sábado, 24 de diciembre de 2011

SUBNOTAS: El país como material escenico

Sábado, 24 de diciembre de 2011

TEATRO › OPINION

Una propuesta aluvional

Por Roberto Perinelli *

Creo que no basta con decir que la temporada teatral que se cierra guarda las mismas características que las anteriores: centenares de espectáculos, un buen porcentaje de calidad (sobre todo en la escena alternativa) y una fortaleza capaz de afrontar inclemencias de todo tipo, desde las climáticas, los partidos de fútbol del seleccionado nacional y la intromisión, casi justo en el centro del año, del FIBA (¿no habrá posibilidad de pensar otras fechas para este evento?), sino que también se hace necesario agregar que la actividad en Buenos Aires mantendrá una continuidad que años atrás resultaba impensable; ya se nos anunció que, después de las fiestas, primeros días de enero, la escena recomienza con proyectos de inquietante interés.

La aluvional propuesta del año que termina –casi es innecesario repetir, única en el mundo, al menos el de habla castellana– puso en aprietos al que, por la razón que sea, se propuso conocer todo lo que se hace, situación que debería ser reflexionada por los jurados de los concursos (demasiados) que tienen que evaluar la producción midiendo una parte por el todo, porque cubrir el todo es imposible.

Tampoco se será original diciendo que el área alternativa de la escena porteña es la más vital y diversa, donde es posible encontrar propuestas de los estilos más disímiles, desbaratando viejas polémicas de que uno es más vigente que el otro. Todo convive, a todos los teatros el público concurre, de modo que la única manera de valorar los espectáculos es a través de las propuestas, sin proponerse hacerlo con pautas apriorísticas que, la historia del teatro enseña, siempre han sido inútiles y dañinas.

Prescindiendo de matices que sería largo desarrollar, y de la mención de los títulos destacados de la temporada, que con seguridad llevaría a omisiones involuntarias, pero asimismo odiosas, cabe señalar como sobresaliente el enorme ímpetu del teatro musical. El fenómeno no es nuevo sino consecuencia de un proceso que comenzó ya hace varios años, pero que en la actualidad reconoce el respaldo, legítimo y justo, del Premio Hugo, homenaje a un creador (Hugo Midón), pero también a una rama de la actividad teatral porteña que está creciendo en cantidad y calidad, a fuerza de entusiasmo, claro, pero además con idoneidad y oficio.

* Dramaturgo, director, docente.


¿Trabajo en conjunto?

Por Diego Starosta *

La sinergia es un concepto que proviene del griego synergo, lo que quiere decir literalmente “trabajando en conjunto”. Su significado se refiere al fenómeno en que el efecto del trabajo de dos o más agentes actuando en conjunto es mayor al esperado, considerando la sumatoria de la acción de los agentes por separado. Podemos escuchar hoy este término en boca de algún empresario privado o funcionario público para justificar, a mi modo de ver, la repudiable y cada vez más evidente relación entre los teatros oficiales de la Ciudad de Buenos Aires y la actividad teatral privada. Ese “trabajo en conjunto” tal como se ha planteado a lo largo de este año en “coproducciones”, como Hamlet, Los hijos se han dormido o la presentación del grupo La Zaranda, en el Teatro 25 de Mayo, sólo favorece mayormente al sector privado, que se sirve de la infraestructura, el prestigio y “el segmento de público” que concurre a los teatros oficiales para hacer sus negocios. Pero aun si los “beneficios” para el Estado, en este caso los teatros públicos, fueran equiparables a los del sector privado, tampoco serían admisibles estas sociedades ya que los mismos (los teatros oficiales) no persiguen solamente o no deberían sólo perseguir, desde mi punto de vista, el lucro monetario. El empresariado o gestión privada busca constantemente nuevas oportunidades para expandir sus negocios y aumentar sus réditos económicos, y no hay nada censurable en ello. Ahora, el problema es que el Estado, pienso, debería hoy, entre otras cosas, producir, fomentar y difundir una diversidad espectacular que al mercado, por su naturaleza, no le interesa. El Estado, a pesar de la política de destrucción, inoperancia y desidia que promueve el propio gobierno de Macri en los teatros porteños para justificar el ingreso del sector privado, cuenta con la infraestructura y la capacidad para desarrollar políticas públicas autónomas que convivan y se complementen con las acciones del sector privado para asegurar una circulación de bienes culturales de características diversas, sosteniendo de esta manera una oferta (realizadores) y una demanda (espectadores), que no están necesariamente dentro de las tendencias válidas pero homogeneizantes de la actividad puramente comercial, pero que sin duda forman parte del rico acervo sociocultural y económico de nuestra ciudad.

* Actor, director y docente teatral. Director de la compañía El Muererío Teatro.


Encuentros y festivales

La publicación de libros, los homenajes y el empuje de los más jóvenes, ocupando espacios sin recurrir al lamento, fueron características de 2011. Estas expresiones no desconocieron hechos sociales y, entre otros encuentros, quince directores armaron un ciclo sobre el 20 de diciembre, en el Club Cultural Matienzo. Nuevos encuentros se sumaron a los ya existentes, como el organizado por el director e investigador Omar Pacheco, en su teatro La Otra Orilla, donde ofreció La cuna vacía. Se afirmaron Teatrísimo, en beneficio de la Casa del Teatro; y Teatro por la Identidad, que sigue cumpliendo desde la escena el objetivo de apoyar la búsqueda de los chicos desaparecidos y apropiados durante la última dictadura militar. Entre los festivales internacionales se concretaron el Mercosur, en Córdoba, y el de Buenos Aires, este último con dirección artística de Darío Lopérfido. Hubo espectáculos de gran producción, como el Hamlet, presentado por la Schaubühne am Lehniner Platz, dirigido por Thomas Ostermeir; y Eraritjaritjaka, de Heiner Goebbels; y otros bien diferentes como Villa+Discurso, del director chileno Guillermo Calderón, en el Parque de la Memoria, y Médée, coproducción de Francia y Burkina Faso, que aportó un coro femenino de inquietante sonoridad y una actuación intensa de la actriz protagonista. Otra propuesta chilena, La amante fascista, de Alejandro Moreno, atrapó con el alucinado monólogo de la actriz Paulina Urrutia. Un aspecto a destacar fue el manifiesto de los participantes locales del festival, que defendieron el encuentro, más allá de la explícita exigencia a las autoridades, de definiciones sobre política cultural.


Lo mejor vino del borde

Por Ana Alvarado *

La pregunta anual sobre el teatro y sus posibilidades acompaña a la pregunta sobre el mundo, la sociedad, los cambios que se vienen. Hay crisis en Europa, y eso modifica la actividad subsidiada de artistas, festivales, becas y demás en un camino de doble vía que también afectará a muchos artistas y eventos culturales argentinos.

Recuerdo que en 2002, cuando participábamos con El Periférico de Objetos en festivales de Europa, nos consultaban y analizaban nuestras obras con un enorme interés por nuestra crisis política y económica y con la sospecha de que algo así podía pasarles. Igual que acá, la caída afecta menos a los más poderosos. También les llamaba la atención el crecimiento de nuestra cartelera teatral, la apertura de numerosas salas alternativas y la cantidad de alumnos interesados en tomar clases “de teatro” en medio de una realidad brutal. Había crecido lo alternativo, “lo otro”, lo que depende puramente del deseo de hacerlo y “de alguna ayudita de sus amigos”. El teatro resistió en esos ámbitos y junto con otras actividades culturales aportó enormemente al turismo cultural y juvenil –que se inició en esos años y sigue, poblando talleres, universidades y espacios culturales–, de jóvenes extranjeros a los que atrae la fuerza cultural argentina.

El 2012 encontrará en el mundo teatral argentino mucha diversidad. Hay muchas propuestas en el circuito comercial, muchas en el circuito alternativo/off, muchas en un espacio intermedio que se ha creado de salas mixtas, entre lo comercial y lo alternativo. Mucha inscripción en las universidades públicas que se orientan a las artes escénicas y que están permitiendo que los artistas tenga un perfil académico imprescindible en estos tiempos.

Pero hay algo que necesita atención urgente. La experimentación, la investigación, las nuevas propuestas artísticas nacen de los bordes y luego van hacia el centro, y no hay que descuidar el apoyo a esa investigación que, aunque aparentemente más errática y menos visible para los medios, es extremadamente sólida. Llámese teatro independiente, off, under o alternativo, lo mejor de nuestro teatro vino del borde. Los montos de los subsidios de apoyo institucional al teatro, tanto a las salas como a las compañías, son muy pobres; no alcanzan para hacer un montaje más o menos digno. Necesitamos un claro mejoramiento en ese aspecto o una novedosa propuesta oficial que los reemplace.

Les deseamos a los europeos que encuentren fuerza en sus alternativas. Nosotros no confundamos la crisis económica de los poderosos de Occidente con el fin del mundo tan vaticinado. Como se hizo en muchos aspectos en estos últimos años, cuidemos nuestros recursos, sigamos estimulando a nuestros artistas, crezcamos en esto que dio y dará más frutos.

* Titiritera, actriz, directora, dramaturga y docente.


Teatro, industria nacional

Por Eva Halac *

Siempre me pregunté por qué, para alguien que quiere producir su primera película en la Argentina el Instituto Nacional de Cinematografía le otorga un crédito de un millón de pesos (el 50 por ciento del costo total) y no hay créditos para el teatro. Me dicen que porque el cine es una industria. ¿Y el teatro no? El teatro es una empresa que da muchísimo trabajo a la comunidad: actores, directores, escenógrafos, músicos, vestuaristas, realizadores de todo, técnicos, operadores de luz y sonido, utileros, maquinistas, maquilladores, peinadores, vestidoras, diseñadores, asistentes, agentes de prensa, etc. etc. etc., y durante largas temporadas, sin contar las imprentas para afiches y programas, publicidad gráfica y vía pública, combis y motorhome de giras, hoteles, restaurantes... Hoy, producir una obra de teatro muy modesta en términos comerciales no sale menos de 500 mil pesos. Y el Instituto Nacional del Teatro ofrece para producir una obra 14 mil (monto máximo). El teatro comercial en Argentina es una industria que ofrece muchísimo trabajo y tiene riesgos económicos altísimos. Y el resultado (salvo honrosas excepciones) es que la mayoría de los proyectos tienen escaso riesgo artístico. Como la única entrada de dinero es la boletería, se aplican fórmulas consideradas seguras: obras extranjeras, temáticas de best seller, pocos actores, etc. ¿Será mucho pedir (en un país donde se destinan mil millones anuales del Estado para el fútbol) considerar al teatro una industria nacional? El apoyo mediante créditos a devolver en corto y mediano plazo favorecería también la incorporación de textos argentinos al mercado del espectáculo, equilibrando esta sensación de ser una sucursal de Broadway.

* Directora, titiritera, actriz, autora.


Las marcas de la época

Por Patricia Zangaro *

Recuerdo las palabras que pronunció Griselda Gambaro cuando en junio de este año el IUNA le otorgó el Doctorado Honoris Causa: “La falta de la técnica adecuada suele hoy devastar el escenario. No hay nada peor que una pasión andrajosa”. Creo que Griselda les dio voz a lo que muchos pensamos en silencio. Año a año se advierte una creciente degradación del oficio en todas las disciplinas escénicas, fenómeno que también afecta a la crítica y la investigación. El teatro no es ajeno al proceso de banalización de la cultura, que constituye una de las marcas de la época. Como las deficiencias en la formación de los nuevos teatristas no escapan a la crisis general de la educación. Pero es una responsabilidad de toda la comunidad teatral, tanto de quienes ejercemos la docencia y la práctica escénica como de los funcionarios encargados de diseñar las políticas de promoción del teatro, reflexionar sobre la problemática de nuestro tiempo y buscar vías de superación. Creer que la cantidad es sinónimo de calidad no es sólo una manera de negar la realidad, sino también un modo de asimilar la cultura al imperio del mercado. “En ninguna de las actividades del teatro –concluía Griselda su brillante exposición– hay que perdonarse la vida. Al contrario, tenemos que sentir que estamos al borde del fusilamiento, como Dostoievski en Petersburgo, por cada reflexión mal fundada, por el uso de imágenes convencionales, por falta de autocrítica, por cada escena compuesta para complacer-complacernos y cada palabra sin sonoridad y sin peso.” Afortunadamente, el talento de muchos de nuestros teatristas impide que el cuadro llegue a ser sombrío. Quisiera destacar un espectáculo que, a pesar de su infrecuente audacia poética y su rigor estético, no llegó a tener la visibilidad que a mi juicio hubiera merecido. Tal vez porque el teatro “infantil” sigue siendo considerado por muchos un género menor. Se trata de Una solución redonda, del grupo La Galera Encantada, con dramaturgia y dirección de Héctor Presa, quien se propuso cruzar a Brecht con Piazzolla y el lenguaje del clown para poblar la escena de emoción y belleza.

* Dramaturga y docente de teatro. En su obra Africa, un continente reflexiona sobre los prejuicios y la segregación.


La eternidad de los clásicos

En el asalto a los clásicos antiguos y contemporáneos cayó Hamlet, de William Shakespeare, que tuvo varias adaptaciones, entre otras la dirigida por Juan Carlos Gené, en el Teatro San Martín. En un ciclo del Centro Cultural Rojas, los clásicos fueron vistos con ojos nuevos. Emilio García Wehbi estrenó Hécuba o el gineceo canino (sobre Hécuba, de Eurípides); Beatriz Catani, Si es amor de verdad, me dirás cuánto entonces (versión de Antonio y Cleopatra, de Shakespeare), y Alfredo Ramos, Curepí (basada en Salomé, de Oscar Wilde). En otros espacios, el autor, director y docente Raúl Serrano produjo El viaje de Don Juan, inspirada en el Don Juan, de Molière. También de Molière se ofreció El burgués gentilhombre, en versión de Willy Landin, con protagónicos de Enrique Pinti y Lucrecia Capello. Otras versiones fueron Los hijos se han dormido, de Daniel Veronese, sobre La gaviota, de Anton Chejov; Mateo, de Armando Discépolo, donde el director Guillermo Cacace destacó la figura del desesperado; y La importancia de llamarse Ernesto, en versión y puesta de Hugo Alvarez. Calderón, de Pier Paolo Pasolini, fue otro destacado espectáculo de la directora, actriz y titiritera Adelaida Mangani, quien combinó actores y marionetas y señaló al fascismo como una práctica de individuos en el poder y de marginados sobre otros marginados. Pasados sesenta años de su estreno se dio a conocer Antígona Vélez, de Leopoldo Marechal, inspirada en Antígona, de Sófocles, y dirigida por Pompeyo Audivert. En otro registro, la actriz China Zorrilla sostuvo su participación en Las d’enfrente, pieza costumbrista de Federico Mertens, en adaptación de Santiago Doria. Entre los no clásicos, pero destacados por uno u otro rubro, se estrenó Más liviano que el aire, con actuación de Betiana Blum; y una pieza del británico Martin Crimp, En el campo, dirigida por Christian Drut, una vuelta de tuerca al thriller psicológico y a las complejidades del triángulo amoroso. Sobre la evocación del pasado y de la culpa se ocupó con humor e ironía Susana Torres Molina en Estática. Oratorio para cuatro cuerpos, y del renacimiento de Ceremonia secreta, de Marco Denevi, el director Oscar Barney Finn. Una rareza fue la puesta de El cielo de otros lugares, sobre la base de textos del escritor uruguayo Felisberto Hernández, protagonizada por Daniel Zaballa y dirigida por Lorenzo Quinteros. Y una más, Yo conocí el paraíso terrenal, adaptación del actor y director Lautaro Murúa sobre un cuento del cubano Alejo Carpentier, actuada magistralmente por Miguel Padilla y dirigida por Roberto Aguirre.


Visitas internacionales

El encuentro París Buenos Aires. Tándem 2011 trajo, entre otras obras, Voyageurs Inmobiles, de Philippe Genty, atravesada por el surrealismo, y Chanchadas (Truismes), de la francesa Marie Darrieussecq, en el formato de teatro leído. Una puesta del actor y director Alfredo Arias. Otras visitas fueron las de artistas chilenos, en un ciclo de teatro contemporáneo, y la de uruguayos, que ofrecieron sus trabajos en diferentes espacios, como Las Julietas y Trinidad Guevara, con texto y dirección de la uruguaya Marianella Morena. Desde Italia llegó la compañía Absurda Cómica, con adaptaciones de obras de Dario Fo y un texto de Giorgio Gaber. Se sucedieron el Festival Beckett; Buenos Aires Polo Circo, y encuentros realizados en el Celcit, la Alianza Francesa, AMIA, Centro Cultural de España, Instituto Goethe y el Sudamericano de Danza y Política, organizado por el Espacio Cultural Nuestros Hijos.

La visita del director, actor, dramaturgo y cineasta brasileño Antunes Filho, creador del grupo brasileño Macunaíma, dio a conocer a dos artistas populares cariocas a través de Lamartine Babo y Policarpo Quaresma. Nadie lo quiere creer (La patria de los espectros) –otro conmovedor trabajo de La Zaranda. Teatro Inestable de Andalucía la Baja– señaló con humor deformante lo efímero de la vida y la persistencia de un deterioro cultural y social en un tiempo de tragicomedia. Otros venidos de España fueron Gloria López y Maite Brik (La reina de belleza de Leenane, melodrama de Martin McDonagh); el director y teórico argentino Jorge Eines, residente en Madrid (Tejido Beckett), y el actor, director y dramaturgo valenciano Paco Zarzoso (Hilvanando cielos y El hipnotizador). El cuento La historia del señor Sommer, del alemán Patrick Süskind, fue la base del espectáculo homónimo del actor mallorquí Pep Tosar, y Caminando con Antonio Machado, emocionó en la interpretación de José Sacristán, acompañado por el pianista Facundo Ramírez. Otro excepcional trabajo, en gira nacional y con presentaciones en Buenos Aires.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/subnotas/23911-6434-2011-12-24.html

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