domingo, 22 de agosto de 2010

El actor, preso de su propia trampa

Marina Fantini, Paola Barrientos, Diego Rosental y Diego Velázquez, sólo cuatro de las excelentes actuaciones de esta obra

Un virtuoso elenco interpreta esta brillante exploración de Ciro Zorzoli sobre el arte de actuar

Domingo 22 de agosto de 2010 | Publicado en edición impresa LA NACION

Estado de ira. Autor y director: Ciro Zorzoli. Intérpretes: Paola Barrientos, Pablo Castronovo, Carlos Defeo, Marina Fantini, Vanesa Maja, Cecilia Meijide, Dalila Romero, Diego Rosental, María Inés Sancerni, Gabriel Urbani y Diego Velázquez. Escenografía y vestuario: Oria Puppo. Iluminación: Eli Sirlin. Entrenamiento corporal: Eugenia Estévez. Asistente de dirección: Horacio Larraza. En el teatro Sarmiento, Av. Sarmiento 2715 (pegado al Jardín Zoológico). Duración: 90 minutos.
Nuestra opinión: excelente

Con el arribo de esta espléndida Estado de ira, Ciro Zorzoli le entrega a la escena oficial uno de los mejores trabajos de los últimos meses. Esta obra toma al espectador de la mano, desde el principio, en un quiebre permanente de la cuarta pared; y luego lo agarra de prepo, fuerte, hasta meterlo en las entrañas de la representación, en un proceso donde "el actuar" es personaje, trama y exploración al mismo tiempo.

Ciro Zorzoli logra con este elaborado trabajo un estudio cuasi antropológico del actor, donde desnuda esa actividad de encarnar. Cuáles son sus límites, cómo las convenciones escénicas se convierten en cercas o en rémoras que disfrazan lo falso de verdadero. Y cómo el actor puede perder las riendas de sí mismo hasta encontrarse galopando por un sendero ya trazado, con un jinete que lo manipula hasta llegar adonde quiere.

Ese sistema llega a reflejarse a través de una excusa muy bien pensada. Una actriz de buena reputación arriba a una dependencia pública para que un grupo de empleados la prepare en el reemplazo de una gran actriz, que interpreta a Hedda Gabler , de Ibsen. Allí se encuentra manipulada por estos empleados públicos que, si en un principio la reciben con un respeto que le acaricia y engolosina el ego, luego la dejan desprotegida, vulnerada y manoseada.

No en vano se eligió esta obra seminal de la escena universal, en el contexto de un teatro municipal, en una época donde la mass media no había invadido tanto nuestras almas y le dejaba al teatro una luz tan grande que le permitía producir obras con mayor fluidez. Ese apuro también hacía de la marcación una religión escénica, necesaria y esperada. Y hasta dónde el actor, a esta altura de los tiempos, ha logrado emanciparse de eso. Claro está, todo esto sin evitar mostrar el cruce de personalidades y los distintos volúmenes de egos e inseguridades. Se atraviesa por momentos de falsa camaradería y de suma tensión.

Zorzoli logró reunir a un elenco excelente para hacer grandiosa a esta experiencia. Todos, desde la protagonista (Paola Barrientos, actriz enorme, exquisita, de impresionante talento) hasta el último integrante realizan trabajos magníficos. Una acción constante y una dirección minuciosa permitieron el desarrollo de todos los personajes. Por eso se necesitaría mucho espacio para hablar de cada uno, aunque es justo destacar a Diego Velázquez, uno de los mejores intérpretes de la actual escena independiente. El montaje de Zorzoli es una sinfonía de cadencias múltiples, donde armonías y melodías fluyen y encantan. De manera artesanal y metódica trabaja diversas capas y planos para lograr un desarrollo escénico magnífico, donde en todo momento ocurre algo. Donde drama y humor van de la mano.

La ambientación de Oria Puppo es de un lujo supremo. Vestuario y escenografía confluyen para lograr este hecho unívoco que se vuelve un diamante de nuestra cartelera.

Es importante destacar que no se trata de una versión de Hedda Gabler , ésta sólo es un vehículo para el desarrollo de la acción.

Pablo Gorlero

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1296808

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