15.10.2011 | La obra de Diego de Miguel sube a escena todos los viernes en el Viejo Almacén El Obrero
Te cuento Mirapampa
Contar una historia, la historia puntual de Mirapampa. Eso quiso hacer el director Diego de Miguel cuando empezó a trabajar la obra, que nació en torno a “un montón de aristas”. La primera fue “la influencia del barrio en el que estamos” (la pieza se presenta en el Viejo Almacén El Obrero, ubicado en la esquina de 13 y 71) y luego llegó la idea de comenzar a trabajar con “obras de cámara, de pequeño formato, con pocos actores y mucha proximidad de los actores con respecto al público”.
Con Mirapampa el grupo quiso plantear “un teatro político o social sin necesidad de ser ni panfletario ni evidente, un teatro que pueda aludir a problemas del orden de lo social, en este caso la desaparición del ferrocarril provincial junto as la desaparición de un modelo de país. Es decir, la extinción de los ferrocarriles es un poco la extinción de un país inclusivo, que se fue deteriorando, que tuvo posibilidades de futuro y tal vez durante muchos años dejó de tenerla por cosas como esa, el cierre del ferrocarril”, explicó el director, que con esta pieza pretendió generar “un teatro que pudiera ser poético en relación a esos temas pero sin dejar de plantear esas cosas y al mismo tiempo un teatro divertido, ligero, fresco, con mucha teatralidad, mucha convención, en el buen sentido del término”.
A media que se escribía el texto, el elenco iba ensayando y con esta dinámica se creó una dramaturgia en escena. El propio Diego de Miguel aclaró que esta situación se dio “no porque se derive de improvisaciones -con lo cual no trabajamos frecuentemente- pero sí porque se deriva de una prueba y error constante de lo que funciona en escena. Nosotros sabemos que el teatro no está formado solamente por el texto sino por otro tipo de texturas y materiales que tienen que ver con el escenario”. De acuerdo a esto, el grupo trabaja siempre “con un ida y vuelta de la escritura textual de la dramaturgia, el escenario y la prueba y error. En ese proceso la obra cierra cuando nos cierra completamente, cuando terminamos de escribirla por un lado y cuando terminamos de montarla, que por lo general sucede al mismo tiempo. Vamos creando escenas y haciendo la puesta a medida que vamos avanzando, que todo demuestra cierta eficacia teatral”.
Desde su punto de vista -el de la dirección- la pieza cierra cuando “empieza a hacerse sistema, cuando todas las cosas empiezan a guardar una relación, cuando no hay incoherencias, no hay una negligencia en el hacer, cuando todo aparece como reflexionado, como parte de un todo”.
Puesta a punto
Cuando alguien está en “su” lugar es más que lógico que sienta comodidad y se mueva tranquilamente. Algo de esto ocurre con el equipo de Mirapampa. Ellos lo dicen y además se nota. Llegan al Viejo Almacén El Obrero sólo una hora antes de la función y allí tienen “prácticamente” todo armado: “la sala es nuestra, la escenografía está armada, la puesta de luces también, así que no tenemos muchas dificultades”, detalló el director, que deja en total libertad a sus actores para que se muevan a gusto en el ambiente y para que se preparen como desean.
En cuanto a indicaciones previas, no las hay. ¿El motivo? De no mediar alguna circunstancia especial, de Miguel considera que la obra, una vez estrenada “ya es de los actores”. Por lo tanto ellos serán los encargados de “ablandarla”. El punto es que lo teatral “está configurado por la relación actor espectador y en ese sentido llega un momento que el director no interviene más. Es como la obra fluye, como los actores y el público la viven. Es muy raro que intervenga después del estreno. Puede ocurrir que intervenga, pero en general si lo hago no ocupa mucho tiempo, puedo dar algunas indicaciones antes y sobre todo después, señalando elementos generales, dos o tres, pero creo que la obra después del estreno la hacen los actores”.
Qué hacen
Tres son los actores de Mirapampa: Laura Palmieri, Adriana Sosa y Mauricio Serrano, que están listos para salir a escena casi cuarenta minutos antes del horario en el cual está anunciada la función (a las 22).
–Me puse cuatro mil horquillas- dice Adriana frente al espejo del camarín. Se pone el gorro que utiliza su personaje y vuelve a sentarse. En el mismo momento, su compañera pide “ritmo, ritmo, ritmo” y propone repasar “la parte de los indios”. De inmediato se escucha la voz de Mauricio (que está “muerto” porque trabajó “de 7 a 7”) que asegura “si la hacemos allá (allá es el escenario) tiene más onda”.
Tras el ritual del “pucho” (se juntan los tres a fumar en el camarín) los actores se trasladan al lugar de la acción, para ensayar algunas partes del texto. Primero en grupo, después en solitario. Terminan de acomodar los objetos e insisten en otra pasada: “¿lo hacemos una vez más?”
De fondo se escuchan ruidos de tren y se ve al director acercarse a la escena pero sin interrumpir. Prueba la máquina de humo, prueba el ventilador, y también las luces.
–Mauri, acordate que en la salida tenés que estar cerca de la luz. Yo me paro acá, porque la valija tiene que estar cerca- avisa Laura.
–Estamos, ¿no?
Y antes de obtener alguna respuesta, el director recibe otra pregunta:
–Diego, mirá que se está por cortar la cuarta (por la cuerda de la guitarra)
–¿Y decís que aguanta?
–No sé…
–Bueno, si se corta le agrega más emoción…
Al anuncio de “damos sala en 5” se le agrega el “¿hacemos el numerito?” y el equipo entero se saluda con un beso y se desea “mierda”.
Llegó la hora, la máquina de humo se enciende una vez más y se escucha, desde arriba, un “vamos muchachos”. Y la historia de Mirapampa recién está por empezar…
Listos para viajar
“Cuando todo aparece reflexionado, como parte de un todo”. Ahí es cuando el director Diego de Miguel se da cuenta que una obra está cerrada. Y su obra, Mirapampa, que se estrenó a mitad de año en el Viejo Almacén El Obrero (13 Nº 1900 esquina 71) definitivamente está cerrada.
Madre e hija, vestidas para la ocasión, suben al tren que las dejará en Mirapampa, lugar en el cual se instalarán porque heredaron unas tierras. Con conversaciones distendidas, ambas mujeres irán atravesando por todo tipo de situaciones a lo largo del viaje, que le servirán al público para conocer un poco la historia de cada uno de los personajes y la historia misma del lugar.
Un guarda que también es muchas otras cosas (explorador, payador, viajero, etcétera), un cuasi ataque de indios, valijas que se suman a las que las mujeres traían, una virgen, la cabeza de una vaca… Varios elementos que logran una historia interesante y llevadera.
Porque Mirapampa es eso, una historia bien contada (e interpretada) que por sesenta minutos consigue captar la atención y predispone al espectador a viajar hacia ese lugar al cual los personajes desean llegar. “Suspende por un momento el juicio y escucha mi historia”, dice uno de los personajes en determinado momento. La primera parte del mensaje (eso de suspender el juicio) no es necesaria, pero la segunda hay que tenerla en cuenta, porque la historia de Mirapampa merece ser escuchada.
[El Dato]
Mirapampa sube a escena todos los viernes a las 22, en el Viejo Almacén El Obrero (13 Nº 1900 esq. 71). La obra escrita y dirigida por Diego de Miguel cuenta con las actuaciones de Laura Palmieri, Adriana Sosa y Mauricio Serrano.
El resto del equipo está conformado por Alejandro Varela (supervisión de dramaturgia), Julieta Sargentoni (vestuario y objetos), Magalí Salvatore y Julieta Sargentoni (realización de vestuario) y Claudio Cogo (escenografía e iluminación).
Fuente: http://www.elargentino.com/nota-162308-Mirapampa.html
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