sábado, 16 de abril de 2011

Teatros: la defensa de las salas como señal de pertenencia

El Teatro SHA está ubicado en Sarmiento 2255 y su inauguración fue en 1968

Más que edificios / De reaperturas, inauguraciones, reclamos e ilusiones

Alejandro Cruz
LA NACION

Sábado 16 de abril de 2011 | Publicado en edición impresa

Mientras que salas míticas de la actividad fueron demolidas en nombre de cierto progreso (léase, especulación inmobiliaria) sin que la ley que protege a los espacios teatrales (o que debería protegerlos) termine de aplicarse, el movimiento de salas porteñas es permanente.

Algunas volverán a la actividad en una versión reducida, como en cuestión de semanas sucederá con el Astros. En otras, como ocurrirá con el Teatro del Picadero, el espectador se encontrará con un espacio mayor. Mientras tanto, el SHA acaba de reabrir sus puertas.

En el último año, otras salas quedaron en el camino, sea por problemas de vencimiento del alquiler (Abasto Social Club) o porque el dueño consideró que la apuesta por el teatro había cumplido su ciclo (Teatro del Nudo). Al mismo tiempo, unas se expandieron (caso de Timbre 4) mientras que otras tantas (como La Carpintería, El Extranjero y Código Montesco) abrieron sus puertas. En estos últimos doce meses, la mayoría de las salas del circuito independiente lograron tener una figura legal que las ampare. Sin embargo, otras, las del "off del off", están esperando que la legislación considere definitivamente sus particularidades y puedan funcionar con requisitos sensatos. Es lo que aguardan y merecen espacios como El Perro, Elefante Teatro y otros 17 lugares.

El mapa de las salas es amplio, amplísimo. Va de aquellas que no llegan a las 50 butacas hasta la grandilocuencia de un espacio como el Teatro San Martín. Sin embargo, lo grandilocuente tiene sus patas flacas (algunas de ellas, son más que evidentes). De hecho, el San Martín sigue aguardando terminar la obra en su fachada que comenzó hace 7 años. Y mientras las otras salas que forman parte del Complejo Teatral de Buenos Aires se ilusionan con un urgente tratamiento de chapa y pintura, en el Centro Cultural San Martín el gobierno porteño inaugurará en poco tiempo un espacio multifuncional para 500 espectadores de primera línea. Quizás ocupe el lugar de la sala Villa Villa, la de Recoleta, que por falta de equipamiento nunca cumplió con los objetivos trazados. ¿Será el tiempo de revancha?

El circuito sostenido con dineros públicos también tiene sus falencias y suma cantidad de datos contradictorios. Por ejemplo, si bien el alicaído Centro Cultural San Martín abrirá un imponente espacio, la histórica sala del sexto piso del mismo, la Alberdi, está en pleno conflicto. El espacio depende de la Dirección General de Enseñanza Artística, hubo reclamos por el estado en el cual estaba, se presentó una demanda judicial, vino un fallo favorable, el lugar fue tomado y ahora llegó otro fallo por desalojo. Por tal motivo, el miércoles se realizó un acto de protesta.
Tensiones cruzadas

La Justicia y también la política intervinieron en el caso de la recuperación del Teatro del Picadero, que todo indica que tendrá un final feliz. La Justicia y la política también meten la cola en la puja por la preservación del IMPA, la fábrica que -en 1998- los operarios recuperaron, y en la cual se viene desarrollando una nutrida oferta teatral y musical. Pero ahora resulta que un tribunal de la Cámara Comercial confirmó la inconstitucionalidad de la ley de expropiación que les daba la tenencia provisional. En contra de esa medida, hace tres días, hubo otro acto de protesta. En juego está la defensa de un lugar dedicado al arte. En juego, también hay una superficie de 6000 metros cuadrados cuyo valor rondaría los 6 millones de dólares.

Desde otra perspectiva, otra ley, la de mecenazgo, es la que permitió que una empresa de celulares, Movistar, apoyara la restauración de dos salas históricas: el Lasalle y el Teatro de la Federación de Círculos Católicos de Obreros. En eso están.

Lejos de los emprendimientos privados y las luces del centro, los vecinos de Mataderos aguardan que, de una vez por todas, el cine teatro El Plata vuelva a funcionar. Hay otras gentes de otros barrios que hicieron suya la defensa de espacios culturales. Así, se produce un extraño y maravilloso entramado en el cual coexiste la ilusión de teatreros que abren sus casas para tener sus espacios de investigación, los que apuestan al teatro en el marco del negocio del entretenimiento y los que luchan por mantener o rescatar del abandono al teatro del barrio porque forma parte de la identidad. Y en esa sigilosa lucha conviven tópicos ligados a la preservación de edificios históricos con la defensa de un bien cultural. Todo suma. En el cruce de intereses se ponen en juego intereses políticos, económicos y legales. Y como si fuera una imagen pop, todo este movimiento convive con las grandes marquesinas de la avenida Corrientes.

En la ciudad de Buenos Aires hay 427 teatros. Eso lo dice el Sinca (Sistema de Información Cultural de la Argentina). Se suele afirmar que hay más salas que en Nueva York, Londres o Madrid. El dato quizá sirva para inflar el vapuleado orgullo porteño. Claro que, sea por cuestiones culturales o por falta de información, no cruzamos datos con ciudades orientales o de la vieja Europa del Este. Es más: si hablamos de cantidad de butacas o del rendimiento anual por venta de entradas, en la comparativa con las capitales del Primer Mundo la ciudad perdería por amplio margen.

Sin embargo, lejos de cualquier cuestión comparativa para resolver algún complejo de inferioridad, la ciudad está ganando. De última, que se inaugure, que se recupere o que -simplemente- se luche por la preservación de una sala abandonada es el mejor espejo en el cual mirarnos sin dejarse engañar por las lucecitas de colores (aunque pertenezcan a la marquesina de los grandes teatros).

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1365912-teatros-la-defensa-de-las-salas-como-senal-de-pertenencia

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