Un escenario encantador de niños y adultos
06-10-2010 / Se celebra su día en honor al nacimiento de José Podestá, creador del circo criollo
¿Quién de nosotros, chicos, adolescentes, adultos y ancianos, no ha pasado alguna vez por un circo? ¿Cuántos ratos inolvidables en la vida de las personas ha tenido lugar en ese ámbito mágico que genera una carpa de circo?
Hoy se festeja el Día del Circo. Se lo hace en homenaje al nacimiento de José Podestá, un hombre sinónimo de teatro, que fue nada más y nada menos que el creador del circo criollo.
En virtud de ello, los anónimos animadores de la cida circense están hoy de fiesta. Y como es su costumbre, la tendrán en el lugar al que la vida los llevó, con su troupe a cuestas y encantando a los habitantes del lugar en el que estén.
El circo representa, sin dudas, una importante parte de la cultura humana. Aquella magia que despertaba la aparición de los payasos, el vuelo de los trapecistas, la osadía de los equilibristas, el encantamiento con esos animales inasibles que de golpe estaban ahí, subordinados a la simple orden de su maestro, todo eso se mantiene inalterable.
Acrobacia, malabarismo, contorsionismo, son sinónimos de circo.
Pero también lo son vida nómade, sentido de pertenencia, sacrificio, hacer de todo, solidaridad, compromiso.
Las dos caras de esa moneda se mantienen inalterables desde su misma aparición.
Los hay, por supuesto, de todo tipo. Los están los que viajan por todo el mundo, se alojan en hoteles cinco estrellas y sus integrantes son parte de un espectáculo super profesional que maravilla a propios y extraños.
También están los que hacen miles y miles de kilómetros en camión, alternando el oficio circense con el de chofer, cocinero o vendedor de entradas. Son los que duermen en carpas, trailers y casas rodantes que ellos mismos limpian, mantienen o manejan. Son los de la vida que aman y a veces lastima, los de hoy aquí y mañana allá, los nómades por excelencia.
Los anima, a ambos, el mismo espíritu. Ese que cautiva la atención de los más chicos, a quienes ni siquiera la parafernalia cibernética les ha hecho perder el gusto por esa carpa misteriosa y subyugante.
CREER EN LOS SUEÑOS. Los integrantes de un circo son de aquellos que creen en los sueños. Y por ello sienten la necesidad de transmitir su mensaje a los más pequeños, objetivo inicial de toda esa puesta en escena que se renueva noche a noche.
En su mundo, la realidad y la fantasía se mezclan indistintamente creando un cúmulo de sensaciones y reacciones que logran cautivar a los más fieles partidarios de un mundo fantástico donde reír parece ser el único objetivo, donde sentirse feliz es un hecho real, donde soñar está permitido.
Es ese mundo donde los piratas y trapecistas se esfuerzan por conseguir la expresión más dulce de un niño: su sonrisa.
Se trata, sin dudas, de un ambiente impregnado de un espíritu feliz. Creencias, mitos, fantasía, sueños, emoción, ternura y expresividad, calificativos que definen a la perfección el espectacular mundo de un circo.
La historia. Se relaciona con las antiguas civilizaciones romanas y griegas, donde los espectáculos itinerantes eran frecuentes con formatos similares a lo que luego se llamó circo.
El nombre fue puesto por los griegos, denominando de este modo a todo tipo de presentaciones en este formato, las cuales apuntaban directamente a una diversión popular y para toda la familia. A llegar estas compañías se conmocionaban los diferentes pueblos, disfrutando de sus espectáculos que combinaban diversas artes como el teatro, danza, malabarismo y con el paso de los años se incluyeron los animales dentro de las rutinas.
Eso mismo se mantiene hasta hoy, con el espíritu de siempre, llegando al lugar del mundo que ellos eligen para armar su propio mundo: la carpa, sus camiones, sus trailers, sus familias.
En el circo criollo, ése que se puede ver en cualquier pueblo del país, son familias enteras las que animan su propia pyme con sentido artístico: viven de su trabajo, pero sin renegar del show y del espectáculo.
Esas familias crecen al amparo de los cielos que los cobijan: será cerca del mar, otras veces en la sierra o la montaña, alguna ocasión en la inmensidad de la pampa y otras en la soledad de un pueblo perdido en un valle. Para ellos la vida es siempre la misma: prepararse para arrancarle una sonrisa a quienes noche a noche se sentarán en las sillas que ellos mismos ordenarán dentro de la carpa que ellos mismos armaron.
El circo es, en definitiva, una parte sustancial de la vida de las personas. Cuesta comprender que haya alguien que alguna vez no se rió con un chiste de sus payasos, o se sorprendió con las piruetas de los equilibristas, o se maravilló por el vuelo de un trapecista, o se encariñó con esas fieras que parecían totalmente salvajes.
El circo está de fiesta. Sus familias también. Y allí donde estén lo celebrarán con el ritual de siempre: se vestirán de gala y saldrán a hacer reír a quien los elija.
Fuente: http://www.elargentino.com/nota-109196-medios-122-El-fascinante-y-enigmatico-mundo-del-circo.html
06-10-2010 / Se celebra su día en honor al nacimiento de José Podestá, creador del circo criollo
¿Quién de nosotros, chicos, adolescentes, adultos y ancianos, no ha pasado alguna vez por un circo? ¿Cuántos ratos inolvidables en la vida de las personas ha tenido lugar en ese ámbito mágico que genera una carpa de circo?
Hoy se festeja el Día del Circo. Se lo hace en homenaje al nacimiento de José Podestá, un hombre sinónimo de teatro, que fue nada más y nada menos que el creador del circo criollo.
En virtud de ello, los anónimos animadores de la cida circense están hoy de fiesta. Y como es su costumbre, la tendrán en el lugar al que la vida los llevó, con su troupe a cuestas y encantando a los habitantes del lugar en el que estén.
El circo representa, sin dudas, una importante parte de la cultura humana. Aquella magia que despertaba la aparición de los payasos, el vuelo de los trapecistas, la osadía de los equilibristas, el encantamiento con esos animales inasibles que de golpe estaban ahí, subordinados a la simple orden de su maestro, todo eso se mantiene inalterable.
Acrobacia, malabarismo, contorsionismo, son sinónimos de circo.
Pero también lo son vida nómade, sentido de pertenencia, sacrificio, hacer de todo, solidaridad, compromiso.
Las dos caras de esa moneda se mantienen inalterables desde su misma aparición.
Los hay, por supuesto, de todo tipo. Los están los que viajan por todo el mundo, se alojan en hoteles cinco estrellas y sus integrantes son parte de un espectáculo super profesional que maravilla a propios y extraños.
También están los que hacen miles y miles de kilómetros en camión, alternando el oficio circense con el de chofer, cocinero o vendedor de entradas. Son los que duermen en carpas, trailers y casas rodantes que ellos mismos limpian, mantienen o manejan. Son los de la vida que aman y a veces lastima, los de hoy aquí y mañana allá, los nómades por excelencia.
Los anima, a ambos, el mismo espíritu. Ese que cautiva la atención de los más chicos, a quienes ni siquiera la parafernalia cibernética les ha hecho perder el gusto por esa carpa misteriosa y subyugante.
CREER EN LOS SUEÑOS. Los integrantes de un circo son de aquellos que creen en los sueños. Y por ello sienten la necesidad de transmitir su mensaje a los más pequeños, objetivo inicial de toda esa puesta en escena que se renueva noche a noche.
En su mundo, la realidad y la fantasía se mezclan indistintamente creando un cúmulo de sensaciones y reacciones que logran cautivar a los más fieles partidarios de un mundo fantástico donde reír parece ser el único objetivo, donde sentirse feliz es un hecho real, donde soñar está permitido.
Es ese mundo donde los piratas y trapecistas se esfuerzan por conseguir la expresión más dulce de un niño: su sonrisa.
Se trata, sin dudas, de un ambiente impregnado de un espíritu feliz. Creencias, mitos, fantasía, sueños, emoción, ternura y expresividad, calificativos que definen a la perfección el espectacular mundo de un circo.
La historia. Se relaciona con las antiguas civilizaciones romanas y griegas, donde los espectáculos itinerantes eran frecuentes con formatos similares a lo que luego se llamó circo.
El nombre fue puesto por los griegos, denominando de este modo a todo tipo de presentaciones en este formato, las cuales apuntaban directamente a una diversión popular y para toda la familia. A llegar estas compañías se conmocionaban los diferentes pueblos, disfrutando de sus espectáculos que combinaban diversas artes como el teatro, danza, malabarismo y con el paso de los años se incluyeron los animales dentro de las rutinas.
Eso mismo se mantiene hasta hoy, con el espíritu de siempre, llegando al lugar del mundo que ellos eligen para armar su propio mundo: la carpa, sus camiones, sus trailers, sus familias.
En el circo criollo, ése que se puede ver en cualquier pueblo del país, son familias enteras las que animan su propia pyme con sentido artístico: viven de su trabajo, pero sin renegar del show y del espectáculo.
Esas familias crecen al amparo de los cielos que los cobijan: será cerca del mar, otras veces en la sierra o la montaña, alguna ocasión en la inmensidad de la pampa y otras en la soledad de un pueblo perdido en un valle. Para ellos la vida es siempre la misma: prepararse para arrancarle una sonrisa a quienes noche a noche se sentarán en las sillas que ellos mismos ordenarán dentro de la carpa que ellos mismos armaron.
El circo es, en definitiva, una parte sustancial de la vida de las personas. Cuesta comprender que haya alguien que alguna vez no se rió con un chiste de sus payasos, o se sorprendió con las piruetas de los equilibristas, o se maravilló por el vuelo de un trapecista, o se encariñó con esas fieras que parecían totalmente salvajes.
El circo está de fiesta. Sus familias también. Y allí donde estén lo celebrarán con el ritual de siempre: se vestirán de gala y saldrán a hacer reír a quien los elija.
Fuente: http://www.elargentino.com/nota-109196-medios-122-El-fascinante-y-enigmatico-mundo-del-circo.html
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