sábado, 31 de julio de 2010

Telones lejanos

Pasión. Lo que se valora del teatro argentino según Tantanian, que dirigió un Brecht en Alemania.

Teatro for export

29-07-2010 / Obras y directores argentinos son convocados en el mundo. De Europa a Japón, el valor del talento local. Tolcachir, Tantanian, Daulte y Veronese cuentan sus experiencias.

Por Bruno Lazzaro

Creo que hay muchos ojos puestos en Buenos Aires y que, por suerte, el mundo está interesado en todo lo que pasa acá.” Desde España, donde se encuentra montando Todos eran mis hijos –la obra de Arthur Miller que se estrenará en septiembre en el Teatro Español de Madrid–, el realizador Claudio Tolcachir confirma que el teatro argentino se convirtió en un espejo en el que productores de países tan lejanos como Corea, Australia, Holanda, Alemania, Estados Unidos, España, Rusia y Japón buscan reflejarse. Un boom que se extendió durante diez años –entre 1995 y 2005– y que en los últimos tiempos reapareció a través de la contratación de directores –con el fin de llevar adelante obras ajenas– y la compra de piezas realizadas íntegramente en el país.

Como pasó –y aún sucede– con el dulce de leche, el tango, los jugadores de fútbol, la soja, la carne, el Che y el vino, ¿es tiempo de hablar de un teatro argentino for export?

Pese a la ratificación de este concepto, Tolcachir –quien hace unos años presentó en España obras como Tercer Cuerpo y La omisión de la familia Coleman– asegura que, de expandirse, se convertiría en algo contraproducente: “Sería la muerte de ese teatro, porque el origen visceral del teatro independiente argentino es la piedra fundacional de esta resonancia europea, aunque siempre sea difícil volver a la inocencia original, despojarse de todo y hacer lo que se quiere más allá de las expectativas de los otros”.

Sin embargo, no todos los directores contratados desde el exterior opinan lo mismo. “Aunque al principio, la idea de teatro for export me haya sonado mal –reconoce Javier Daulte, quien viajó entre otras obras con Faros de color, Gore y Baraka–, creo que tenemos que ser más vivos institucionalmente. Siempre insisto con el proyecto de declarar a Buenos Aires Capital Mundial del Teatro Hispanoparlante. Los norteamericanos fueron capaces de convertirse en embajadores del cine, nosotros tenemos que aprender a verlo de esa manera. Si el teatro argentino cotizara en Bolsa, su valor se habría disparado. Si lo estamos vendiendo al exterior, dejemos que entren euros al país por nuestro teatro. No podemos ignorar el mundo en el que vivimos y creo que siempre podría ser un beneficio para nuestra comunidad teatral.”

Para Alejandro Tantanian, que el año pasado estrenó Amerika en Alemania –y hace cinco meses volvió a ese país para dirigir La ópera de los tres centavos de Bertolt Brecht–, “está claro que en la Argentina se hacen cosas interesantes, pero nuestra convocatoria está sujeta a lo económico. Y pese a que la cultura es la primera en quedar desprotegida, en el exterior se tiene un mayor respeto por el tema”. Como ejemplo, el director cuenta una anécdota: “Me pasó de no poder hacer una obra porque se había recortado un presupuesto mínimo. Y pese a que la plata que había seguía siendo mucha, no se avanzó porque la gente que me había contratado lo tomaba como una falta de respeto hacia mi persona”.

Si hay algo en lo que coinciden los directores locales es a la hora de descifrar qué provoca el reconocimiento en el extranjero. “La pasión argentina atrae y convoca”, sostiene Tantanian, mientras que Tolcachir agrega que “llama la atención la frescura, la simplicidad y la relajación de los actores. La potencia viva del relato. Atrae la posibilidad de hacer teatro en vivo casi sin producción”. Sin embargo, las disidencias se hacen presentes a la hora de explicar la respuesta del público cuando las culturas difieren. Daniel Veronese, que este año viajó a San Petersburgo para exhibir su versión de Espía a una mujer que se mata en el Festival Chejov –con motivo del 150º natalicio del autor ruso–, afirma que “si la obra llega, la gente se ríe y llora en los mismos lugares. Es algo universal”. Tolcachir refuta: “Es algo que trasciende el valor universal de una obra y por lo tanto se pierden las características locales”.

A diferencia de otras épocas, cuando conjuntos como El Periférico de Objetos se daban a conocer a través de diversos festivales en distintas partes del mundo, en la actualidad los directores hasta tienen la posibilidad de duplicarse y delegar en su cuerpo de trabajo parte del esfuerzo. Y pese a que el reconocimiento internacional acarrea consigo una fuerte predisposición local, hay otros factores que operan a la hora de viajar hacia el exterior: la diferencia económica.

“Todos vivimos de la plata –dice Veronese–. Lo mejor que te puede pasar es ir a dirigir afuera, que tu obra se quede dos o tres meses en algún lugar y trabajar con actores del lugar.” Según Tantanian, “la idea de que el argentino se va a Europa a hacer la diferencia no es tan real. De la única manera que pasa eso es si te vas en una gira muy larga. Tuve la oportunidad de viajar por varios países, pero la proporción económica no es tan importante. La diferencia está en saber que cobrás seguro”.

Entonces, ¿puede comenzar a influir la posibilidad de presentar una obra ante el público extranjero? “De ninguna manera –sentencia Tolcachir–. Las historias se instalan en el cuerpo y se van descifrando. Jamás podría pensar en el recorrido que podría tomar una obra a la hora de escribir.” Y Daulte va más allá: “Cuando me ofrecieron dirigir el teatro La Villaroel, en Barcelona, pedí que en el contrato aclararan que mi lugar de residencia iba a seguir siendo Buenos Aires. Nunca quise convertirme en español, y eso que me tentaron mucho. Pero el teatro argentino es buenísimo porque tiene un vigor tremendo que permite que tanto el comercial como el alternativo puedan funcionar desde su lugar. La idea es trabajar por lo que uno quiere. Lleva toda la vida y es una forma de vivirla”.

Pese a las diferentes interpretaciones de los protagonistas, el teatro argentino va camino a convertirse en uno de los eslabones más solicitados en la cadena cultural internacional. Una bola creativa que avanza y que parece no tener límites. Una historia que promete futuras segundas partes y varios carteles de “no hay más localidades” en las boleterías del mundo.

Informe: Lucas Cremades y Tomás Eliaschev

Fuente: http://www.elargentino.com/nota-100695-seccion-114-Telones-lejanos.html

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