jueves, 18 de noviembre de 2010

Un clásico del off

“La omisión de la familia Coleman” La obra cumplió cinco años y goza de excelente salud. Se dio en 17 países. Ahora está en París, con éxito de público y crítica. “Escribí la obra muerto de vergüenza, probando”, recuerda Claudio Tolcachir. Un raro fenómeno.

18.11.2010 | Por Sandra Commisso

Lo que empezó como un juego de improvisaciones entre amigos se convirtió, cinco años después, en un fenómeno teatral que ya lleva recorrido miles de kilómetros alrededor del mundo, cosechado decenas de premios y la admiración de un público que hizo de La omisión de la familia Coleman , un verdadero clásico, casi de culto.

Aquella primera obra que Claudio Tolcachir escribió y estrenó en agosto de 2005 en su casa teatro, un viejo PH de Boedo, hoy brilla en París, en el prestigioso Theatre du Rond Point, con la aprobación de los críticos parisinos más exigentes. En el medio, pasó de todo: festivales internacionales, premios, giras. De América a Europa, la obra se presentó en 17 países, tan lejanos de su Boedo natal como Alemania o Bosnia, donde los espectadores siguieron con subtítulos el derrotero de esta familia como propia. En un debate posterior a la función, en Dublin, alguien preguntó si se habían inspirado en una familia irlandesa. Es que ese microcosmos que forman la abuela, la madre, los cuatro hijos (a los que se suman el médico y el remisero), parece contener todas las miserias y fantasmas que podrían acechar a cualquier grupo familiar en muchos rincones del planeta.Por lo menos, eso ha demostrado el itinerario de la obra que nació concebida más desde la pasión que desde la razón.

“Yo nunca antes había escrito una obra de teatro”, dice Claudio Tolcachir. “Hubo mucho tiempo de improvisación, porque no me animaba a escribir. Ensayamos nueve meses pensando en nuestra experiencia sin imaginar en absoluto lo que iba a pasar después”. Hoy, la prensa de España califica La omisión..

.como “ una auténtica fiesta teatral, y una lección para estos tiempos de crisis ” y “ una pieza de una apabullante madurez ” que el autor y director concibió con apenas 30 años. En Francia, donde las entradas para las funciones en París están agotadas con dos semanas de anticipación, las críticas elogian y hablan de “ excelentes personajes y actuaciones. Tolcachir oscila entre la hilaridad y la amargura y deja pensando ”.

Miriam Odorico, la actriz que se luce como Meme, la madre, cuenta cómo la convocó el director. “Me llamó y me dijo: no puedo decirte más porque no tengo más. Nos vamos a juntar para improvisar, con consignas mínimas.

Uno se vuelve demasiado cauteloso cuando se mete en proyectos nuevos porque la mayoría queda en la nada. Además no hay dinero y uno vive de esto. Así que me fui de viaje y unos meses mas tarde Claudio me cuenta que tiene la obra escrita y que la actriz que durante todo el proceso de las improvisaciones trabajó magníficamente, no logró adaptarse al texto y se fue. Leí la obra y me enamoré”.

Para otros, como Diego Faturos (que interpreta a Damián, uno de los hijos), la obra representa una experiencia de vida: “Eran 4 ó 5 horas por día improvisando, tratando de descubrir la lógica de pensamiento de estos personajes, su modo de relacionarse. Claudio nos seguía por su casa (algunos nos pasábamos media hora solos en la cocina o en el patio) y nos filmaba y tomaba notas”, recuerda de sus inicios en Boedo. “Y después, llegaron los viajes. Y las anécdotas. En Portimao, cerca de Lisboa, después de la función, nos fuimos a dormir y nos despertaron gritos a las cinco de la mañana porque se incendiaba el hotel. En el lobby, el conserje malhumorado nos explicó que se estaba quemando una moto en la calle y entraba humo a las habitaciones. Después del susto, nos dimos cuenta de que uno de los productores seguía durmiendo. Conocimos ciudades muy lindas, pero también se extraña hacer funciones en Boedo y después, poder volver a casa”.

En esa vuelta al mundo, Gonzalo Ruiz (el remisero que ve desde afuera el proceso familiar) recuerda las funciones en Sarajevo, adonde llegaron en plena reconstrucción después de diez años de guerra. “Los directores del festival al que fuimos nos contaban que durante los últimos años de guerra el festival se siguió haciendo y que los actores de las compañías iban del hospedaje al teatro a través de túneles”. Allí, la compañía compartió la experiencia teatral con un público habituado a otro comportamiento. “Entraban, salían, se compraban un sandwich en el bar del teatro y volvían a comer en la butaca. O se paraban en la puerta y miraban la función desde ahí fumando un cigarrillo. Por momentos había un gran silencio. Era extraño porque todo sucedía en una atmósfera de normalidad y para nada parecía falta de atención. Emocionaba ver tanto desahogo en los espacios públicos, que seguramente habían estado negados por la guerra durante tanto tiempo. Conocer otros lugares, tan lejanos, diferentes y a la vez encontrar puntos de encuentro con nosotros son cosas que te dan una perspectiva muy valiosa”.

¿Cómo explicar el fenómeno que provoca esta obra nacida, como tantas, en el off porteño? “Es imposible tratar de entender. Yo escribí la obra muerto de vergüenza, probando”, dice Tolcachir. “La gran calidad de los actores, la entrega, la energía, la alegría que ponen en cada función como si fuera la primera, aunque hayamos hecho más de mil.Creo que algo de todo eso también trasciende, todos son factores que suman”. El mismo Tolcachir se ha subido al escenario a reemplazar a alguno de los actores, eventualmente enfermo y nunca se suspendió una función. “Valoro que el teatro sea algo vivo, que te explote en la cara, que te conmueva. Sobre todo en Europa, donde el teatro es más sofisticado, creo que hay algo físico y emocional, muy primario que se pone en juego y transforma tanto al público como al actor”, explica. “No sabemos cómo será el final de La omisión....

Por ahora lo disfrutamos a pleno”.

Fuente: http://www.clarin.com/espectaculos/teatro/titulo_0_374362716.html

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