Las Mamichulas tienen una casa en 119 entre 63 y diagonal 113, frente a la facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP
En el día del Orgullo Gay
28.06.2011 | Sociedad / Al Triangulo Mamichula, apuesta al respeto y a la diversidad sexual
Nada se pierde, todo se transforma en Al Triángulo Mamichula. Cruzar el umbral significa entrar en un universo en el que no existen las convenciones y sólo son válidas las carcajadas, el compañerismo y el disfrute. Los extravagantes once impulsores de la casa de 119 entre 63 y diagonal 113, frente a la placita en triángulo que mira a la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, gustan denominarse como un club social o, mejor aún: una “familia”. Claro que no en el sentido tradicional de la palabra. Más bien polifórmica, multisensacional, construida por antojo y con una conformación que varía y rota según las necesidades de cada uno. “Es muy liberador desprenderse de un montón de mandatos morales sancionadores. Gran parte de nuestra angustia e infelicidad viene por maniobrar con esos juicios que nos entristecen. Hombre- mujer es de los más grosos de los moldes”, señalan a Diagonales Carmen y Maisa, ex estudiante de periodismo una, músico la otra, quienes hoy se suman a la celebración del Día del Orgullo Gay.
¿Es un centro cultural? Sí y no tanto. Está bien que entre sus cuatro y decoradísimas paredes –repletas de recortes de diarios, papeles de colores, cuadros enormes, fotos y cartelitos– se realizan talleres de canto, cocina; eventos interdisciplinarios con artistas invitados, cuenta cuentos y performances; y eventos mensuales como el "Mamicanta" (un ciclo de cantautores) y “Letras polutas” (en el que escritores independientes comparten sus producciones con músicos y narradores orales). Pero Al triángulo Mamichula pretende ser mucho más que eso, desde que abrió sus puertas en el corazón del barrio El Mondongo. “Son muy importantes las relaciones que tejemos entre nosotros y con quienes transitan por las facultades –profesores y estudiantes–, y con la comunidad trans, las chicas trabajadoras sexuales que viven en esta zona, que también es zona roja”.
INICIOS. “Empezamos en agosto de 2010. Ya conocíamos a un grupo de trans agrupadas con objetivos generales de mejorar la vida de la comunidad. Dos compañeras de ese grupo iban a integrar esta casa, y una, Mimicha, murió en el lapso entre que alquilamos y el día en que inauguramos. Fue una ausencia muy fuerte y simbólica, murió por sida de un día para el otro. Ahí tomamos conciencia de que la expectativa de vida para una chica trans es de 35 años. Mimicha quería trabajar acá para nunca más pisar la calle, pero en un mes se fulminó. Su energía fue inspiradora de este proyecto y nos mostró la urgencia ante la que estabamos”, recuerdan.
La fiesta de inauguración, a un mes exacto de la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario, fue con un gran casamiento entre todos los integrantes. “Tenemos hasta cónyuges que no son de Mamichula, que se sumaron. Lo que proponemos es pensar estructuras sociales de otra forma, entonces, somos una familia”, describen.
El recorrido que cada uno de los integrantes de Mamichula hizo previamente a embarcarse en esta experiencia es disímil, pero tiene en común el interés y la visión de la sexualidad desde una multiplicidad cultural “y no desde una estructura impuesta como es la heterosexualidad. Somos de la idea de que es que es muy rígida la manera de empezar en binomios hombre-mujer. Tenemos en cuenta la gama de diversidades, y que no sólo la genitalidad define la elección de a quién amar”.
La cocina es otro de los puntos que los los une. “El logo es una boca abierta mostrando la lengua; nuestra forma de decir lo que decimos o pensamos pasa por ese órgano del cuerpo universal, que sirve para un montón de cosas que tienen que ver con el placer; comer, hablar, gestualizar, cantar, disfrutar sexualmente de la vida. Y nos interesa potenciar la capacidad de sentir placer de todos y todas y de usar la palabra como capacidad extraordinaria. El amor que genera compartir una comida es un mimo diario”.
TRABAJO. Un punto central de Al Triángulo Mamichula es el hecho de ser un proyecto sustentable, que les permita alquilar el espacio en donde viven y trabajan: “tenemos una relación placentera con el trabajo y nos gusta que eso sea valorado en términos económicos por este sistema. Trabajamos para vivir, no sólo para subsistir”, señalan.
Por eso, impulsan talleres sobre temáticas que les parecen trascendentes. Como un taller de violencia vincular, que en agosto va a comenzar dictado por Bruno, un chico trans. “La idea es dar herramientas para que diversas comunidades puedan empoderarse a partir de situaciones de violencia como social o de pareja”, afirman. También impulsan un taller de canto, los lunes, pero con el objetivo de trabajar el canto como una posibilidad de comunicación social y encuentro. Y dos talleres de cocina: uno para niños y otro para adultos, con la idea de recopilar recetas familiares de cada uno.
Hay más sueños a futuro en Al Triángulo Mamichula, como formarse en cooperativa: “podríamos integrar el trabajo social insertos en un sistema económico que nos contenga. Una búsqueda de hacer del trabajo algo más agradable y posible”, concluyen, y se van a cocinar, a tocar la guitarra, a bailar al compás de alguna música que salga de la computadora o a reir de las ocurrencias de La Polaca.
No se trata de perder el tiempo sino de recuperarlo en cosas que les den placer. Porque nada se pierde, todo se transforma.
Fuente: http://www.elargentino.com/nota-146040-medios-122-Celebran-una-familia-poliformica-multisensacional-y-desprejuiciada.html
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