viernes, 23 de diciembre de 2011

Teatro Porteño: Nacidos en los 80

Escenarios 23/12/11

No tienen más de 30 años y sus obras dan que hablar en el circuito independiente. Once jóvenes directores y el mandato de la vocación.

TE ENCONTRARE AYER. De Francisco Lumerman, en Timbre 4

POR Leni Gonzalez

Mientras tanto, hasta que el tiempo acomode las cosas y antes de que esta nota envejezca, un grupo de once directores de teatro menores de treinta años cuentan qué piensan acerca de lo que hacen. Ellos son Lucía Möller, Camila Fabbri, Gonzalo Facundo López, Nacho Ciatti, Francisco Lumerman, Diego Faturos, Alfredo Staffolani, Lucía Panno, Aníbal Gullumi, Ana Luz Kallsten y Miguel Israilevich. Por supuesto que podrían incluirse más pero, sin duda, pueden dar cuenta de un “aire de época”: al inicio de la década, como Möller, o al final, como Fabbri, todos nacieron en los 80, con la tele color y el cable, cuando el Parakultural empezaba la historia, con el primer Terminator, cuando Capusotto hacía la colimba y Bartís estrenaba Postales argentinas.

Los once tienen formación académica y experiencia en puestas, en la mayoría de los casos, de sus propias obras, y han participado en festivales. Muchos son también actores (en teatro, cine y tevé) y se ganan la vida como docentes. No tienen prejuicios, declaraciones de principios ni cargan con parricidios feroces. Les encanta la palabra “diversidad”. Altamente pragmáticos, reservan la energía para el just do it, sintiéndose parte y continuación de las “remadas” de sus antecesores, terrenalidad que les sirve para adaptarse a distintos frentes. No les asusta la austeridad ni se fascinan con juguetes tecnológicos simplemente porque los tienen ahí, a mano, de la misma manera que entran y salen con naturalidad de otros lenguajes como el cine, la tele o Internet. Y algo más: a la figura del director-dramaturgo-dueño de sala, se suma la posibilidad del rol del programador.

Lucía Möller (31, autora, directora, docente; Pasionaria empezará en enero su cuarta temporada). “En esta época lo que prima es la propia búsqueda y no las escuelas o tendencias poéticas. No tengo un referente sino varios y muy diversos y no creo que haya una sola forma de hacer teatro. No creo que mi generación esté construyendo un nuevo paradigma teatral. No tenemos algo que romper dado que desde los ochenta hasta hoy la producción teatral se caracteriza por la heterogeneidad y la convivencia de poéticas. Lo distintivo hoy es la efusividad por hacer obras que se expresa en cantidad, pero no en calidad. Demasiadas ganas de mostrar, muchas veces sin pensar bien qué.”

Camila Fabbri (22, actriz, autora y directora; su primera obra es Brick). “Admiro mucho a Almodóvar; creo que toda su obra está ahogada de momentos teatrales. Es un director que instala universos y de eso se trata. La educación de un dramaturgo está toda en “ver”. La primera obra de Romina Paula, Algo de ruido hace, fue una pequeña gran clase abierta de mi vida. Todo lo que nos rodea forma parte del momento creativo. Todos los que escriben son discípulos de la televisión, de las redes sociales que trae Internet, del nuevo cine, el de ahora y el de siempre.Yo considero al teatro de hoy como un fenómeno desligado del peso de tener que contener una novedad.”

Gonzalo Facundo López (23, actor, director, dramaturgo, fotógrafo; Woyzeck, As taim gous bai). “Hay un ‘sentimiento de época’ o un ‘espíritu’ que va con la edad. Cuando arranqué la carrera de dirección recuerdo que trabajaba en un espectáculo de Gastón Cerana como asistente, a quien le preguntaba a qué edad podría plantear mi primera obra y no ser tratado como un niño caprichoso. En ese momento no encontramos una respuesta pero a los dos años, yo ya estaba proponiéndome estrenar Woyzeck. En relación a esta generación del teatro, creo que la valentía para plantear la escena, la intención (muchas veces ingenua) de ‘lo nuevo’, a veces conduce a lugares de investigación muy provechosos. La tarea de generar otros planteos, ya no ‘nuevos’ sino antes invisibles, es decir, traerlos a la luz, es uno de los motivos por los cuales elijo dirigir.”

Nacho Ciatti (28, actor, dramaturgo, director, estudió cine y dice que Bob Wilson rompió por completo su estructura de pensamiento; Los ciegos, Asilo, para que vuelvas, Alemania). “Como generación creo que hemos sido tocados por la desidia y el desmantelamiento de la década menemista y eso se filtra en nuestra forma de encarar el trabajo, desde las temáticas a abordar (familias clase media que se derrumban, televisores encendidos) hasta los planteos sociales que se presentan. Me interesa el teatro como experiencia totalizadora, no como el desenlace en el escenario de un texto fijo y previo, por lo que utilizo en forma casi excluyente la mayor cantidad de disciplinas posibles. La juventud debería traer libertad y riesgo. El que se proyecta como creador (joven) no debería continuar formas o imitarlas; ‘las obras estilo Tolcachir, Pompeyo o Bartis’ son válidas pero carentes de impronta genuina, es como una cultura de ‘hacer escuela’, lo veo sectario, redundante y tiende al estancamiento. Es una necesidad de pertenencia y seguridad que, por otro lado, nunca va a existir.”

Francisco Lumerman (29, actor, autor, director; De cómo duermen los hermanos Moretti, Te encontraré ayer). “No sé si me siento parte de una generación, creo que somos muchos haciendo teatro y que, cada vez más, las propuestas tienden a singularizarse. Sin duda, puedo nombrar profesores que me marcaron como Claudio Tolcachir y Luciano Suardi y Mauricio Kartun y Alejandro Tantanian, en dramaturgia. Trato de no demandarme estar en contra o ser una opción nueva sino contar lo que necesito contar. En mis puestas siempre apareció un televisor, una pantalla con proyecciones o una computadora. Siento que generan sentido, que dinamizan otros discursos pero estoy con ganas de probar una obra donde no aparezca nada, en ningún momento.”

Diego Faturos (28, actor, autor, director, coordina el teatro-escuela Timbre 4; Vientos que zumban entre ladrillos y estrena en febrero Amanda vuelve). “Mi maestro es Tolcachir: a los 19 años me sumé al elenco de Jamón del diablo y La omisión de la familia Coleman. A la hora de escribir me siento muy influenciado por autores como Lorca y Beckett; también por los Simpsons y la poesía del Indio Solari: es importante estar permeable para crear, ser una esponja, cada persona que ves en el subte, cada palabra rara que escuchás, son fuentes de creación.”

Alfredo Staffolani (29, autor, actor y director; presentó Loop, en ElKafka). “Creo que los padres teatrales están muy cerquita de quienes fueron parte del proceso de formación y constituyen un hipertexto constante. Soy parte de una generación que tomó una decisión sobre el tiempo para manipularlo en la producción y resignificarlo. Ya no se espera el llamado casi bíblico de una oportunidad de mostrar el trabajo, sino que los espacios se van construyendo con todo el riesgo que eso implica. Me gustaría alcanzar un proceso de edición sonora similar al del cine en cada obra. Copiar y pegar planos que fueran hipertextos del relato. Pero el teatro tiene una autonomía austera que, en buen uso, es muy provocadora. El gran desafío es atravesar la franja de lo clandestino y poder poner en funcionamiento ese motor creativo en cualquier ámbito.”

Lucía Panno (29, autora, directora y docente; Rocío, participó en el FIBA 2009). “Los sub-30 somos la generación de los padres divorciados. ¿Seremos como esas familias llenas de medios hermanos donde son todos distintos y siempre hay lugar para uno más? Ojalá. Como crecimos sin creer en nada, nos convertimos en los paladines de la ironía pero hay un humor ilusionado, que busca algo. La última ruptura fue con el realismo, con ‘decir lo importante’ y con el dramaturgo que creaba la obra en su mente. Para mi generación, todo está fragmentado, es el reino de la subjetividad, todos tuvimos dos casas y cosas en una y en otra, y ahora estamos armando nuestras propias casas, decoradas con adornos de diferentes épocas y procedencias, como si fuera una especie de nuevo cocoliche. También me parece que hay un deseo, al menos el mío, de que la construcción de sentido vuelva a tomar un lugar importante. Por esto de hacer la propia casa.”

Aníbal Gullumi (30, actor, trabaja con Bernardo Cappa en el IUNA, músico, dibujante; dramaturgia y dirección de Víspera de elecciones). “Percibo muchas veces la rigidez de las imitaciones o la tradición de censurar cosas en relación a lo que diría ‘papá’, cosas que los hijos imaginan que los padres no aprobarán. Hay un espacio, el de terapia gestáltica con Raúl Abulafia, en donde percibo que la creatividad es una fuerza muchísimo más vasta que el circuito intelectual-artístico en el que nos movemos. Eso implica despersonalizar-se y quitar ‘nombres’ y deudas teórico-estéticas. El no-saber como la potencia más serena y ‘sustentable’, para usar una palabra muy contemporánea. Como cada vez somos más, hay menos idealización de ‘ser’ alguien diferenciado por el ‘éxito’. Total, yo uno más en el barrio. Nada me impide hacer mis cositas.”

Ana Luz Kallsten (23, actriz, autora y directora; seguirá en 2012 con Que te he hecho para que me trates así, en Espacio Ecléctico). “Me produce un poco de fobia ir años y años a una escuela y a otra y seguir la palabra fiel de X. Hay que ser sincero con el deseo propio si no todo lo demás resultará inconsistente. No creo que haya rupturas sino más libertad y una cierta indiferencia (sana). Nuestra generación tiene ese talento de poder darle al espectador una mirada de cine en una sala de teatro. Creo que dirigir un texto que no sea de uno o de un compañero es una tarea complicada sobre todo si el autor está vivo. Se genera mucho tironeo en el proceso y eso aunque digan que es para mejor, yo no lo creo.”

Miguel Israilevich (29, director de Basada en hechos reales, Visages, Para qué sirve el amor). “El ‘ser parte de una generación’ no es algo que me dé un sentido de pertenencia o que me habilite a ser portavoz de otros. Creo que la agrupación es algo que sucede después y la selección está a cargo de quienes observan y no de quienes creamos. José Cáceres, Luis Cano y Rubén Szuchmacher son los tres artistas que tengo como referencia, pero no me reconozco discípulo en sentido estricto.La ruptura debe ser algo propio del arte y no de la juventud. Lo que sucede siendo joven es que uno es más flexible a recurrir a otros trabajos para sustentarse. El arte también es trabajo y aspiro a que sea mi medio exclusivo para generar ingreso económico.”

Fuente: http://www.revistaenie.clarin.com/escenarios/Teatro-generacion-80-jovenes-directores_0_610738972.html

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