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Teatro / Comedia / MUY BUENA
Sábado 23 de abril de 2011 | Publicado en edición impresa
DEL GRUPO LA NOCHE EN VELA / DIRECCION: PACO GIMENEZ / CON: HORACIO ACOSTA, CAROLINA ADAMOVSKY, JOSE LUIS ARIAS, LAURA BATTAGLINI, MONICA DREIDEMIE, VICTOR GALESTOK, ADRIANA GARIBALDI, NANI LOPEZ, NATALIA OLAB, ALEJANDRO SANCHEZ, ADRIAN SILVER Y MARIANA TOGNETTI / ILUMINACION: TATO LA TORRE / VESTUARIO: ALEJANDRA TAUBIN / SALA: CUNIL CABANELLAS DEL TEATRO SAN MARTIN / DURACION: 90 MINUTOS.
Es una verdad bastante admitida que la experiencia estética está unida en lo esencial al espectro de lo sensible, sin que ello signifique que en su concreción no participe, y de una manera importante, lo conceptual. Una interpretación extrema de esa gravitación de lo sensual hizo creer a algunos creadores de teatro que la hegemonía excluyente de la imagen, sin o con muy pocos vínculos con la palabra o las ideas, conduciría a aquella experiencia a su estado más puro. El resultado está a la vista: más allá de algunos aportes interesantes que hizo, esa corriente no prosperó y hoy no quedan casi ecos de ella en nuestro teatro.
Hubo artistas de teatro, sin embargo, que reivindicando el hecho escénico como un ritual dirigido antes que nada a los sentidos no renunciaron nunca a la pretensión de hacer pensar al espectador. Paco Giménez, el gran creador cordobés, es uno de los ejemplos más acabados en el teatro argentino de esa elección en los últimos treinta años. Desde sus primeros realizaciones en La Cochera, a partir de 1984 hasta hoy, su coherencia ha sido absoluta. Pero, esa coherencia, ese sello inconfundible que lo caracteriza, no se ha plasmado en ningún caso en detrimento de su calidad artística: cada espectáculo es siempre diferente del anterior y su nivel de cuidado impecable. Lo último que se puede esperar es el quinto montaje que hace con el grupo La Noche en Vela, con el que empezó a trabajar en Buenos Aires -sin dejar Córdoba- en 1992, y muestra, como otros títulos de su autoría, una variedad de recursos que parecería inagotable.
Un factor sorprendente de la estética de Paco Giménez es su capacidad para potenciar el uso de lo espacial y revalorizar los objetos escénicos transformándolos en poderosos instrumentos del lenguaje dramático, en novedosos engranajes de simbolización. Porque eso es lo atractivo de lo que concibe este director: esos cambalaches, esos bazares inacabables de aparatos, adminículos o materiales usados en el espacio de la acción están produciendo sentido a cada momento.
No sólo divierten, provocan risa, exaltan lo sensible a través de una visualidad que es colorida e imaginativa -y se une de maravillas a la música-, sino que propone un revés cognitivo detrás de la imagen que impide que el humor sea sólo agua refrescante que se escurre por las alcantarillas del pasatismo. En este caso, el tema es el fin del mundo, una amenaza real a la que se enfrenta el planeta y a la que este espectáculo aporta una reflexión que, no por desopilante, pierde consistencia. Todo lo contrario, nos prueba una vez más que la gracia puede ser tan o más efectiva que la gravedad para hablar de cosas serias.
Un último párrafo dedicado al grupo La Noche en Vela. Compuesto por siete mujeres y cinco varones -muchos de ellos conocidos hoy por su actuación en la televisión- son un colectivo de extraordinarios actores. Sutiles, dotados de un histrionismo y una ductilidad de la mejor cepa, realizan una labor que transforma al espectáculo en una experiencia inolvidable para el público. Si, como dice el programa, junto con el fin del mundo, el grupo piensa en su propio fin, sería realmente una pena, una de esas pérdidas que en teatro se lamentan de verdad.
Alberto Catena
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1367636-lo-ultimo-que-se-puede-esperar
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