Al Teatro Argentino, montar una ópera le cuesta en general más de un millón de pesos. Buena parte lo absorben los contratos artísticos. Pero en ese presupuesto también hay gastos que generan interrogantes. ¿Está bien que se hayan pagado 16 mil pesos en remises para el montaje de Don Giovanni? ¿Son razonables los 45 mil pesos en alojamiento que se abonaron por tres funciones de Lady Macbeth? ¿O los 39 mil pesos en artículos de ferretería que insumió esa misma obra?
Tras el incendio que en 1977 destruyó buena parte de sus instalaciones y el penoso derrotero al que se vieron obligados sus elencos durante más de dos décadas, no quedan dudas del logro que significa que el Teatro Argentino haya podido recuperrase de aquel duro golpe sin perder prestigio. Motivo de orgullo para la Ciudad, hoy es uno de los pocos teatros líricos de Latinoamérica que producen obras en su totalidad (desde pelucas y trajes hasta complejas escenografías) y algunas de sus producciones son reconocidas en el mundo entre las de mayor nivel artístico. Hace pocos días, sin ir más lejos, este diario habló de la "exportación de talentos" forjados en el Teatro.
Pero más allá del incuestionable aporte cultural que realiza el Argentino, cabe preguntarse cómo maneja el presupuesto que se le asigna cada año -unos 80 millones de pesos-, con qué pautas de austeridad y racionalidad se administran esos recursos y qué esfuerzos se hacen por aumentar los ingresos que el mismo teatro puede generar, no sólo a través de la venta de entradas sino también por otros medios.
Mientras que la recaudación del Argentino por venta de localidades -su mayor fuente de ingresos- no alcanza a cubrir el 25 por ciento de los gastos que demandan sus producciones artísticas, otros mecanismos a los que suelen echar mano algunos teatros líricos del mundo parecen poco aprovechados en él: no tiene casi sponsors, no ha conseguido aún sacar rédito de su potencial productivo puertas afuera y desde hace al menos ocho años no cuenta con un sistema de abonos para sus óperas.
Con todo, no son éstos los únicos aspectos que plantean interrogantes sobre el manejo del Argentino. Hace pocas semanas -a partir de una nota que la Fundación del Teatro y buena parte de su personal le presentó al gobernador Daniel Scioli- se puso de manifiesto que la sala lírica es "prestada" para actividades externas sin cobrar por ello un "alquiler" como se hacía hasta hace algunos años.
DILEMA COMPLEJO
Destinatario de un 40% de los fondos que anualmente asigna el gobierno de la Provincia a sus políticas culturales, el Argentino (por su condición de teatro oficial) no puede eludir un complejo dilema: por un lado, sostener su prestigio con ambiciosas producciones; por el otro; retribuir el esfuerzo de los contribuyentes con propuestas que alcancen a la mayor parte de la población y entradas a precios accesibles.
Frente a ese doble desafío los resultados que han venido dando las políticas adoptadas a lo largo de los últimos años resultan desparejos. Mientras que algunas de sus producciones han logrado instalarse a un primer nivel internacional (prueba de ello son las críticas especializadas y el hecho de que varias de sus obras hayan despertado el interés de teatros europeos), su impacto como inversión cultural para los bonaerenses resulta aún exigüo.
Es precisamente desde esta última perspectiva que algunos de los costos que insumen sus producciones resultan a priori difíciles de entender.
CUANTO CUESTAN LAS OBRAS
De los cerca de 80 millones de pesos que recibe anualmente el Argentino, unos 65 millones se van en sueldos, servicios básicos y mantenimiento. Tales serían los "gastos fijos" de un teatro que posee alrededor de 850 empleados (entre artistas, administrativos, técnicos y personal de servicio) y un edificio de más de 60 mil metros cuadrados aún sin terminar.
Es así que lo que se destina habitualmente a la producción artística representa menos de una quinta parte del presupuesto: en los últimos dos años, unos 15 millones de pesos. Con ese dinero, el Argentino produce cada temporada unas seis o siete óperas, otros tantos espectáculos de ballet y alrededor de ocho conciertos, más o menos según cómo se programe el año, entre otras producciones menores.
Mientras que una temporada completa de ballet y conciertos le insume al Argentino casi 4 millones de pesos, las óperas, que son las producciones más costosas, le representan alrededor de otros 8 millones. Sobre este cálculo, el Teatro plantea cada año su programación tratando de mantener cierto equilibrio entre propuestas populares que le aseguran un mayor recupero y otras obras que, pese a no ser tan convocantes, implican una mayor apuesta artística.
Por mencionar sólo algunas obras que se vieron este año, el Don Giovanni que abrió la temporada lírica tuvo un costo aproximado de $ 915.000 pesos; Aynadamar, la pieza con que se celebró la Gala del Bicentenario, $ 1.325.000; Lady Macbecth de Mtsenk -una puesta que recibió grandes elogios-, $ 1.320.000 y el Rigoletto que estuvo en escena hasta hace unos días, $1.240.000; según consta en expedientes del Instituto Cultural de la Provincia.
¿Mucho o poco dinero? La respuesta depende sin duda de la perspectiva desde la cual se la analice. Si se tiene en cuenta que cada una de esas obras habría sido vista por 6 mil espectadores en promedio (de acuerdo con estadísticas oficiales), los costos parecen desproporcionados.
Sin embargo, en el ambiente de la lírica nacional, las producciones del Argentino no están consideradas precisamente excesivas. Por el contrario, hay quienes señalan que son en general mucho más económicas que las del Colón, que este año habría invertido sólo en su ópera inaugural, La Boheme, cerca de cinco millones de pesos.
GASTOS LLAMATIVOS
Aún así, se advierten gastos en las producciones del Argentino que en principio llaman la atención. Porque si bien resulta difícil determinar si un cachet de 20 mil pesos para un solista de prestigio internacional es caro o barato, cualquiera sabe lo que significan $ 16 mil pesos en remises, como se gastaron este año para Don Giovanni; 39 mil pesos en ferretería y 45 mil pesos de alojamiento, como insumió Lady Macbeth; o 54 mil pesos en pintura, en el caso del ballet Romeo y Julieta de 2009, por citar sólo algunos ejemplos puntuales.
Las autoridades del teatro aseguran sin embargo que cada uno de esos gastos está justificado en los requerimientos propios de producciones artística de cierta escala, las cuales exigen una "compleja ingeniería".
"La producción de una ópera implica un proceso de evaluación no sólo en términos económicos sino también de tiempos, por lo cual se hace un cronograma de trabajo día por día. Pero a su vez hay tiempos administrativos y una situacion económica financiera de la Provincia a contemplar. Nosotros somos conscientes del enorme esfuerzo que hace la Provincia para mantener este nivel de producciones y por eso tratamos de adaptar los procesos productivos del teatro a esa situación", explica Leandro Iglesias, el director administrativo del Argentino.
Es así que cada producción implica "un proceso largo y sinuoso de negociación en base al presupuesto aprobado que hay que respetar. Pero muchas veces surgen imponderables o situaciones cambiantes que tienen que ver con decisiones del director de la obra en las que nosotros debemos actuar como límite sin acotar al artista. Tratamos de ahorrar todo lo posible, y creo que lo logramos con bastante éxito, pero en ocasiones hay que cubrir urgencias. Lo que hay que entender es que ese proceso de negociación tiene una particularidad: pase lo que pase, el día del estreno a las 20,30 nosotros tenemos que levantar el telón", afirma Iglesias.
Sobre ese panorama, el director administrativo del Teatro afirma que los grandes insumos de ferretería o pintura volcados sobre ciertas obras obedecen a la "necesidad de acopiar material para evitar retrasos en la producción de los títulos que siguen". Y que las importantes erogaciones en traslados y alojamiento de artistas se encuentran justificadas también en la propia situación del teatro.
"Nuestra oferta de cachets, si bien guarda cierta relación con los valores internacionales, está un poco por debajo. Por eso, para traer a algunos artistas extranjeros les ofrecemos comodidades que tal vez otros teatros no ofrecen, como el transporte y la hotelería. Aunque tenemos canje con hoteles, no siempre alcanzan o están disponibles. Y lo mismo nos pasa con los traslados: sólo disponemos de un auto para cubrir a varios artistas a veces durante un mes, incluídos los viajes a Ezeiza. Para nosotros es un gasto importante pero lo asumimos como parte de la producción", dice Iglesias.
Lo cierto es que, en contraste con lo que sucede en muchos teatros líricos del mundo, el Argentino casi no recibe apoyo del sector privado. Porque si bien posee algunos acuerdos de canje publicitario con empresas, éstos no representan un aporte significativo en el contexto de sus gastos de funcionamiento.
Sin aportes privados, sin venta de abonos para sus óperas, sin cobrar por el uso de la sala lírica para actividades de otro tipo, y con una recaudación por cada espectáculo que nunca compensa más del 25% de lo que cuesta la obra, los costos fijos del Teatro Argentino se hacen, por cierto, pesados. Detrás del brillo que alcanzan muchas de sus producciones, hay cifras que, como se dijo, siembran algunos interrogantes.
Emprendimientos deficitarios
La producción lírica, como sabe cualquiera en su ambiente, no es precisamente un buen negocio. De hecho, ni siquiera se lo toma como un negocio; sus promotores lo consideran más bien un servicio cultural. No existe teatro lírico en el mundo que no sea deficitario. Y es por eso que todos ellos están sostenidos por los aportes de mecenas, o bien -como en el caso del Argentino y el Colón, entre muchos otros- se encuentran subsidiados con fondos públicos.
En este sentido el Teatro Argentino no es un excepción: en la mejor de sus temporadas recupera con suerte sólo un 24% de lo que invierte en producción artística. Cada una de esas óperas que se ofrecen en cuatro o cinco funciones y cuestan más de un millón de pesos, son vistas por unos seis mil espectadores en promedio. En números muy gruesos, esto equivale a hablar de espectáculos cuyos costos rondan 200 pesos por persona, como mínimo, cuando el precio de las entradas oscila entre 20 y 160 pesos.
"La idea de que un teatro lírico es un mal negocio para el Estado no es válida, porque esto no es un negocio; es parte de una política cultural que obliga a considerar también la plaza en que se trabaja. Nosotros tenemos entradas que no exceden los 160 pesos.
Y aunque sabemos que el espectáculo vale mucho más que eso, no podemos ponerlas más caras porque nadie las pagaría", explica Leandro Iglesias, el director
administrativo del Argentino.
En la medida en que no se pueden esperar grandes ganancias económicas, dice Iglesias, "la idea que nos desvela es cómo hacer para ganar más público. Porque lo
cierto es que tenemos que legitimar socialmente una institucion que hasta ahora no está llegando a la mayoría de los bonaerenses, y esto es una realidad".
Los números de la Fundación
Nacida hace un cuarto de siglo, la Fundación del Teatro Argentino se ha convertido en los últimos años en una pata clave para su funcionamiento. Sin ella, difícilmente podría mantener la regularidad en sus producciones artísticas. Pero a diferencia de otras fundaciones que acompañan a los centros líricos, cuya misión es en general buscar apoyo externo, la del Argentino funciona sobre todo como una administradora de recursos económicos para cubrir necesidades inmediatas del Teatro.
A partir de un convenio suscripto durante el gobierno de Felipe Solá, la Fundación recibe un porcentaje variable, de entre el 12 y el 18%, de las entradas que vende el Teatro. En lugar de ir directo a Rentas Generales del Instituto Cultural, esa parte de la recaudación se convierte en una caja paralela a la cual puede recurrir la administración en busca de liquidez.
Este mecanismo -surgido de la necesidad de resolver la diferencia entre los tiempos administrativos de los esquemas de contrataciones y compras del Instituto Cultural y los plazos propios de una producción artística- permite tanto adelantar el pago del cachet a un artista como comprarle zapatillas al cuerpo de ballet.
Pero a su vez, la Fundación genera ingresos a partir de la concesión del buffet (que terceriza a unos 5 mil pesos por mes) y el alquiler de las cocheras del Teatro (unas 450 boxes rentados mensualmente a 50 pesos por auto). Con esos fondos, que son de manejo propio, cubre los sueldos de sus dos empleados (sus autoridades trabajan ad honorem) y contribuye en la promoción de las actividades del Argentino.
Entre esas contribuciones de promoción, contrata cinco micros para cada función lírica de fin de semana y otro dos los jueves (a un costo de mil pesos cada uno) para trasladar gratuitamente al público de la capital federal interesado en asistir a los espectáculos del Argentino, además de las combis donde llegan los críticos especializados de los medios de comunicación.
Una histórica autofagia
Luego de haber sido utilizadas para cuatro o cinco funciones como mucho, la escenografía, el vestuario y la utilería de una ópera -que representan un porcentaje importante de su costo de producción- suelen recorrer en el Teatro Argentino un camino incierto. Porque si bien algunos de esos elementos se almacenan para reposiciones, muchos otros se desmantelan para reutilizarse o terminan convirtiéndose en desechos.
Debido al alto costo de almacenamiento -un problema al que no son ajenos otros teatros líricos- el Argentino ha tenido a lo largo de los años cierta actitud de autofagia con sus producciones, desaprovechando así la posibilidad de recuperar al menos una parte de la inversión inicial en insumos y horas de trabajo que puso en ellas.
Conscientes de esta falencia histórica, las autoridades del Teatro Argentino han empezado a buscar con otros teatros latinoamericanos algún mecanismo similiar al que se aplica en el circuito de la lírica europea, donde las mismas producciones circulan de un escenario a otro a la largo de varias temporadas, con lo cual se logra reducir significativamente los costos.
Fuente: http://www.eldia.com.ar/edis/20100726/informaciongeneral9.htm
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