domingo, 17 de octubre de 2010

Gustavo Vallejos

Por Lic. Paola Boccalari

En un escenario, esta vez muy real, Vallejos nos abre su corazón. Sabemos que se desempeña como director de teatro, investigador insaciable en antropología teatral y especialista en dramaturgia actoral.

Hiciste una apuesta firme por la actuación desde la creación del grupo Devenir. ¿Qué te llevó a ella?

Fueron dos cosas. Una casual y la otra ideológica. La casual fue que me echaron de la escuela de teatro por cuestiones… ahora a la distancia decir políticas es exagerado, se podría decir que no había acuerdo de pensamiento con la autoridad. Tres compañeros que estaban ahí se vienen conmigo en un acto solidario. Al año siguiente, en el 81, hicimos la primera obra “Hablemos a calzón quitado” de Guillermo Gentile, dándole inicio oficialmente al grupo. Lo ideológico es porque en aquella época, y sigo pensando lo mismo hoy, el desarrollo de un artista es en grupo. En estos días se piensa de manera individual, un grupo tiene obligaciones, un mandato en común y un montón de ideales filosóficos que se persiguen.

¿Cómo llegaste a la antropología teatral?

Inicialmente la búsqueda fue grotowskiana, después aparece el Odin Teatro y nos deslumbra, por suerte uno se despega de eso y empieza a hacer vida propia. El maestro que me marcó antropológicamente hablando fue Renzo Casali, de la Comuna Baires. Con él pude comprender que no hay un teatro antropológico, el teatro es antropológico, está hecho por el hombre y el hombre es el teatro.

¿De qué manera te marcó Casali en tu profesión?

A Renzo lo considero un maestro porque se dejó superar, permitió ser superado por sus discípulos. El maestro es ético, filosófico, humano, ser humano, es una mente lúcida y abierta que está todo el tiempo predispuesto al cambio, es un caos creativo en vida. Renzo tenía todas esas cualidades que generosamente las compartió conmigo en el tiempo, fueron veinticinco años, no transitados al lado de él pero sí con él. Ya de viejos los dos nos hicimos entrañables, y justo cuando estábamos en la mejor época de amistad partió, cambio de barrio como decimos nosotros.
Tu diferencia con el teatro antropológico de Eugenio Barba se realiza desde la metodología del Actor 0 que creaste.
Totalmente, hasta podría decir a la distancia que es una corriente distinta. Lo digo muchas veces en chiste pero en el fondo es una verdad, el primer método de actores del S. XXI es el nuestro: Devenir tiene un método propio y no una forma de trabajo.

¿En qué consiste ese método?

Se trata de investigar y comparar el trabajo profesional de un jugador de fútbol con el trabajo profesional de un actor, cómo se prepara uno y otro. Fui descubriendo que en relación a los jugadores de fútbol los actores somos poco profesionales ¿en qué sentido? en la preparación física y emocional. Nuestro instrumento es muy complejo porque es el para adentro, el jugador de fútbol trabaja más con el para afuera y un poco con el para adentro, en el grado de concentración por ejemplo. Fueron diez años de mucha intensidad comparativa.

Lo concluiste con la publicación de tu libro “En búsqueda del actor 0” (una mirada diferente de la antropología teatral).

Si claro, antes de publicar el libro trabajé con dos elencos en una obra para poner a prueba las hipótesis. Nada de lo que propongo es sólo teoría, primero ocurrió.

¿Qué están haciendo ahora?

Para poder “festejar” estos primeros treinta años como digo yo (risas) estamos haciendo una obra mía. Un tema que ya lo tratamos en el año 82 en un momento dificilísimo. En aquél momento a partir de una obra que ya existía “Marcha” de Alberto Adelach dimos nuestra opinión en referencia a dónde están los que no están. Nuestra sociedad aún no resuelve qué hacer con los que no están y con todas aquellas consecuencias de aquello que no está. Lo van resolviendo algunas situaciones jurídicas, algunas decisiones a medias de quienes dirigen este país, pero son a medias; igual como no hay nada, esas a medias está bueno que aparezcan y se notan. Nosotros como artistas queremos volver a dar nuestra opinión, y es un trabajo muy duro porque es muy triste no hacerlo sino ofrecerlo, estamos buscándole la vuelta para que el disfraz de esa cosa triste sea una actitud clownesca. Quizás la estrenemos en mayo del año que viene. Nos pareció que el arte debe opinar sobre aquellas cosas, concreta y claramente, sobre algo que se ha sutilizado tanto en los últimos veinticinco años. Nuestra propuesta es contundente, se podrá estar de acuerdo o no.

Vos hablás de lo sutil. ¿De qué manera lo incluís en la metodología?

Lo sutil es parte de mi existencia. Si uno le pone nombre a la persona: ser-humano, ahí uno implícitamente está reconociendo algo que es pero que no lo ve. Pensamos esa situación de ser como una energía propia que cada uno genera y está permanentemente conviviendo con nuestro cuerpo físico y mental. Estos dos infieren directamente en esa sutileza; para nosotros esa sutileza es donde está la creatividad, y un artista debería ver no con los ojos, sino con el corazón. Ver esa sutileza, notarla para poder expandirse libremente en la creatividad. El método le permite al actor poder liberarse de sí mismo para poder trabajar sin los juicios ni prejuicios propios. Creo que una de las razones por las cuales el teatro se alejó de las personas es porque se ha perdido esa sutileza, no hay ceremonia porque se ha perdido al público. El público no va porque no se siente involucrado. La belleza no es estética, y el teatro se transformó en esteticismo academicista.

Es claro que tu propuesta es otra.

Si, podría decir que es más popular (no en el sentido de cantidades) sino en el sentido del pensamiento, más llano, y no por eso deja de tener belleza y genialidad; habla de nuestras miserias. Aspiramos como grupo ofrecer en un lenguaje bien común, algo que nos pertenece, sea esto doloroso, triste o alegre, ofrecerlo con certeza de ceremonia, y para que haya una ceremonia necesitamos que haya dos. Hablando con una amiga de esto, de la falta de ceremonia en el teatro, le decía, que una vez yo presencié una ceremonia gitana de la cual no entendí nada porque además de no ser gitano, sucedió en Montenegro (ex Yugoslavia), pero a pesar de eso yo me quería quedar, no sabía lo que estaba pasando pero a mí me involucraba y no sólo eso, me invitaban a estar, en ningún momento me quise ir. Es decir, cuando te hacen sentir que debes estar, es raro que te olvides de esa ceremonia, ni bien llegas a algún lugar relatas lo que te pasó, y cada tanto la referencias. Para mi eso es el teatro.

Fuente: http://www.posdatas.com.ar/vallejos.html

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