martes, 28 de diciembre de 2010

El gran año de los clásicos

Panorama de teatro

Publicado el 27 de Diciembre de 2010

Por Mercedes Méndez

Textos y autores consagrados marcaron un 2010 en que no faltaron las figuras mediáticas, las puestas arriesgadas y los festivales internacionales.

Se contó la historia de una familia que se acostumbró a negar sus problemas en la obra Largo viaje de un día hacia a la noche. Se experimentó con el público sobre los efectos de la teoría del distanciamiento de Brecht mientras se reflexionaba sobre la historia argentina en la puesta Mariano Moreno y un teatro de operaciones. Volvió el sainete. Oscar Martínez interpretó a un hombre que no se resigna a ser fiel. Antonio Gasalla fue una madre burda en una historia adaptada desde un blog.

El maestro Juan Carlos Gené decidió reelaborar el clásico Bodas de sangre a partir de sus recuerdos sobre la llegada de García Lorca a Buenos Aires. Una mujer interpretó a Hamlet. Las figuras mediáticas también tuvieron, como siempre, su marquesina en Corrientes. Cecilia Roth y Leonor Manso regresaron al teatro para hablar del vínculo que las mujeres tienen con la ropa. En los escenarios porteños siguió la experimentación y la búsqueda de nuevos lenguajes pero, entre tantas opciones, hubo un hecho que predominó en gran parte de los espectáculos: la vuelta de los grandes textos de la Historia del Teatro Universal y el análisis de distintos momentos del pasado.

Si en otras épocas la novedad fueron las performances o las obras que surgían a partir de la improvisación y las creaciones colectivas, este año lo que predominó fue volver a las bases. Se hicieron obras de teatro clásico complejas, como La vida es sueño y la puesta del director español Calixto Beito fue una innovación entre el humor, la música flamenca y el entrenamiento corporal. Otro regreso con gloria fue El conventillo de la Paloma de Alberto Vaccarezza, que se estrenó en 1929. La versión 2010 de Santiago Doria significó una revalorización del sainete y fue el espectáculo más convocante del Cervantes.

La lista de grandes textos es larga: se hizo Medea, del griego Eurípides, en el San Martín, Marathon, de Ricardo Monti, Carlos Rivas reconstruyó la trágica historia de Hamlet, Daniel Veronese adaptó uno de los textos menos conocidos de Arthur Miller (El descenso del Monte Morgan) y recorrió Europa con sus destacadas versiones de dos obras de Ibsen: Casa de muñecas y Hedda Gabler, Claudio Tolcachir hizo el clásico Todos eran mis hijos, y se rindió homenaje al destacado escritor polaco Witold Gombrowicz y su vida por Buenos Aires con la obra Trans-Atlántico.

Pareciera que los artistas de Buenos Aires no sólo decidieron reivindicar a autores y a sus obras, sino que también intentaron actualizar sus legados y demostrar cuánto de actualidad tiene una pieza escrita en el año 431 antes de Cristo, como Medea. Pero además, se decidió como nunca recordar el pasado: se habló de nuestros próceres y de la dictadura militar; Lola Arias reconstruyó en Mi vida después los recuerdos que la gente que hoy anda por los 30 tiene de la vida de sus padres, y Mariano Pensotti se propuso en El pasado es un animal grotesco el desafío de recrear las historias de cuatro amigos durante los ’90, y cómo ese país definió sus inseguridades y su falta de vocación. Y si se trata de recordar, el sello inolvidable de este 2010 fueron los diez años de Teatro por la Identidad y los festejos de un movimiento que hizo historia y que confirmó al teatro en un verdadero gesto militante.

Fuente: http://tiempo.elargentino.com/notas/gran-ano-de-los-clasicos

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