domingo, 25 de julio de 2010

La historia en la vida privada

TEATRO - CRITICA

Por JORGE MONTELEONE

Al comienzo, como una lluvia intempestiva que se desata lentamente, sobre la escena caen pilas de ropa sin dueño, cuyos cuerpos no están, como si fueran el índice de una presencia fantasmal y multiplicada. Algo inquietante y a la vez concreto hay en esa ropa usada que indica a la vez al ausente y su presencia desplazada. Acaso ésa fue una de las imágenes disparadoras de la pieza de la talentosa dramaturga, poeta, actriz y directora Lola Arias (1976), "Mi vida después", una de las dramaturgias y las puestas más originales del nuevo teatro argentino. Así explica la autora esa metáfora que la recorre: "En 'Mi vida después' seis actores nacidos en la décadas del setenta y principios del ochenta reconstruyen la juventud de sus padres a partir de fotos, cartas, cintas, ropa usada, relatos, recuerdos borrados. ¿Quiénes eran mis padres cuando yo nací? ¿Cómo era la Argentina cuando yo no sabía hablar? ¿Cuántas versiones existen sobre lo que pasó cuando yo aún no existía o era tan chico que ni recuerdo? Cada actor hace una remake de escenas del pasado para entender algo del futuro. Como dobles de riesgo de sus padres, los hijos se ponen su ropa y tratan de representar su vida".

La orientación más cercana a la pieza de Lola Arias en el teatro argentino, es el "proyecto biodrama" de Vivi Tellas, que se proponía elegir a una persona argentina viva y transformar su historia de vida en material dramático, con su efectiva presencia en escena. Ese retorno de lo personal reaparece en "Mi vida después", sólo que los personajes son todos actores que se representan a sí mismos, pero en tanto hijos que se proponen referir la vida de sus padres, sobre todo a partir de su experiencia de infancia. Esa representación biodramática es doble: propia y ajena. Cada hijo es él mismo y a la vez la cruza de las dos personas que lo engendraron y que reaparecen en su testimonio. Lo personal, biográfico, se vincula exclusivamente con la historia de los progenitores, de modo que en ellos habla el testimonio de los que fueron miembros de una generación anterior, en los setenta. Y en esa intimidad, también la historia nacional habla de un modo profundo, a través de lo que Unamuno llamaba la "intrahistoria".

Arias repite en la dramaturgia un gesto típico de los poetas de los noventa, de los cuales también formó parte: comenzaron a restaurar un relato social en la poesía a través de la figura de la familia y de la infancia, pero no de un modo meramente evocativo e idílico, sino muchas veces como el espacio donde se encarnaba, en las figuras parentales, una micropolítica. Asimismo, Lola Arias convoca a varios jóvenes actores de esa generación para que se reconstruya un relato social a través de la inmediata memoria familiar. Lo hace de un modo dramáticamente eficaz, donde lo emotivo no desdeña lo irónico o lo humorístico que deviene de pronto trágico, y donde la puesta en escena recurre a lo audiovisual, a los símbolos y señales físicas manifiestas de un pasado que se revela en huellas consistentes, como si todo el escenario fuera una súbita máquina del tiempo. El espectador se regocija con el interés que le suscita una confesión intimista, un álbum familiar que se transforma en un espectáculo veloz, dinámico y estimulante, de una virtuosa originalidad y frescura.

A través de la radical experiencia individual de los recuerdos, reconstruidos ficcionalmente en escena al modo de un collage, de una serie fragmentaria de elementos que van de objetos, fotos, cartas, filmaciones, testimonios grabados, imágenes, hasta una increíble tortuga o los consabidos ropajes que pueblan la escena, también se reconstruye parte de la historia del país, donde la política se vuelve casi encarnada, dramáticamente concreta. Así, Carla Crespo, que nació poco más de un mes después del golpe militar de 1976, reconstruye la vida y el descubrimiento de que su padre no murió en un accidente, sino en el asalto de Monte Chingolo como sargento del Ejército Revolucionario del Pueblo. O Vanina Falco, hija de un policía de inteligencia, que descubre con estupor que su "hermano es un hijo de militantes asesinados que mi padre se robó porque mi madre no podía tener más hijos". O Liza Casullo, la hija de un intelectual eminente como Nicolás Casullo, que junto a su esposa se exilió en México durante la dictadura. Se entremezclan así las historias singulares de un elenco entrañable, donde todos son protagónicos: el hijo de un cura que abandonó los hábitos (Blas Arrese Igor); el de un empleado de banco desinteresado de la política (Pablo Lugones); el de un periodista automovilístico que militaba en la Juventud Peronista (Mariano Speratti). Todos ellos, actores eficaces y convincentes.

"Mi vida después", de Lola Arias, ya ha recorrido con éxito muchos festivales y escenarios del mundo, y no defraudará al espectador que se asome a otro modo de la identidad argentina en la voz viva de la generación de algunos hijos de los dramáticos años setenta.

En el mes de agosto de 2010, en el TACEC (Teatro Argentino, Centro de Experimentación y Creación, con entrada por la calle 10 y 53 La Plata)


"Mi vida después" de Lola Arias

Con Blas Arrese Igor, Liza Casullo, Carla Crespo, Vanina Falco, Pablo Lugones, Mariano Speratti y Moreno Speratti da Cunha.
Seis actores nacidos en la década del setenta y principios del ochenta reconstruyen la juventud de sus padres a partir de fotos, cartas, cintas, ropa usada, relatos, recuerdos borrados. ¿Quiénes eran mis padres cuando yo nací? ¿Cómo era la Argentina cuando yo no sabía hablar? ¿Cuántas versiones existen sobre lo que pasó cuando yo aún no existía o era tan chico que ni recuerdo?. Cada actor hace una remake de escenas del pasado para entender algo del futuro.

Fuente:
http://www.teatroargentino.gba.gov.ar/2010/tacec_2010/mi_vida.html
http://www.eldia.com.ar/edis/20100725/espectaculos15.htm

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Las tablas le hicieron fuerza a la motosierra

  Balance de teatro 2024 En un año con fuerte retracción del consumo y un ataque inusitado al campo de la cultura, la caída de la actividad ...