miércoles, 28 de julio de 2010

Audaz relectura del barroco

Foto: TEATRO ARGENTINO

La ópera de Haendel y una puesta de Tambascio que desafía lo convencional

Miércoles 28 de julio de 2010 | Publicado en edición impresa LA NACION

Giulio Cesare in Egitto , de Georg Friedrich Haendel. Elenco: Nidia Palacios (Cesare), Flavio Oliver (Ptolomeo), Paula Almerares (Cleopatra), Cecilia Díaz (Cornelia), Adriana Mastrángelo (Sexto), Sebastián Sorarrain (Aquilas) Damian Rodríguez (Nireno), Mariano Fernández Bustinza (Curio). Escenografía: Daniel Bianco. Vestuario: Jesús Ruiz. Iluminación: José Luis Fiorruccio. Coreografía: Yolanda Granado. Director de Coro: Miguel Fabián Martínez. Director de escena: Gustavo Tambascio. Director de orquesta: Facundo Agudin. Teatro Argentino de La Plata.
Nuestra opinión: Muy bueno.

El quinto título de la temporada 2010 en La Plata fue un espectáculo visual de calidad en cuanto a su realización escénica, que sin embargo generó en el público una evidente división en cuanto a la valoración de la puesta, afortunadamente de modo tibio y en tan solo el aplauso final. Es que como está aconteciendo de manera creciente en numerosas ciudades del mundo, el criterio y las concepciones de los aspectos teatrales, así como los detalles de la caracterización de los personajes, rompiendo de modo tajante con las ideas aplicadas en un pasado no tan lejano, provocan un choque de juicios divergentes. No obstante se observaron en el bello e impactante diseño escenográfico, en verdad suntuoso y de admirable realización, aspectos que son merecedores del mayor elogio, en especial por una confección íntegramente realizada en los talleres del teatro: trajes, pelucas, bordados de época, fantásticamente logrados, así como los imponentes monumentos de indudable belleza.

Por otra parte, en lo que hace a la realización musical, se reconoció de inmediato una prolijidad solo posible con un alto grado de exigencia en los tiempos de ensayos y un estudio meticuloso de la partitura, cumbre de Haendel por sus inspiradas líneas melódicas en la que se suman extenuantes y bellísimos ornamentos propios del estilo del barroco. Todo ello muy bien logrado por el director Facundo Agudin y el eficiente desempeño de los maestros internos y el aceptable rendimiento de la orquesta del Argentino, más allá de algunas fallas en las siempre complejas trompas.

En cuanto a los cantantes, en los personajes protagónicos cabe destacar al contratenor Flavio Oliver como Ptolomeo, no sólo por la riqueza de su voz, sino también por la soltura en los desplazamientos y fuerza expresiva; a las mezzosopranos Cecilia Díaz como Cornelia destacando su experiencia y una acertada composición del torturado personaje; Adriana Mastrangelo, por su seguridad vocal y buen desplante en la escena, y Nidia Palacios, muy atinada como Julio César, al que le otorgó majestuosidad en sus actitudes con detalles que mostraron las diferentes situaciones anímicas que le tocan vivir, destacando una pulcra coloratura, mas no prestancia en el caudal vocal.

Por su parte, la soprano Paula Almerares, como Cleopatra, hizo valer su indudable experiencia de actriz inteligente, que destaca refinamiento en sus modales, cierto candor en su mirada siempre lejana y su musicalidad, esa que le permite sortear pasajes complejos sin atisbo de tensión. Asimismo, al barítono Sebastián Sorarrain (Aquilas) se lo escuchó muy firme encarnando al general egipcio que intenta conquistar a Cornelia, en tanto que Damián Ramírez (Nireno) y Mariano Fernández Bustinza, (Curio) en los personajes de flanco, alcanzaron buen nivel. Etéreas y bellísimas las bailarinas que dieron vida a estampas delicadas, y muy bien elegidos los figurantes como soldados con la fuerza de la virilidad y la lucha.

En cuanto a la propuesta escénica no se comparte la idea de pincelar algunas escenas trasladándolas a nuestras tierras en la época de malevos, ni mostrar una escena de orgía y sexo muy poco estética, sumando una injustificada presencia de Eva Perón y de hombres del bajo fondo porteño, vuelta de tuerca esclarecedora por si algún distraído no se diera cuenta que parte de la acción se había transferido caprichosamente a un Buenos Aires de algún tiempo del pasado. ¡Qué inoportuna gratuidad!, tan alejada del refinamiento de la música y de lo que antes se había visto.

Juan Carlos Montero

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1288755

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