30.12.2010 | El teatro under compite con superproducciones
Cómo es la vida de los actores del circuito off cuando calienta el sol en las playas. Anécdotas, pesares y alegrías de obras logradas en base a la garra.
Por Raquel Roberti y Diego Rojas
No sólo las alfombras rojas de los grandes estrenos de la temporada merecen el alumbramiento de las luces de neón. También existen otros espectáculos: los que se construyen a pulmón, los que se realizan por prepotencia de trabajo, los que constituyen el amplio mar de la cartelera del off y el under. Actores y actrices, músicos y otros artistas que eligen torcer el rumbo del destino y, pese a no contar con el empuje previo al verano que brindan las peleas en los programas de chimentos o los bailando por ciertos sueños de los que nadie nunca hablará. El método es la perseverancia y su esencia, el empuje. Y la constancia que alguna vez, tal vez, les permitirá poblar las primeras líneas de la cartelera marplatense.
“Se trataba de arrancar a laburar de lo nuestro –cuenta Fernando Gonet, actor que este año formará parte del elenco de Las capocómicas, que se pone en el Teatro del Ángel–. Si bien contamos con una productora, todo el elenco vive en una casa grande. Y cobramos el sueldo día a día. De todos modos, esta no es una experiencia extrema de teatro off.” Gonet hace memoria y se dispone a contar. “Hace quince años empezamos en Buenos Aires el grupo Tramontina, que hacía humor teatral. Actuamos en Liberarte, Ave Porco, Remember, lugares under de la calle Corrientes. Entre 1997 y 2001 hicimos teatro callejero. Así empezamos a ir a la costa: debutamos con nuestro trabajo en temporada en San Bernardo, en la peatonal, con la gente haciendo un círculo y a la gorra. Era divertido. Desde las ventanas nos tiraban billetes. Después fuimos a Mar del Plata y actuamos en salas. En 2005 fue extremo. Ever, mi compañero de dúo, actuaba en una obra en el Tronador y los días que tenía libre, actuábamos juntos. Los otros días yo hacía unipersonales, estaba en dos o tres teatros, no había sido contratado. Dormía una noche con Ever, otra con un amigo, otras con algún elenco, otras con mi novia de entonces, de quien me estaba separando.
Llegué a dormir en un McDonald’s y hasta en la playa. Eso consolidó la separación. ‘Negrito querido, yo te amo, pero sos un linyera. Todo bien con la bohemia, pero no tanto’, me dijo ella. Sin embargo, ese mismo verano una amiga me llamó y dijo: ‘Te conseguí alojamiento en Villa Victoria por tres días’. Finalmente un amigo me consiguió un hotel barato. Así es el oficio, pasás de un estado extremo al otro. Después de esa experiencia quedé medio traumado con ir de temporada por mi cuenta. ‘La próxima vez, contratado, con dinero fijo, casa y si no, nada. No me creo Alcón ni Urdapilleta, pero soy grande y quiero algo más profesional’, me dije. Y nunca repetí tal extremo de bohemia.”
Desde hace diez años Cristian Barbieri hace temporada en Mar del Plata en la senda del teatro independiente con el grupo Zapping, que esta temporada pone la obra Quién te quita lo bailado en el teatro Victoria. Y mantiene en alto sus banderas. “Puede traer algún tipo de dificultades, pero Mar del Plata te da la posibilidad de hacer funciones de lunes a lunes, cosa que no sucede en ningún otro lado. Nosotros empezamos el 6 de diciembre y hasta el 8 de marzo no paramos. Ese ritmo produce una experiencia única. Además, en las funciones hay gente de todo el país. Es como salir de gira nacional, pero sin moverte de una sola sala. Después de diez años, tenemos un público que nos sigue y nos conoce. Pero no siempre fue así. Al principio nos mandábamos sin tener en cuenta que hay que tener un presupuesto previo para alquilar una casa, para volantes y afiches, para una infraestructura que no conocíamos y encarábamos audazmente sin preparación. Después aprendimos, pero de todas maneras, la salida al teatro es lo que primero se elimina si hay crisis económicas, sociales o políticas. En la temporada 2001-2002 recuerdo que no había plata en los bancos, la gente había decidido postergar sus vacaciones, estaba todo mal. Y nosotros ya estábamos en la costa, trabajando. Hasta mediados de enero no nos iba a ver nada de gente y decidimos levantar todo. Pero la cosa empezó a reflotar e incluso terminó muy bien. Pero fue duro y extraño. Además, al principio podíamos estar todos en un mismo departamento, siete en un dos ambientes. Ahora los que tienen perro estamos en una casa y los que no, en un departamento en el centro.”
“La primera vez que vinimos a Mar del Plata fue una decisión extraña: todos formábamos parte del teatro off y decidimos juntarnos, armar un grupo de improvisación y mandarnos. Y lo hicimos”, cuenta Mariana Bustinza, de la compañía Improvisa2. “Empezamos en Museo del Mar, una sala chiquita de 90 localidades. Nos fuimos asentando. Veníamos en vacaciones de invierno para hacer cuatro funciones por semana y terminábamos haciendo dos por día. La primera vez que vinimos a Mar del Plata tuvimos mucha suerte con los canjes, que esa vez fueron de hotelería y restaurantes. No ganamos mucha plata, pero estábamos tranquis. Esa vez, antes de instalarnos definitivamente, habíamos venido tres veces. La primera para buscar teatro, mostrando nuestras carpetas. La segunda para confirmar la sala. La tercera, para concretar los canjes. Y nos fue bien. Éramos chicos, teníamos 19 años, nos apoyaban nuestros padres y eso nos contenía. Después cambiaron nuestras necesidades, pero a la vez ya teníamos un público y pudimos hacer lo que queríamos del modo que lo queríamos hacer.”
Como se ve, el teatro –esa experiencia en la que la literatura se combina con un acto físico, presencial, que interpela directamente, ya sea mediante el humor, las lágrimas o la reflexión, al espectador– no sólo depende de los lazos que pueda imprimirle la industria. Es también, y sobre todo, una cuestión de garra. De decisión. Así lo prueban estos testimonios que dan cuenta del otro lado de las marquesinas que se iluminan en la temporada alta.
Fuente: http://www.elargentino.com/nota-120530-seccion-114-La-otra-cara-de-la-temporada.html
Cómo es la vida de los actores del circuito off cuando calienta el sol en las playas. Anécdotas, pesares y alegrías de obras logradas en base a la garra.
Por Raquel Roberti y Diego Rojas
No sólo las alfombras rojas de los grandes estrenos de la temporada merecen el alumbramiento de las luces de neón. También existen otros espectáculos: los que se construyen a pulmón, los que se realizan por prepotencia de trabajo, los que constituyen el amplio mar de la cartelera del off y el under. Actores y actrices, músicos y otros artistas que eligen torcer el rumbo del destino y, pese a no contar con el empuje previo al verano que brindan las peleas en los programas de chimentos o los bailando por ciertos sueños de los que nadie nunca hablará. El método es la perseverancia y su esencia, el empuje. Y la constancia que alguna vez, tal vez, les permitirá poblar las primeras líneas de la cartelera marplatense.
“Se trataba de arrancar a laburar de lo nuestro –cuenta Fernando Gonet, actor que este año formará parte del elenco de Las capocómicas, que se pone en el Teatro del Ángel–. Si bien contamos con una productora, todo el elenco vive en una casa grande. Y cobramos el sueldo día a día. De todos modos, esta no es una experiencia extrema de teatro off.” Gonet hace memoria y se dispone a contar. “Hace quince años empezamos en Buenos Aires el grupo Tramontina, que hacía humor teatral. Actuamos en Liberarte, Ave Porco, Remember, lugares under de la calle Corrientes. Entre 1997 y 2001 hicimos teatro callejero. Así empezamos a ir a la costa: debutamos con nuestro trabajo en temporada en San Bernardo, en la peatonal, con la gente haciendo un círculo y a la gorra. Era divertido. Desde las ventanas nos tiraban billetes. Después fuimos a Mar del Plata y actuamos en salas. En 2005 fue extremo. Ever, mi compañero de dúo, actuaba en una obra en el Tronador y los días que tenía libre, actuábamos juntos. Los otros días yo hacía unipersonales, estaba en dos o tres teatros, no había sido contratado. Dormía una noche con Ever, otra con un amigo, otras con algún elenco, otras con mi novia de entonces, de quien me estaba separando.
Llegué a dormir en un McDonald’s y hasta en la playa. Eso consolidó la separación. ‘Negrito querido, yo te amo, pero sos un linyera. Todo bien con la bohemia, pero no tanto’, me dijo ella. Sin embargo, ese mismo verano una amiga me llamó y dijo: ‘Te conseguí alojamiento en Villa Victoria por tres días’. Finalmente un amigo me consiguió un hotel barato. Así es el oficio, pasás de un estado extremo al otro. Después de esa experiencia quedé medio traumado con ir de temporada por mi cuenta. ‘La próxima vez, contratado, con dinero fijo, casa y si no, nada. No me creo Alcón ni Urdapilleta, pero soy grande y quiero algo más profesional’, me dije. Y nunca repetí tal extremo de bohemia.”
Desde hace diez años Cristian Barbieri hace temporada en Mar del Plata en la senda del teatro independiente con el grupo Zapping, que esta temporada pone la obra Quién te quita lo bailado en el teatro Victoria. Y mantiene en alto sus banderas. “Puede traer algún tipo de dificultades, pero Mar del Plata te da la posibilidad de hacer funciones de lunes a lunes, cosa que no sucede en ningún otro lado. Nosotros empezamos el 6 de diciembre y hasta el 8 de marzo no paramos. Ese ritmo produce una experiencia única. Además, en las funciones hay gente de todo el país. Es como salir de gira nacional, pero sin moverte de una sola sala. Después de diez años, tenemos un público que nos sigue y nos conoce. Pero no siempre fue así. Al principio nos mandábamos sin tener en cuenta que hay que tener un presupuesto previo para alquilar una casa, para volantes y afiches, para una infraestructura que no conocíamos y encarábamos audazmente sin preparación. Después aprendimos, pero de todas maneras, la salida al teatro es lo que primero se elimina si hay crisis económicas, sociales o políticas. En la temporada 2001-2002 recuerdo que no había plata en los bancos, la gente había decidido postergar sus vacaciones, estaba todo mal. Y nosotros ya estábamos en la costa, trabajando. Hasta mediados de enero no nos iba a ver nada de gente y decidimos levantar todo. Pero la cosa empezó a reflotar e incluso terminó muy bien. Pero fue duro y extraño. Además, al principio podíamos estar todos en un mismo departamento, siete en un dos ambientes. Ahora los que tienen perro estamos en una casa y los que no, en un departamento en el centro.”
“La primera vez que vinimos a Mar del Plata fue una decisión extraña: todos formábamos parte del teatro off y decidimos juntarnos, armar un grupo de improvisación y mandarnos. Y lo hicimos”, cuenta Mariana Bustinza, de la compañía Improvisa2. “Empezamos en Museo del Mar, una sala chiquita de 90 localidades. Nos fuimos asentando. Veníamos en vacaciones de invierno para hacer cuatro funciones por semana y terminábamos haciendo dos por día. La primera vez que vinimos a Mar del Plata tuvimos mucha suerte con los canjes, que esa vez fueron de hotelería y restaurantes. No ganamos mucha plata, pero estábamos tranquis. Esa vez, antes de instalarnos definitivamente, habíamos venido tres veces. La primera para buscar teatro, mostrando nuestras carpetas. La segunda para confirmar la sala. La tercera, para concretar los canjes. Y nos fue bien. Éramos chicos, teníamos 19 años, nos apoyaban nuestros padres y eso nos contenía. Después cambiaron nuestras necesidades, pero a la vez ya teníamos un público y pudimos hacer lo que queríamos del modo que lo queríamos hacer.”
Como se ve, el teatro –esa experiencia en la que la literatura se combina con un acto físico, presencial, que interpela directamente, ya sea mediante el humor, las lágrimas o la reflexión, al espectador– no sólo depende de los lazos que pueda imprimirle la industria. Es también, y sobre todo, una cuestión de garra. De decisión. Así lo prueban estos testimonios que dan cuenta del otro lado de las marquesinas que se iluminan en la temporada alta.
Fuente: http://www.elargentino.com/nota-120530-seccion-114-La-otra-cara-de-la-temporada.html
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