Experimentación / Sensilia, en el TACEC
Una instalación sonora y visual de Mika Vainio y Lucio Capece
Martes 21 de diciembre de 2010 | Publicado en edición impresa
Trabajo a cargo de los compositores Mika Vainio y Lucio Capece y los artistas visuales Minou Magunda y Benton-C Bainbridge. Teatro Argentino de La Plata
Un público cuarentón miró desconfiado la llegada de pibes con tablas de skate; vestían holgada ropa extra large y parecían más afines a un recital de Viejas Locas que a un espectáculo multimedia. De modo recíproco, los chicos notaron que no estaban en su elemento; entre los cuarentones había sexagenarios y algunos hasta se atrevieron a cargar con sus hijos. Cuando un molesto zumbido entró a hacerse notar, uno no pudo más y se sacó. "¡Apagá eso!", gritó el skater a otros dos cuarentones: los músicos Mika Vainio y Lucio Capece, ensimismados con fichas y perillas de sus consolas. Hubo un coro de risas, pero entonces alguien de la tribu puso orden. Pidió silencio. Así fue como desde el inicio los organizadores (Vainio y Capece, junto a los artistas visuales Minou Maguna y Benton-C Bainbridge) habían ganado la partida: integraron a dos públicos bien distintos en la sala del Tacec. Tal era el propósito inclusivo de Sensilia .
La primera parte consistió en un set de vibraciones a partir de tonos generados por Vainio. En el terreno de la electrónica, el finlandés es inigualable a la hora de crear atmósferas sobre la simple repetición de un sonido. Comenzó con un ostinato cada vez más incisivo hasta alcanzar furiosas oleadas, al tiempo que la proyección de fractales derivaba en figuras macizas y los skaters irrumpían en el escenario. El sonido de las ruedas, rodando y cayendo sobre las rampas, era amplificado y generaba una sensación envolvente, mientras los videastas congelaban cada salto de los skaters tras el escenario.
Esa breve exhibición funcionó como intermezzo a partir del cual los músicos usaron la acústica de la sala a su antojo. En la segunda parte, Capece sacó a relucir un arsenal de efectos para procesar su clarinete bajo (desde impetuosos multifónicos hasta el sutil frote de un arco sobre la boca del instrumento), y Vainio le daba un posterior retoque con la consola. El final tuvo connotaciones más aquietadas y nocturnas, a tono con la proyección de imágenes que semejaban monoblocks de ventanas iluminadas. De vez en cuando, volvía al ruedo algún skater guardado en la memoria del secuenciador. "¿Dónde están, mamá?", preguntó un chico desorientado. En esa irrupción y extrañeza de lo cotidiano hay un aspecto lúdico del arte que Sensilia , incluso de manera amable, logró exitosamente plasmar.
Jorge Luis Fernández
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1335276
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