miércoles, 15 de febrero de 2012

Florencia Otero, la princesa del musical


15.02.2012

“Siempre va a haber alguien mejor que uno”
   
Trabaja en Casi normales, junto a Laura Conforte. La competencia en las comedias musicales y su prejuicio con el que hoy es su marido, un ex Mambrú.


Escena 1. Interior. Día. Minishow del elenco de Casi normales en Starbucks. Las chicas gritan. Y si de figuras públicas se trata, el chillido exaspera. Pero allí están. Aunadas. Cámara de foto en mano, en derredor de sus ídolos ocasionales. Laura Conforte, protagonista de la obra, canta mientras una ametralladora de flashes le da luz al instante. Florencia Otero, Alejandro Paker, Mariano Chiesa, Fernando Dente y Matías Mayer, los otros integrantes de la puesta, se colocan unos delantales verdes y se disponen a ser baristas –profesional especializado en el café de alta calidad– por un día a beneficio de la Fundación INECO. Los protagonistas rotan, las canciones pasan y, mientras, dos chicas salen a correr tras los pasos de una señora que en alguna otra vida fue Cris Morena. Pero no en esta.

Escena 2. Exterior. Día. Entrevista con Florencia Otero. Tiene 22 años y una carrera que la consolida, en lo que refiere a la comedia musical, como una de las mejores actrices de su generación. “Yo me pongo la camiseta del género. Reconozco que al ser cantante tengo más herramientas. Pero no quiero quedar encasillada porque me encanta hacer teatro de texto, cine, televisión y hasta doblajes”, comenta la actriz, quien desde hace tres meses está casada con el actor y cantante Germán Tripel –ex integrante del grupo pop-teen Mambrú–.

Escena 3. Interior. Noche. Función de Casi normales. Hay un hombre que llora. Y es un cliché que sea robusto. Pero lo es. Apoltronado en su sillón, deja fluir las lágrimas de una forma un tanto espasmódica. Molesta. Aunque la escena lo amerita. En las dos horas y media de duración, la pieza musical contagia. Empatiza. Por lo universal de su temática. Aquello de no alcanzar esa normalidad a la que refiere el título. Y por la lograda musicalización que sirve para alivianar, pero también para profundizar una historia fuerte en la que Otero interpreta a una chica que lucha –con la vista puesta en la perfección– por lograr el afecto de una madre bipolar. “Desde que me levanto me siento un poco anormal”, dice Florencia, luego de terminar con la presentación en el local del Paseo Alcorta.

–¿Por qué?

–Cuando salís a la calle y te encontrás con cómo se mueve todo, se complica. Cuando me mudé por primera vez sola fue raro. Vivía en Isidro Casanova, conocía al almacenero y a toda su familia. Me fui a Recoleta y fue un cambio muy grande. Para mí no era normal que la gente no te mire a los ojos. Se volvió todo muy frío. Un mundo que no conocía. Casanova también es cruel, pero Recoleta es muy cruel.

–Natalie, su personaje, se siente invisible. ¿Alguna vez experimentó esa sensación?

–Creo que viví algo parecido. No era ser invisible, pero sí experimenté el rechazo. Llamaba tanto la atención, por un defecto que tenía, que quería hacerme invisible.

–¿Tan mal la hacían sentir?

–Estaba en segundo grado y usaba un parche en el ojo y anteojos culo de botella porque tengo miopía. Mi mamá le ponía un sticker para darle más onda, pero llamaba más la atención. Y como tenía el pelo finito, una vez me lo corté. Me quedó tan mal que me raparon. Era un pibito. Y encima, después vinieron los aparatos. Creo que ahí decidí ser artista. Para expresar ese dolor.

–¿Con la búsqueda de la perfección también tiene una historia?

–Todos buscamos mejorar. No sé si para alcanzar la perfección, pero de a poco voy entendiendo que no hay que buscar la perfección como referencia, sino en uno mismo. Porque siempre va a haber alguien mejor en lo que uno hace.

–Y en su caso, ¿quién es? ¿A quién admira?

–A Karina K la admiro mucho. Mi hermana –Marisol Otero, quien en unos días se pondrá al frente del musical Mamma mia– es mi primera ídola. Melania Lenoir, Sandra Guida. Son muchas.

–Da la sensación de que, en lo que respecta a la comedia musical, siempre son los mismos nombres los que giran.

–Para nosotros cada vez somos más. Lo importante es saber que seguimos avanzando en el rubro. Pero es cierto que, quizás, algunos tardan en darse a conocer. Todos arrancamos haciendo papeles más pequeños. Y más hace unos años, cuando el género no estaba tan instalado.

–¿Ve una generación de comedia musical más fuerte?

–Sí, sin desmerecer a nadie. Pero somos una generación más preparada. Aprendimos mucho de los que nos precedieron.

–¿Y cómo es la competencia? Las audiciones deben ser complicadas.

–El que dice que no hay competencia, miente. La competencia está. Me pasa hasta con mi hermana. A veces es un garrón competir con un familiar o un amigo, pero pasa en todos lados.

–Pero el ego del actor tiene otra dimensión.

–Sí, pero también hay que pensar que, como es el laburo del actor, hay seis meses de éxito y otra mitad de año que no pasa nada. Y pasás de ser “referente musical” a “¿dónde estaba esta piba?”. Y empezás a pensar en laburar de otra cosa que dé una guita fija. Pero ahí cae el peso de lo que querés ser de verdad. 

–En la obra, su madre es bipolar. Los actores suelen ser ciclotímicos de manual.

–Soy medio ciclotímica. Paso de la melancolía al buen humor. Pero creo que es normal.

–¿Cómo es estar casada con otro actor?

–Muy lindo. Nuestros egos entran en la casa. Tenemos una linda relación. Cuando trabajamos juntos nos divertimos mucho.

–¿Le gustaba Mambrú?

–No tengo recuerdo de cuando aparecieron. Hace diez años me hacía la cool y escuchaba Norah Jones. Cuando lo conocí, sabía del boom pero a mí me parecía un embole. Hasta que un día me lo presentaron y yo dije: “¡No!, el Mambrú”.

–Ya lo sabe o hay una separación en trámite. 

–Lo sabe. Y me odió por sentir eso. Fue un prejuicio tan grande que hasta me terminé casando con él.

–¿Le gustaría correrse por un tiempo de la comedia musical?

–Me muero de ganas de hacer algo distinto en tele. No sé si de mala o qué. Pero me gustaría trabajar en algo comprometido. Con alguna temática como la de los desaparecidos. Algo como lo que está haciendo el Incaa ahora.

–¿Por qué le interesa el tema de los desaparecidos? 

–Porque me gustaría estar más metida. En mis clases de teatro tengo compañeros que militan en diversos partidos. Y todos estamos en el mismo grupo en paz. Siempre trato de ayudar desde el amor, pero me encantaría poder meterme más para no hablar al pedo. 

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