Clásica / Balance 2011
En medio de la gran abundancia, aparece Gustavo Dudamel y sus muchachos
Desde Venezuela. El carismático director Gustavo Dudamel -junto con la Sinfónica Simón Bolívar- fue uno de los puntos más altos de la temporada. Foto: Archivo / EFE
Por Pablo Kohan | Para LA NACION
Abundante, sorprendente y tal vez desmesurada, así luce, mirando para atrás, la agenda completa de todo lo que aconteció en el campo de la música académica a lo largo de este año que ya termina. Y el último adjetivo, que en ciertas ocasiones puede denotar alguna connotación negativa, aquí sólo está para reforzar la idea de que hubo infinitos conciertos, óperas, recitales, espectáculos, festivales, encuentros y ciclos que, generosamente, atiborraron los escenarios de marzo a noviembre, más algunos antecedentes previos y coletazos posteriores. Por supuesto, las cuestiones cuantitativas y cualitativas no necesariamente transitan en paralelo. Pero, de la inmensidad, hubo un buen número de eventos de excelencia, aseveración esta que, tampoco necesariamente, tenga que ser entendida como una indicación de alguna tendencia. Dentro de cada teatro, de cada abono y de cada proyecto hubo maravillas y no maravillas, por decirlo de un modo poco letrado, pero de significados claros.
Aun sin olvidar ni dejar de mencionar los espectáculos y conciertos del Teatro Argentino de La Plata, ya establecido firmemente como un proveedor habitual de ideas, novedades y buenas realizaciones, y de algunos pocos fantásticos eventos que tuvieron lugar en otros escenarios, por la producción propia y por ser el ámbito donde algunas sociedades de conciertos desarrollan sus actividades, no es sorpresa descubrir que la mayoría de esos momentos culminantes ocurrieron en el Colón. Positivamente, por el teatro pasaron intérpretes, cantantes, ensambles, orquestas y directores de nombradía internacional y de valores infinitos cuya enumeración ocuparía un espacio considerable, aun cuando sus actuaciones, en algunos casos, estuvieron muy lejos de lo que de ellos podía esperarse. En este sentido, cabe detenerse en dos pianistas, Keith Jarrett y Philip Glass, que, por neurosis graves uno e incapacidades palpables el otro, pasaron sin dejar huella.
Pero si el asunto es encontrar al más destacado de entre la abundancia mencionada, pues habría que apartarse de esa rutina que prescribe ir a buscar nombres o apellidos con sonidos poco castizos y traer al gran podio a Gustavo Dudamel y la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela. Sus dos conciertos, para el Mozarteum Argentino, fueron absolutamente memorables. El primero porque, casi en un alarde de juventud, la del director y la de los músicos, ofrecieron una versión de altísima calidad de una obra tan compleja y fascinante como la Séptima sinfonía, de Mahler. Y el segundo porque demostraron que, sin apartarse ni un ápice de la excelencia, se puede construir un concierto a pura alegría y felicidad. En ambas presentaciones, Dudamel y sus muchachos crearon un clima único e intransferible y lograron conmover intensamente a una multitud que la superaba, largamente, en años y que, seguramente, recordará eternamente lo que estos chicos supieron obsequiar.
Clásica / Balance 2011 / Tendencia
Crecimiento contemporáneo
Por Pablo Gianera | LA NACION
El hecho de que por lo menos dos de los acontecimientos de 2011 ligados a la música contemporánea (la integral de Varèse en el Colón dentro del ciclo del San Martín y la nueva puesta de La ciudad ausente de Gandini en el Argentino) estuvieran protagonizados por intérpretes argentinos es un hecho que, de tan evidente quizá, puede llegar a pasarse por alto. Sin embargo, ahí está justamente el punto relevante: si se la considera desde otra perspectiva, esta evidencia fue en realidad una conquista.
Esos dos casos implicaron a dos orquestas (la Filarmónica de Bs. As. y la Estable del Argentino) y a dos directores (Alejo Pérez y Erik Oña), pero el fenómeno sobrepasa lo sinfónico y es mucho más general, como lo prueba el reciente debut del Cuarteto de Cuerdas de la Untref, conformado a partir de un jurado que presidió Irvine Arditti. En cierto modo, podría especularse con que la cada vez más activa escena de la composición en la Argentina estuvo acompañada por el crecimiento más o menos parejo de la actividad de la interpretación. Desde luego, intérpretes consistentes hay desde hace tiempo, aunque es posible que nunca haya habido tantos como ahora.
El esclarecimiento de las causas de este fenómeno excede las pretensiones de esta columna. Quedémonos con la constatación de que hay intérpretes, por lo general jóvenes, que se niegan a ser meras guías de museo por las sinuosas galerías de la música contemporánea. Hay un piso de calidad respecto del cual no se permiten descender. Después de todo, son esos mismos intérpretes quienes median entre la música actual y la vida musical en un sentido amplio, e impiden, gracias a semejante mediación, que esa música corra el riesgo de quedar confinada a un ambiente artificial y claustrofóbico.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1435936-crecimiento-contemporaneo
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