
Por Paula Sabatés
Fotografía gentileza de Sergio Mercurio
Imagina que no hay países,
no es difícil de hacer.
Una hermandad de hombres,
imagínate a toda la gente
compartiendo el mundo.
[John Lennon]
Buenos Aires, noviembre 5 (Agencia-NAN).- Hay algo en el tono de su voz que delata sencillez. Quizá sea la manera relajada en que cuenta su historia --vaya historia--, o cómo relata con humildad todos sus logros. Alguien así tenía que ser “de barrio”. No queda otra. Es virtuoso: los muñecos parecerían ser una extensión de su cuerpo: los manipula, los hace propios, les da vida. Es uno de los grandes de los títeres y nadie se atrevería a discutirlo. De Banfield, al sur del Conurbano, viajó diez años por Latinoamérica donde forjó una sensación del mundo que se traduce en sus obras. Obras que no se limitan únicamente a espectáculos titiriteros si no que exploran ampliamente las artes audiovisuales, narrativas y escénicas. Se llama Sergio Mercurio, pero no todos lo saben porque es más conocido como “El titiritero de Banfield”.
Mercurio filmó una película, editó un libro de su viaje, grabó un CD con cuentos infantiles, hizo un juego de mesa de Banfield (que nunca conoció la luz porque después de crear el tablero se dio cuenta de que no sabía cómo jugarlo), y creó un diario de su vida en dibujos. Pero su máxima consagración se la debe a sus cuatro espectáculos de títeres como intérprete y a un quinto como director. Sin embargo, el artista sorprende con una confesión: cuenta que nunca estudió títeres y que llegó a ellos de casualidad porque nunca le gustaron. “Hoy en día hay gente amiga y a la cual admiro mucho, pero no me siento identificado, yo no peleo por los titiriteros”, contó el artista a Agencia NAN.
-- ¿Por qué no se identifica con ellos?
-- Porque pensaba que los titiriteros eran re abiertos y me encontré con un montón de tipos súper estructurados. Fue una experiencia malísima, a tal punto que me generó no querer acercarme más a ellos. Además, nunca me encontré con un solo titiritero que viajara. Sí con algunos que vivían afuera o que iban sólo para ciertos festivales, pero no que se iban a hacer giras. Y eso hizo que se me cayera la ilusión. Por eso, cuando empecé a jugar con el primer muñeco que cree, Bobi, y me llamaron titiritero, no me gustó. De hecho los titiriteros me rechazaron porque yo hablaba con los títeres y en ese momento nadie lo hacía. Pero me la empecé a aguantar y me la terminé aguantando.
-- Y ahora es nada menos que “El titiritero de Banfield”...
-- Sí, pero yo no me lo puse: fue la gente. Igual lo terminé asumiendo porque en ese momento estaba viajando y tenía muchas dudas existenciales y cada vez menos certezas y lo único que me quedaba, la única seguridad, era lo que estaba haciendo y de dónde venía. Entonces me quedó ese nombre, que era como se llamaba originalmente mi primer espectáculo. Y lo acepto porque creo que cuando uno es un artista y crea, vuelve siempre a sus recuerdos y a su infancia porque está muy marcado por el niño que ha sido, por cómo miraba el mundo desde ese lugar. Entonces es inevitable que yo vuelva a referencias de mi barrio, por más que haya otros lugares que me hayan hecho muy feliz y también que siga llamándome así un tiempo más. Igual yo jodo con eso, al comienzo del espectáculo digo que soy el titiritero de Banfield hasta que aparezca otro. Porque es así, cuando venga otro y me diga que es él, le voy a decir que está bien, que tiene razón, por que yo no soy el titiritero de Banfield. Uno no se declara a sí mismo, lo tienen que confirmar. Y creo que Banfield nunca me confirmó.
-- ¿Y porqué sigue manteniendo ese nombre?
-- Porque Banfield es un lugar del que siento que puedo hablar. Sé hasta dónde llega, conozco los límites reales, pero aún así tengo curiosidades con este barrio. Muchos de mis espectadores creían que Banfield era un sitio inventado, un castillo imaginario de un cuento y que venía de ahí. Me divertía jugar con eso, yo quería escribir de Banfield, crear un imaginario banfileño, resaltar las figuras de Osvaldo Ardizzone, Julio Cortázar y Telomián Condié, que es lo que me representa de este lugar. Y además porque cuando surgió el nombre yo me sentía de ese lugar, tenía una pertenencia muy fuerte, que es la que cargué en mi viaje. Igualmente, cuando volví acá hace cuatro años, no lo sentí más.
-- ¿Por qué?
-- Porque, aunque esté tocado por este lugar, lo que siento ahora es bronca. Bronca porque me gustaría que fuera de otra manera, que no haya edificios, que haya más plazas. Porque se está convirtiendo en cualquier cosa menos en un lugar para vivir. Hoy en día, ¿quién se siente de Banfield?, ¿los que van a la cancha? Yo he perdido la alegría de ser de acá. La tuve y la perdí cuando empecé a percibir cosas tan miserables de gente de Banfield que sólo quiere enriquecerse con un edificio de once pisos que es ilegal y le importa tres carajos si le cagó el patio al vecino. Y ese también se dice de Banfield, es más, dice ser el más de Banfield de todos. Pero es así, cuando se está en la transición para convertirse en una ciudad grande saltan esos egoísmos baratos. Por eso cuando el Taladro ganó el campeonato yo me puse muy feliz, porque este barrio no tiene nada más que festejar. De hecho la función que hice para el plantel debe haber sido de las más importantes de mi vida. Pero ya está, el año que viene me voy a vivir a Brasil, voy a hacer una experiencia allá, porque acá no me encuentro. Si hay algo que aprendí en el viaje es que la tierra no te ata ni debe atarte. Hoy siento que toqué un techo en Banfield. Trabajé mucho, me costó mucho, sentí que por primera vez me había visto gente del barrio de verdad y eso fue muy bueno. Pero no tengo condiciones económicas para hacerlo. Acá no hay una comunidad, para que la gente se entere de una función tengo que salir en Clarín o disputar el cartel de Maipú y Alsina con Frávega, y ahí es obvio quién gana.
-- Hay mucha gente que no conoce su nombre real, ¿le molesta eso?
-- No, porque la gente tiene referencia mía como el titiritero de Banfield. Y hasta me gusta que se acuerden de mis personajes y no de mi cara. De hecho he estado en mesas en las que hablaron de mí conmigo, sin reconocerme, y me encantó. Porque a uno lo que le gusta es que se acuerden de lo que hizo. A mí no me interesa ser artista por una situación farandulera, me gusta que admiren las cosas que yo hago.
Por estos días, el artista trabaja en el rodaje final de su segunda película, sobre la vida de Garrafa Sánchez, un jugador del equipo banfileño que murió en 2006, y está terminando de filmar diez cortometrajes de abuelos de su barrio natal que se estrenarán el año que viene. Además está dirigiendo un nuevo espectáculo de títeres, también con próximo estreno.
-- De todo lo que hace, ¿lo que más le gusta son los títeres?
-- No necesariamente. Me gusta hacer muchas cosas. Los títeres los disfruto mucho, pero también me siento bien haciendo presentaciones, filmando una película o dibujando. Lo que tienen los títeres, sí, es que me generan una sensación más completa porque me comprometen físicamente. Que cada vez que haga una obra vaya a transpirar todo el tiempo está buenísimo. En ese sentido, proyectar una película también me hace transpirar pero de otra manera, pensando en que no se raye el CD. Igual yo hago, y después muchas de esas cosas me las olvido y alguien, en alguna parte del mundo, me hace acordar de que existían. Hago las cosas y después no sé que pasa con ellas. También me gusta mucho dirigir, incluso a veces lo disfruto más que hacer, porque cuando hago no veo lo que pasa y me gustaría verlo.
-- ¿Y qué cree que pasa?
-- Creo que siempre está dando vueltas la libertad, en todo lo que hago, de una manera u otra. Es como una cosa que en mí se reformula todo el tiempo y se muestra de otra manera cada vez. De hecho me lo han dicho varios críticos. Además, obviamente ese gran tema trae otros como la soledad, por ejemplo, que también aparece todo el tiempo. Todo lo que hago está teñido de eso. Jorge Boccanera, un poeta de Banfield, me dijo que estoy tocado por el viaje, y que eso también se nota en todo lo que hago. Yo creo que es cierto.
Fuente: http://agencianan.blogspot.com/2010/11/sergio-mercurio-la-libertad-esta-todo.html
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