Del Picadero fue declarado Patrimonio Cultural de la Ciudad.
Miércoles, 15 de junio de 2011
TEATRO › HOY SE ANUNCIA LA REAPERTURA DEL LEGENDARIO TEATRO DEL PICADERO
El 30º aniversario de Teatro Abierto es el marco ideal para el encuentro de hoy, en el que diversas personalidades del arte y la cultura celebrarán el retorno de las actividades a la sala.
Por Hilda Cabrera
La reconstrucción del Teatro del Picadero y la proximidad del 30º aniversario de Teatro Abierto 1981 serán materia de la conferencia de prensa que se realizará hoy a las 17 frente al teatro ubicado en el pasaje Enrique Santos Discépolo 1847, a metros de Corrientes y Callao, cuya demolición total pudo evitarse luego de las acciones realizadas en 2006 y 2007, quedando sellado en 2008 el compromiso de la empresa constructora D’Buenos Aires de recuperar y preservar la fachada original y el ámbito teatral del predio. Finalmente, y por Ley 2980, el espacio fue declarado Patrimonio Cultural de la Ciudad. Participarán del acto personalidades vinculadas con las artes escénicas y la cultura en general, para anunciar allí las actividades conmemorativas y las propuestas artísticas abiertas al público, programadas para el 28 de julio, día y mes en el que se inició en 1981 el ciclo TA, como una forma de resistencia cultural a la dictadura militar. Entonces se presentaron veinte obras breves y quedó afuera Antes de entrar dejen salir, de Oscar Viale, por complicaciones técnicas. Entre las singularidades de aquel ciclo está la de haber sobrevivido al incendio intencional que arrasó la sala Del Picadero el 6 de agosto. Convertida en foro de artistas y público opositor a la dictadura, la iniciativa se sustentó en la “declaración de principios” escrita por el dramaturgo Carlos Somigliana y leída por el actor Jorge Rivera López a modo de discurso inaugural, donde se dejaban en claro las razones que los animaban: “Porque aspiramos a que nuestro valor se sobreponga a cada uno de nuestros miedos... porque amamos dolorosamente a nuestro país, y éste es el único homenaje que sabemos hacerle...”.
Los organizadores de la convocatoria de hoy son integrantes del Grupo Tuñón, de Síntesis Porteña en Comuna 3; CTA Cultura; Asociación Espacio Social, Asociación Tesis 11; de la rectoría de la Escuela Mariano Acosta; la Cooperativa de Trabajo Hotel Bauen; el Bar Cultural Mordisquito; la Asociación Ensamble Lírico Orquestal y S.O.S. Cultura. Las adhesiones son igualmente numerosas. Provienen de personalidades de la cultura, algunas ligadas al ciclo pionero, como Carlos Gorostiza, Roberto “Tito” Cossa, Pacho O’Donnell, Raúl Serrano, Virginia Lago, Raúl Rizzo y Osvaldo Santoro; Javier Margulis, Eugenia Levin, Arturo Balassa (director de la película País Cerrado. Teatro Abierto); Oscar Rovito; David “Coco” Blaustein y muchos más.
No es éste el primer intento de reapertura del teatro. El autor y director Hugo Midón, recientemente fallecido, fue convocado años atrás para conducir la programación artística de ese espacio, donde se llegó a estrenar El Pelele, obra presentada por La Banda de la Risa y dirigida por Claudio Gallardou, inspirada en El señor Badanas, del español Carlos Arniches. Pero aquel emprendimiento de septiembre de 2001 no pudo sostenerse y la sala cerró. El mismo Midón señaló que fue una experiencia fallida: “Los costos de refacción fueron más altos de lo que había previsto el dueño (el empresario Lázaro Droznes), y no se pudo solucionar el problema de la acústica”.
En cuanto a Teatro Abierto 1981, es justo recordar que la rebeldía del teatro argentino tiene historia, más allá de la singularidad del contexto en el que se dio y el empuje solidario y creativo de sus protagonistas. TA surgió, en principio, del agravio que sufrieron los autores ante la indiferencia y el menosprecio de sus obras por parte de quienes dirigían las instituciones oficiales. Se sabe que el teatro argentino no le dio la espalda a la realidad y la expresó de modo directo o metafórico. Entre las piezas más cercanas al fenómeno se encuentran Visita (1975) y Marathon (1980), las dos de Ricardo Monti; El señor Galíndez (1973) y Telarañas (1976), de Eduardo “Tato” Pavlovsky; Archivo General de Indias (1972), de Paco Urondo; e Historias de una cárcel (1972), de Osvaldo Dragún. Y hubo más, pegadas al ‘81. La malasangre, de Griselda Gambaro, estrenada en 1982, cuando los medios seguían manteniendo al día sus listas negras, y los prohibidos y sospechosos debían emigrar o escribir bajo otro nombre.
Así como TA ’81 no nació de la nada, tampoco acabó ese año. Hubo ciclos en 1982 y 1983, ofrecidos en el desaparecido Odeón y en la sala Margarita Xirgu. Afirmada la democracia, sobrevivió bajo diferentes formatos, con algunos protagonistas de la primera hora y otros nuevos, reafirmando la diversidad de opiniones y estéticas. Las convocatorias se dieron bajo nombres tales como Teatrazo y Arte Abierto. Por entonces se imponían otros modelos de actuación y producción, y el teatro se enlazaba a la realidad de manera más metafórica. Aunque diferente en su concepción y objetivos, pero semejante por la amplitud de convocatoria, se destacó en los últimos años la creación de Teatro por la Identidad, cuyos ciclos fueron apoyados por no pocos integrantes de TA. Motivos no han faltado. Como decía el fallecido Osvaldo Dragún a propósito de las presentaciones del ’81: “El objetivo profundo fue volver a mirarnos a la cara, sin vergüenza”.
TEATRO › OPINION
La resistencia desde el escenario
Por Hugo Urquijo *
Hace tres años tuve el placer y el honor de dirigir la reposición de dos obras emblemáticas de Teatro Abierto 1981: Gris de ausencia, de Roberto “Tito” Cossa, y El acompañamiento, de Carlos Gorostiza, con producción del Complejo Teatral de Buenos Aires. Entonces pensamos que para las nuevas generaciones que no conocían la historia de aquella maravillosa gesta cultural, el espectáculo debía tener un actor o una actriz que la relatara. Hoy, que el Teatro del Picadero, espacio en el que se inició esa historia, ha sido reconstruido y está en condiciones de albergar obras, retomo la pregunta: ¿Qué fue Teatro Abierto?
Hacia fines de 1980 sólo las Madres de Plaza de Mayo resistían a la feroz dictadura militar con su desafiante caminata: un rito semanal, valiente y solitario. Algunos brotes de resistencia comenzaron a sumarse: huelgas aisladas, incipientes reacciones de la prensa independiente. Otros focos donde podía expresarse la resistencia eran el humor, siempre una herramienta adecuada en circunstancias semejantes, y el teatro, experiencia grupal por excelencia, con su extraordinaria capacidad de metaforizar. Es posible que en ese momento, las mayorías populares no tuvieran todavía noción del genocidio que se había cometido, de la magnitud de la tortura y desaparición forzada de personas, y de la apropiación de sus hijos, pero lo cierto es que ya empezaban a sentirse los efectos –sobre las capas más pobres de la población– del ajuste económico que el neoliberalismo pudo instaurar, sin vuelta y sin derecho, amparado por la mordaza y el terror.
En ese clima opresor, un grupo de autores teatrales inició su propio ritual de resistencia: reunirse en sus casas un día por semana para tomar mate con facturas y hablar. Hablar y escucharse y sentir que no estaban tan solos ni aislados, que uno más uno es más que dos. La primera reunión fue en casa de Carlos Gorostiza, con café, mate y factura de mediana calidad pero matizada con diálogos vivos, que –aunque sin planes posibles– evidenciaban la indignación. Hasta que un día Osvaldo “Chacho” Dragún llevó a la reunión la propuesta de un grupo de jóvenes que sugería escribir obras cortas, una por cada uno, veintiuna en total, sobre temas eróticos. Eso les permitiría eludir la censura o la total prohibición. Dragún aludió a esos inicios con estas palabras: “Había que encontrar un atajo, inventar una bifurcación que nos permitiera sobrevivir”. Porque de eso se trataba, de sobrevivir. Y ayudar a sobrevivir a una valiosísima generación de teatristas ávidos de expresarse.
Así fue como Teatro Abierto pudo ser soñado. De los laberintos nocturnos en que se tejen las utopías nació el llamado de los primeros convocantes: los autores. Inspirados en la estructura de la sugerencia erótica, los autores dieron forma a la idea de lo que sería Teatro Abierto: veintiuna obras de un acto, no estrenadas, se representarían tres por día durante una semana en una sala, en horario vespertino y durante dos meses. Los autores fueron nucleando a los directores y entre todos a los actores y luego a los escenógrafos y luego a los vestuaristas y luego a los músicos, y luego... Se imprimieron abonos para la totalidad de esas ocho semanas de funciones en un teatro pequeño, el Teatro del Picadero. Los abonos fueron arrebatados de las manos de quienes los vendían al precio de un pan, tan baratos eran. La ciudadanía también quería participar.
Dragún lo evocaba así: “Buscábamos cómplices para una idea loca. Casi como contrabandistas. En voz baja. Para no asustar a nadie. Ni siquiera a nosotros mismos. Sonaban más fuertes las sirenas policiales que nuestras voces. Y de pronto las islas flotantes que se fueron uniendo conformaron un continente”.
Fueron momentos de gran felicidad combativa para nosotros.
Teatro Abierto nació el 28 de julio de 1981 con el esquema de las tres obras diarias hasta que culminó su primera semana, el 4 de agosto. El régimen tomó conciencia de su significación y el 6 de agosto envió un comando de represores que en la madrugada de ese día, mientras Frank Sinatra cantaba en el Sheraton para el Buenos Aires de la dictadura, incendió el teatro de la cortada Rauch (ahora Enrique Santos Discépolo).
La reacción de la comunidad fue inmediata. De los múltiples ofrecimientos de salas para continuar, TA, en asamblea multitudinaria, eligió el Tabarís. Un delirio de catacumbas terminó compartiendo las luces de la notoria calle Corrientes, y a partir del incendio se transformó en un fenómeno de una masividad descomunal desde el 18 de agosto, sólo doce días después del incendio.
“Las cosas no salen siempre como los poderosos las programan”, dice Tito Cossa, y este fenómeno así lo demuestra. “A los militares argentinos, tan expertos en armas, con Teatro Abierto el tiro les salió por la culata”.
* Director teatral y médico psicoanalista
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/10-22002-2011-06-15.html
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