lunes, 2 de agosto de 2010

Una película que habla de monopolios y, por supuesto, se da en todas las salas

Curioso guión, el de La Plata

El grupo Harari es el dueño de todos los cines platenses. Por alguna u otra razón, la competencia no desembarca por aquí. Es más, ni el Victoria, de Berisso, ha logrado hacer pie. Proyectos de expansión y supuestos vínculos con el poder

A lo largo de todos estos años el cine nos ha regalado emociones fuertes, romances inolvidables y hasta un puñado de frases célebres como “Vas a necesitar un barco más grande” (Tiburón), “Hasta la vista, baby” (Terminator) y “Le haré una oferta que no podrá rechazar” (El Padrino). Pero lo que quizá no ha hecho es narrar historias de monopolios como la que, acaso, se escribiría aquí mismo, en La Plata.

La ciudad supo ser escenario de grandes y no tan grandes salas. El América (51 entre 5 y 6), con sus películas de acción y el griterío de la platea; el París (7 entre 47 y 48), con toda su elegancia y glamour, y el Mayo (48 entre 7 y 8) con su predilección por los dibujos animados son sólo algunos de los embajadores de otros tiempos. Luego sobrevino una saga a la que muchos le asignan cierto tufillo a competencia desleal.

Tan es así que aunque existen varios cinemas (Ocho, City, San Martín, Paradiso y Rocha) el negocio es manejado por un solo grupo: el de los Harari, al que le achacan fuertes vínculos con sectores del poder.

Quizá sea por eso que puede manejar el mercado (las entradas están 22 y hasta 28 pesos), desalentar a otros grupos para que no desembarquen en La Plata e ir por más. Se dice que estaría prendido en el proyecto que contempla la construcción de un shopping en el perímetro de Wal Mart. ¿Será ficción?

De llevarse a la pantalla grande, el guión contaría la historia de un gigante que amasa fortunas y no deja que nada crezca a su alrededor. Ni siquiera en las ciudades vecinas.

En esa escena -la de las ciudades vecinas- entraría la familia Leveratto, que nada pudo hacer para salvar al Victoria, allá en Berisso. Carlos es la personificación misma de la tercera generación al frente de esa sala que, para los berissenses, es, por supuesto, emblemática.

Resignado, cuenta que abrieron “hace 71 años” y que no reciben ninguna clase de subsidios. De cine le queda poco, de hecho esta temporada sólo pudo ofrecer obras de teatro. “Siempre estamos atrasados en relación a las salas de La Plata. Además hoy el atractivo pasa por el cine en 3 D y para eso hacen falta 120 mil dólares”, lamentó.

“Hoy el cine le gusta a la gente grande o a los chicos chiquitos, los jóvenes no se acercan tanto. Han cambiado mucho las costumbres y es muy difícil competir contra las películas compradas en la calle, por una cuestión de costos”, agregó.

Algunos dirán que “La vida es bella”, pero podría ser más justa.

Lo que el tiempo se llevó

El juego de palabras viene al dedillo para recordar a las salas de antaño. Esas que sin lugar a dudas se extrañan.

Uno de los cines más recordados de La Plata es La Gauloise. Estaba en 4 entre 45 y 46, donde funcionó el local del Club Francés, y comenzó a proyectar sus primeras películas en 1908. Emplazado en un hermoso edificio, La Gauloise fue uno de los centros culturales más reconocidos de la ciudad y guardaba en su interior una réplica exacta del teatro Moliére de París. Dentro de su salón se proyectaban las mejores películas de la época, se realizaban conciertos, bailes y obras de teatro, hasta que el 13 de octubre de 1971 un incendio terminó con él.

Hoy en día, resulta doloroso recordar el esplendor de los años dorados de las salas de cine. La amplitud de aquellos templos históricos no puede compararse con las actuales salas, cuya cantidad de butacas es decididamente mezquina. Pero, como suele decirse, es lo que hay.

El Belgrano, el Roca y algunos otros que ya no están

Aquellos que peinan canas recuerdan con particular cariño los cines que disfrutaron en su adolescencia.

El Astro, el Cervantes, el antiguo Ocho o el viejo San Martín. Pero ninguna de esas salidas era comparable a las aventuras que significaba una tarde en el Belgrano (diagonal 80 esquina 49) o en el Roca (frente a la Estación de trenes). Es que las películas eran distintas ¿Isabel Sarli dice algo? Sí: explica la ausencia de señoritas en la sala.

Otro de los cines que hicieron historia fue el Select (7 entre 55 y 56) cuyo certificado de defunción remite al 31 de enero. Verano, no del ‘42, sino del ‘93, con las casas de alquiler de video en pleno auge (luego revivió en el Pasaje Dardo Rocha).

Allá cantó nada menos que Carlos Gardel. Algunos dirán que por entonces la sala se llamaba Orfeón Español. Pero fue allá y había una orquesta que le ponía música a las películas mudas. Visto a la distancia despierta admiración. No es que aquello haya sido mejor, pero sin dudas debe haber sido bueno.

Hoy el sonido es potente y las salas son pequeñas. Pero el elevado costo de las entradas hace que no todos puedan ir y que el séptimo arte se aleje de los sectores populares. ¿Para cuando
un final feliz?

Fuente: http://www.diariohoy.net/accion-verNota-id-96056-titulo-Una_pelcula_que_habla_de_monopolios_y_por_supuesto_se_da_en_todas_las_salas

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