Ópera: Francesca da Rimini
23-10-2010 / La solista Nicola Beller Carbone desacraliza el género en una charla con Diagonales
Como bloques de tinta inquietantes, los titulares se ofrecen poco alentadores desde el tabloide que ahora reposa en un banco de la Plaza Malvinas, bajo el candido sol primaveral que proyecta sombras junto a la frondosa arboleda. La realidad, esa extraña construcción, difusa y tangible, agobiante y espesa como la tinta noticiable; vital y cautivante como el azul que tiñe el mediodía. Y a unas cuadras, en un hotel de la calle 51, espera una destacada cantante de ópera, esa ornamental ceremonia tan imbuida con el tiempo y el prejuicio de solemnidad, situada por muchos tan lejos de… la realidad. La mujer que espera no lleva un vestido largo y brillante de época ni respiga su nariz: se trata de Nicola Beller Carbone, nacida en Alemania y formada en España, destacada intérprete que actuó en los escenarios más importantes de Europa y que desde hace un mes se encuentra en nuestra ciudad preparándose para el estreno de Francesca da Rimini, esta tarde a las 17, en la Sala Alberto Ginastera del Teatro Argentino (51 e/ 9 y 10).
Con natural sofisticación y ninguna impostación, la soprano dice en su sugestivo acento germano ibérico sentirse "muy a gusto de estar aquí. Llevo ya un mes ensayando. Y estoy muy sorprendida del nivel que hay en el Teatro en todos los sectores. Desde talleres, maquinistas, sastrería, zapatería. Es un nivel realmente muy alto, comparable a cualquier teatro en Alemania, por ejemplo. Es una pequeña fábrica que produce y muy bien”. El elogio al Coliseo bonaerense adquiere más valor, dada la trayectoria de la cantante. “Se lo que estoy diciendo: por eso lo pronuncio y lo repito. Uno piensa que en Argentina el único teatro que funciona es el Colón”.
Es que así es la cosa: Roma no se hizo en un día y una ópera tampoco. “La gente que ve un espectáculo quizá no se da cuenta que antes del estreno hay todo un proceso de creación. Que somos todos artistas que no nos conocemos antes y que llegamos allí, un director de escena que tiene un concepto, una estética, unos tipos de recursos técnicos a utilizar, todos estos elementos hay que compenetrarlos y ajustarlos hasta que está terminado el proyecto entero. Hay mucho trabajo”.
La historia de Francesca… es un atrayente relato no sólo sobre el amor, sino -y primordialmente- sobre las pasiones más carnales. ¿Esa carga erótica tiene alguna incidencia especial a la hora de construir e interpretar el personaje? Beller responde: “Todas las historias que se cuentan en ópera son muy apasionadas y son muy físicas. También influye el modo en el que uno mismo ve el trabajo de cantante de ópera. Habrá distintas opciones de interpretarla, de hacerla. Hay gente que lo hace desde un punto de vista meramente musical, otro estético, otro vocal. Yo personalmente vengo de la actuación, yo era actriz. Entonces para mí en el escenario hay que encontrar una traducción física, para que el público comprenda lo que está pasando”.
Si bien su personaje engaña a su esposo, el hecho de cometer adulterio con otro género no supera el plano de la fantasía para Nicola: “Personalmente soy amante de muchos géneros. Me gusta mucho el jazz, el rock también. La música sinfónica, de cámara. La ópera no la escucho mucho, porque como trabajo en esto estoy saturada. Mi trabajo es de mucha disciplina, así que cuando estoy libre prefiero escuchar otro tipo de cosas. Si el ser cantante lírico no te obligara tanto a llevar una disciplina vocal, yo cantaría jazz. Me encantaría, pero no puedo porque es una música muy distinta y como mi carrera ya está hecha en este terreno, sería un poco superficial querer abordar otra carrera. En la vida hay que tomar decisiones, y no se puede hacer todo”.
Y allí se revela otro lado que muchos ignoran y es el enorme sacrifico físico que implica una carrera como esta: “El cantante de ópera es un deportista de alto rendimiento -no duda en comparar-. Yo voy todos los días al gimnasio. Hoy estoy hablando contigo, pero los días de espectáculos no hablo. Llevo una dieta, sana, me acuesto temprano cuando puedo, camino mucho, estoy atenta a no enfriarme, llego a la absurdidad de ir a la función del cine en la que no hay mucha gente, porque pueden toser, el aire acondicionado es el gran enemigo… Es como un deportista: un futbolista, después del partido, se hace masajes y tiene que recuperar el tono muscular. El cansancio es bastante parecido al que siento yo después de una función”.
Comparar a un cantante lírico con un futbolista resultar una conjunción insospechada de dos mundos totalmente opuestos. Sin embargo la ópera, tuvo un originen también popular y Beller Carbone se indigna ante los prejuicios elitistas que envuelven su ámbito: “Estoy de acuerdo contigo en que la ópera no es elitista y odio todo lo que tiene que ver con el mito de ir a la ópera para que te vean. Uno debe darse cuenta que ir al teatro es mejor que ir al cine, porque el actor está en vivo, escuchar las vocees de cerca y la orquesta, es una experiencia alucinante. Es completamente distinto a poner un disco y escuchar una ópera. Yo entiendo que un joven se aburra con un disco y lo entiendo también si va a ver una obra en la que están parados y no se mueven. Yo me aburro también. Hay que hacer otro tipo de ópera. Y entonces el círculo cierra: “El problema es que muchas veces se entiende mal la opera. Se cree que es un sitio ajeno a nuestras vidas. Y es todo lo contrario: lo que nosotros estamos contando son historias que tienen vigencia. El sexo, el crimen, las guerras. Mira La Tosca. Hay tortura, hay abuso de poder, hay asesinatos, enamoramiento. Son historias que abres el periódico y te las encuentras”.
Fuente: http://www.elargentino.com/nota-111501-medios-122-Muchas-veces-se-cree-que-la-opera-es-un-lugar-ajeno-a-nuestras-vidas.html
23-10-2010 / La solista Nicola Beller Carbone desacraliza el género en una charla con Diagonales
Como bloques de tinta inquietantes, los titulares se ofrecen poco alentadores desde el tabloide que ahora reposa en un banco de la Plaza Malvinas, bajo el candido sol primaveral que proyecta sombras junto a la frondosa arboleda. La realidad, esa extraña construcción, difusa y tangible, agobiante y espesa como la tinta noticiable; vital y cautivante como el azul que tiñe el mediodía. Y a unas cuadras, en un hotel de la calle 51, espera una destacada cantante de ópera, esa ornamental ceremonia tan imbuida con el tiempo y el prejuicio de solemnidad, situada por muchos tan lejos de… la realidad. La mujer que espera no lleva un vestido largo y brillante de época ni respiga su nariz: se trata de Nicola Beller Carbone, nacida en Alemania y formada en España, destacada intérprete que actuó en los escenarios más importantes de Europa y que desde hace un mes se encuentra en nuestra ciudad preparándose para el estreno de Francesca da Rimini, esta tarde a las 17, en la Sala Alberto Ginastera del Teatro Argentino (51 e/ 9 y 10).
Con natural sofisticación y ninguna impostación, la soprano dice en su sugestivo acento germano ibérico sentirse "muy a gusto de estar aquí. Llevo ya un mes ensayando. Y estoy muy sorprendida del nivel que hay en el Teatro en todos los sectores. Desde talleres, maquinistas, sastrería, zapatería. Es un nivel realmente muy alto, comparable a cualquier teatro en Alemania, por ejemplo. Es una pequeña fábrica que produce y muy bien”. El elogio al Coliseo bonaerense adquiere más valor, dada la trayectoria de la cantante. “Se lo que estoy diciendo: por eso lo pronuncio y lo repito. Uno piensa que en Argentina el único teatro que funciona es el Colón”.
Es que así es la cosa: Roma no se hizo en un día y una ópera tampoco. “La gente que ve un espectáculo quizá no se da cuenta que antes del estreno hay todo un proceso de creación. Que somos todos artistas que no nos conocemos antes y que llegamos allí, un director de escena que tiene un concepto, una estética, unos tipos de recursos técnicos a utilizar, todos estos elementos hay que compenetrarlos y ajustarlos hasta que está terminado el proyecto entero. Hay mucho trabajo”.
La historia de Francesca… es un atrayente relato no sólo sobre el amor, sino -y primordialmente- sobre las pasiones más carnales. ¿Esa carga erótica tiene alguna incidencia especial a la hora de construir e interpretar el personaje? Beller responde: “Todas las historias que se cuentan en ópera son muy apasionadas y son muy físicas. También influye el modo en el que uno mismo ve el trabajo de cantante de ópera. Habrá distintas opciones de interpretarla, de hacerla. Hay gente que lo hace desde un punto de vista meramente musical, otro estético, otro vocal. Yo personalmente vengo de la actuación, yo era actriz. Entonces para mí en el escenario hay que encontrar una traducción física, para que el público comprenda lo que está pasando”.
Si bien su personaje engaña a su esposo, el hecho de cometer adulterio con otro género no supera el plano de la fantasía para Nicola: “Personalmente soy amante de muchos géneros. Me gusta mucho el jazz, el rock también. La música sinfónica, de cámara. La ópera no la escucho mucho, porque como trabajo en esto estoy saturada. Mi trabajo es de mucha disciplina, así que cuando estoy libre prefiero escuchar otro tipo de cosas. Si el ser cantante lírico no te obligara tanto a llevar una disciplina vocal, yo cantaría jazz. Me encantaría, pero no puedo porque es una música muy distinta y como mi carrera ya está hecha en este terreno, sería un poco superficial querer abordar otra carrera. En la vida hay que tomar decisiones, y no se puede hacer todo”.
Y allí se revela otro lado que muchos ignoran y es el enorme sacrifico físico que implica una carrera como esta: “El cantante de ópera es un deportista de alto rendimiento -no duda en comparar-. Yo voy todos los días al gimnasio. Hoy estoy hablando contigo, pero los días de espectáculos no hablo. Llevo una dieta, sana, me acuesto temprano cuando puedo, camino mucho, estoy atenta a no enfriarme, llego a la absurdidad de ir a la función del cine en la que no hay mucha gente, porque pueden toser, el aire acondicionado es el gran enemigo… Es como un deportista: un futbolista, después del partido, se hace masajes y tiene que recuperar el tono muscular. El cansancio es bastante parecido al que siento yo después de una función”.
Comparar a un cantante lírico con un futbolista resultar una conjunción insospechada de dos mundos totalmente opuestos. Sin embargo la ópera, tuvo un originen también popular y Beller Carbone se indigna ante los prejuicios elitistas que envuelven su ámbito: “Estoy de acuerdo contigo en que la ópera no es elitista y odio todo lo que tiene que ver con el mito de ir a la ópera para que te vean. Uno debe darse cuenta que ir al teatro es mejor que ir al cine, porque el actor está en vivo, escuchar las vocees de cerca y la orquesta, es una experiencia alucinante. Es completamente distinto a poner un disco y escuchar una ópera. Yo entiendo que un joven se aburra con un disco y lo entiendo también si va a ver una obra en la que están parados y no se mueven. Yo me aburro también. Hay que hacer otro tipo de ópera. Y entonces el círculo cierra: “El problema es que muchas veces se entiende mal la opera. Se cree que es un sitio ajeno a nuestras vidas. Y es todo lo contrario: lo que nosotros estamos contando son historias que tienen vigencia. El sexo, el crimen, las guerras. Mira La Tosca. Hay tortura, hay abuso de poder, hay asesinatos, enamoramiento. Son historias que abres el periódico y te las encuentras”.
Fuente: http://www.elargentino.com/nota-111501-medios-122-Muchas-veces-se-cree-que-la-opera-es-un-lugar-ajeno-a-nuestras-vidas.html
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