Ópera en el Teatro Argentino
24-07-2010 / Una charla con Gustavo Tambascio, responsable de Giulio Cesare in Egitto, de Händel
“Esta puesta en escena está fundamentalmente basada en los principios barrocos, de la retórica y gestualidad barroca. Es muy historicista", introduce al comienzo de la charla con Diagonales el argentino radicado en España Gustavo Tambascio, responsable de la puesta en escena de la ópera Giulio Cesare in Egitto de Händel, que hoy, a las 17, subirá a escena en la Sala Alberto Ginastera del Teatro Argentino de La Plata (calle 51 e/ 9 y 10). Con nuevas funciones el jueves 29 de julio, a las 20.30, y el domingo 1º de agosto, a las 17.
–¿Qué particularidades va a tener la puesta en escena que podrá disfrutarse a partir de maña?
–Esta puesta en escena está fundamentalmente basada en los principios barrocos, de la retórica y gestualidad barroca. Es muy historicista, con sus trajes, coreografía y parte de la escenografía que nos remite a plena época barroca. Tiene la extraña característica que acompaña a los personajes de este movimiento, son casi estatuas vivientes, que viven distintos afectos y pasiones. Tenemos que situarnos que estamos en una época dominada por el libro Las pasiones del alma de René Descartes. Lo que sí introducimos nosotros en el segundo acto es una suerte de espejismo barroco, hacemos un fast foward, en vez de flash back, y nos introducimos en la Argentina de los años '50, donde de alguna manera estas estatuas se corporizan en distintos personajes, en particular en mujeres que han protagonizado la historia argentina. Así mientras Julio César y Cleopatra discuten la suerte de muchos, se funden en el emblema que fue la conductora como mujer. Y hay que remarcar que se trata de un espejismo, no hay que hacer ninguna lectura política. Y ya en el tercer acto volvemos a la ilusión barroca. No tiene mensaje político, y todo forma parte de las ilusiones barrocas. Se acerca a nosotros y descubrimos que nuestro pasado es barroco. Las pasiones se presentan de una manera representada, donde los gestos y la puesta en escena tienen un significado diferente a las pasiones privadas. Sucede que nosotros nos movemos en ese terreno y pensando que vivimos en una época neobarroca.
–Y también, tengo entendido, aparece el tema "del muerto sin enterrar".
–Sí, así es. Y en parte me remito a una parte de la historia que conozco. Porque a pesar de llevar 34 años viviendo afuera, aparecen los recuerdos de la infancia y el cementerio de la Recoleta. Se cruzan la historia argentina y Julio César. Tenemos un muerto sin enterrar. En este caso comenzamos con la cabeza de Pompeyo, tenemos a su viuda y a su hijo Sexto, que mientras Julio César, Cleopatra y Ptolomeo discuten, lo otros van detrás del cuerpo permanentemente. Y en la Argentina el tema del "muerto sin enterrar" es recurrente. Está la cabeza de Lavalle; el cadáver de Rosas; los que mueren afuera y cosas más evidentes, como la desaparición del cadáver de Evita. Y por su puesto hay muertos más flagrantes y que ya pertenecen al mundo de la tragedia argentina, que no representamos porque está presente. Es una representación permanente donde el drama va subterráneamente y las pasiones van por dentro. Por afuera la gestualidad responde a lo que el público barroco y los espectadores querían ver.
–¿Cómo fue el hecho de volver para trabajar en el país?
–Fue muy emocionante volver a Argentina, no vengo desde hace 23 años. Me mueve muchos recuerdos, me moviliza mucho. Estar rodeado de la juventud argentina me da mucha alegría, pero al mismo tiempo cierta desazón ya que uno querría que estén en una situación mental mejor. Lo que pasa que muchas veces uno se forja en la cabeza un país ideal. La juventud de mi época era distinta, pero ver a estos chicos hablar con el acento propio de acá me retrotrae a épocas perdidas de mi memoria. Me pongo a pensar que tengo que irme el 2 de agosto y ya empiezo a sentir que los voy a echar de menos.
–¿Y en La Plata ya había tenido la oportunidad de trabajar?
–La Plata para mí era algo desconocido. Recuerdo que con mi padre veníamos algunos fines de semana al Museo de Ciencias Naturales o a ver óperas al viejo Teatro Argentino. La verdad que me gusta mucho y además poder trabajar en un gran teatro. Y sí me parece que vale la pena destacar y subrayar la tarea que está realizando Marcelo Lombardero al frente del teatro, lo lleva de una manera extraordinaria. Ya se merece tener un monumento en la Plaza Italia. Encontré un teatro en un nivel muy alto y hay que decirlo, y lo digo yo trabajé en los grandes escenarios del mundo. Lo que está haciendo es una gran obra, aspira a primer nivel. Esa es una cosa que se perdió, y la Argentina está resignada a perder eso. Pero esta aspiración es un gran primer paso, porque sin no querés, ¿a dónde vas a ir? Hay que ser inasequible al desaliento y tener una voluntad de hierro. Lo que sucede es que la gente ha sufrido muchas desilusiones y entonces es normal que tengan la guardia baja.
–¿Qué me puede decir de la gente que lo acompaña en esta ambiciosa puesta en escena?
–Hay todo un concepto de puesta en escena, desde el punto de vista visual, tiene un vestuario extraordinario de Jesús Ríos, que es un español que trabaja siempre conmigo; la coreografía barroca pertenece a Yolanda Granado, que también trabajo conmigo. Este es el equipo que ha hecho conmigo la ópera Frankenstein, que tuvo su estreno en Nápoles y acaba de ser premiada en España. La escenografía es de Daniel Blanco, que trabaja en París y España. Se trata de un equipo de primera línea. Y después tenemos un director de orquesta como Facundo Agudín, con la cabeza clara, y con todo este material estamos en condiciones de mostrar algo que no se ha visto nunca, yo no digo si es mejor o peor a otras cosas, sí estoy seguro que es algo que nunca se hizo.
–Además, escribe. ¿Qué le provoca el acto de escribir?
–Una gran angustia, siento el famoso vértigo de la página en blanco. Algo que no me sucede con la puesta en escena donde uno hace el trabajo, discute, se pelea, se cansa, se queda de pie, pero el trabajo está ahí. En cambio escribir es terrible. Para la adaptación de Frankenstein tuve que encerrarme en un pueblo de Galicia, en pleno invierno y olvidarme de todo. Hay gente que ya tiene un método y lo hace. A mí escribir me da una gran satisfacción pero también me provoca muchísima angustia.
Fuente: http://www.elargentino.com/nota-100010-medios-122-Marcelo-Lombardero-esta-haciendo-una-gran-obra-aspira-a-primer-nivel.html
24-07-2010 / Una charla con Gustavo Tambascio, responsable de Giulio Cesare in Egitto, de Händel
“Esta puesta en escena está fundamentalmente basada en los principios barrocos, de la retórica y gestualidad barroca. Es muy historicista", introduce al comienzo de la charla con Diagonales el argentino radicado en España Gustavo Tambascio, responsable de la puesta en escena de la ópera Giulio Cesare in Egitto de Händel, que hoy, a las 17, subirá a escena en la Sala Alberto Ginastera del Teatro Argentino de La Plata (calle 51 e/ 9 y 10). Con nuevas funciones el jueves 29 de julio, a las 20.30, y el domingo 1º de agosto, a las 17.
–¿Qué particularidades va a tener la puesta en escena que podrá disfrutarse a partir de maña?
–Esta puesta en escena está fundamentalmente basada en los principios barrocos, de la retórica y gestualidad barroca. Es muy historicista, con sus trajes, coreografía y parte de la escenografía que nos remite a plena época barroca. Tiene la extraña característica que acompaña a los personajes de este movimiento, son casi estatuas vivientes, que viven distintos afectos y pasiones. Tenemos que situarnos que estamos en una época dominada por el libro Las pasiones del alma de René Descartes. Lo que sí introducimos nosotros en el segundo acto es una suerte de espejismo barroco, hacemos un fast foward, en vez de flash back, y nos introducimos en la Argentina de los años '50, donde de alguna manera estas estatuas se corporizan en distintos personajes, en particular en mujeres que han protagonizado la historia argentina. Así mientras Julio César y Cleopatra discuten la suerte de muchos, se funden en el emblema que fue la conductora como mujer. Y hay que remarcar que se trata de un espejismo, no hay que hacer ninguna lectura política. Y ya en el tercer acto volvemos a la ilusión barroca. No tiene mensaje político, y todo forma parte de las ilusiones barrocas. Se acerca a nosotros y descubrimos que nuestro pasado es barroco. Las pasiones se presentan de una manera representada, donde los gestos y la puesta en escena tienen un significado diferente a las pasiones privadas. Sucede que nosotros nos movemos en ese terreno y pensando que vivimos en una época neobarroca.
–Y también, tengo entendido, aparece el tema "del muerto sin enterrar".
–Sí, así es. Y en parte me remito a una parte de la historia que conozco. Porque a pesar de llevar 34 años viviendo afuera, aparecen los recuerdos de la infancia y el cementerio de la Recoleta. Se cruzan la historia argentina y Julio César. Tenemos un muerto sin enterrar. En este caso comenzamos con la cabeza de Pompeyo, tenemos a su viuda y a su hijo Sexto, que mientras Julio César, Cleopatra y Ptolomeo discuten, lo otros van detrás del cuerpo permanentemente. Y en la Argentina el tema del "muerto sin enterrar" es recurrente. Está la cabeza de Lavalle; el cadáver de Rosas; los que mueren afuera y cosas más evidentes, como la desaparición del cadáver de Evita. Y por su puesto hay muertos más flagrantes y que ya pertenecen al mundo de la tragedia argentina, que no representamos porque está presente. Es una representación permanente donde el drama va subterráneamente y las pasiones van por dentro. Por afuera la gestualidad responde a lo que el público barroco y los espectadores querían ver.
–¿Cómo fue el hecho de volver para trabajar en el país?
–Fue muy emocionante volver a Argentina, no vengo desde hace 23 años. Me mueve muchos recuerdos, me moviliza mucho. Estar rodeado de la juventud argentina me da mucha alegría, pero al mismo tiempo cierta desazón ya que uno querría que estén en una situación mental mejor. Lo que pasa que muchas veces uno se forja en la cabeza un país ideal. La juventud de mi época era distinta, pero ver a estos chicos hablar con el acento propio de acá me retrotrae a épocas perdidas de mi memoria. Me pongo a pensar que tengo que irme el 2 de agosto y ya empiezo a sentir que los voy a echar de menos.
–¿Y en La Plata ya había tenido la oportunidad de trabajar?
–La Plata para mí era algo desconocido. Recuerdo que con mi padre veníamos algunos fines de semana al Museo de Ciencias Naturales o a ver óperas al viejo Teatro Argentino. La verdad que me gusta mucho y además poder trabajar en un gran teatro. Y sí me parece que vale la pena destacar y subrayar la tarea que está realizando Marcelo Lombardero al frente del teatro, lo lleva de una manera extraordinaria. Ya se merece tener un monumento en la Plaza Italia. Encontré un teatro en un nivel muy alto y hay que decirlo, y lo digo yo trabajé en los grandes escenarios del mundo. Lo que está haciendo es una gran obra, aspira a primer nivel. Esa es una cosa que se perdió, y la Argentina está resignada a perder eso. Pero esta aspiración es un gran primer paso, porque sin no querés, ¿a dónde vas a ir? Hay que ser inasequible al desaliento y tener una voluntad de hierro. Lo que sucede es que la gente ha sufrido muchas desilusiones y entonces es normal que tengan la guardia baja.
–¿Qué me puede decir de la gente que lo acompaña en esta ambiciosa puesta en escena?
–Hay todo un concepto de puesta en escena, desde el punto de vista visual, tiene un vestuario extraordinario de Jesús Ríos, que es un español que trabaja siempre conmigo; la coreografía barroca pertenece a Yolanda Granado, que también trabajo conmigo. Este es el equipo que ha hecho conmigo la ópera Frankenstein, que tuvo su estreno en Nápoles y acaba de ser premiada en España. La escenografía es de Daniel Blanco, que trabaja en París y España. Se trata de un equipo de primera línea. Y después tenemos un director de orquesta como Facundo Agudín, con la cabeza clara, y con todo este material estamos en condiciones de mostrar algo que no se ha visto nunca, yo no digo si es mejor o peor a otras cosas, sí estoy seguro que es algo que nunca se hizo.
–Además, escribe. ¿Qué le provoca el acto de escribir?
–Una gran angustia, siento el famoso vértigo de la página en blanco. Algo que no me sucede con la puesta en escena donde uno hace el trabajo, discute, se pelea, se cansa, se queda de pie, pero el trabajo está ahí. En cambio escribir es terrible. Para la adaptación de Frankenstein tuve que encerrarme en un pueblo de Galicia, en pleno invierno y olvidarme de todo. Hay gente que ya tiene un método y lo hace. A mí escribir me da una gran satisfacción pero también me provoca muchísima angustia.
Fuente: http://www.elargentino.com/nota-100010-medios-122-Marcelo-Lombardero-esta-haciendo-una-gran-obra-aspira-a-primer-nivel.html
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