viernes, 22 de octubre de 2010

El adiós a un artista entrañable

José Carbajal. Falleció en la madrugada de ayer, en su casa de Villa Argentina, de un paro cardíaco La familia que llega hoy de Holanda definirá dónde y cómo será el velatorio y el entierro del artista.

ALEXANDER LALUZ

Desde la madrugada de ayer, en Atlántida, la canción popular vive el duelo por la sorpresiva pérdida de uno de sus mayores cultores: José Carbajal "El Sabalero", que en pocos meses iba a cumplir 67 años.

La causa del fallecimiento fue un paro cardíaco, según confirmó la autopsia realizada en horas de la tarde en la ciudad de Pando. Su familia, que llegará hoy desde Holanda, definirá en las próximas horas dónde y cómo se realizará el velatorio del artista.

"No hay consuelo", coincidieron sus allegados, sus amigos. "Es algo espantoso. No lo podíamos creer", dijo a El País la cantante Cristina Fernández, apenas unas horas después de confirmada la noticia. "Lo peor es que estaba solo, allá en Villa Argentina", agregó, donde tenía su casa desde hace varios años.

"Hubo un tiempo que la pasó mal, también a nivel de salud. Pero ahora estaba fenómeno", acotó Washington Carrasco, que mantuvo una relación muy cercana, entrañable con El Sabalero desde hace hace más de cuarenta años. "Estaba lleno de proyectos. Bueno, si te acordás, estábamos haciendo aquello del Plan Ceibal y con planes de recorrer el país con eso. Tenía proyectado hacer festivales, entre otras cosas. Era un gran laburador".

Otros testimonios subrayaron que su salud no presentaba síntomas negativos. En estos días, relató un vecino y amigo de Carbajal, "mi mujer, que es médico, lo atendió cuando fue a hacerse los controles para sacar la libreta de conducir... y se lo veía muy contento porque esperaba que en poco tiempo le dieran el alta por su cáncer de próstata, que estaba controlado... y todo marchaba bien". Todas las mañanas lo veían hacer su caminata por la playa, desde Villa Argentina hasta Marindia. Y en las reuniones entre amigos y vecinos jamás tomaba ni fumaba: "estaba muy preocupado por mantenerse sano, se cuidaba en las comidas, en todo".

Ayer, antes de difundirse la inesperada noticia, los músicos que lo acompañaban en el ciclo Buscado, que comenzó el sábado pasado en el bar Tabaré, lo esperaban para un ensayo a las 10 de la mañana. "Nos sorprendió a todos -dijo Fernando Goicoechea, pianista del grupo-; estaba muy bien, con energía. Evidentemente, se movía con la energía de una persona que pasó por muchos problemas de salud, dos operaciones al corazón, un cáncer".

No obstante, añadió, no tenía planes de parar: seguía con varios proyectos en carpeta, ideas para varios eventos: "era un tipo muy trabajador; desordenado, a su manera, pero muy emprendedor. Y siempre estaba con muchas ganas de ensayar para los shows".

Su representante, mientras ayudaba ayer a contactar a la esposa y a los hijos de Carbajal en Holanda, confirmaba a El País que el músico estaba completamente solo en su casa en el momento del deceso. Y, según le relató una vecina de Villa Argentina, la noche anterior El Sabalero le confesó a ella que sentía "un dolorcito en el pecho y en el brazo".

A nivel de Gobierno, las reacciones también fueron unánimes. María Simon, subsecretaria del Ministerio de Educación y Cultura, no ocultó su sorpresa ante el fallecimiento de otra figura fundamental para la música y la cultura. Simon también subrayó que las canciones de El Sabalero ya tienen un lugar privilegiado en la memoria popular, por la profunda marca simbólica que han dejado en varias generaciones.

La Asociación General de Autores del Uruguay, por su parte, declaró ayer duelo institucional. En su comunicado la institución destacó que tal decisión se tomó "ante tan importante pérdida para la cultura, el arte y la identidad nacional".

Un arte único. El Sabalero no fue un profeta, ni un sabio escudriñador de verdades. Pero tuvo esa otra sabiduría -la menos frecuente, quizás- de convertir en historias las vivencias "pequeñas" que hacen a lo cotidiano. Las dijo, las cantó, como pocos, casi al modo del "Polaco" Goyeneche, como lo recordó Jaime Roos.

Y su principal arma fue la capacidad para dar con el tono y el acento -en la palabra, en la música- que las volviera únicas.

La sencillita, A mi gente, Villa Pancha, Chiquillada, nacieron de esa sabiduría en sus tiempos de juventud: son "las cositas de todos los días. Las que pasan desapercibidas. Las que todos hacíamos sin darnos cuenta. Las infancias, los amigos, las travesuras, los trabajos. Y el amor", contaba a El País el propio Carbajal, meses atrás y poco antes de estrenar su espectáculo Las historias de mis canciones, en el teatro Solís.

Sobre el escenario, las historias vivían su segunda transformación creativa: la que protagonizaba un artista encantador (y contador) de sensibilidades, desde sus gestos mínimos, su entonación, su swing, y sin apelar al "efectismo sensiblero", al facilismo, o a una trasnochada intelectualización.

Cualidades que hicieron de su arte algo único (y, por qué no, virtuoso), aunque él no les diera ese valor, y lo convirtieran en figura capital de una generación, junto a Zitarrosa, Los Olimareños, Viglietti, Lena, que protagonizó durante los años `60, uno de los cambios más profundos en la música popular de raíz tradicional (o folklórica): la de encontrar los lenguajes, los sonidos, las palabras, para un proyecto identitario diferente al modelo entonces dominante que se difundía desde Argentina.

Su frondosa discografía (Canto popular, Chiquillada, Volveremos, Angelitos, Entre putas y ladrones, entre otros), sin embargo, tuvo un cierre tras la edición de La viuda en 2006. "No creo que vuelva a escribir canciones como las que hice -había confesado el año pasado a El País- ; es algo que presiento. Hace unos años andaba medio enfermo y salí a caminar. Me encontré con una luna enorme, como las de Cúneo. Ahí mismo me salieron unos ocho versos. Todavía les estoy buscando la vuelta, no me conforman. Entonces, si voy a pensar y darle tanta vuelta a lo que escribo, ¿para qué voy a escribir? Prefiero corregir temas viejos y hacerlos en los recitales".

Este arte, no obstante, siguió siendo pieza angular en su filosofía de vida; un pilar construido, como siempre, sin falsos pudores y extrañezas, que le permitió varios años atrás "cantarle la justa" a la parca: "Me gusta vivir la vida / entregándome a la suerte / pa´ no tener tanto miedo / cuando me abrace la muerte… busco una muerte viva / jamás una muerte mansa" (versos de la canción La muerte). Quienes lo conocieron profundamente, han confirmado la densidad simbólica de estos versos, que, al estilo singular de El Sabalero, le dieron un fuerte sacudón (muy mexicano) a la solemnidad con que afrontamos la muerte en nuestra sociedad.

El recuerdo en primera persona

Jaime Roos, en diálogo con El País, dio una clave para reinterpretar esta pérdida: "murió en su ley, iba a ensayar".

"Se me fue un amigo íntimo... un maestro del que aprendí mucho sobre el escenario"

Desde Buenos Aires, Jaime Roos recordó, con la emoción que entrecortaba las palabras, a El Sabalero: "Más allá de la admiración artística que le tengo, fue un gran amigo íntimo... El dolor que sentí esta mañana, cuando me levanté con la noticia, fue muy grande. La pasé muy mal". Ambos artistas tuvieron una estrecha relación personal y profesional desde la época en que vivían en Europa.

"Allá le produje un álbum y él cantó en un disco mío, que grabé también allá, el tema Aquello". Para su disco, "toqué todos los instrumentos de percusión, porque no había percusionistas uruguayos... Aquel fue un disco hecho entre dos o tres muchachos".

En nuestro país lo editó el sello Sondor, "y en plena dictadura los milicos no lo prohibieron y tuvo un éxito fenomenal".

En 1984, cuando Carbajal volvió a Uruguay, Roos le tenía una banda armada, con 17 músicos, y un repertorio ya ensayado. "Ni bien llegó ensayamos un poco, porque el material estaba pronto, y salimos a la cancha: primero hicimos un Obras y después el Franzini, adonde se grabó el álbum doble Angelitos". Así, Roos pasó a ser el bajista y director musical de ese nuevo proyecto de El Sabalero, "y juntos recorrimos todos los departamentos; tengo toneladas de anécdotas, historias de aquellas experiencias".

En todos esos años, la relación entre los dos llegó a trascender el ámbito profesional.

"Una cosa son las relaciones amistosas que uno puede alimentar en la música. Pero otra cosa son los amigos íntimos. Y eso fue El Sabalero para mí: un pedazo de mi vida y un maestro". Su magisterio no académico fue en el escenario: "Y eso es algo que pocas veces se menciona: arriba del escenario era un tigre; se comía la cancha, el público", con su carisma, con su forma de decir que, según confesaba el propio Carbajal, venía de una temprana influencia del "Polaco" Goyeneche. Pero también, enfatizó Roos, está su compromiso, su cultura. Era un gran lector, incansable, autodidacta, interesado por todos los temas: "Con él podías hablar de Octavio Paz hasta de la Revolución Francesa, o de lo que se te ocurriera. Era un hombre muy culto".

Su otro valor fue la solidaridad. "Era solidario con todos, con todo; con distintas cosas que tuvieran que ver con el pueblo". Y no hay otra razón que lo explique: Era un hombre del pueblo, que quería a su pueblo y era consecuente con eso. Muy generoso también. Y no lo digo ahora que falleció, porque lo dije siempre".

Estas virtudes, sumadas a su talento, lo convirtieron en "uno de los grandes cancionistas populares de Uruguay. Es uno de los verdaderos héroes de la clase obrera, como dijo Lennon una vez en su canción".

En el año 2001, y en el marco de la gira Contraseña, Jaime volvió a convocar al escenario a Carbajal, junto a otro histórico, Gastón Ciarlo "Dino", en un memorable show en el cine Plaza. Y la última vez que los unió un evento musical fue en febrero de este mismo año. Fue en Juan Lacaze.

Fuente: http://www.elpais.com.uy/101022/pespec-523542/espectaculos/el-adios-a-un-artista-entranable

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