Interés General: 17 de diciembre 2010
FAMILIA DE ARTISTAS . Un paranaense, director de los teatros más importantes del país
Marcelo Lombardero nació en Paraná en una familia de artistas. Desarrolló una carrera internacional como cantante lírico y en 2005 asumió como director artístico del Teatro Colón, donde llevó adelante una labor exitosa. Renunció apenas llegó el macrismo y hoy ve con tristeza la decadencia del primer coliseo del país, mientras encabeza la mejor gestión en la historia de otro coloso: el Teatro Argentino de La Plata que, además, es escenario de algunos de los hechos políticos más importantes de los últimos tiempos.
Luciana Dalmagro
Eran los ’70, Marcelo Lombardero no tenía siquiera 10 años y en su casa natal en Paraná escuchaba atentamente por radio las funciones del Teatro Colón. Una actividad rara para un niño, que se explica al repasar su historia familiar: Lombardero es hijo de la cantante lírica Marilú Anselmi y nieto del maestro Lorenzo Anselmi, fundador de la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos y creador del coro de la Asociación Verdiana de Paraná.
La relación de Lombardero con el Colón se fue profundizando. De chico, cantaba en el coro y pasaba horas en el teatro acompañando a su madre. Luego, estudió en el Instituto Superior de Arte. Y después, ya sea como barítono, como director de la Ópera de Cámara o desde el Centro de Experimentación desarrolló una actividad intensa en las temporadas por más de dos décadas, en las que también mostró un fuerte compromiso gremial. Sólo lo alejó su carrera como cantante de prestigio internacional, a la que dejó de lado para convertirse, en 2005 y con 41 años, en director artístico del Colón.
Llegó al cargo con el teatro en crisis. Por esos días, anticipó sus metas a Le Monde Diplomatique: “Hay que tener en cuenta el país que rodea al teatro, manejar un presupuesto equilibrado y crecer desde adentro en la mejora de los espectáculos. El Colón tiene lujos y oropeles, pero también tiene gente durmiendo en las puertas. Por eso, debe haber una política de Estado precisa”, definió Lombardero.
En dos años, el teatro se puso de pie y fue entregado al macrismo con las obras de remodelación en marcha, con la siguiente temporada armada y presupuestada, con las cuentas al día y sin deudas, y con la confianza entre autoridades y trabajadores recuperada.
DETALLES. Las siguientes gestiones del ex rector del Colegio Nacional Buenos Aires Horacio Sanguinetti y del actual director Pedro Pablo García Caffi dilapidaron los logros. En el año del centenario del Colón, cuando sólo se hablaba de él porque estaba cerrado y porque el master plan del macrismo incluía la conversión de camarines en bares y de espacios históricos en salas vip, Lombardero fue lapidario: “El Colón que conocimos no existe más”, dictaminó entonces.
Hoy, su rol institucional hace que no quiera profundizar. No obstante, su gestión habla por sí misma y algunos detalles establecen la comparación: mientras al Colón concurre poca gente a la que cada vez más usualmente hay que devolverle los cientos de pesos que pagaron por una entrada a una función suspendida, a pocas cuadras combis repletas de jóvenes parten a diario hacia el Teatro Argentino de La Plata para aprovechar los descuentos del 90 por ciento para menores de 25 años, que hacen posible disfrutar de una función de primer nivel pagando una moneda de 50 centavos.
JÓVENES. El éxito de la dupla que conformó junto a Leandro Iglesias, administrador general del Colón cuando Lombardero se desempeñó como director artístico, hizo que ambos fueran convocados por Juan Carlos D’Amico, presidente del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, para hacerse cargo del Teatro Argentino de La Plata en diciembre de 2008.
Con mucho menos que en el Colón –ya que el Argentino de La Plata está signado por un incendio que lo afectó en 1977, por la posterior demolición ordenada por el gobierno militar y porque habita un edificio que no exhibe la clásica arquitectura de un teatro lírico– el equipo Iglesias-Lombardero ha obrado maravillas.
COLABORACIÓN. Hacia afuera del país, el Argentino de La Plata es creador de la organización Opera Latinoamérica, que reúne a los principales teatros del continente. Hacia adentro, ayuda a los teatros del interior de todo el país, entre ellos el 3 de Febrero de Paraná, con el cual se colaboró recientemente en la producción de Don Quijote.
Su impronta estética viró hacia un teatro de vanguardia en el que cobra cada vez más relevancia un centro de experimentación y creación y una Opera Estudio del que están egresando por estos días los primeros 12 cantantes. También se revalorizaron los talleres y cantantes, músicos y bailarines han vuelto a ingresar por concurso.
Lombardero explica los logros en una “postura ideológica” a la hora de administrar un espacio cultural. “No enfrascarse en satisfacer a un público melómano con títulos conocidos y miradas estéticas conservadoras, apostar al recambio generacional y trabajar para la gente que aún no va al teatro”, son las claves que expone.
Ejemplo de esta política es la realización por tercer año consecutivo de un festival de cine universitario, inaugurando una relación antes inexistente entre el teatro y el rico mundo académico platense. Cada vez, el festival culmina con la proyección de una película y la interpretación de la banda original en vivo por la orquesta del teatro. Este año, fue el turno de El acorazado Potemkin, de Sergei Eisenstein. “Es una maravilla ver hoy el teatro lleno de jóvenes. La verdad que estamos felices”, confía.
CRISIS. “Me fui del Colón el 12 de diciembre de 2007 y no lo he vuelto a pisar. Nunca más me invitaron. A la reapertura sí, pero por suerte no fui porque me hubieran mandado a la tertulia, ya que las mejores ubicaciones fueron para la farándula”, cuestiona Lombardero.
Hoy la gestión de Mauricio Macri enfrenta causas judiciales por la mala administración del Colón. Libros y archivos mudados de apuro y sin inventariar, el faltante de 164 objetos del tesoro y un piso demasiado duro colocado en el escenario que causa frecuentes lesiones a los bailarines son algunos de los motivos.
Además, se despidieron trabajadores, hubo jubilaciones forzosas y traslados de empleados. Desde su asunción, García Caffi no recibe a los gremios. Incluso, en conferencia de prensa acusó a los trabajadores de ser “arquitectos de la destrucción” y de “impedir que Macri tenga el teatro abierto”. Huelgas, protestas y suspensión de funciones son la parte visible de una crisis que todo indica que se seguirá profundizando.
“Lo que sucede me produce una profunda tristeza. Se ha llegado a un punto muy complejo. Voltear funciones es grave. No se debe poner al público de rehén porque es quien nos da sustento y razón de existencia”, reflexiona Lombardero. En su análisis, “la función es sagrada” y hay que hacer el esfuerzo necesario “para que todos los días se levante el telón más allá de los problemas que haya que enfrentar”.
También asegura que son muchas las cuestiones ideológicas que tallan a la hora de administrar cultura y que hay crisis cuando no se entiende que se está generando un servicio público, en un escenario donde no hay buenos y malos, sino responsables.
Teatro K
“Este teatro nos trae suerte”, repite cada tanto la Presidenta Cristina Fernández. En el Argentino de La Plata se anunció la implementación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, se festejaron varios días de la Lealtad y se lanzaron las campañas de Cristina a senadora nacional en 2005, a Presidenta en 2007, y de Néstor Kirchner a diputado nacional en las últimas elecciones.
“Trabajamos para que el teatro se haga cada vez más conocido por lo que produce artísticamente y no por los actos, pero obviamente está a disposición”, indica Lombardero. Y reconoce que los de los mega actos kirchneristas “son días complicados” en los que se trata que la actividad artística normal no se detenga.
“En lo personal, me siento afín al modelo de país que encabeza la Presidenta y cada vez que se ha realizado un acto en el teatro, estoy allí en mi carácter de dueño de casa”, afirma.
Fuente: http://www.eldiario.com.ar/textocomp.asp?id=208536
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