lunes, 9 de abril de 2012

Frank Brown: Un clown lejos del payaso


Frank Brown nació en Inglaterra, pero hizo casi toda su carrera en circos de la Argentina. Acróbata, malabarista, juglar y habilísimo prestidigitador, fue sobre todo un artista sensible y comprometido con el tiempo que le tocó vivir. 

Frank Brown, el gran clown angloargentino, nació en Brighton, Inglaterra, en 1858. La vocación y la herencia se mezclaron y el chico siguió los pasos de su padre Henry -acróbata y payaso que se vestía a la manera de los bufones retratados por Shakespeare-, quien logró que el pequeño se incorporara a los once años a un circo con el que recorrieon Gran Bretaña. Comenzó una vida ambulante, llena de historias increíbles pero ciertas. Trabajó varios años sin cobrar porque se consideraba que aprender el oficio ya era una buena paga. 

Hizo de todo, aprendió a apechugar sufrimientos, a quitarse de la cabeza la idea del desarraigo, a pelearle a la vida y al hambre y a no hacerle asco a ninguna de las tareas del circo, desde limpiar jaulas hasta levantar la carpa. Debutó como acróbata en Moscú en 1877 en el Circo de los hermanos Carlo y al año siguiente se presentó en las pistas también como clown en la ciudad de México. 

En 1879 llegará a aquella afrancesada Buenos Aires con los Carlo y debutará en el flamante Teatro Politeama, de Corrientes y Paraná, donde conocerá a los Podestá y compartirá escenario con el genial José Podestá, el amado y temido "Pepino el 88". 

Amado por el pueblo y temido por los políticos de entonces a los que ironizaba y criticaba sin piedad inaugurando un género que tendrá entre nosotros a grandes cultores, el monólogo político. 

Frank era además de clown y acróbata, malabarista y prestidigitador. Su fama fue creciendo y en 1886 van a verlo al Skating Ring los hombres y mujeres más notables de Buenos Aires, que disfrutan de su espectacular salto sobre 25 carabineros con sus fusiles con bayonetas amenazando la humanidad de Frank. 

Entre los espectadores hay un cronista de lujo: Sarmiento, que estampa en su diario El Censor, su admiración por el artista inglés: "El talento de Frank Brown es de maravillosa extensión: es un clown enciclopédico, es saltarín, juglar, equilibrista, bailarín de cuerda. Es un Hércules con pies de mujer y manos de niño."

En esa misma función Brown se burla de los candidatos presidenciales de aquellas elecciones que ya tenía aseguradas, fraude mediante, el roquismo en la figura de Juárez Celman. 

El acto del notable clown es celebrado por el periódico El Mosquito con una caricatura del notable dibujante Stein. Al año siguiente estrenó su show en lo que era una antigua pista de patinaje, el Teatro San Martín, sobre la calle Esmeralda. También era famosa la respetuosa y erudita parodia que hacía de los más famosos monólogos shakespereanos. 

En 1888 Frank deja el Circo de los Carlo y prueba suerte con una compañía propia. Durante la Revolución del '90 visita y reconforta con sus chistes a los heridos de ambos bandos. La vida lo pone muy duramente a prueba al año siguiente con la muerte de su hijo, a la que seguirá la de su esposa Ketty, quien cae del caballo en medio de un acto ecuestre. 

Quizá porque la función debía continuar o porque venía acostumbrado a ser maltratado por la vida desde que tenía recuerdos, siguió adelante y decidió probar suerte en una gira por Sudáfrica que terminaría en un fracaso. Regresó a Buenos Aires, donde fue muy bien recibido, recuperó sus afectos, el calor del público y se lo vio muy enamorado de la ecuyère Rosita de la Plata, que será la compañera de su vida. En ese momento estaba casada con Antonio Podestá, uno de los siete Hermanos Podestá. La chica se llamaba en realidad Rosalía Robba, y tenía seis años cuando entró al mundo del circo vendiendo flores en el Arena, de Corrientes y Paraná y a los ocho pasó a integrar la compañía de Cotrelly, recorriendo el mundo durante unos diez años. Volvió siendo una notable ecuyère, aportando a su destreza, mucha simpatía y una "figura atractiva" según los diarios de la época. 

Frank logró interesar a un grupo de inversores y tuvo por fin la ansiada sala propia, en el Teatro Coliseo, en la actual Marcelo T. de Alvear entre Cerrito y Libertad, el cual Frank inauguró el 6 de agosto de 1905. El éxito fue total y Frank se lanzó a la aventura de llevar su compañía por los países que balconean el Pacífico. 

A su regreso, la Comisión de festejos del Centenario aportó dinero para que levantara un circo en Florida, entre Paraguay y Córdoba. Frank veía llegar su momento de gloria y se puso a trabajar para que su circo fuera el mejor de Buenos Aires. No contaba con la reacción de los que empezaron a ver con malos ojos la instalación de una carpa popular en un lugar que consideraban propio, exclusivo. Llovieron las críticas desde la prensa de la época y las airadas opiniones de señoras y señores que se adelantaban a los hechos dando por sentado que la zona se llenaría de pobres, conociendo la tradición de Brown de no cobrar la entrada a los chicos que no la podían pagar. 

El ambiente se fue caldeando ayudado por la reacción "patriótica" contra las movilizaciones programadas por el movimiento obrero para la semana de mayo con la idea de arruinarle los festejos a la oligarquía en el poder. 

Sobrevino una violenta represión y bandas armadas de "muchachos bien" se lanzaron sobre imprentas, redacciones de periódicos y bibliotecas socialistas y anarquistas ante la mirada cómplice de la policía y los bomberos. Algunos de esos malhechores fueron los que prendieron fuego a la carpa de Frank Brown al grito de "viva la patria", asegurándose de que no quedara nada en pie con la garantía de que las "fuerzas del orden" estaban de su lado. 

No hubo reacción oficial y las señoras y señores que habitualmente deambulaban por Florida sintieron un gran alivio; incluso algún diario catalogó el episodio como "una expresión de violencia que no deja de ser simpática". Duramente golpeado por la barbarie "patriótica", Frank se embarcó en una nueva gira por Sudamérica. 

En 1912 vuelve a las tablas con un éxito importante y en 1917 participa de la película Flor de durazno junto a un gordito llamado Carlos Gardel. En ese mismo año se toma la revancha histórica de levantar en el lugar que hoy ocupa el Obelisco un circo similar al que le habían quemado: es el Hipodromme Circus, que abriría sus puertas el 5 de mayo de 1917. 

Con el progreso viene la piqueta y en 1924, la demolición del circo. Ya es un hombre de 66 años y decide retirarse a su casa de Colegiales junto a su querida Rosita, quien moriría en 1940. Frank la seguiría tres años después, el 9 de abril de 1943 a los 84 años de edad y con él se iba una parte fundamental de la historia del circo y del espectáculo en la Argentina. 


El perfil de un grande: Salud física y resistencia moral 

En su autobiografía, publicada en 1913, el gran poeta nicaragüense Rubén Darío escribía con afecto sobre el gran clown angloargentino: "No he de dejar en el tintero mis relaciones con un clown inglés que ha divertido a tres generaciones de argentinos. Ya se comprenderá que trato de Frank Brown. Los que lo conocen fuera de la pista saben que ese payaso es un gentleman; y que un artista o un hombre de letras tienen mucho que conversar con él. Sabe su Shakespeare mejor que muchos hombres que escriben. Es grave y casi melancócilo como todos aquellos que tienen por misión hacer reír. Hay que tener en cuenta que el arte del clown confina en lo grotesco y lo funambulesco con lo trágico del delirio, con el ensueño y con las vaguedades y las explosiones hilarantes de la alienación. Para manejar todo esto se precisan una fuerte salud física y una vigorosa resistencia moral. Con Frank Brown hemos pasado repetidas horas agradables y provechosas y más de una vez ha aparecido su nombre en mis prosas y versos. Su alma de payaso no se ha pintado nunca la cara. Si queréis verle de cerca, si queréis conversar de Shakespeare y de la bravura y de la vida justa y sencilla, de la naturaleza sagrada y de Dios y de los buenos hombres, id a casa de Luzio después de la función del San Martín y veréis junto a una mesa rodeado de amigos al 'hombre', lo reconoceréis por la cara de Byron."


Solidario y generoso: El hombre más feliz 

Era Brown uno de esos hombres sensibles que arriesgaban su vida por arrancarle una sonrisa a los chicos. De generosidad proverbial, regalaba a manos llenas golosinas y hacía muchas funciones a beneficio de niños enfermos y hospitales. 

Declararía a La Nación: "Cuando me hallo ante los millares de ojitos encantados de los niños, con sus manos ansiosamente extendidas solicitándome los para ellos maravillosos chocolates y muñecos que les traigo en mi canasta, tiemblo de emoción, de alegría infinita. Es porque si en ese instante ellos son felices, yo me considero el hombre más feliz de la Tierra."

Felipe Pigna

1 comentario:

  1. Por supuesto a nadie se le ocurrió hacer una película sobre su vida a tan extraordinario personaje , los Argentinos en general son desagradecidos con su historia y personajes, no quiero pensar que haber nacido en la ...pérfida Albion sea el motivo,

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