OFF, el suplemento de los teatros
Diagonales / 08.10.2011 | De los amores líquidos, los miedos y dificultades en las relaciones humanas, la Compañía Teatral El Alfiler sabe mucho más de lo que dice en su obra. Porque a pesar de los tiempos que corren lograron llegar al estreno con un grupo sólido que se permite vivir el amor al arte
Una noche cualquiera. Una previa del estreno. Dos actrices se cruzan en direcciones contrarias y en el saludo se enredan en una especie de abrazo. “Bancame que ato la bici acá afuera”, le dice a la otra al mismo tiempo que desensilla. Cruzando la calle llegan Leandro y Luciano, el ala masculina del elenco, que inician una nueva serie de saludos a la que se suma la directora, Irene Satas. Parece a propósito pero sólo cuando están todos entran al teatro para hacer una pasada completa y terminar de definir algunas cosas de cara al estreno de esta noche, luego de más de dos años de proceso. “Si te contara todo lo que pasó en esos dos años, tenemos para un rato largo”, dice la directora mientras descarga un velador metálico de pie y un bolso rojo de su hija “fue muy difícil consolidar un grupo y lo más extraño de todo es que no tuvo que ver con problemas entre nosotros, entre los miembros del grupo, sino que cada uno venía con su mochila, sus tires y aflojes, sus temas personales”. Sin embargo, todo eso a esta altura es parte de la historia, porque la emoción de cara al estreno los tiene a todos más que acelerados.
La obra que iba a llamarse Líquido pero por un problema de papeles terminó por llamarse Liquid Peiper indaga justamente sobre la fragilidad de los vínculos humanos y mete el dedo en llaga de una sociedad que dice tenerla más clara de lo que en realidad tiene. La ansiedad, los miedos, las diversas maneras de conexión, las imposibilidades son algunas de las temáticas que se pensaron a la hora de escribirla, partiendo desde las historias personales de las dramaturgas (más otras que les fueron contando) pero tomando también un marco teórico para entender las nuevas relaciones sociales, los conceptos de Zygmunt Bauman. Tanto en su libro más conocido “Amor líquido” como en “Miedo Líquido” para el autor la clave de lo que está sucediendo reside en que la sociedad de mercado ha degenerado nuestros vínculos personales al tratar al otro, amante o prójimo, como una mercancía más de la que podes desprenderte, de la que podés prescindir o desconectar con cierta facilidad. Cuando Irene Satas, la directora de la obra, leyó algunos de sus libros inmediatamente pensó lo interesante de ver esto plasmado en una obra y junto a una amiga Lucía Castelli se metieron en este mundo que lejos de serles ajenos no paraba de darles motivos para seguir escribiendo. “Todo el tiempo nos divertimos muchos de situaciones que veíamos a nuestro alrededor y de nuestras propias cosas, de los desencuentros amorosos, de la liquidez de las relaciones. Incluimos además del ‘Miedo Líquido’ ese pánico a estar en el banquillo, a ser observado, a ser segregado que reside en todos nosotros. Más cuando entra en juego la mirada del otro”.
Mientras habla la directora termina de acomodar los últimos elementos (más de siete esmaltes, una crema corporal, un spray para el pelo, una paleta de diez sombras para los ojos, entre clips y pincitas de depilar) que conforman esa especie de santuario femenino alrededor de la camilla donde las dos actrices probaran métodos diversos de belleza indiferentes (y no tanto) a los que sucede en la vereda de enfrente donde Leandro y Luciano hacen lo propio con la barra. Los muchachos discuten como disponer las botellas de la barra y “sí la coctelera tiene que ir detrás de los licores o los vasos delante”. La directora se sonríe sumergida en un bolso rojo que tomó prestado hace dos años y que nunca volvió a las manos de su hija. “Son peores que las chicas- dice Irene- Agradecé que ya están cambiados”.
Lady´s room
El resto del elenco, las chicas, desaparecieron detrás de un cortinado negro que divide el escenario de una la sala de usos múltiples después que dispusieron las cosas necesarias en alrededor de la camilla. Entre televisores antiguos y restos de escenografías, además de un impensado mural hecho con tapas de vinilos, se llega al camarín por un pasillo. Frente al espejo Julieta se pone rimel en las pestañas mientras a su lado Floren se cubre la cara con una máscara facial trasparente dice “no puedo creer lo que estoy haciendo. En mi vida me maquillé y ahora hasta camino con los tacos”. Ambas se concentran en su imagen reflejada en el espejo iluminado por bombillas al viejo estilo hollywoodense. Floren sigue “pero entre nosotras así como nos ves no hay divismos. Estamos todos muy en paz”, afirma y las carcajadas se escuchan desde el pasillo por donde entra la directora a las corridas buscando un CD “me perdí el chiste, no?”
Enmarcada por el espejo, el peinado de Julieta inspirado en Audrey Hepburn completa el toque de elegancia del camarín. Aunque las maniobras para llegar al resultado estén lejos de la seducción que ambas despliegan en el escenario: “No te pasa el peine querida”, dice Floren mientras Julieta refunfuña por los tirones.
Love Storie
Como las grandes historias de amor, la obra en su origen también estuvo signada por un accidente que dio nombre a la Compañía Teatral El Alfiler y los convirtió en una de las primeras obras de teatro de la ciudad con su propio Behind The Scene filtrado en Internet. En el video se puede ver a parte del elenco en la sala de espera de un hospital mientras que una de sus protagonistas desfallece en una cama. Cuenta Irene que “todavía estábamos trabajando en Tahuma, probando algo, que finalmente lo sacamos, Julieta hacía una macumba al final de la obra, pinchaba un corazón con alfileres. Y de repente dice: “Me tragué un alfiler”. Todos pensamos que estaba jodiendo o morcillando el texto pero estaba re asustada. Yo no sabía que hacer, quería actuar con tranquilidad entonces le tiré: “Tratá de vomitar, no te hagas problema si ensucias” -Luciano que escucha al pasar se ríe- “Estaba re loca, nos subimos al auto y nos fuimos volando a una guardia. Le tuvieron que hacer una placa porque no tenían ni idea dónde estaba el alfiler. Por suerte estaba en el estómago, el médico me dijo que en cualquier otro lugar podía ser altamente mortal. Hasta a eso sobrevivimos y acá estamos”.
Ajustando los últimos detalles antes de un estreno, que más la concreción de una meta, es un ejemplo de cómo sostener a pesar de las inclemencias un grupo, un vínculo sólido, durante más de un año. Y en ese sentido la obra, el estar reunidos una noche cualquiera en un teatro, también es una forma de amor.
A la fila
No es ningún pecado adelantar que esta historia no tiene un final feliz donde los protagonistas se entregan al amor, sino que los que se terminan entregando en la obra son los espectadores que serán parte de la contención de estos cuatro personajes librados a su suerte. Dividido en dos, entre el espacio femenino y el masculino hay un territorio neutral donde los personajes hacen su descargo, su pequeña confesión de parte. Pero más allá de que la trama los enrede, los personajes no llegarán a encontrarse.
Por un lado, en una barra de bebidas improvisado en el departamento de uno de los dos hombres, ellos conversan mientras se desafían mutuamente en busca del trago perfecto. La historia del mujeriego y el divorciado más que curarse con alcohol terminará por ser una sangría. Del otro lado de la sala, dos mujeres buscan también la perfección pero la de sus propios cuerpos que someten a distintos rituales de “cuidados” estéticos en una sala tipo spa más parecida a una quirúrgica. Mientras cada uno dialoga con su pasado, se miden con las expectativas del otro y esperan a estar a la altura de una noche que siempre promete pasara a la historia.
Según la directora “las voces de los cuatro personajes confluyen pero nunca se cruzan de forma tradicional. Si bien por momentos giran en torno temas comunes, da la sensación que se están contestando y se arma una historia, en realidad no existe un cruce lineal. Porque de alguna manera prima el individualismo y egocentrismo llevado al extremo en los personajes. Cada uno en su mundo va reflexionando, pensando sobre sus imposibilidades de poder tener una pareja. Algunos haciendo gala de un orgullo narcisista y otro representando el lado más romántico y de algún modo identificable”.
Omnipresentes los diversos medios tecnológicos que signan nuestras comunicaciones trazan un puente invisible que conecta ambos mundos, pero que ninguno se atreve a cruzar. En cambio mandan mensajes, señales que terminan disolviéndose como antiguamente lo hacían las de humo.
Pero más allá de que ninguno llegue finalmente a la cita en el devenir hay un atisbo de encuentro por lo menos con la propia historia, una salida provisoria. Y es el espectador, el único testigo de todo, el que se lleve los restos de la noche entre las manos.
[El Dato]
La obra se estrena hoy a las 23 en El Núcleo (calle 6 nº 420 e/ 40 y 41) y permanecerá en cartel durante todos los sábados de octubre. Mientras que durante el mes de noviembre se prevén tres funciones el 25, 26 y 27 en el Pasaje Dardo Rocha.
[Ficha técnica]
Compañía Teatral El Alfiler:
Julieta Mora, Florentina Peralta, Leandro Aun y Luciano Valle.
Realización escenográfica: Agustín Vazzano.
Escenografía: Gabriel Hamamé.
Asistencia de dirección: Gabriel Hamamé.
Música: Cielo Aguirre.
Edición musical: Tata Laxague.
Realización y edición de videos: Julia Gimenez.
Dramaturgia: Irene Satas y Lucía Castelli
Dirección: Irene Satas.
Fuente: http://www.elargentino.com/nota-161348-Liquid-peiper.html
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