Maricel álvarez fue la pareja de Javier Bardem en biutiful, dirigida por alejandro González Iñárritu, y recientemente convocada por Woody allen para una película en la que tiene una participación con Roberto Benigni. es también una actriz del teatro off de Buenos aires que está dando sus primeros pasos en el cine y la tV local. “nada me sale de taquito, todo me significa un gran esfuerzo”, dice esta actriz que está a punto de filmar todo lo que necesitas es amor, una película de Gabriel nesci, y de participar en uno de los capítulos televisivos de el hombre de tu vida, junto a Guillermo Francella
escribe GLadYS PILLa fotos SeBaStIán MIqueL
70 << Arlequín. aBRIL 2012
De manera vertiginosa pasaste del teatro independiente en Buenos Aires a trabajar con actores y directores reconocidos internacionalmente. ¿Cómo se dio ese cambio?
De sorpresa, yo no creía que iba a ser una actriz que hiciera una carrera en cine, estaba muy abocada a mi trabajo en el teatro. Fue una muy grata sorpresa porque me enseñó que no hay que ser tan prejuiciosa y que uno puede llegar a ser su peor enemigo en el sentido de que, si eso no hubiera llegado a mí, yo no sé si hubiera sido lo suficientemente valiente como para intentar siquiera entrar en este universo. Me parecía muy lejano en términos de producción No soy amiga de los castings ni de las pruebas porque las siento como de gran sometimiento para el actor. Entiendo que a veces son muy necesarios, pero bueno, yo llegué a audicionar porque la persona que se encargaba de eso me había visto trabajar en el teatro, entonces me quedé tranquila. Fue un director de castings que estaba involucrado en la producción de Iñárritu que vino a ver actrices a la Argentina. Alejandro (Iñárritu) estaba buscando actrices por México, por España, por Estados Unidos y no estaba muy convencido, no porque no hubiera actrices muy talentosas sino porque él buscaba algo específico.
¿Cómo fueron esos primeros encuentros?
Vino a verme sin avisar. Creo que estas cosas se cocinan de manera reservada y yo no era una actriz que tuviera acceso a esa información. Me vio en el teatro haciendo Dolor exquisito, que tenía un rango expresivo muy amplio; fue una gran oportunidad. Hicimos varias audiciones acá con otras actrices y una vez que el director ya había visto varios de mis trabajos, me convocaron y recién entonces viajé.
Tenés experiencias muy distintas. ¿Son caminos contrapuestos?
Me encanta la posibilidad de transitar estos espacios en paralelo porque las realidades son muy diferentes y ayuda a que uno no pierda de vista lo esencial del oficio. No veo como trabajo contrapuesto seguir con el teatro, de hecho terminé de grabar y vine corriendo a seguir con Hécuba en el Rojas. Participar en los festivales de teatro independiente para mí es un orgullo y una alegría. Una forma de vivir, porque tampoco hago una película detrás de la otra; la vida y el cotidiano siguen. También continúo con mi trabajo como docente acá y en Bogotá, ya que son lugares donde puedo dejar plasmado mi ADN artístico y donde puedo indagar sobre mis inquietudes mucho más que en un proyecto de cine o de TV, donde estoy a plena disposición del director para contar una historia en los términos en los que él decida. El cine tal como lo viví -como una experiencia extraordinaria- puede hacerte sentir princesa por un día o por el tiempo que dure, no sé, es una burbuja, te aleja del oficio.
¿Cómo fuiste construyendo el personaje bajo la dirección de Alejandro González Iñárritu?
Resultó increíble trabajar con él porque además de director fue muy buen compañero. Fue un proceso de cuatro meses y medio donde me tocó trabajar sobre un tema muy arduo y sobre el cual se habló y se investigó mucho a nivel grupal, junto con Iñárritu y, específicamente en mi caso, con Javier (Bardem), porque era algo que teníamos que construir juntos. Se trataba de una pareja con mucho camino recorrido y teníamos que ver cómo dar cuenta de ese pasado en un momento en que el vínculo estaba hecho trizas. Iñárritu es un director que invierte mucho tiempo en indagar acerca de las motivaciones psicológicas y emocionales de los personajes. Un hombre que, además, tiene un diálogo muy fluido con sus intérpretes y que está muy presente en los procesos de cada uno de ellos. Acompaña, participa.
¿El trabajo de indagación fue antes o durante el rodaje?
Se hizo antes y también durante el rodaje. Se filmó en términos cronológicos por decisión del director, un lujo que no es habitual en los rodajes. Además, yo tenía mucho tiempo entre escena y escena y podía consultar con él mis dudas, conversar en profundidad, confrontar mis ideas y mis opiniones. Eso favoreció a que pudiéramos vincularnos de una manera creativa con el material y también en el plano personal. Por las características del proyecto no se trataba de ir y resolver con oficio sino de hacer la experiencia. El set era un laboratorio donde se podía trabajar sobre las hipótesis que habíamos debatido, y el resultado fue que cada escena se convirtiera en un ensayo dinámico, en donde el tema se complejizaba y develaba permanentemente. Vos sabés, siempre hay posibilidades de reducir, de achicar, hasta llegar a algo acotado, pero es una pena porque por ese camino se pierden otras dimensiones.Tu personaje (Marambra) es bipolar.
¿Desde qué lugar encaraste algo tan difícil?
Me propuse evitar hacer un personaje maniqueo. Es muy fácil caer en ese lugar: una mala madre, una loca, una puta. Y ese era el mayor de los temores: no hacerle ninguna justicia, porque era un personaje muy complejo que padece una patología y que trata de vivir con este estigma de la enfermedad. Eso es dinamita en manos de cualquier actriz, muy interesante para estallar en términos expresivos y para volver a lugares más contenidos, justamente, porque en la película se la ve en su etapa más maníaca pero también se la ve tocar fondo; era muy interesante como estaba escrito. A mí me consta que Alejandro (Iñárritu) tenía un profundo conocimiento de esa enfermedad por alguna persona probablemente cercana a sus afectos. Era evidente que había algo de esta mujer que a él lo conmovía profundamente. Fue con mucha delicadeza acercándose a mí y a la idea que tuvimos en común a la hora de construir este personaje.
¿Sentiste temor o vértigo al encarar en teatro a figuras controvertidas como Hécuba o Medea?
No, ni remotamente; dada mi naturaleza no creo correr ningún tipo de riesgos; mi formación y todos los años de experiencia me sostienen como actriz, no creo ser vulnerable de caer... La fantasía de que si el actor se mete demasiado en el personaje se pierde a sí mismo me parece un disparate, una visión romántica. Los que conocemos nuestra profesión y tenemos herramientas expresivas y una formación que nos sostiene sólidamente, no deberíamos temer perdernos en un trabajo, en un personaje. Todo lo contrario, estos personajes pueden enseñarnos mucho de nosotros mismos y de nuestros límites. No siento que sea una labor de riesgo la actuación, sí es una hermosa profesión que te pone en lugares inestables pero en términos positivos. Nada me sale de taquito, todo me significa un gran esfuerzo, enfrentarme conmigo misma y con mis límites. Toda labor creativa es dolorosa porque es un proceso de constante aprendizaje y, a veces, el trabajo nos presenta ciertos enigmas que son muy difíciles de develar y uno, por supuesto, padece en la búsqueda, pero mientras no se bajen los brazos puede ser un proceso muy interesante, incluso en muchos casos de superación personal.
Compartiste escena con dos grandes actores como Javier Bardem y Eduard Fernández. ¿Cómo fueron como compañeros de trabajo?
Estar con ellos era como estar haciendo un doctorado en la Academia de Hollyood. Son actores de los cuales se puede aprender mucho porque tienen una actitud muy generosa como compañeros. Javier es muy profundo para trabajar, en Biutiful tuvo una gran oportunidad de mostrar su talento; no sé como habrá sido en sus otras experiencias pero me cuesta imaginarlo actuar de una manera superficial. Eduard es un también un gran actor, un genio. Todo el rodaje fue muy bueno, tanto lo que compartí con los dos desde lo laboral y también desde lo vincular.
¿Qué cosas podrías resaltar de ese aprendizaje?
Por ejemplo, la gimnasia de entrar y salir (del personaje) y poder cortar, eso, definitivamente lo aprendí de ellos dos. Cuáles eran los momentos reales para la distensión y cuáles eran los momentos que uno se tiene que “guardar”. A veces me decían “guárdate porque te conviene”. Por ejemplo, ante un cambio de lente de una cámara, que puede llevar horas. En esa instancia el tema es guardarse o contenerse, no perder la capacidad de concentración, saber administrar la espera de una manera productiva. Entonces uno dice “claro, ésta es también una forma de trabajar”, ya que lo estás haciendo si administrás sabiamente tu tiempo de espera, tu tiempo frente a cámara y tu tiempo de soporte de un compañero. En ese sentido el cine te demanda este tipo de ejercicios de entrar, salir, cortar, esa destreza que a mí me representaba realmente una épica cuando los veía trabajar.
¿Cómo fue el acompañamiento del director teniendo en cuenta que eran tus primeras experiencias?
También aprendí mucho con Alejandro (Iñárritu). Uno tiene que ser un sabio administrador de su energía y de su emoción y eso a mí me costaba mucho, porque cada vez que él decía “acción” era matar o morir y él venía y me decía “Mirá, en esta escena estás sólo para hacer de soporte de Javier, a vos casi no se te va a ver, entonces entendé que estás desgastando todo tu aparato emocional y yo no lo estoy viendo, yo me estoy perdiendo ese momento”. Estoy aprendiendo a trabajar en cine y es muy complejo, porque hay que estar atento a la búsqueda de los estados y hay muchas cuestiones técnicas con las que uno puede distraerse y eso atenta contra el trabajo del actor y la búsqueda de la organicidad. Creo que el resultado de las actuaciones muchas veces tuvo que ver con las decisiones que él tomó, ya que es demasiado evidente su formación como director de actores y un gran amor por el trabajo que éste realiza: conoce su naturaleza, es capaz de frenar cualquier mecanismo que te lleve a recursos trillados. Los detecta de inmediato y te desarma en el mejor sentido. En términos interpretativos uno a veces se puede imponer algunas trampas y acortar el camino porque sabe que eso le sale fácil, y es tarea y responsabilidad de quien te está dirigiendo el hacerte notar que estás haciendo algo tramposo. Y eso, este director lo percibía inmediatamente y no tenía ningún pudor en hacértelo saber, a tal punto que nosotros también empezábamos a reconocerlo y rápidamente podíamos decir “vamos otra vez, te estoy estafando”.
¿Imaginaste alguna vez que a partir de este trabajo te llamaría Woody Allen?
Trabajar con el maestro es algo que nunca imaginé que me podía a pasar, ni en el mayor de mis delirios. Estoy haciendo una pequeña participación (lo aclaro porque si no parece que uno está presumiendo con esto de “me llamó Woody, me llamó Woody”) y estoy más que encantada y superagradecida. Es muy poco lo que puedo decir porque, por cuestiones de contrato y de confidencialidad, no se puede hablar demasiado del argumento, si no se pierde el misterio. Había que hablar en italiano, idioma que tuve necesidad de aprender por fonética, ya que en el filme soy una de las sobrinas de Roberto Benigni. Me atreví porque era un desafío y fue una experiencia deliciosa.
¿Pueden comparase las experiencias con los dos directores?
Con Woody Allen fue mucho más tranquilo por el personaje y porque son distintos directores; me sentí muy cuidada, se nota que es muy profesional y te depara a vos el mismo trato, con mucho respeto. Es muy claro a la hora de dar cuenta de lo que quiere y además de una forma muy cálida; se notan sus años de experiencia en todo su aplomo y su tranquilidad para transmitir conceptos. Estábamos todos muy contentos. Fueron 10 días en Roma y se notaba que había un clima muy festivo. En Biutiful estuve casi cinco meses pero la gente del equipo técnico viajó antes y se quedó después. Lo filmamos en Barcelona y gran parte del elenco éramos de otros lugares: mexicanos, norteamericanos, españoles (no catalanes), chinos... Estábamos un poco huérfanos, entonces nos convertimos en una especie de cofradía, para no decir “familia” que es el lugar común y esto me parece importante rescatar porque es algo que también Alejandro (Iñárritu) generó. Se hizo cargo de que estaba convocando a gente de distintos países, que iban a estar lejos de su familia y de sus hogares. Pasamos Navidad, fin de año y algunos cumpleaños. Te diría que él, con su gran carisma, hizo que nos vinculáramos de una manera muy profunda en lo afectivo.
¿Cómo fue vivir algo tan importante a nivel profesional y alejada de lo cotidiano?
Viajé sola pero algunos meses pudo venir Emilio, mi pareja. Te diría que hubo momentos muy positivos y otros de congoja, de angustia por esto de estar viviendo algo muy intenso en términos profesionales y de no tener con quien compartirlos en la más estricta intimidad. Igual disfruté todo lo que pude conociendo Barcelona, que es una ciudad hermosa y uno la puede recorrer no como turista pero sí como alguien que puede ser adoptado por la ciudad.Hace más de 15 años que hacés un trabajo de tipo experimental en teatro off junto a tu pareja Emilio Garcia Wehbi y otros artistas de las artes visuales, canto o baile. ¿Preferís las narrativas menos tradicionales? Las narrativas más clásicas me parecen más estimulantes; para mí es un desafío también porque es tener que adaptarse a una manera de contar que no es la que yo transito con más frecuencia y, a su vez, las menos convencionales son siempre desafiantes. Te diría que ambas se representan
con la misma avidez. Soy una artista a las que las cosas no le resultan fáciles, pero es ahí donde encuentro más desafío, en términos personales.
En el trabajo concreto, ¿preferís algún método para llegar al estado que necesitas?
Uno aprende a dominar las técnicas que los maestros nos han enseñado, pero creo que la instancia más interesante en la vida profesional de un actor es cuando suelta todo aquello que sabe que tiene como aprendido, y es como un cocinero en su propia cocina molecular y empieza a mezclar y a hacer experimentos con todos esos condimentos e ingredientes que le han aportado sus años de estudio. Todo sirve, uno apela a todo lo que supone que le sirve. Soy una actriz que baila o una bailarina que actúa, a veces no sé cómo definirme. Tengo una gran formación en cuanto a lo emocional y a lo físico. Soy una intérprete que si no encuentra el grado de verdad en lo que está haciendo, nada me funciona. Muchas veces me costó encontrar ese grado de verdad. Paradójicamente, esos trabajos más difíciles, los que te hacen morder el polvo, se convierten en experiencias bisagras y son los más divertidos. Creo que el actor es creador de campos poéticos y esos campos poéticos son únicos. Ningún actor se parece a otro por más que quiera copiar o se quiera alcanzar un grado de mímesis.
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