jueves, 8 de diciembre de 2011

Objetos cargados de infinito

Escenarios 08/12/11

A pesar de que hoy se los asocia al teatro infantil, los títeres nacieron en funciones para adultos. Referentes del género hablan de la actualidad de un arte milenario.

¿INFANTIL?. Los títeres nacieron en funciones para adultos, hoy todo cambió.

POR  Lujan Francos

Dentro del género de teatro para títeres, el dedicado a los adultos sigue siendo marginal”, dice Adelaida Mangani, directora del Grupo de Titiriteros del Complejo Teatral de Buenos Aires y de la Escuela de Títeres Ariel Bufano. Parece casi una paradoja que un género cuyo origen estuvo ligado a los mayores se asocie hoy mucho más frecuentemente con el público infantil. En el Japón antiguo las marionetas se aprovechaban para contar relatos feudales. A pesar de ser un arte que puede parecer sencillo, estas marionetas –llamadas bunraku– eran manipuladas por tres titiriteros cada una. Y uno de ellos necesitaba contar con más de diez años de experiencia en el manejo para llegar a dirigir la cabeza, considerada la parte de mayor complejidad. “Los títeres surgieron hace muchos años, inclusive con las sombras de la gente que vivía en las cavernas. Prendían el fuego, veían sus propias sombras, entonces aparecían los símbolos, algo que representaba a otra cosa”, dice Sergio Bressky, titiritero e integrante del Espacio cultural cooperativo El Colectivo, en Villa Urquiza.

“Si nos remontamos a la India y al Japón, con muchos miles de años de existencia, es un teatro ritual exclusivamente para adultos. El desprendimiento para niños es una cosa muy contemporánea”, dice Mangani. Y recuerda la visita del poeta Federico García Lorca a la Argentina, en 1933, como un hito fundamental, porque con sus Títeres de cachiporra refrendó a este género teatral ante los intelectuales y artistas de la época. Mangani: “Alrededor de 1950 empieza a establecerse la costumbre del teatro de títeres aunque de manera sumamente itinerante; en sala había muy pocas presentaciones. De manos de Javier Villafañe y después de Ariel Bufano –que en 1977 gestó la creación del Grupo de Titiriteros junto al entonces director del Teatro San Martín Kive Staiff–, Eduardo y Héctor Di Mauro, Pepe Ruiz. Es un género muy joven que empieza a desarrollarse casi exclusivamente para niños, si bien alguna vez estos titiriteros hacen algo para adultos. Hay como una deformación del arte, ya que el público en general lo toma como que es un arte para niños. Pero si salimos de ese entorno, la gente joven que se dedica a la profesión hace teatro para adultos, que es lo propio del género”..

La expresión a través de un objeto dispara diferentes sensaciones en los intérpretes. Para algunos titiriteros el títere está elevado prácticamente a la categoría humana, mientras que para otros es un elemento de trabajo que, en todo caso, tiene como función ser un nexo con los espectadores. Y como tal su rol es ser un eslabón más –aunque de indudable importancia– de la cadena de comunicación, casi siempre presente en todo hecho artístico, formada básicamente por emisor, receptor y mensaje.

“El títere sorprende mucho por su posibilidad de ser algo vivo no siendo algo vivo. Creo que lo más cautivador es que uno ve vida o imitación de la vida en un objeto, a pesar de que jamás deja de ver que se trata de un objeto”, dice Carolina Erlich, titiritera de la Compañía El Bavastel, que desde 2004 está a cargo de la producción y programación del Festival de Títeres para Adultos de Buenos Aires. “Los adultos van con la idea de que el títere es un muñequito y no les va a pasar nada. Cuando ese objeto les puede transmitir una emoción se produce el momento mágico, es lo más sorprendente, lo más gratificante”.

Para Bruno Gianatelli, miembro del Grupo de Titiriteros del Complejo Teatral de Buenos Aires, la relación que se establece con el títere es fundamentalmente actoral. “La aparición del personaje, la construcción de esa máscara que va a ser el títere es un proceso gradual, uno va acercándose, conectándose con varias cosas al mismo tiempo. La construcción se da como un crecimiento, una búsqueda, una entrega bien típica de las artes escénicas, muy disfrutable y con distintos tipos de desafíos que se van presentando, porque cada personaje tiene sus características. Cada títere es único y el titiritero vive esa relación con mucha intensidad, con mucha entrega”.

“El títere es como una extensión de mí, de mi energía, entonces es donde mejor puedo expresarme porque no es mi cuerpo directamente. Cuando entro a trabajar con el objeto puedo apartarme un poco de quién soy y brindar la energía que se necesita”, cuenta Valentina Aparicio, que se incorporó este año al mismo grupo Una cuestión importante a tener en cuenta en el vínculo que se establece entre los actores y sus títeres es la historia que se intenta transmitir, pero además la técnica elegida entre las varias que existen. Cada una tiene sus propias características, que habrá que considerar según el efecto que se quiera lograr en el público.

“La relación que se genera entre el titiritero y su títere depende de lo que uno esté contando. También depende de la técnica que esté utilizando. Por ejemplo, cuando se eligen marionetas existe una distancia tan grande, a raíz de los hilos, entre ese objeto títere-marioneta y el actor que, sospecho, se establece una relación muy fría. Sin embargo, si se utiliza otro títere que se calza a modo de guante, ese objeto está pegado al cuerpo y se tiene control sobre él; por lo tanto me parece que emocionalmente estás mucho más cerca”, según Sergio Bressky, que recuerda su experiencia, vivida en diferentes oportunidades, de manejar un títere y estar al borde de las lágrimas. “El títere no lloraba pero, sin embargo, la gente veía el llanto de este títere”, dice.

La directora Gabriela Daniell rescata que su interés por el títere está en función de una metáfora poética, algo que quizás es más difícil de lograr para el actor- persona. “Específicamente en el espectáculo EnCajarás , lo que sucede es que se iguala la categoría de persona y objeto. Así, la persona pasa a ser títere y el títere o el objeto tiene una función protagónica y reveladora en la historia. Todos nosotros somos, de algún modo, objetos del mundo en el que vivimos y dejamos de ser sujetos”.

“Me parece que la interpretación con títeres es muy liberadora para el intérprete. Es uno y es el cuerpo de uno, pero el objeto permite una liberación de lo que serían las limitaciones propias de uno. El objeto se carga de infinito entonces la interpretación es muy placentera. Los actores que por primera vez se expresan a través de títeres quedan fascinados porque se dan cuenta de la libertad interpretativa que implica el trabajo con el objeto”, dice Mangani.

El titiritero Eduardo Di Mauro, compara en su libro, Memorias de un titiritero latinoamericano (ver recuadro), la producción del teatro de niños con la de adultos. En el caso de los más pequeños, los personajes deben tener una gran polaridad entre el protagonista y el antagonista y su comportamiento debe mostrar claridad. Se trata de un teatro mágico específicamente para niños. En cambio, la puesta en escena es diferente cuando está dirigida a adultos. “Es allí donde los directores debieran esclarecer las alternativas que tiene el teatro de títeres para burlarse de todas las barbaridades que comete el ser humano cotidianamente”, escribe con la autoridad indiscutida que le brindan sus sesenta años de profesión.

Di Mauro destaca que la fuerza del teatro popular radica en su verdad, y que el humor es la base del lenguaje del títere, y se da cuando los movimientos se acercan al juego expresivo de los muñecos.

Existe una gran variedad de técnicas a la hora de realizar un espectáculo de títeres. Tal vez la que el imaginario popular asocia más inmediatamente con este género es la del títere de guante, pero se trata sólo de uno más de muchos modos de comunicar a través de este arte milenario.

“La técnica me surge como un pedido imperioso del material elegido, como si fuera un llamado que el contenido de la obra me hace a mí. El texto que uno va a abordar viene con una imagen muy potente donde se junta el texto y una imagen en el escenario que me define la técnica. La única técnica que no he explorado y que creo que no voy a explorar ya es la marioneta de hilo. No es una técnica que yo la sienta para mi sensibilidad”, dice Mangani.

“En algunos casos se pueden fusionar técnicas en el mismo espectáculo. El títere se presta a eso: es un instrumento construido para una interpretación determinada. Depende también qué resiste y qué no resiste. Mezclar personajes que pasen de una técnica a la otra tiene el riesgo de despersonalizar demasiado el vínculo con el espectador. Por ejemplo si un títere es un guante y de repente pasa a ser una marioneta de hilo en otra escena”, dice Gianatelli.

“Hay varias técnicas que agarrás con los pies unas cosas y con las manos otras, está todo tu cuerpo en función de. Igual en el guante también está todo tu cuerpo en función de. Es maravilloso cuando entre dos o más tienen que manipular un títere”, dice Aparicio.

Para Erlich todas las técnicas tienen su capital interesantísimo. “A mí me gusta mucho trabajar los títeres de mesa, que son unos títeres que se manipulan sobre una tabla. En El Bavastel, para cada espectáculo tenemos un modelo de mesa y algunas tienen pequeños mecanismos para cosas que tienen que pasar dentro del espectáculo. Tenemos un retablo en forma de calesita pero queda la base a la altura de una mesa, donde los personajes transitan. Por el tipo de manipulación y de presencia del actor que exige creo que es la técnica que me sigue convocando”.

Fuente: http://www.revistaenie.clarin.com/escenarios/teatro-titeres-titiriteros_0_602339797.html

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