GRAN FINAL EL REY MARKE, ISOLDA, TRISTÁN Y BRANGANIA: IMPECABLES ACTUACIONES.
Crítica Tristán e Isolda Impecable estreno en el Teatro Argentino, con dirección de Alejo Pérez.
21.08.2011 | Por Federico Monjeau
Tal vez el cambio más significativo de los muchos que hizo Wagner en la antigua leyenda celta sea la señal que indica la llegada de Isolda a las costas de la Bretaña francesa, donde Tristán yace mortalmente herido (primera escena del acto III). En el relato original, la presencia de Isolda en el barco que ha ido a buscarla en auxilio del héroe era anunciada por el color de las velas (blancas, si ella venía en la nave; negras, si no era así). En el drama wagneriano, la vista es sustituida por un órgano más arcaico y evocativo: el oído.
Es la melodía del pastor, que el corno inglés realiza desde el foso: un conmovedor lamento mientras el barco no aparece, y al fin un motivo jubiloso. Wagner dijo haberse inspirado en las llamadas de los gondoleros venecianos que oía por la noche desde el puente de Rialto. La idea es extraordinaria, tanto por el efecto inmediato como por su proyección temporal ( “La antigua melodía, ¿por qué me despierta?”, se pregunta el moribundo Tristán) y metafórica (como otra forma de “melodía infinita” wagneriana).
Pero ese particular diálogo musical del comienzo del tercer acto es el símbolo de una transposición que ocurre todo el tiempo, desde la primera aparición del motivo del Deseo, ese expresivo ascenso de cuatro notas que recorre la obra de punta a punta, entre tantos otros leitmotiv. El anhelo de la pareja, demorado durante más de cuatro horas de acción dramática, es el anhelo mismo de la música, de una melodía infinita que se bifurca entre las distintas voces de la orquesta y de una armonía en movimiento permanente, casi sin reposo.
Nietzsche sostenía que el drama de Wagner se intuía sin conceptos, como la tragedia griega, y la puesta de Marcelo Lombardero parece asentarse en esta profunda convicción. Todo está realizado desde la música. Entre tantas otras, viene a la mente la escena que acompaña el pasaje orquestal que sigue al episodio del filtro del amor hacia el final del primer acto: la elevación de la pareja hasta cerrarse en un cuadro pequeño e intensísimo con la rompiente de fondo es una de las imágenes más perfectas que se hayan visto en un teatro de ópera, y su ritmo es completamente musical.
Toda la escena tiene el efecto de una especie de orquestación suplementaria. La escena puede tener muchos detalles, pero al mismo tiempo es casi inmaterial, evanescente, fluida como las mismas transformaciones de los motivos wagnerianos, siempre sobre la base de un color predominante (un gris amarronado, impreciso y romántico). El cuadro de la Bretaña francesa, con su paisaje rocoso y su fondo marino, le debe a la historieta más que a ninguna otra fuente, pero a una historieta metafísica, monocromática, prácticamente sin colores. El impecable diseño escenográfico es de Diego Siliano.
La realización musical no se queda atrás. Katja Beer (Isolda) no tiene lo que se diría una voz hermosa, y a veces se destimbra un poco el agudo, pero lo compensa con una buena técnica y una actuación convincente. Leonid Zakhozhaev es un magnífico Tristán, Adriana Mastrángelo brilla como Brangania, y el magnético Hernán Iturralde compone un rey Marke de antología musical y teatralmente. Douglas Hahn se luce como Kurwenal.
El director Alejo Pérez es el responsable de este primer Wagner cantado en alemán en La Plata, lo que equivale a decir el primer Wagner en serio, y el desafío fue encarado con una entrega y un profesionalismo fuera de serie. A la hora de los saludos se hizo subir a la orquesta en pleno, y fue merecida y largamente ovacionada.
Fuente: http://www.clarin.com/espectaculos/Richard-Wagner-gran-estilo_0_539946013.html
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