Opinión teatro Ernesto Schoo
Sábado 02 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
El Instituto Universitario Nacional del Arte acaba de otorgarle el doctorado "honoris causa" a Griselda Gambaro. Innecesario aclarar las razones de este más que merecido reconocimiento: Griselda es responsable de un vuelco fundamental en la historia del teatro argentino, lo que podríamos considerar su ingreso en la contemporaneidad y también en la universalidad, alejándose de la insistencia en el molde costumbrista-localista. Al mismo tiempo, Gambaro expone -mediante una fusión originalísima de las vanguardias de entonces: absurdo, crueldad, amenaza, y con un acento muy personal- los desgarramientos más profundos, los estigmas ancestrales, las raíces míticas de los reiterados desajustes en que nuestra sociedad chapotea desde hace tantos años. Nada más hondamente argentino que el teatro de Gambaro, y su lenguaje.
Esto es lo que no supieron ver quienes, en 1965, clamaron con furia contra lo que, a su entender, era una traición a las auténticas raíces de la dramaturgia nacional: la proclamación, por la prestigiosa revista Teatro XX , dirigida por Kive Staiff, como mejor obra del año, de El desatino , estrenada por el Centro de Experimentación Audiovisual del Instituto Di Tella, protagonizada por Jorge Petraglia y Lilián Riera. La gente de teatro partidaria del "realismo social" puso el grito en el cielo. Quien firma esta columna aportó deliberadamente más leña al fuego al proponer en el semanario Primera Plana a El desatino como "la mejor obra en la historia del teatro argentino". No sólo por estar convencido de que era así, sino también por entender que la polémica era necesaria y fecunda. Los medios gráficos más importantes se hicieron eco de las discusiones, pródigas en comunicados y denuestos de toda laya, para diversión de los lectores.
El historiador Osvaldo Pelletieri, responsable de la Historia del Teatro Argentino , considera a El desatino "fundamental para la evolución del absurdo en la Argentina; inició una polémica abierta en el seno de nuestro teatro, que trajo beneficiosos resultados para su evolución posterior". Griselda misma dice: "Fue entendida como una ruptura con la corriente del realismo reflexivo, identificado con una postura de izquierda; considerada superficial y políticamente dudosa, escrita de espaldas a la realidad argentina". Como se entendió después, era todo lo contrario. No está de más, en estos tiempos de maniqueísmo rampante, evocar ese episodio y homenajear a su involuntaria promotora, la flamante doctora Griselda Gambaro.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1386060-gambaro-una-polemica-para-la-historia
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