domingo, 4 de julio de 2010

Nortfolk, una reflexión sobre el verdadero sentido del arte en circunstancias críticas

03-07-2010 / El grupo teatral La cuarta pared continúa presentando esta pieza de su propia autoría a las 20, en el Pasaje Dardo Rocha

“Nortfolk es una obra que surgió de los talleres actorales que tiene el grupo La cuarta pared. Nosotros presentamos este trabajo el año pasado en el Festival internacional que organizamos con el grupo en el mes de noviembre y este año la volvimos a hacer para la Comedia municipal, donde quedó seleccionada como una de las cuatro mejores obras”, comentó a Diagonales Gustavo Delfino, uno de los directores de esta puesta en escena que continúa presentándose durante el mes de julio en las salas platenses y esta noche a las 20, lo hará en el Pasaje Dardo Rocha (50 e/ 6 y 7, 2º piso, sala A).

Se trata de una pieza escrita por Nicolás Masciotro y Guillermo Ale que cuenta con las direcciones de Gustavo Delfino y Horacio Rafart, quienes también se encargaron de la dramaturgia de la puesta.

“Es un trabajo excelente de los escritores -continuó Delfino- porque expresa la ideología del grupo teatral que utilizamos para la creación. Estuvimos todo un año para montarla”.

–¿Nortfolk es una especie de lugar?


–La palabra la sacaron los chicos no sé de dónde. Ellos siempre buscaban palabras fuertes para poder atarla al sentido de un territorio que no existe pero al que hay que llegar y también a una utopía. Es llegar a esa utopía, a ese lugar de crecimiento de estos personajes, de esa experiencia dolorosa en la que se encontraban. Para nosotros es más importante, no tanto el hecho de saber si existe o no esa utopía, sino la forma en que vamos caminando para llegar a ese lugar. La manera en que vivimos para lograr esa utopía.

–¿A qué hace referencia entonces Nortfolk?

–La obra nos habla de alguna manera, a partir de la historia de estos dos personajes que quedaron varados en un campo de batalla, cómo ellos a pesar del hambre, a pesar de las balas siguen sosteniendo el hacer teatro, siguen sosteniendo el sentido del arte. Ellos intentan encontrar la gran obra que los va a llevar al triunfo. Pero se van dando cuenta que no tienen a quién contarle su historia porque viven en un espacio de guerra, entonces empiezan a preguntarse cuál es el sentido de lo que están haciendo, cuál es el sentido del arte, de esto que estamos haciendo. Nortfolk funciona como una metáfora, una utopía. ¿Nortfolk, existe? Todo dentro de un lenguaje que es un homenaje al teatro popular, al teatro de circo. Hay muchos chistes sobre lo que significan los lugares comunes del teatro, como la cuestión del ego, las distintas escuelas de teatro, la formación. Y cómo todas se niegan unas a otras, y la significancia que tiene porque eso también es un campo de batalla. Y todas de alguna manera creen tener la verdad, estos dos actores fracasados que intentan avanzar alcanzando la gran obra, vamos llegando a lugares de ternura, de mucho humor y por momentos de reflexión sobre cómo nos hemos acostumbrado al dolor, a convivir en este espacio de conflicto. Y son preguntas que por ahí decimos, no es una obra didáctica, sino que intenta generar muchas preguntas y esas preguntas las tiene que ir completando el espectador.

–¿Dentro de qué género la englobaría?


–Es una obra dramática con toques de humor. Tiene mucho humor, pero en la misma composición de la obra, hay objetos que remiten a cuerpos, a cadáveres, a ausencias. Todo el tiempo están hablando de la escuela que fueron sus padres, hasta que en un momento de la obra también aparecen sus padres muertos. Hay manipulación de títeres, pero todo dentro de un contexto siniestro. No es un obra con golpes bajos, sino que rescata a partir de imágenes cuáles son esas imágenes que forman parte del lenguaje de la guerra. Acá se habla del dolor de dos personas, de lo que le sucede en su interior.

–¿Cómo han trabajado la obra?

–Fue todo un año de trabajo, donde nos juntábamos cuatro o cinco veces por semana. Nosotros mismos fuimos construyendo los objetos que forman parte de la obra, como los títeres que son cadáveres. Trabajamos con objetos reales, como calaveras, había que tenerlos sí o sí, no se podía ilustrar. Todo el tiempo los personajes entran y salen de la obra que están escribiendo. Uno no sabe dónde termina la obra y dónde empieza el sueño, porque el lenguaje de la obra también es muy onírico.

Fuente: http://www.elargentino.com/nota-97364-medios-122-Nortfolk-una-reflexion-sobre-el-verdadero-sentido-del-arte-en-circunstancias-criticas.html

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