viernes, 26 de noviembre de 2010

“Lo queer es un lugar de resistencia a las hegemonías del cuerpo y la sexualidad”

Diego Trerotola

26-11-2010 / Hoy concluye un ciclo sobre cine y diversidad sexual: mejor hablar de ciertas cosas.

El vocablo del habla inglesa “queer” significa literalmente raro, extraño. Por eso no es -precisamente- extraño que así sean denominados aquellos que tiene una orientación sexual distinta a la que indican los mandatos y atávicas convenciones. Rarito, al fin, como se les decía en el barrio a los que tanto incomodaban a los inequívocos machos de la cuadra. A lo largo de la historia, las sociedades se han guiado bajo los parámetros de la normalidad y la anormalidad, estigmatizando todo aquello que entrara en conflicto con las estructuras. Y la sexualidad -todo un tema- sigue siendo un área que a pesar de los saludables avances, sigue produciendo debates y discrepancias. El cine -reflejo y escenario las problemáticas humanas- no escapa a estas discusiones. ¿O sí? Hoy en el Centro Cultual Estación Provincial (17 y 71) cierra un ciclo de debate sobre Cine Queer que tuvo lugar todos los viernes de noviembre y que esta tarde-noche a las 19 ofrecerá una charla con proyecciones intitulada La ilegalidad del deseo, nuevo cine argentino queer, a cargo Diego Trerotola, militante gay y periodista reconocido de revistas como El Amante o el suplemento Soy de Página/12. En el cierre de este ciclo gratuito, actuarán (con entrada) Kumbia Queers y Diyei Heroína. Trerotola dialogó con Diagonales sobre esta temática.

–¿Cuál es el abordaje de la homosexualidad en el cine argentino?

–Hubo poca diversidad sexual, antes y ahora. Sin embargo, a principio de los 90, comenzaron a existir voces distintas ligadas a un cine independiente y que plantearon ideas nuevas sobre el erotismo, el cuerpo y, menos comúnmente, la orientación sexual y la identidad de género. Para principio de este siglo, eso que nació en los ‘90, produjo un nuevo paso para representar con mayor complejidad la diversidad sexual en el cine. Albertina Carri y su corto Barbie también puede estar triste fue una idea nueva más ligada a lo queer, a una dinámica de las identidades, literalmente más lúdicas, con una estética de animación con muñecos/as que podían ser trans, lesbianas, gay, bisexuales, tal vez todo al mismo tiempo, mutando sin perderse ninguna sensibilidad a la hora de una entrega del cuerpo al placer polimorfo. El corto fue prohibido en algunos festivales internacionales, es que la empresa de la famosa muñeca Barbie no estaba de acuerdo en que su juguete estuviese relacionado con el deseo libertino. De Carri en adelante, las películas abrieron un poco más.

–¿Ha acompañado los avances que se han dado socialmente?

–Sí, los avances, desde la Unión Civil en la Ciudad de Buenos Aires presentada por la CHA hasta el Matrimonio Igualitario de este año, siempre tuvieron un acompañamiento en el cine. No es raro que se haya hecho por primera vez un documental hace dos años sobre Néstor Perlongher, focalizando en su activismo homo-trotskista, su participación en el Frente de Liberación Homosexual (FLH). De hecho, algunos y algunas cineastas, incluso en películas de ficción, se relacionaron con activistas a la hora de plantear sus películas sobre diversidad sexual.

–¿Hay un cine particularmente queer?

–Lo queer es desestabilizador, es un lugar de insubordinación, de resistencia a las imposiciones, las hegemonías del género, el cuerpo, la sexualidad. El cine que se planta desde ese lugar se lo puede llamar queer, aunque no se puede haber hecho desde una premisa específica. Es probable que Bolivia, de Adrián Caetano, basada en un relato de Romina Lafranchini, no haya tenido en cuenta la postura queer pero, sin embargo, su mirada se encuadra en algunos de los planteos que se desarrollaron bajo esa puesta en acción del pensamiento y del cuerpo para quebrar las ideas monolíticas que, desde el lenguaje a la política, oprimen las diferencias.

–¿A qué se refiere cuando habla de la ilegalidad del deseo?

–Con ilegalidad quiero comenzar a pensar la falsa concepción de que existe una ley del deseo, porque creo que el amor polimorfo nos hace indocumentados, nos vuelve extraños en las tierras de las reglas. Lo queer plantea, desde su rareza esencial, que el deseo no tiene nombre, se escapa de la sintaxis, de la gramática, va contra el lenguaje porque desconoce la asfixia de estar entre cadenas de palabras, porque viene para romper las oraciones en nombre de lo natural, de lo sagrado, de lo uniforme y lineal. Estamos afuera del soneto, somos el verso libre, que no rima sino que produce un sonido atonal. No queremos dar con el tono, estar engamados/as, somos tornasolados/as pero poco afines a lo camaleónico, porque no cambiamos de color para pegarnos al paisaje, no queremos camuflarnos, desaparecer en el follaje, queremos ser visibles. Lo queer es ilegal porque pretende eclipsar la categoría del ser por la de hacer, es la acción como diferencia, y como el hacer es movimiento, entonces es cambio y fuera. Es decir, estar afuera es necesario para cambiar. Por eso lo queer siempre es intervención pública, no tiene que ver con el sexo y el deseo como algo privado, sino abierto, comunitario, social pero no regulado por aparatos represivos.

Fuente: http://www.elargentino.com/nota-115953-Lo-queer-es-un-lugar-de-resistencia-a-las-hegemonias-del-cuerpo-y-la-sexualidad.html

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