
Por Gabriela Claudia Coronato
Publicado el 2 de Septiembre de 2010.- En San Telmo puede visitarse el mayor museo de títeres de América Latina, que fundaron dos titiriteras argentinas pioneras del género en el país: Mane Bernardo y Sarah Bianchi. La función está por comenzar. Pasen y vean.
Existe otro mundo dentro del mundo cotidiano y está en el Museo Argentino del Títere. Las expresiones de los muñecos, los vestidos que delatan la época y la nacionalidad a la que pertenecen y, sobre todo, el mundo multicolor que desborda de las vitrinas, constituyen una invitación a un viaje que tiene mucho de onírico. Afuera queda el “mundanal ruido” y las idas y vueltas de una vida que parece que solamente merece ser vivida a toda velocidad. Adentro, en cambio, hay un mundo fascinante que exige ser descubierto de a poco, sin correr. Este camino sólo puede ser emprendido por soñadores e ilusionistas. Y si de personas soñadoras hablamos, Mane Bernardo y Sarah Bianchi fueron dos fieles exponentes.
Mane, profesora de dibujo, grabado y escultura, funda en 1944 el Teatro Nacional de Títeres del Instituto Nacional de Estudios de Teatro. A ella se sumó Sarah, docente de Letras y artista plástica. Juntas comenzaron un largo camino que finalizó con la muerte de Mane el 6 de octubre de 1991, aunque nunca se sabe si este tipo de camino termina alguna vez.
Mane Bernardo contrató a Sarah para realizar los títeres y la alentó para que manipulara los muñecos. Le decía: “Parate frente a un espejo y manipulalos hasta que te salga bien.” Estuvo horas y horas practicando, hasta que por fin lo consiguió.
Bernardo y Bianchi fundaron el Museo Argentino del Títere el 5 de noviembre de 1983, que comenzó siendo itinerante. Realizaron más de 50 exposiciones en el país y en Uruguay y, con lo que recaudaban, mantenían su colección. Recién en agosto de 1996 el museo contó con sede propia, que es la actual, ubicada en Piedras 905 (y Estados Unidos). El predio es la casa natal de Mane, quien no llegó a conocer el museo ya instalado. Pero para ubicar a los más de 500 ejemplares de todo el mundo que posee la institución fue necesario hacer refacciones. Cuando se inauguró, contaba sólo con la Sala Serguei Obrástzov, por el reconocido titiritero nacido en Moscú al principio del siglo pasado, autor de Mi profesión, un libro emblemático. Obrástzov visitó alguna vez Buenos Aires y deslumbró con su maestría. En la sala que lleva su nombre se exhiben imponentes títeres de África, Europa, Asia y Oceanía. Hoy cuenta, además, con una sala dedicada a los muñecos de titiriteros argentinos que lleva el nombre de un grande de la profesión, oriundo de La Plata, Carlos Moneo Sanz, y con una sala dedicada a los latinoamericanos, bajo el nombre Lola y Mireya Cueto, dos titiriteras mexicanas.
A esto se suma un espacio destinado a espectáculos, la sala Federico García Lorca, con capacidad para 140 personas, donde también se realizan exposiciones temporales. En su planta superior, cuenta con una biblioteca de más de 500 volúmenes dedicados a la temática titiritesca.
Silvia Musselli, coordinadora de las actividades, comenta: “En estos momentos, y desde que murió Sarah el 6 de julio de este año, no contamos con subvenciones de ningún tipo. Antes lo mantenía Sarah, ahora depende de la Fundación Mane Bernardo y Sarah Bianchi, cuyo presidente es Julio Cacciatore, sobrino de Sarah. Lamentablemente, por falta de personal, la biblioteca no está abierta al público. Dependemos solamente de la colaboración y la participación de la gente.”
¿Cómo Sarah y Mane llegaron a juntar tantas piezas? Lo responde Musselli: “Viajaron mucho, sobre todo Mane, que era contratada por la Cancillería argentina para representar al país en festivales internacionales, y se relacionaban con colegas, entre ellos los renombrados Javier Villafañe y Ariel Bufano, con quien trabajaron en el Teatro San Martín. Compraban, intercambiaban, pedían y recibían, hasta que se dieron cuenta de que tenían una cantidad enorme de arcones con títeres. ¿Vender? Jamás venderían un muñeco.”
El Museo Argentino del Títere es pionero en América Latina, no sólo por la cantidad de sus piezas, sino también por la calidad de las mismas. Lamentablemente muchas de ellas, sobre todo las orientales, no pueden ser exhibidas porque no hay suficiente espacio. El propio Lucecita, el títere preferido de Sarah Bianchi (de quien su dueña decía: “Es travieso, pícaro. Hay que cuidarlo porque es muy pícaro”), no está exhibido. Según comenta Musselli, “Sarah no dejó nada indicado respecto a Lucecita, pero está previsto un lugar especial para él”.
UN BREVE RECORRIDO. Todo está previsto para que el visitante se sorprenda no bien ponga un pie en el museo. Cuando comienza la recorrida, en la Sala Obrástzov llaman la atención los títeres de sombra y las marionetas, por sus tamaños y los rasgos de sus rostros. Aquí se pueden ver ejemplares cuyos movimientos se logran a través de diversas técnicas, como por ejemplo las varillas. También hay pequeños títeres de dedal y una imagen de San Simeón, santo de los titiriteros.
En la Moneo Sanz hace su aparición Doña Mercedita, la primera y coqueta horoscopera que entre los años 1965 y 1967 comentaba el horóscopo por Canal 7. Y para los nostálgicos están los muñecos del primer teatro de títeres que hubo en el barrio de La Boca. En la Sala Lola y Mireya Cueto, el visitante puede admirar y sorprenderse con toda una vidriera de títeres provenientes de México, de los cuales algunos actuaron en la época de la Revolución. Acompañan a estos muñecos enormes máscaras de La Bella y La Bestia.
A pesar de las dificultades económicas, los encargados del museo no se dan por vencidos y siguen adelante con una variada oferta para los visitantes. La entrada es libre y gratuita y se realizan visitas guiadas a colegios e instituciones que las soliciten al 4307-6917. Los sábados a las 21 se presentan obras de teatro de títeres para adolescentes y adultos y el precio de la entrada es de $ 25, mientras que los sábados y domingos a las 16 y la 17:30 hay espectáculos para niños, cuya entrada es de $ 20 a partir de los 3 años. El museo cuenta con un elenco propio, pero también se presentan otros titiriteros del país y del extranjero, en especial de Colombia, Perú, Brasil, España y México. Además hay una exposición itinerante de 70 piezas entre títeres, afiches y fotos que se moviliza cuando alguna institución u organización de la Argentina o de otro país lo solicita.
Entre otras muchas actividades, se realizan talleres: “El títere como herramienta de trabajo” que coordina Italo Cárcamo; de “Narración y lectura en voz alta” con Maryta Berenguer; de “Títeres de sombras”; coordinado por Gabriel Fernández; “Teatro de máscaras y títeres”, con Nina Franco, y el “Seminario de Marionetas”, a cargo de Guillermo Bernasconi. Los primeros sábados de cada mes se proyectan películas de diversas temáticas.
Luego de la recorrida, se vuelve al ruido, los bocinazos y el ajetreo de la vida cotidiana. Sin embargo, persiste por mucho tiempo la sensación de que la magia existe, y que no es patrimonio exclusivo de los chicos, que basta con acercarse al Museo del Títere para recuperarla. Ya lo dijo Serrat: a través de su muñeco, el titiritero “nos baja una estrella que borra la huella de un recuerdo amargo”.
Fuente: http://tiempo.elargentino.com/notas/munecos-de-todo-mundo-que-son-esencia-misma-del-teatro
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