 como mínimo. “El festival es mostrarnos accionando juntos. Mostrar que podemos crearlo, que podemos hacer teatro por esa plata, que no nos ocultamos”, explica el coreógrafo. Lo recaudado se destinará a las habilitaciones por las que estos teatros pelean. Eso pretendía una fiesta el año pasado, que finalmente se suspendió porque el lugar –un boliche-- que los artistas habían alquilado fue clausurado. Coincidencia. “Eso nos dejó traumados y esta es la revancha de esa mala experiencia”, cierra Onofri Barbato.
Pirologías: http://pirologias.blogspot.com/
Fuente: http://agencianan.blogspot.com/2010/12/un-teatro-independiente-de-realidad-y.html
Por María Daniela Yaccar
Fotografía gentileza de Elefante Teatro
Buenos Aires, diciembre 1° (Agencia NAN-2010).- Dos festivales y dos locaciones con realidades diferentes, pero la misma bandera: el teatro independiente. Ése que ayer tuvo su primera conmemoración oficial, en homenaje al día de la fundación del Teatro del Pueblo. Pirologías, el festival que la Compañía Nacional de Fósforos organiza desde 2007, se lleva adelante en Villa Bosch (municipio de Tres de Febrero), una localidad del Conurbano Bonaerense que carece absolutamente de salas. Comenzó ayer y se extenderá hasta el domingo, con la presencia de elencos de diferentes países, como Perú, Francia, Costa Rica, España y Guatemala. Muy distinto es el escenario del cual emergió la otra movida, la saturadísima Ciudad de Buenos Aires. Se trata de Escena Dosmildiez y la promueve un flamante colectivo integrado por trece espacios porteños --en su mayoría casas devenidas teatros—y es, en cierto modo, una manera de mostrar unidad frente a las adversidades, como los problemas con las habilitaciones.
Pirologías y Escena Dosmildiez son iniciativas que responden de la misma manera a su extremadamente diferente realidad circundante. En ambos casos, sus hacedores pasaron de ser artistas a hacedores culturales por unas condiciones que querían modificar. Pirologías es resultado del carácter nómade de la compañía que encabezan Paula Brusca, Cristian Palacios y Juan Manuel Caputo: nació para darle un marco a las visitas de amigos extranjeros. “El segundo año dijimos ‘bueno, ahora, es un festival’, y dejó de ser propio para ser del lugar, de la gente”, concluye Palacios. No fue fácil: en Villa Bosch no hay salas de teatro, aunque sí algún espacio que de tanto en tanto funciona como tal cosa. En estas condiciones es lógico el obstáculo: “Te juegan en contra un montón de cosas. Sobre todo que la gente no quiere ir al teatro”, sostiene Caputo.
“Instalar el festival es una decisión política”, subraya Brusca. “Es una acción concreta en un lugar de poca participación.” Eso se atenúa en otras áreas del Conurbano. “En algunas el teatro está desarrollado, como en zona sur, que tiene una tradición histórica. El oeste no”, analiza la directora y actriz. Los problemas, sin embargo, son los mismos aquí y allá: la cercanía con Capital, el hecho de que haya apenas veinte minutos de distancia en tren, se lleva a los espectadores. “Es muy difícil que el habitante del Conurbano se identifique con su lugar. Como su nombre lo dice, es lo que está alrededor de la Ciudad. Pirologías busca cambiar eso. Nuestro sueño es que el día de mañana haya salas en Villa Bosch y en todos lados” se explaya Palacios. “Los espectáculos de Capital cuentan con legitimación porque el lugar la da”, coincide Brusca. Por ahora, la Compañía Nacional de Fósforos consigue cambiar el paisaje de la ciudad por unos días. Y generar el interés de los vecinos. “Es un trabajo de hormiga, pero la concurrencia fue creciendo”, se entusiasma Brusca. El énfasis está puesto, también, en el carácter de “encuentro”.
La impronta de Pirologías fue, desde sus inicios, internacional. “Cuando uno viaja se encuentra con realidades más interesantes de las de Capital. Cuando viajás a Tucumán ves que las producciones responden a la realidad social”, opina Brusca. Cada año, la Compañía Nacional de Fósforos abre una convocatoria y elige por DVD por los espectáculos que cuajan con el sentido del festival y que también se adaptan a las posibilidades técnicas, porque los espectáculos suceden en la sociedad de Fomento, el Club de Leones o bares de Villa Bosch, Caseros y alrededores, y hay algunas charlas en el Centro Cultural de España en Buenos Aires. “El teatro latinoamericano cuenta historias. Hay temas propiamente latinoamericanos por la historia política de cada país. En producciones más grandes no importa tanto lo que se cuenta sino cómo”, compara Brusca. También llegan espectáculos provinciales. Este año habrá elencos de Mendoza, La Rioja, La Plata y Esteban Echeverría. Habrá teatro, danza, circo y teatro callejero, para niños, adultos y toda la familia, y un cierre al aire libre con Babel Orkesta. Todo es a la gorra.
Desde que arrancaron con esta propuesta, los directores de la Compañía Nacional de Fósforos fueron conscientes del cambio: ya no eran artistas nada más, estaban abocándose a la gestión, razón que los dejó afuera del festival, este año, por cuestiones de tiempo y energía. “Todos los años hay una renegociación”, cuenta Caputo. La municipalidad los ayuda con el sonido, las luces y el hospedaje. Y además tienen que conseguir sponsors. “Pensamos a la gestión creativamente. No sólo a la hora de generar el subsidio. Hacemos trabajo de oficina. Conseguimos canje por publicidad, negociamos con instituciones y comercios”, explica Caputo. “Esta es nuestra decisión”, apunta Brusca. Se refiere a esto de no tomarse el tren de los veinte minutos, aunque tampoco lo hayan hecho nunca o renieguen de eso.
En la Ciudad de Buenos Aires no está ese problema del público y mucho menos de salas (hay 400 estrenos anuales en 200 espacios y, además, avidez de teatro). Pero los problemas son de otra índole. Conscientes de que afrontan las mismas dificultades, los teatristas decidieron agruparse en una asociación sin fines de lucro llamada Escena (Espacios Escénicos Autónomos). Aunque la agrupación es reciente, vienen juntándose desde julio de este año para conversar sobre las habilitaciones, su principal inconveniente. “Es una acción grupal no tan común en la escena porteña”, expresa el coreógrafo Juan Onofri Barbato, dueño del Teatro del Perro. “Cada uno estaba en la suya. Ahora nos estamos relacionando con más cercanía y se integró un circuito de sala.” Muchos de estos espacios son casas que se hicieron teatro y nacieron más o menos por la misma época, a principios de siglo.
“No hablamos de estética en las reuniones, sino de cómo sostener los espacios con las políticas que se están endureciendo año a año. Relacionarnos políticamente no es una novedad pero afrontaba un desgaste”, explica el intérprete. La agrupación Escena está dividida en comisiones. Una de las que trabaja intensamente por estos días es la que maneja los asuntos legales. “Beara levantó el fantasma de Cromañón”, subraya Onofri Barbato. Los artistas quieren reemplazar la actual ley de habilitaciones (2542) por otra. “Queremos discutir los plazos, condiciones y costos para transmitir una habilitación municipal. Hay sellados y timbrados carísimos. Y sobre todo, buscamos un permiso para que las salas puedan funcionar mientras se gestiona la habilitación ante organismos competentes. También controlar el accionar de los organismos para evitar clausuras. Con Silencio de Negras pasó eso: lo clausuraron porque no tenía campana extractora de aire, cuando no tenían obligación. La ley no estimula el teatro independiente.”
Otro de los objetivos es que el Instituto Nacional del Teatro (INT) y Prodanza “dispongan de un presupuesto mayor para distribuirlo en subsidios para salas no comerciales de la Ciudad, dándole prioridad a los que no han recibido”, situación en la que se encuentran estos trece. Las conversaciones con legisladores ya comenzaron aunque, claro, todavía no hay avances concretos. “Se están activando lugares que no pensábamos poder activar y estamos empezando a salir de ese velo de clandestinidad como si vendiéramos cocaína o nos dedicáramos a la trata de blancas”, concluye Onofri Barbato. Entre sus colegas involucrados en la iniciativa se encuentran Matías Feldman, Santiago Gobernori, Lisandro Rodríguez, Santiago Loza, Lorena Vega, Alberto Ajaka, Claudio Quinteros, Nayla Pose, Rubén Sabadini, Marcela Fraiman y Diego Mauriño.
El festival Escena Dosmildiez comenzó ayer y culmina el miércoles. Incluye, además de 22 espectáculos, una mesa de presentación de la agrupación el martes, “la primera exposición de Escena como organización, ante la prensa y el público”. Todos los espectáculos serán con entradas a 5 pesos, cuando corrientemente cuestan 25 como mínimo. “El festival es mostrarnos accionando juntos. Mostrar que podemos crearlo, que podemos hacer teatro por esa plata, que no nos ocultamos”, explica el coreógrafo. Lo recaudado se destinará a las habilitaciones por las que estos teatros pelean. Eso pretendía una fiesta el año pasado, que finalmente se suspendió porque el lugar –un boliche-- que los artistas habían alquilado fue clausurado. Coincidencia. “Eso nos dejó traumados y esta es la revancha de esa mala experiencia”, cierra Onofri Barbato.
Pirologías: http://pirologias.blogspot.com/
Fuente: http://agencianan.blogspot.com/2010/12/un-teatro-independiente-de-realidad-y.html
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