miércoles, 21 de diciembre de 2011

Viéndote actuar


Espectáculos / 21.12.2011 | Hace 23 años, el 21 de diciembre de 1988, desaparecía físicamente Federico Moura, uno de los artistas más influyentes y lúcidos del rock nacional.

Por Ramiro García Morete
culturadiagonales@gmail.com

“Si algo es sagrado, eso es el cuerpo humano” aseveraba el inmenso e incandescente poeta Walt Whitman. “Creo en la carne y en los apetitos, ver, oír, tocar...

¡Cuántos milagros! Y cada parte de mi ser es un milagro”. No eran años felices ni fáciles, envueltos de guerra y odio, los que atravesó el hombre que cambió la poesía norteamericana en el siglo XIX. Pero su pluma vital y provocadora, era más poderosa, inspiradora y transformadora que un ejército de plomo. Whitman se comprometió de cuerpo entero a los conflictos (fue enfermero voluntario durante la guerra), pero entre tanta muerte y después de haber perdido tanto -diría el Martín Fierro- le puso el cuerpo y la voz a la vida. Es que la vida es “lo que sobra de la muerte”, según Walt, y no hay mayor pecado que desperdiciar ese instante fugaz en el que el alma es cobijada por un templo sagrado y vital: el cuerpo.

Los ‘70 y parte de los ‘80 tampoco fueron fáciles en esta parte de América. Y mientas las sombras lo envolvían todo, inclusive las melodías, un puñado de hombres irrumpieron para arrojar luz. Y esa luz no era una cristalina estela de expiación: era un rayo ardiente y fosforescente en medio de la oscuridad y la abulia. Entre ellos emergía bello, provocativo, lúcido, elegante y exquisito, Federico Moura. El platense (¡perdón, de City Bell!) llegaría para despabilar a la adormecida escena nacional con ideas tan originales como inquietantes. “Sólo quiero sacudirte/ para que veas las cosas como son/ sólo quiero sacudirte/ para que adoptes tu decisión”, cantaba sobre ritmos tan adhesivos y eficaces que algunos interpretaban obcecada y ciegamente como ligeros.

Hedonista, poseedor de una sensualidad inédita y una voz diáfana y sofisticada, incomodaba y alteraba tanto a la ortodoxia vestida de cuero y alma de motor, como a los melancólicos de guitarra acústica y poder de flores marchitas. Difícil no mencionar su primera presentación masiva, en el Prima Rock de 1981, mientras jugueteaba con las naranjas que el público le arrojaba, arengándolos: “a ver si levantan esos culos y bailan un poquito”.

Puto. Eso le decían. Pero posiblemente no era su elección sexual lo que perturbaba sus vetustas cabezas, puesto que la elegancia de Federico se extendía a todos los ámbitos y nunca reveló cuestiones privadas. Era un puto porque los incitaba, porque despertaba el instinto primal de baile, pero también ese dispositivo superior que es el pensamiento: “Jugar con la imaginación/ Sin tener que pedir perdón”. Era un puto porque defendía y ejercía las libertades: creativas, corporales, poéticas, musicales, escénicas… y políticas. Que Federico Moura fue uno de los mejores cantantes y compositores del rock nacional es innegable, al igual que Virus una de las mejores bandas. Pero además, fue una constante declaración política a la que por exceso de talento, se daba el lujo de sumarle glamour. Y eso asustaba a “los del palo”.

La historia argentina y universal ha estado plagada de dicotomías. Falsas a veces y necesarias e irreconciliables otras. Lo cierto es que si alguien no fue “careta” en el rock nacional, ese alguien es Federico Moura que cumplió con el mandato de “a la vida hay que hacerle el amor” hasta el 21 de diciembre de 1988. Y en un mundo de sangre, sombras, guerras y “tantos odios para curar”, mientras existan seres valientes y valiosos como los putos de Whitman o Moura, de esta vida “todo el tiempo quiero estar enamorado”.

Fuente: http://diagonales.infonews.com/nota-169583-seccion-114&Redirect=false-Viendote-actuar.html

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